Disclaimer: Queda perfectamente claro que ni la serie de Avatar, así como sus personajes me pertenecen, son propiedad íntegramente de sus creadores manuales e intelectuales; yo solo los tomo momentáneamente prestados para realizar esta historia sin el más mínimo ánimo de lucro.
El sollozo de la montaña
Me presento formalmente por primera vez en este hermoso fandom. No hizo falta de mucho para convencerme a entrar aquí, pero…como quiera me encanta presentar esta nueva historia.
Despertar a la realidad
"Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido, yo, porque tú eras lo que yo más amaba; y tú, porque yo era el que te amaba más. Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo, porque yo podré amar a otras como te amaba a ti, pero a ti no te amarán como te amaba yo"
Ernesto Cardenal
El viento húmedo ondeaba con algo de fuerza su nada cuidado cabello. El joven hombre mantenía los ojos cerrados con una aparente tranquilidad, que lo mantenía desde hacía bastante tiempo, ajeno al mundo terrenal que lo rodeaba.
La apacibilidad del viento se vio rota de manera inesperada, y una corriente serpenteante de aire golpeó con fuerza al individuo de ropajes que alguna vez fueron naranja claro. El mundo pareció moverse alrededor del hombre, y de pronto un silencio atronador se impuso sobre la naturaleza.
Su temporada de meditación había terminado.
Los ojos que se creían sellados por el paso del tiempo, se abrieron de golpe; mostrando un iris grisáceo que mostraba algo más que energía y alegría por vivir. Se sentía frustrado, en todos estos años que llevaba en trance los sentía como si los hubiera desperdiciado. Al final su encarnación había tenido razón todo el tiempo; él como el avatar…no podría alcanzar jamás la iluminación.
Debió de suponerlo con la muerte del gurú que había resultado su último acompañante en su soledad. Aquel sabio le había repetido las palabras de Yangchen, su deber como avatar era para con él mundo; no con él. Solamente era un siervo, y como tal, no podía poner en riesgo el balance entre las cuatro naciones, solo por su propio beneficio y superación personal.
Dejó caer la cabeza observando sus roídas ropas, se sacudió el cabello con premura en busca de desahogar su creciente coraje. La frustración era tal, que se sentía enfadado consigo mismo, por su propia incapacidad. Ni siquiera todo este tiempo de meditación ininterrumpida sirvieron para algo.
Hubiera continuado lamentándose de su patético rendimiento, cuando sus ojos antes entrecerrados, se abrieron como platos de un golpe.
¿Qué había estado haciendo?, ¿Cuánto tiempo llevaba aquí?
Con terror impreso en su rostro, se inspeccionó con atención. Sus ropas desgastadas por la exposición al sol, viento y lluvia…¿pero por cuanto tiempo?, su búsqueda fue redirigida a su cuerpo, las manos regresaron a su castaño cabello; resintiendo el desagradable tacto de grasa entre su cuero cabelludo. La falta de higiene era un grito desesperado, así como el largo de su extensión.
Por primera vez reparó en sus manos, en definitiva, se notaba a leguas que no eran las mismas manos de antes de entrar en trance. Se veían más grandes, desarrolladas…
Su tacto repasó su rostro, delineando sus facciones con algo de rudeza, ignorando la asquerosa barba que cubría por completo sus resecos labios. Su exploración se detuvo en ese momento, y se sintió escoria.
Horror…
¡Años!
¡Llevaba años aquí!
¿Qué maldita idea peregrina había cruzado por su mente al desaparecer de esa manera tan cobarde?
Sintió verdadero terror, casi el mismo como cuando enfrentó al antiguo señor del fuego Ozai. Se levantó de golpe; sin darse cuenta que el terreno donde se encontraba parado era poco favorable para ese tipo de maniobras. Sus piernas fallaron por la debilidad que trajo el desuso, y se fue de boca al fondo del acantilado.
Atontado por eso, a duras penas logró reaccionar a tiempo. Afortunadamente, su planeador se encontró todo este tiempo en su espalda. Con mucha más torpeza a la que estaba acostumbrado, se sujetó de él, como si su vida dependiera de ello.
Siendo verdad aquello.
