Hoooooooolis, gud naigs. Me encontráis por estos lares a estas horas porque vengo a subir la primera parte de un proyecto que mi geme (holaholaholahola, ya estás entrando aquí para leer sus fics individuales u/4688227/AriFloynter ) y yo ideamos en una tarde llena de nuestras típicas paranoias y salidas Pones y cosas raras varias (y que adoro ) por whassap :DDD Cómo salió esto, no me acuerdo (mode literario ON), pero me alegro por que, sinceramente, me encanta cómo nos ha quedado este primer episodio y estoy segura que el resto, unos tres más, me encantarán también, porque sí, la idea es muy chachi genial y skflsdflsdcfnsdjnc (pero qué bien me expreso xDDD). Decir que, aunque ambas hemos retocado y repasado el capi entero, la parte de Danny está escrita prácticamente por Ari y la de Doug por mí. Yyyyyyy no sé qué más, que esperamos os guste mucho y-y-y que seáis felices :3


Episodio Nº 1: Sobre cómo descubrí que te quería.

Vuelvo a lanzar la pelota de tenis contra la pared de enfrente, haciendo que ésta rebote y vuelva hacia mi mano. Y de nuevo, repito el proceso, dejando la mente en blanco y trasladándola a un lugar que trata de ser más acogedor. Donde nada haga daño. Donde no haya nadie que pueda molestarme.

De tan relajado que estoy, no consigo coger la bola cuando vuelve hacia mí, pero decido no ir a buscarla.

Así que, me vuelvo a tumbar en la cama, demasiado aburrido entre esas cuatro paredes.

No hay nada que hacer aquí. Y menos cuando solo te dejan salir apenas unas horas al día, y la mayoría de veces tan solo para bajar al patio ese tan cutre que tenemos. Ni que fuéramos perros a los que hay que sacar a pasear…

Y por mucho que hubiera dejado la mente divagar instantes atrás, la preocupación que sentía momentos antes vuelve a golpearme con ferocidad. Y vuelvo a pensar en él. Ya hace dos horas que se lo han llevado, y me parecen demasiadas. Por eso el pánico aflora en mi interior. ¿Qué le estarán haciendo?

Este sentimiento me hace sentir débil, como si me hiciera muy pequeñito. Y, por otro lado, se agranda el sentimiento de inutilidad al respecto. No puedo hacer nada por él en estos momentos. Y jode, jode mucho.

Porque yo le prometí que le protegería.

«Flashback:

-No tienes por qué seguir ayudándome, Danny, sabes que acabarás mal por mi culpa. Déjame solo. Vete.

-Sigues sin entenderlo, ¿verdad? Yo siempre te protegeré. Siempre. »

Y este recuerdo, acompañado de un frustrado puñetazo contra la pared a la que está pegada la litera, hace que me sienta más mierda aún. Yo debo protegerle, y ahí le he dejado, a merced de esa panda de inútiles.

Por fin, cuando ya creo no poder soportarlo más, escucho el chirrido de la puerta de nuestra celda al abrirse, junto con el repiqueteo de las llaves del celador. Con una velocidad supersónica, a punto de rozar la de la luz, me levanto del cutre y duro colchón en el que estaba tumbado, corriendo hacia donde está él, comprobando que nada malo le ha pasado.

-¿Por qué han tardado tanto? ¿Qué te han estado haciendo?– suelto rápida e inconteniblemente, agarrándole la cara con suavidad y comprobando que está en perfecto estado... dado la situación.

-Nada, Dan, solo me han curado las heridas, que gracias a ti no han sido muchas – responde él, sonriendo, mitad divertido mitad enternecido, ante el hecho de que me preocupe tanto. Pero es que me siento incapaz de dejarle solo, a la merced de la maldad concentrada que habita en aquel edificio. Ante mis ojos, todo puede hacerle daño, incluso los desalmados policías de nuestra prisión.

-¿Seguro? – vuelvo a preguntar, continuando mi exhaustivo chequeo de su aniñado rostro. Parece que no tiene nada, y solo le han curado las pocas heridas que consiguieron hacerle esos gamberros antes siquiera de que yo pudiera hacer nada para impedirlo. A veces son demasiado rápidos, los muy cabrones…

-No seas pesado. – contesta, sacando la lengua en un gesto tan infantil que me hace sonreír, relajándome del todo.

