La hierba se movía suavemente bajo sus pies. Era un día despejado, con pocas nubes en el cielo las cuales cubrían suavemente los rayos del sol y no amenazaban con lluvia. Cuatro figuras subían una empinada colina. Sus sombras alargadas por los rayos solares que lograban escabullirse entre las esponjosas nubes acariciaban el césped. A cuestas, las cuatro figuras llegaron hasta lo más alto. En la cima de la colina se encontraba una mansión. Era bastante grande, imponente y con un aire misterioso. Nadie vivía ahí, según decían los rumores, estaba embrujada. Pero este hecho, en lugar de espantar a los visitantes, los atraía. Ellos querían probar la veracidad de los rumores.

La mansión no lucía signos de abandono, al contrario, se encontraba en perfectas condiciones, un paralelismo algo extraño tomando en cuenta que debía tomarse como un lugar embrujado. A diferencia de las clásicas mansiones encantadas de los cuentos de miedo, ésta no mostraba telarañas en las ventanas, flores marchitas en el frente, rasgaduras en la puerta ni moho en los rincones.

Sus paredes blancas estaban perfectamente pintadas, las tejas en el techo estaban muy limpias y las ventanas impecables, sin embargo no podían ver el interior, pues tenían un vidrio opaco bastante grueso. Parecía una mansión ordinaria, pero solo parecía.

Una de las figuras dio un paso al frente. Era un joven de aproximadamente 20 años. De cabello castaño a juego con sus ojos, vestía un traje militar azul con unas botas cafés. Emocionado exclamó su alegría al descubrir que el edificio efectivamente estaba donde le habían dicho los rumores. Su acento al hablar indicaba que era italiano.

Otra de las figuras suspiró mientras se acercaba también. Era otro joven de cabello negro y vestimenta blanca. Parecía tener 22 años, pero sus ojos mostraban una sabiduría y madurez superior a esa edad, digna de un joven japonés. Rápidamente se mostró de acuerdo con el castaño, alegrándose de la existencia de la mansión aunque sin mostrar ninguna emoción en su rostro.

Detrás de ambos, un joven de cabello blanco y vestimenta de un azul oscuro, sonrió satisfecho ante la fachada del edificio abandonado. Parecía de la misma edad que el japonés. Se acercó más a la casa mientras su hermano, el más alto de todos, se quedaba rezagado. Alto, fornido y rubio, la última de las figuras era un alemán de 20 años quién vestía un traje militar color verde. Sus brillantes ojos azules no mostraban interés por la mansión por lo que no quiso acercarse.

El joven de cabello negro, estuvo de acuerdo con la opinión del rubio, alegando que lo mejor era dar una vuelta por fuera y regresar colina abajo. Esa declaración no le gustó al castaño quién rápidamente negó con la cabeza, quejándose. Habían tenido problemas para encontrar la mansión y para subir hasta allí por lo que esperaba que al menos pudieran entrar a darle un vistazo.

El alemán torció la boca. ¿A quién engañaba? Italia siempre lograba convencerlo, así que suspiró y aceptó la idea. Un vistazo no podría causar ningún mal ¿cierto? El italiano aplaudió emocionado y corrió hacia la puerta para abrirla. Los cuatro entraron en la mansión mirando a su alrededor con curiosidad. Definitivamente el lugar estaba muy limpio para estar abandonado y sin embargo se sentía un ambiente extraño en el interior.

Este ambiente le puso los pelos de punta al joven vestido de verde quien argumentó que ya habían pasado suficiente tiempo ahí y que lo mejor era irse de inmediato. Esta muestra de nerviosismo hizo reír a su hermano mayor, quién se burló del miedo del menor. Justo en ese momento, se escuchó un ruido a lo lejos.

Era el tintineo de vidrio roto. Todos pegaron un salto, asustados. Al parecer no estaban solos en la mansión. Eso confirmó los peores presentimientos del rubio quien exclamó que deberían irse en ese instante. El joven asiático fue el primero en recuperar la calma y suspiró. Debían mantener el sentido común, en ese edificio no había fantasmas ni cosas para normales, debía haber una explicación lógica para eso.

Japón respiró profundo y se dirigió hacia el lugar de donde había provenido el ruido. El joven albino estuvo a punto de acompañarlo, pero se arrepintió en el último momento y se limitó a decirle que tuviera cuidado. El japonés asintió argumentando que no tardaría mucho y, con pasos firmes, se alejó hasta perderse de vista.

Las tablas rechinaban bajo los pies del joven de cabello negro con cada paso que daba. Siguió caminando hasta que vio una puerta. Con el corazón latiendo por la expectativa, giró el picaporte. Un click le indicó que la habitación estaba cerrada. El asiático suspiró y siguió su camino hacia el ala este de la mansión, entrando a la cocina.

El lugar estaba impecable, no parecía que hubiera nada fuera de lugar. Japón se acercó caminando hasta el fregadero donde pudo ver en el suelo un plato roto. Se inclinó para examinarlo y decidió guardarse un pedazo en el bolsillo con mucho cuidado. Una vez que hizo eso, miró el resto de la habitación. Había una puerta al fondo de la cocina. Rápidamente se dirigió a ella y giró el picaporte, pero también estaba cerrada por lo que decidió echarle un vistazo a las alacenas, estaban llenas de comida pero podría ser comida envenenada o algo peor por lo que no tocó nada.

