[N/A] Bienvenidos a El nombre del guardián. Quería, antes de comenzar, daros las gracias por animaros a leerme. Espero que os guste, y que disfrutéis leyendo al menos tanto como yo escribiendo. Cada lunes, subiré un nuevo capítulo. Y sin más dilación...


Capítulo I.

De cómo Link inicia un corto viaje que acabaría convirtiéndose en el más largo de su vida.

El bosque de Farone era, sin duda, un lugar singular.

El color verde intenso de la vegetación contrastaba con los dorados rayos del sol que penetraban en la arboleda, creando una magnífica vista y un ambiente suave y cálido. En sus numerosos claros no era extraño encontrar alguna cabaña de madera. No había forma de viajar desde la ciudadela de Hyrule hasta el modesto pueblo de Ordon sin pasar por él, pero rara era la ocasión en que algún despistado viajero no lograba encontrar el camino.

Muy pocos sabían, sin embargo, lo que aguardaba dentro del bosque en realidad.

A poco que uno decidiera desviarse del camino y adentrarse en el corazón del bosque, percibía cómo el paisaje cambiaba de parte a parte. La luz del sol apenas era capaz de colarse entre las ramas enmarañadas de los árboles, y una clara niebla cubría sus copas. No importaba en qué dirección se mirara, las diferencias eran casi imperceptibles, lo cual hacía orientarse tan ridículamente difícil. Daba incluso la sensación de que el propio bosque estuviese enroscándose sobre sí mismo. Si cualquier individuo se adentraba en él, lo más probable era que perdiera su cordura.

Pese a todo, el bosque disponía de un Guardián, cuyo cometido era vigilarlo y protegerlo, y el único que conocía el camino correcto.

Y en este caso, la misión recaía sobre un joven de cabellos rubios y ojos claros que respondía al nombre de Link.

En el pueblo, todos le conocían desde que era pequeño, y lo apreciaban mucho. En especial, los niños le profesaban una gran admiración, hasta tal punto que uno de ellos, Iván, le había estado rogando que le acogiera como, en sus propias palabras, "aprendiz del Guardián del Bosque".Link aceptó con gusto. Le gustaba la tranquilidad que le proporcionaba su cabaña, pero a veces, un poco de compañía le venía bien.

Una vez el entrenamiento de Iván hubo llegado a su fin, Moy, el padre del niño, había decidido llevarse a Link con él en uno de sus viajes comerciales a la Ciudadela, a modo de agradecimiento. Así Iván podría poner en práctica todo lo que había aprendido, en el improbable caso de que el bosque recibiera algún visitante no deseado, y por otra parte, Link disfrutaría de un día de merecido descanso. Por esa razón, el joven guardián se había levantado muy temprano para acompañar a Moy. Tenía que admitir que estaba emocionado, después de todo, hacía mucho tiempo que no salía del bosque. Aún no había amanecido por completo cuando escuchó que alguien llamaba a su puerta.

—¿Estás listo, chico? —oyó que preguntaban.

—Sí, Moy. Ya salgo.

Una vez se puso sus habituales ropas verdes, Link trató de adecentar sus rubios cabellos, sin demasiado éxito. Su melena rubia parecía saber cómo quería que la peinaran, y no era habitual que tuviera en cuenta la opinión del joven. Cuando se hubo rendido, cogió una pequeña bolsa con algunas rupias, y su espada, y salió de la cabaña. Un hombre de mediana edad y pelo claro se encontraba sentado encima de un carro comercial, tirado por dos caballos. Tenía un rostro un tanto peculiar, casi cómico, pero era difícil decir qué había de extraño en él. Iba vestido con ropas tradicionales ordonianas, y al igual que el guardián, llevaba una espada colgada al hombro. Al ver al muchacho salir, sonrió. Link se sentó junto a él, y Moy puso en marcha el carro.

—Te agradezco que me hayas invitado a ir, Moy —dijo Link, pasados unos minutos.

—Anda, anda… No ha sido nada. Es lo menos que puedo hacer. Iván te admira mucho, ha sido todo un detalle por tu parte.

—No hay problema. Además, siempre es bueno saber que hay alguien que puede ocupar el puesto de Guardián si hiciera falta.

—Mi hijo estaría encantado de hacerlo. Sabes lo mucho que te aprecia—. No hubo respuesta.

—No hay razón para que seas tímido, Link —añadió Moy, riendo—. Todos en el pueblo te estamos agradecidos por tu trabajo.

—Pero Moy, si no ha entrado ni un alma en el bosque casi desde que tengo memoria. Además, casi nadie sería capaz de llegar a lo más profundo.