El enano está bien. Ya no hay nada por lo que preocuparme ni sentirme culpable. Aunque, esta vez, no había llegado a tiempo. Pero, gracias a Dios, tampoco demasiado tarde.

Recibo un abrazo, de esos que solo acepto de él y de nadie más. Se agacha después a coger la pelota que he dejado antes en el suelo, empezando con el mismo juego con el que yo antes paré.

Vuelvo a tumbarme en la cama, pensando en todo y en nada, observándole botar la pelota durante unos minutos.

Tras estos, cierro los ojos y mi mente recuerda claramente cómo, hace año y medio, apaleé a mi jefe por ser tan hijo de puta con el personal y, especialmente, conmigo. Sí, sé que podéis pensar que no está bien resolver las diferencias a puñetazos, pero, con todos los respetos, me la suda. No me gusta depender de los demás, que me marquen reglas y pautas a seguir, que me digan qué tengo que hacer en cada jodido momento. Y menos de una forma tan poco delicada como lo hacía aquel pobre diablo. Por eso es tan difícil tratar conmigo, supongo.

En resumen, que odio a todo el mundo en este puto planeta. Llamadme antisocial o marginado, adelante, pero eso no va a cambiar nada.

Todos parecen ir en mi contra. Desde mis padres, los cuales son o eran o cómo mierdas estén ahora, tan capullos que con 15 años tuve que huir de casa, hasta todos los conocidos, novias y amigos que he ido teniendo a lo largo de los años. Todos me manipulaban, o finalmente me hacían daño, de una u otra forma.

Por eso, decidí hace unos años ya que lo mejor era estar solo, para que nadie pudiera resquebrajar esa máscara de impasibilidad y pasotismo que tanto me caracteriza… o caracterizaba.

Hasta que, hace un año, llegó él. Este chico rubio que está haciendo rebotar la pelota contra la pared con una mueca risueña y, sin pretenderlo, imitando mis movimientos anteriores.

-Dougie, siento mucho no haber llegado a tiempo esta vez. No volverá a pasar…Te lo prometo. – acabo susurrando, volviendo al tema de antes, la culpabilidad haciendo mella en mí aunque antes tratase de convencerme de que ya no tenía por qué sentirla.

Y él, como siempre, pone una mueca que no sé muy bien si interpretar como sorprendida o como divertida.

-¿Pero qué tonterías estás pensando?-dice, mirándome con sus ojitos grises muy abiertos.- Suficiente que haces por mí. Dan, me has ayudado, si no me han hecho nada esta vez.

Y decido no contestar, sintiéndome un poco mejor con sus palabras.

El enano, Dougie, entró hace un año en la cárcel y, por tanto, en mi vida. Y eso me hace caer en la cuenta de que hace ya un año que le conocí.

«Flashback:

Deambulando por los interminables pasillos que dan paso a las puertas de todas las celdas de esta estúpida prisión, no encuentro nada con lo que distraerme en este par de horas que nos dejan 'libres'. Absolutamente nada. Cero. Nanay.

Todo el mundo es demasiado gilipollas aquí dentro como para siquiera intentar hablar con ellos y, además, mi 'pequeño' incidente con mi antiguo jefe, es decir, la razón por la que estoy aquí, ha corrido como la pólvora, provocando dos reacciones. Por un lado, unos me temen hasta tal punto de huir despavoridos al notar mi presencia. Este hecho, lo admito, me hace mucha gracia, tanta que a veces me rio de ellos en la cara, induciendo en ellos algún que otro jadeo asustado. Y por otro lado, los más gamberros del lugar, (y gilipollas a más no poder, como no), quisieron tener una amigable charla conmigo, la cual acabó con una pelea del quince. Y en dicha trifulca me hubiera alzado vencedor, si no llega a ser por los policías que irrumpieron en el patio y nos separaron.

Desde ese momento, nadie ha vuelto a acercarse a mí, para bien o para mal. Algo bueno tenía que tener mi continua y extrema mala hostia, ¿no?