Que los espíritus lo perdonaran por ser tan torpe. Valiente Avatar hubiera sido, el único que moría por caer de un acantilado por estar acalambrado.
Sería una excelente historia con la cual avergonzar a su futura rencarnación.
Ahora bien, basta de lamentaciones. A duras penas aterricé en un lugar potencialmente seguro, y me permití despatarrarme por el lugar, abrazando con un desfallecido amor el suelo de mármol. Pensemos…¿Cuánto tiempo desaparecí?
No parece haber sido mucho tiempo, no tengo arrugas, y tampoco canas.
Punto a favor, al parecer no pasaron ni diez años.
Excelente…
Ahora, ¿Qué fue lo que me trajo aquí en primer lugar?
Mis ojos se entrecerraron con un ademán de tristeza mal reprimida, sentí que el desagradable escozor en mis ojos amenazaba con dejar escapar de un momento a otro las molestas e inadecuadas lágrimas contenidas.
Decidí calmarme, respiré de manera profunda con dificultad.
De nada valía el volver a ponerme emocional, era deprimente para un hombre como yo, para el Avatar que soy…
Sacudí mi cabeza con la intención de alejar pensamientos que pudieran resultar sentimentales, y abrí los ojos con las misma tranquilidad de antes. El delicioso paisaje que se extendía hasta donde alcanzaba mi vista, me saludó con la cordialidad que hace tiempo extrañaba.
Introduje mi mano en el asqueroso cuello de mi camisa, y sin buscar demasiado encontré justamente el artefacto que buscaba. No necesitaba inspeccionarlo con la vista para saber de que se trataba; su tacto metálico ligeramente caliente por haber estado en contacto con mi cuerpo lo delató.
Sin más dilaciones, llevé el silbato con forma de bisonte a mis cuarteados labios, soplando a través de él, su aparentemente imperceptible llamada.
Después de esperar pacientemente algunos minutos, una sombra inconmensurable, apareció de entre las nubes, cubriendo gran parte del sol a la vista. Sonreí con suficiencia, era tiempo de dejar mi retiro espiritual.
Era tiempo de volver.
La imagen de unos hermosos ojos azules; cristalinos y con clara expresión de arrepentimiento apareció de improviso en mi mente.
Sí, mi regreso no podía ser postergado más tiempo.
—Ni siquiera por ti…Katara—murmuré escuchando por primera vez desde mi despertar, mi nueva voz. Una que no hubiera sido capaz de reconocer, de no haberme encontrado solo y habiendo escogido aquellas palabras.
Agradecí a los espíritus, a los dioses, a mis vidas pasadas—o a quién sea—que haya permitido introducir en mi cabeza la idea brillante de dejar un cambio de ropa en el templo, antes de ir a meditar.
Appa había sido muy amable en llevarme al río más cercano a asearme. Había tenido la intención de lamerme completo, como era su costumbre; sin embargo el fétido olor que expulsaba mi propio cuerpo, pareció haberle hecho cambiar de opinión.
Algo parecido sucedió con Momo.
Tan solo me tomó unos minutos el deshacerme del horroroso matorral de arbustos atacados por un huracán, que tenía por cabello. La navaja dejó mi cabeza tan suave como antaño. La barba de náufrago corrió la misma suerte; aunque dejé un resquicio de ella en mi rostro, no quería verme tan juvenil como me fui.
Sin embargo el baño fue—sin lugar a dudas—lo que más disfruté, era más que necesario, no solo era dañino para mi salud, ¡incluso para el ambiente!
Salí del agua sin importarme un rábano en cubrirme. Estaba seguro que no había un humano en kilómetros a la distancia, y tampoco es como si me preocupara mucho de ser lo contrario. Haciendo gala de mi aire-control, me sequé en segundos; y con gran placer me coloqué mi nueva indumentaria.
Estaba listo, preparado para irme y enfrentar lo que sea.
Así se tratara del doloroso pasado…que fue el que me trajo aquí.
/Flashback/
La cabeza le dolía tanto, que si le dijeran que un lagarto de Komodo le había pisado la cabeza mientras dormía, lo hubiera creído. Sin embargo, una sensación desconocida se había apoderado de su cuerpo; era…como si estuviera muy cansado, pero a la vez satisfecho…cosa que atribuyó a la tremenda borrachera de anoche.
