Introducción

Verano 1978

Desde hacía un par de años que en Inglaterra no brillaba el sol en verano, sin bien el país no era conocido por su buen tiempo en verano siempre mejoraba. Sin embargo, no solo este hecho le había llamado la atención, sino las múltiples desapariciones, explosiones y derrumbamientos que estaban teniendo lugar. Supuestamente causadas por un grupo de terrorista irlandés, que exigían la independencia. A pesar de todas las explicaciones que el gobierno se esforzaba en dar, allí sentado, no pudo evitar pensar que esto estaba relacionado con el otro mudo de su hija menor.

Giró la cabeza ligeramente a su izquierda, y no pudo evitar sonreír. Allí estaba su mujer con su cabello rubio recogido en un moño que caía deshaciéndose y sus intensos ojos verdes que le miraban con una mezcla de temor y determinación en ellos. Ella le ofreció una mano temblorosa y él no pudo más que agarrarla con fuerza. Se pasó su otra mano entre el cabello, el cual había dejado de ser de un intenso pelirrojo y había empezado a clarear poco a poco, signo inequívoco del miedo que sentía.

Entonces, una luz brillante roja iluminó la noche e impactó en el capó. Escuchó el grito de su mujer, el cual quedó amortiguado tras el impacto del coche, se le nubló la vista y le costaba horrores respirar, sintió un dolor intenso por todo el cuerpo. Con las pocas fuerzas que le quedaban, sacudió ligeramente la mano de su esposa. Sin embargo esta no respondió y él lo supo, su Catalina se había ido. Una lágrima cayó por su mejilla y se entremezcló con la sangre que resbalaba de su frente.

En ese momento lo único que le vino a la mente fueron sus pequeñas, quienes estaba seguro les esperaban en casa para darles su regalo de aniversario, justo antes de dar la medianoche, como ya era tradición. Y se permitió sonreír, sabía que después de todo, lo distintas que eran, las peleas continuas, su carácter fuerte... sus hijas se adoraban y querían a partes iguales. Y estaba seguro, que a pesar de la testarudez y el genio de ambas iban a salir de esa como una familia.

Esa fue la última imagen que vió Richard Evans antes de fallecer, la imagen de su familia feliz. A pesar de todo habían sido muy felices.