Todos me miran de reojo al pasar, ante lo cual yo respondo con una mirada sagaz y con, oh, sorpresa, muy mala leche. No estoy yo como para que me toquen las pelotas hoy, la verdad, y más cuando me estoy aburriendo a estos niveles.

-¿Se puede saber qué miras? – le espeto a uno, girándome en redondo al notar sus ojos en mi nuca una vez lo he sobrepasado. - ¿Sabes qué me aburro mucho? Así que deja de mirarme o te uso como saco de boxeo, imbécil.

A lo que el tipo, el cual ya conozco de haber visto por los pasillos pero cuyo nombre me molesto en buscar en los rincones de mi memoria, prácticamente corre hasta su celda, sin mirar atrás.

Lo que yo decía, todos gilipollas. Y cobardes. Y… podría continuar toda la tarde atribuyéndoles adjetivos para nada agradables.

Al continuar con mi marcha perezosa y aburrida, en la bifurcación que ahora traspaso, por el pasillo derecho, unos sonidos muy familiares llegan a mis oídos: están pegando a alguien. Decido acercarme, curioso, hasta el procedente de esos gemidos quebrados, y veo que los idiotas que me amenazaron al principio, esa panda de chulitos que se creen los reyes del puto mundo, le están dando una buena tunda a uno. Supongo que será nuevo por aquí y le están 'dando la bienvenida', es decir, marcando territorio como buenos perros sarnosos que son.

Me acerco un poco más, intrigado por saber quién es la nueva joya de tan inhóspito lugar. Y entonces se me seca la boca al contemplar los rasgos del nuevo inquilino a través de las piernas y brazos de los matones: no es más que un niño, de unos 17 años. ¿Qué demonios hace en una prisión y no en un centro de menores?

Consigo apreciar algunos de sus rasgos entre tanta patada y puñetazo: tiene el pelo rubio y lacio, que le cae sobre los ojos en un improvisado flequillo, y los ojos plateados rojos y aguados. Sus facciones, muy finas y aniñadas, están repletas de sangre, ya que esos malnacidos le han roto la nariz, y con su enclenque cuerpo no es capaz de protegerse de la lluvia de golpes que ha recibido y siguen propinándole.

-Dejadle en paz. – suelto antes de que pueda si quiera contener el exabrupto, rotundo, sin acercarme más.

Los tres retrasados se giran hacia mí, sorprendidos porque alguien les haga parar.

-A ver, Jones, ¿quién cojones te crees que eres para decirme qué tengo que hacer o dejar de hacer? – me contesta casi escupiéndolo John, el 'jefe' de la panda de inútiles de esta cárcel. Es decir, el más idiota de todos.

-¿Y tú por qué le estás pegando? ¿Eh? ¿Te ha hecho algo? – respondo cortante, obviando la contestación a esa estúpida pregunta. Y continúo desafiando a John con la mirada, aguantando estoicamente ante sus ojos negros, tanto como su alma.

-¿Tú le has visto? Es un jodido crío. – replica el otro, viendo que su argumento no se sostiene por ningún lado. Joder, pues precisamente por eso… Repito: más idiota que una puerta maciza. Si es que…

No le debe gustar mucho la mueca escéptica que estoy poniendo, porque, entonces, veo venir un golpe, y, gracias a mi experiencia en esta clase de cosas, consigo pararlo. El puño de Jonh encaja con fuerza en mi palma abierta, y yo aprovecho para torcerle la muñeca a poco a poco, para así coaccionarle.

-Le vas a dejar ahora mismo en paz o te juro que acabo la pelea que empecé al entrar en prisión. Y sabes que no te conviene. Porque esta vez buscaré un sitio en el que ni un puto poli pueda encontrarnos, y te apalearé hasta el borde de la muerte, como hice con mi estúpido y egocéntrico jefe – le amenazo con los dientes apretados, viendo cómo su cara expone el dolor que se va incrementando en su muñeca – Y vosotros, – prosigo, fulminando a sus dos súbditos. – daos por enterados también. Y toda la puta cárcel también. Tengamos la fiesta en paz.