En cuanto terminó de examinar todo, regresó por el pasillo de donde había venido para reunirse con sus amigos, sin embargo, grande fue su sorpresa al no encontrar a nadie. No pudo evitar poner los ojos en blanco, parecía que sus amigos se habían ido sin él. ¿Se habían asustado tanto que salieron huyendo? Era una pena. El japonés caminó hacia la puerta de la entrada pero descubrió que estaba cerrada. ¡Qué raro! Quizás sus amigos seguían ahí por lo que tomó el pasillo rumbo al ala oeste de la mansión.

Siguió caminando hasta que encontró otra puerta la cual, obviamente, estaba cerrada. Quizás por eso es que nadie entraba ahí, todo estaba cerrado. Sus pasos lo llevaron hasta una esquina por lo que dio vuelta a la derecha. Justo en ese momento, se quedó helado.

Había una enorme figura al fondo del pasillo. Horrorizado, el japonés se quedó sin habla hasta que vio como la sombra entraba a la habitación del fondo. Una vez que desapareció, volvió a respirar. ¡¿Qué había sido eso?! Debía ser un producto de su imaginación, si definitivamente era eso. Dio un profundo respiro y siguió caminando. Evitó abrir la puerta donde había visto a la figura y abrió otra que resultó ser el baño.

Entró al baño y grande fue su sorpresa al encontrar una ligera capa de polvo en el lugar. El espejo estaba cubierto de polvo por lo que no pudo ver su reflejo. El lavabo también lucía una capa de polvo. Se alejó y caminó hacia el inodoro. Se veía normal. Comenzaba a sentirse tenso por lo que decidió que era momento de salir de ahí. Caminó a la salida del baño y regresó caminando por el pasillo a la entrada. Iba a salir cuando se dio cuenta de que otro pasillo se dirigía al fondo de la casa.

Después de dudar por un momento, tomó ese pasillo llegando a unas habitaciones que tenían puertas japonesas. Deslizó la primera encontrando una nota en el suelo: "Arregla el piano, repara el inodoro, deja el botiquín de primeros auxilios en el cajón del segundo piso". Confundido, siguió caminando hasta que encontró otra puerta cerrada y decidió regresar a la entrada. Esta mansión sí que era extraña.

Subió al segundo piso donde vio otro pasillo y varias puertas. Se dirigió a la primera de ellas y giró el picaporte, sorpresivamente, se abrió. En el interior se encontraban varios libreros, una mesa, una silla y una cama, pero eso no fue lo que llamó su atención, lo sorprendente era algo que había sobre la cama. Era el látigo de Alemania, quizás él estaba por ahí. Buscó debajo de la cama pero no lo encontró, debía seguir buscando por lo que salió de la habitación, no sin antes guardarse el látigo en el bolsillo.

Se dirigió a la puerta que estaba cruzando el pasillo pero estaba cerrada. Con tantas puertas cerradas, debía haber una llave en algún lado. Siguió caminando hacia el otro lado donde encontró otra puerta que no estaba cerrada. En su interior había varias cómodas, un par de libreros, un escritorio y una cama así como una puerta al fondo.

Estiró la mano para tocar la puerta pero el picaporte giró antes de que lo hiciera. Japón retrocedió justo para ver que Alemania abría la puerta. El ojiazul estaba completamente pálido y temblaba sin control. Nunca lo había visto así. Rápidamente le preguntó por los demás pero el de mayor estatura no contestó, seguía temblando de pies a cabeza.

El asiático suspiró, lo mejor era conseguirle algo de beber por lo que decidió salir de la habitación y bajar a la cocina. Rápidamente se dirigió a la cocina y trató de abrir la llave del fregadero pero no salió nada. Tal vez podría obtener agua del lavabo. Sus pasos lo guiaron de regreso al baño donde abrió la llave del lavabo. Gracias al cielo, el agua cayó sobre sus manos. Tomó un poco y regresó al pasillo para subir al segundo piso.

Las tablas de las escaleras rechinaron de nuevo cuando subió pero Japón no les dio importancia. Entró a la habitación donde encontró al alemán aún temblando. Algo indeciso decidió darle el agua aunque no era agua filtrada. El rubio bebió ávidamente y sus temblores disminuyeron. Rápidamente, Alemania se disculpó por su comportamiento y agradeció el agua.

-¿Dónde están los otros?-preguntó Japón y el alemán le dijo que no sabía pues habían corrido en direcciones opuestas. El rubio aún se veía conmocionado por lo que pidió un momento para relajarse- De acuerdo, trata de descansar. Iré a buscar a los demás…-estaba a punto de irse pero el de mayor estatura lo detuvo y le entregó una llave argumentando que la había encontrado mientras corría- oh gracias…

Con la llave en su bolsillo, el japonés salió de la habitación y bajó las escaleras, algo le decía que esa llave era de una de las puertas del primer piso. Decidió probar suerte con la puerta más cercana a la cocina. Un click le indicó que era la puerta correcta por lo que entró, sin embargo se quedó helado de nuevo al ver a la figura gris que había visto anteriormente. Se le heló la sangre al ver que se acercaba, mirándolo con unos inexpresivos y penetrantes ojos negros. No podía moverse del miedo. Era su fin.


Hola, soy Ghostpen94, tal vez me recuerden de fics raros como El segundo amanecer y La frontera del tiempo. Ahora les traigo un fic nuevo, hasta hace poco terminé de ver todos los capítulos de HetaOni y me convencieron a escribir mi propia versión por lo que esta historia se la dedico a Ale Kirkland por obligarme a ver los vídeos.

Los primeros capítulos seran exactamente iguales a los del juego por lo que trataré de hacerlos lo menos aburrido posible. Esta historia es un gran reto y espero poder cumplirlo de la mejor manera.

Gracias por leer, espero que les haya gustado y no olviden comentar.