De acuerdo, estaban en una fiesta en el palacio del nuevo señor del fuego, Zuko, pero eso no lo justificaba por su reprobable comportamiento.
Sin embargo…sentía como si estuviera olvidando algo.
Bah, debo estar así por la pelea de ayer con Katara…
—Seguramente me va a regañar—medité en voz alta, con cierto temor impreso en mi voz, lamentándome. A decir verdad, no tenía ni idea de porque habían peleado, él solo le había preguntado donde había estado, pues la había estado buscando, y ella explotó en una lluvia de reclamos y palabras sarcásticas.
¿Desde cuando Katara había adquirido esa molesta actitud de Sokka?
No tenía ni la más remota idea de que pudo haber enfurecido a tal grado a la maestra agua, pero se sentía terriblemente mal, —tanto física, como anímicamente—por haberse emborrachado en respuesta al berrinche de su novia.
Ahora me iba a ir peor.
Caminaba como autómata, siendo aún azotado por el terrible dolor dirigido hacia mi torturado cerebro víctima de la resaca. Sabía que Katara se encontraba detrás de la puerta roja del fondo, mis sentidos de avatar me lo decían.
Llámenlo como estar terriblemente enamorado, o ser estúpido, pero siempre sabía donde se encontraba mi querida novia.
De repente de un pasillo apareció una persona que chocó fuertemente contra mi pecho, a la cual a duras penas logré sostener antes de que se precipitara al suelo.
Sorprendido, no me tomó más de dos segundos reconocer a esa chica, se trataba de Mai. La novia y futura esposa de Zuko, pero…algo no encajaba. Ella era fuerte, orgullosa y odiaba todo, ¿Cómo era que se encontraba en estos momentos sollozando siendo sostenida por mí por los hombros?
Algo no me agradaba para nada.
—Mai…¿Qué sucede?, ¿estás bien…?—no pude terminar de formular la pregunta, cuando así como chocó conmigo—intempestivamente—se zafó, y cubriéndose el rostro con sus manos, salió disparada lejos de ahí, sin embargo para sorpresa mía, se detuvo a unos pasos de desaparecer—Avatar…debería saber que algunas traiciones simplemente nunca se esperan—finalizó con un tono de voz apenas diferenciable de un ronco sollozo, no se demoró más tiempo en permanecer ahí y continuó su huida.
A estas alturas estaba de más decir que tenía un terrible presentimiento, un terrible sentimiento de duda se instaló en mi pecho, ¿tenía que ver con Katara?
¡No imposible! ¡Katara es simplemente incapaz de traicionarme!
Sin ser verdadero dueño de mis acciones, emprendí una carrera frenética hacia la puerta que se había convertido en la protagonista del encuentro. Sin dudar un segundo, la abrí de un solo golpe con mi aire-control; rogando a todos los espíritus del cielo que no fuera cierto lo que me estoy imaginando.
Solo en ese momento, pude reconocer aquel lugar, no era otra parte más que la habitación de Zuko.
Las furiosas ráfagas de viento irrumpieron la quietud del santuario, despertando a la pareja que se encontraba felizmente abrazada entre las sábanas. Frente a mis atónitos ojos, se mostró Zuko bastante alterado, y como un puñal enterrado en mi corazón, vi a Katara presa del pánico, intentando cubrirse con la semi-transparente sábana de color carmín.
La rabia corrió por mis venas a una velocidad vertiginosa.
Lo hubiera esperado de cualquiera, incluso de Zuko.
Pero de ella…
De Katara.
Jamás…
No hicieron falta más de dos instantes para que aquella recámara se convirtiera en zona de desastre, me estaba descontrolando por completo. Ráfagas de viento intempestivas destruyeron todo a su alrededor, electricidad comenzó a conglomerarse en mis apretados puños, y los tatuajes de mis manos empezaron a parpadear en un color más claro. Mi ingreso al estado avatar, era casi inminente, ¡como pudieron!, ¿Cómo osaron traicionarme?
¡Yo la amaba!, ¡más que a mi propia vida!