Suelto la mano de John, que se la frota con cariño, para volver a mirarme con odio y salir escopeteado de allí, con sus dos chuchos siguiéndole de cerca.

Me acerco al crío, pensando en cómo llevarle al minihospital de la prisión sin hacerle daño. Al final, opto por llevarle en brazos, porque parece haberse desmayado. Así que paso un brazo por debajo de sus rodillas y otro por sus hombros, alzándolo sin mayores dificultades. Aunque, ¿cuánto iba a pesar un crío como él? Por dios, si parece un saco de plumas…

Una vez acomodado entre mis tatuados brazos, noto cómo se mueve imperceptiblemente, supongo que por el dolor que, a pesar de ser cuidadoso, le he causado al moverle.

-Gracias… – murmura con sus ajados labios, transmitiendo su dolor con un pequeño jadeo ahogado, que hace que incremente el paso por aquellos pasillos.

-No hay por qué darlas. ¿Te duele mucho? – le digo un poco cohibido por lo que acabo de hacer, incapaz de no sentir ternura hacia él. No es más que un niño, al fin y al cabo.

-Es soportable – me contesta, intentando forzar una sonrisa pero acabando por soltar un casi inaudible alarido que me hace ver la gran mentira que acaba de soltar, y decido correr todo lo que mis piernas me permiten hasta mi destino.

Cuando entro allí, veo que no hay nadie en ninguna de las camillas, y lo dejo delicadamente en la primera que veo.

-¡RÁPIDO! Ayudadle. – grito, llamando la atención de los pocos enfermeros que se atreven a trabajar en un sitio como este.

-¿Qué ha pasado? – pregunta asustado el enfermero, mirándome con mala cara. Se cree que he sido yo, el muy imbécil. Aprieto los puños a ambos lados de la cadera, mi mandíbula estallando cuando rechino los dientes.

-Cuando he llegado al pasillo, ya estaba así. Le ha pegado la panda de los matones que hay por aquí. – respondo, un tanto enfadado y a la defensiva. ¿Tan salvaje me creen como para darle una paliza a un crío como este?

-¿Y no habrás sido tú? – insiste, dando por acertadas mis conclusiones.

-¿Tú crees que si hubiera sido yo le habría traído? – digo mientras me acerco, insuflándole verdadero terror. – Haz tu trabajo, cúrale de una puta vez y déjanos en paz.

Y dicho esto, me voy a sentar en el sofá contiguo a la camilla, uno parecido a esos en el que suelen dormir los familiares en los hospitales. El enfermero, aún asustado, decide proseguir con su tarea, curar al enano este, y hacer ver que mi presencia allí no existe. Otro imbécil para añadir a la lista. Woho.

Unas dos horas después, el palurdo del enfermero ha terminado de hacer las pruebas necesarias y demás, y ya solo me queda esperar a que el chaval este despierte. Lo cierto es que no tengo ni puta idea de qué hago aquí, preocupándome por un completo desconocido. ¿Dónde ha quedado eso de 'a la mierda los demás'?

Sin querer admitir la bondad que aún parece anidar en mi sistema, me quedo mirando el brazo del chaval. Al llevar una camiseta de manga corta (la misma que la mía, vaya, que para eso somos presidiarios), se ve claramente un colorido tatuaje que se me antoja lo suficientemente bonito como para tocarlo. Y así lo hago. Mientras voy pasando los dedos por las líneas sinuosas trazadas en su piel, noto como él se revuelve al despertarse. Y por ese motivo, aparto la mano y la entrelazo con la otra, creando así un punto de apoyo para mí persona, dejándolas ambas sobre las rodillas.

-¿Cómo estás? – pregunto, para romper el hielo, ya que nos hemos quedado mirando fijamente durante unos incómodos instantes. Yo, con curiosidad, y él, con un miedo palpable y que, inconscientemente, me gustaría que desapareciera.

-Mejor… – contesta, y pensando en añadir algo más. - ¿Por qué me has ayudado?

La pregunta del millón. Frunzo el ceño, clavando mis ojos azules en sus orbes plateadas.

-Porque esos hijos de puta no se pueden salir siempre con la suya.-digo, con un asentimiento de cabeza.-Y porque eres demasiado pequeño como para que te peguen de esa manera.