—Ya conoces las leyendas—. El semblante de Moy se tornó un tanto serio. —No podemos dejar el bosque sin la protección de un Guardián. Eres necesario.

—Bueno, supongo que tienes razón…

El camino a la Ciudadela no era demasiado largo, pero con el carro tan cargado llegarían después del mediodía, con suerte. Galopando con un buen caballo, podía irse desde Ordon hasta allí en menos de tres horas.

Hacía un agradable día primaveral. El sol lucía en lo alto, y las nubes que había en el cielo de las llanuras de Hyrule podían contarse con los dedos de las manos. Las vastas e inmensas praderas parecían no tener fin, de no ser porque en el horizonte podía divisarse un alto castillo de piedra con los tejados morados. Relajado, el joven guardián se encontraba disfrutando del viaje, mirando al cielo y sin pensar en nada en concreto.

—Link, ¿has pensado qué te gustaría hacer en un futuro?— La pregunta de Moy le sorprendió.

—Pues… a decir verdad, no tenía pensado nada.

—Ajá.

—¿Por qué lo decías?

—No, por nada en concreto. Se me había pasado por la cabeza que ya tienes edad para entrar en la Guardia Real de Hyrule. Te defiendes realmente bien con la espada y el arco. Lo harías estupendamente.

—Pero…

—Vamos, no vas a decirme que te gustaría quedarte toda la vida en Ordon. Siempre he tenido la sensación de que no era tu sitio. Hay algo en ti… Vaya, no sabría decirte realmente qué es. Pero sé que tú estás destinado a algo más grande que ser el Guardián del Bosque.

—Pero no puedo dejar el Bosque tampoco. Hace un momento me dijiste que era necesario, ¿recuerdas?

—Es verdad, es verdad… ¡Jo, jo! ¡Qué cabeza!Bueno, siempre se puede soñar, ¿no?

Link miró a su acompañante, extrañado, y rió. Lo cierto es que nunca se había planteado nada de eso. Por una parte, era cierto que su vida en Ordon le resultaba cómoda y tranquila. Pero tampoco podía negar que la idea de ingresar en la Guardia Real le atraía. Vivir en la Ciudadela sin duda sería distinto, y tenía que reconocer que imaginarse vigilando el bosque durante cinco o diez años más no le resultaba demasiado alentador, puesto que hasta el momento, el número de intrusos a los que había tenido que enfrentarse ascendía a cero. De todas formas, el Bosque debía tener un guardián, y si no era él, otra persona debía ocupar su lugar.

Varias horas más tarde, a los pies del castillo comenzaron a distinguirse montones de edificios del mismo tono gris, todos ellos protegidos por una sólida muralla, también de piedra. Fuera de las murallas había casas y algunos campos de cultivo, separados de las llanuras de Hyrule por un ancho río de aguas claras. Al cruzar el puente, comenzaron a encontrarse con más y más personas, y el paisaje iba cambiando de aspecto. A pesar del color de sus edificios, la Ciudadela no transmitía frialdad. Todo lo contrario, era un lugar rebosante de alegría. Link estaba comprobándolo de primera mano mientras atravesaban sus calles. Prácticamente la totalidad de sus habitantes tenía una actitud enérgica y una amplia sonrisa en sus rostros. Ante esta vista, el joven no pudo evitar contagiarse y sonrió también.

Una vez hubieron entrado en la ciudad amurallada, Moy detuvo el carro y se bajó.

—Chico, hoy no tienes que acompañarme. Disfruta de tu descanso. Nos veremos en la plaza al atardecer. Estaré en el mercado si me necesitas.

—De acuerdo, Moy.

Tras despedirse, Link se disponía a emprender su marcha, cuando escuchó un fuerte ruido y se dio la vuelta. Moy se había caído al intentar subirse de nuevo al carro. En cuanto se percató de la situación, corrió a ayudar a su amigo, que trataba de levantarse.

—¿Estás bien, Moy?

—S-sí, solo ha sido un descuido. Estoy bien.

Link miró al hombre de cerca. Estaba sudando demasiado. Aquello era extraño, pues no hacía tanto calor.

—¿Seguro que estás bien? Puedo acompañarte si lo necesitas.

—Seguro, seguro. Tú ve y no te preocupes.

El joven lanzó una mirada de reproche a Moy, pero sabía que era terco y no podría hacerle cambiar de opinión. Así que decidió no darle demasiadas vueltas, e inició su paseo por la ciudadela de Hyrule.