—Aang…—escuché la quebrada voz de la que antes era el amor de mi vida, en medio de mi ciego estado, logré ubicar sus ojos…aquellos ojos que me hipnotizaron desde el momento que los vi por vez primera.
Siempre me parecieron hermosos, de un azul tan profundo, siempre lograban hacerme sentir mejor en cualquier situación. Tan transparentes, me mostraban la amplia gama de sentimientos que ella se negaba a explicar en palabras. Tan demostrativos, porque me mostraban el gran amor que ella sentía por mi.
Solo bastó una mirada a sus ojos cristalinos, enrojecidos, y con una notable expresión de terror; para darme cuenta, que ya no me veían a mí.
Mis tatuajes dejaron de brillar, retirando la amenaza de entrar en estado Avatar, y mi furia se vio disuelta, siendo remplazada por una profunda tristeza. Agaché la cabeza, contemplando el suelo a mis pies, dándome cuenta como poco a poco mi vista se fue nublando por la presencia de las lágrimas.
—Aang, yo…por favor—balbuceó con dificultad, moqueando en repetidas ocasiones. Yo negué con la cabeza, interrumpiendo su diálogo. Alcé la mirada, forzando en mi rostro una sonrisa, que resultó convirtiéndose en el peor intento de una. Triste, temblorosa.
—No digas nada Katara—frené bajando la mirada, sintiendo dolor de seguir contemplándola en brazos de otro hombre. Zuko había reaccionado estirando el brazo frente a ella, en actitud protectora, en precaución a mi furia. —Concuerdo con Mai…hay traiciones que nunca se esperan—expliqué, dándoles la espalda con la voz más triste que pude tener jamás.
Ante la mención de la fría mujer, un sonido de sorpresa se escuchó a mis espaldas.
Se trataba de Zuko, al parecer no esperaba que también Mai se hubiera enterado. No pude evitar pensar que aquello sonó más como un chillido frustrado.
—Espero que sean felices, por lo visto Katara…yo no era el maestro de los elementos que tu esperabas—cité las palabras de la mujer que le leyó el futuro a mi exnovia hacía ya bastante tiempo. Un sollozo ahogado a mis espaldas nunca habría sido suficiente respuesta.
Sin querer permitir que ellos vieran como me rompía frente a ellos, salí de la habitación con la poca dignidad que me quedaba. Así solamente, sin mirarla de nuevo, sin ver de nuevo al amigo que había perdido.
/Fin de Flashback/
El escozor en mis ojos me alertó de la intención de mi cuerpo por volver a llorar. Así que con la mayor delicadeza de la que era capaz en esos momentos, limpié mi rostro y tallé los ojos para impedirlo.
Alcé la mirada al horizonte, sintiendo el suave gruñido de parte de mi fiel compañero. Me gustaba pensar que intentaba reconfortarme, que a pesar de perder al amor de mi vida, aún no me encontraba solo. Momo buscó refugio en mi regazo, observándome conciliadoramente con sus enormes ojos verdes.
Mis compañeros me querían, pero desgraciadamente, sabía que el amor de los animales, jamás podría cubrir mi necesidad de sentirme amado por un ser humano.
Muy bien, deben de estarse preguntando…¿Qué jodidos hace ésta aquí?, pues bien…explicaré.
Soy nativa del fandom de Inuyasha —al cual le había dedicado la gran mayoría de mi tiempo—pero, digamos que esta hermosa serie me cautivó de nuevo por completo. Lo aceptó mi cerrada mente de adolescente pre-puberta, me había dejado únicamente la idea de Aang-Katara, Toph-Sokka.
Me vengo enterando ahora que Sokka tenía sus queveres con Suki, y la pobre de Toph se quedó sola. Y Katara resultó ser una hombreriega…
Lo sé, fue una terrible decepción para mí.
Pero no hay que llorar…lo he superado. No es muy común en mí el andar haciendo parejas diferentes al cannon, pero…
¡Siempre hay una primera vez!
Y si…se trata de un TophxAang y no me arrepiento de ello…
Muchas gracias por leer, y de veras, agradecería muchísimo que me dejaran un comentario, estoy ahora insegura por entrar a este fandom, y me gustaría saber si a su parecer, si debería quedarme.
Besos…