-¿Pequeño? – exclama, claramente enfadado por mi respuesta. – Tengo 22 años, no soy pequeño. Eso es lo que pensáis todos, que solo soy un enano pringado, y no es verdad.

Vaya, ¿22? ¿En serio? Yo le había echado unos 17 a ojo y, obviamente, entiendo su enfado. Aunque, ey, no es culpa mía que parezca un maldito crío.

-Perdóname, no lo sabía. No pretendía ofenderte. – y al salir de mi boca esas palabras de redención, su rostro se suaviza, volviendo a mostrar en sus ojos un mar plateado en calma, apacible.

-¿Cómo te llamas? ¿Jones era? –pregunta tras unos segundos más mirándome intensamente, tanto que me hace revolverme en el asiento. Al parecer no estaba tan grogui como yo pensaba mientras le pegaban. Asiento imperceptiblemente.

-Sí, pero llámame Danny. Soy Danny Jones. – clarifico, odiando que alguien que me 'cae bien' me llame por mi apellido. Y no sé por qué, pero intuía que nos íbamos a llevar bien… ¿De verdad me estoy planteando la posibilidad de tener un amigo aquí dentro?

-Yo me llamo Dougie. Dougie Poynter. – expone él, con una sonrisa en sus labios un tanto hinchados de algún que otro golpe recibido. Y, lo admito, esa es la sonrisa más adorable que he visto nunca. »

Vuelvo al mundo real, cayendo aún más en el hecho de que hoy hace un año que le conozco. Un año que tengo un compañero de celda al cual no le quiero partir la cara, como el resto que he tenido la desgracia de aguantar. Y lo más importante, un año desde que tengo a alguien a quien cuidar y proteger.

Porque yo le prometí, al poco de que él saliera del hospital, que nada malo le pasaría mientras yo estuviera aquí.

Y sí, he ido cumpliendo mi promesa, enfrentándome a todos los matones habidos y por haber de este horrible agujero. Por él.

Mientras le observo, pienso en algo que en todos estos meses ha estado rondando mi cabeza: Doug no se merece esto, a pesar del hecho que le hizo entrar aquí. Es demasiado pequeño para este mundo. Pero tiene que estar, y por ello, yo, debo ayudarle, echarle una mano, apoyarle en todo, asegurarme que nada daña esa inocencia que aún brilla en sus ojos.

-Doug, ¿sabes que hoy hace un año que nos conocimos en el ala B, pasillo catorce, cuando te estaba pegando John y su cuadrilla? – le digo, haciéndole partícipe de mis pensamientos. Le observo atentamente, viendo cómo él ha dejado de golpe la pelota para mirarme y sonreír. Esa sonrisa tan adorable. Mis labios se estiran, mostrando mis grandes e imperfectos dientes, haciéndome sentir feliz.

-Creí que no te acordarías, Dan. ¿Deberíamos celebrarlo, no crees? – añade, dando palmaditas como si tuviera 3 años, y riendo como un niño pequeño. ¿Cómo quiere luego que lo tome como un adulto?

-Pediré permiso para salir al patio en las horas que no sale todo el mundo, y así podremos estar solos.-propongo, sentándome en la cama y viendo su rostro iluminarse.- Y celebrarlo, como tú dices. Puede que en unas dos semanas pueda ser.

-¡Pero yo quiero ahora! – se molesta, frunciendo el ceño y haciendo pucheros. Yo solo puedo ponerme en pie y acercarme para pasar los dedos por su pelo, alborotándoselo en un gesto comprensivo.-Quiero celebrarlo ahora, quiero celebrarlo ahora, quiero…

-Vamos, Dougs, tranquilo, estoy aquí. Lo celebraremos cuando se pueda, no pasa nada – y mis palabras reciben el efecto que pretendo: calma. Su rostro vuelve a mostrar esa tranquilidad que yo provoco en él, como si mi voz fuera el calmante para sus demonios.

-Vale, Dan.- canturrea con voz infantil, levantándose del suelo y dejando la pelota en una esquina.-Me voy a dormir, tengo sueño. Además en breves apagarán las luces.

Asiento sin saber muy bien por qué.

-Buenas noches, enano. – y sentencio mis palabras con un inevitable beso en la frente, que provoca en él una gran sonrisa.

Me vuelvo a tumbar en la cama una vez que él ya está acurrucado en la parte de arriba de nuestra litera, dándoles vueltas a todo. ¿El motivo?, que últimamente, cada vez que el rubio me sonríe, me da las gracias por estar ahí o me da un abrazo, se me acelera el corazón. Y no lo entiendo. De verdad. ¿Yo, sintiendo algo por alguien? Es tan estúpido que me reiría hasta explotar. Vale, sí, es cierto que él es el único que ha conseguido ablandar mi coraza, entrar dentro y acomodarse hasta la eternidad, pero de ahí a sentir algo profundo y destructivo por él más allá de la protección, hay un paso gigante.

Simplemente es imposible.

Y, en un muy mal momento, justo cuando la voz del celador invade el edificio con un potente '¡luces fuera!', empiezo a buscarle sentido a mis sentimientos.

En por qué quiero protegerle.

En por qué quiero estar con él y con nadie más en este sitio.

En por qué odio no estar con él las 24 horas del día.

En por qué su sonrisa me hace ser feliz.

Sacudo la cabeza, alejando de esta manera la respuesta que no quiero afrontar. Lo cierto es que tengo mucho miedo de ser capaz de afirmarla, ya que entonces llegará el día en el que lo diga en voz alta, y eso me aterroriza. Me hace sentir como si me hubieran dejado al borde de un acantilado, sintiendo la brisa y el vértigo que produce la altura y el chocar de las olas contra las rocas.

Y tengo ganas de llorar.

Y me acuerdo de una vez de hace unos meses, cuando Dougie, temeroso, me preguntó porqué daba tanto miedo vivir. Él solo me necesita a mí, pero está claro que sus demonios le atormentan una y otra vez, golpeando con fuerza el muro que le separa de la locura. ¿Sabéis qué le contesté en aquella esquinita del patio donde estábamos? Le dije que vivir no daba miedo, que yo le enseñaría a ser valiente. Y luego lo refugié entre mis brazos.

Doy un tumbo en la cama, sintiendo ese recuerdo como un hachazo en mis sentimientos.

Yo iba predicándole a Dougie que debía ser valiente. Que yo le iba a enseñar.

Yo, el mayor cobarde jamás conocido.

Porque por él, debo admitir aquello que me asusta. Aquello que me arroja al vacío. Que me hace sentir pequeño pero a la vez lleno de fuerza.

Y es que, aunque nunca he querido admitirlo, debo reunir las fuerzas suficientes para hacerlo.

Y esta vez no lo voy a dejar pasar.

¿Por qué es tan especial para mí? ¿Por qué le protejo? ¿Por qué necesito ver su sonrisa, hacerle feliz?

Creo que solo hay una respuesta a esa pregunta.

Sin poderlo remediar y de una forma tan paulatina como arrolladora, me he enamorado de ese chico al que le salvé la vida hace un año. Aquel que he ido ayudando, apoyando y cuidando como si fuera una parte de mí.

Quiero a Dougie Poynter con toda mi alma.

-0-

''Creo que Danny ya se ha dormido y es seguro escribir. Está todo oscuro porque ya han apagado las luces, así que perdona mi mala letra, mamá.

¿Sabes?, hoy hace un añito que le conocí. Un añito desde que entré aquí. Creí que no se acordaría de ello, pero lo ha hecho, y soy muy feliz por ello.

Te echo de menos, mucho, muchíiiisimo. Pero se hace más llevadero porque él está cuidando bien de mí. Él está cuidando muy, muy bien de mí, no te preocupes.

Hoy me han vuelto a pegar. John y su panda de macarras. Es como volver al instituto. Sí, me recuerda al instituto… Pero al menos aquí está él. Él me protege. Él no deja que me hagan daño. Aunque a veces no puede llegar a tiempo… mamá, no lo culpes, por favor. Es mi ángel de la guarda, pero es humano, no es perfecto… aunque a mis ojos es la criatura más extraordinaria que ha pisado la faz de la Tierra. ¿Has visto sus ojos? Tienes que ver sus ojos. Son taaan azules que parece que, cuando los miro, estoy mirando directamente al cielo. O al mar. Me siento como un pajarillo o como un pez cuando le miro a los ojos. Tranquilo. En calma. Igual que con su voz. Su voz es maravillosa, en serio. Ojalá pudieras escucharla… Y tiene pecas, muuuchas, muchas pecas. Es muy gracioso. Le hace adorable. Ains. Me gustaría acariciarlas con los dedos, para ver si se van como si fueran manchitas de canela. Es tan mono. Sí, me gustaría tocar sus pecas…

Oh, vaya, creo que estoy empezando otra vez. A obsesionarme. A escribir párrafos y párrafos sobre Danny. Por eso espero siempre a que esté dormido para escribir, ya te lo dije alguna vez. Es más seguro así. ¿Qué pensaría si leyese todas las cartas que te escribo, mamá? Seguramente me pegaría, y lo tendría bien merecido. Espero que nunca se entere…

Me ha prometido que saldremos al patio. ¡Los dos solos, mamá! Para celebrar nuestro aniversario... Ay, he tenido que morder la almohada para no despertarle, porque me he puesto a reír como un tonto. Pero, wow, nuestro aniversario… suena a como si estuviésemos casados. ¿Crees que me cogerá de la mano? Me gusta cuando me coge de la mano… la suya es enorme y siento que la mía se pierde entre sus dedos cada vez que me la coge. Me gusta mucho esa sensación, sip. Ojalá lo haga esta vez. O también que me abrace. Sí, sí, ¡quiero que me abrace! Me siento tan protegido cuando me abraza… como si me rodease una burbuja y nos separase del resto del mundo. Él es mi burbuja. Mi burbujita donde nada malo pasa y nada puede hacerme daño… Y deberías ver sus brazos, son tan bonitos y fuertes que de solo mirarlos me entran escalofríos por la espalda. O tal vez podría besarme… ¿Me besará alguna vez? Antes de ir a dormir me ha dado un beso en la frente de buenas noches, como los que me dabas tú. Ojalá algún día me bese, pero no en la frente: quiero que me bese en los labios. Ay, qué vergüenza me da escribirte esto... Aunque, ¿y si no le gusta cómo beso? Él seguro que sabe besar muy bien, con esos labios tan rosas que tiene, y seguro que sabe muy bien también… ¿Sabré yo bien? No quiero decepcionarle, ¿y si no le gusta y se enfada conmigo? No, no, entonces mejor que no me bese nunca, nunca.

Pero me muero de ganas de que salgamos al patio. Será genial, mamá. Solos él y yo… Solos él y yo… Y nadie más…

No sé qué más contarte, mamá, lo siento, pero no mentí cuando le dije a Danny que tenía sueño. Estoy muy cansado, se me están cerrando los ojitos. Es tan agotador… Me cansan los golpes, ¿sabes? Es como si con cada puñetazo se me escapase un poquito de vida… Y también es agotador ocultar mis sentimientos. ¿Qué pasaría si un día no puedo contenerlos más, eh, mamá? ¿Y si hago 'puuum' y exploto? No quiero explotar… Pero… pero… a veces son tan fuertes… y cuando me mira así… o me abraza… o me revuelve el pelo… o… no sé… siento mariposas en el estómago y… se hace tan, tan difícil… Pero no puedo permitir que se entere, ¿verdad? No puedo dejar que Danny sepa lo mucho que le quiero de esa forma tan especial y que da un poquito de miedo. Porque si alguna vez oye de mis labios las dos palabras prohibidas se estropeará todo. Y no puedo perderle. Sin él ya no soy nada, de nada, solo… huesos. Músculos. Piel. Aire… No quiero vivir sin él, tú lo entiendes, ¿verdad, mamá? Ojalá estuvieses aquí para decirme qué lo entiendes. Y para verlo. Y para vernos a los dos salir al patio a celebrarlo.

Te quiero,

Dougie. ''


¿Opiniones? Los reviews nos hacen felices, you know :3

PD: sí, Dougie está colgado, peeeeeero eso solo le hace más adorable.

PD2: Love ya.