¡Hola a todo el mundo! ~ouo~

Bueno, creo que ha pasado un montón de años desde la última vez que escribí un fanfic. Esta vez he decidido hacer uno de DGM, principalmente porque creo que la serie ha llegado a un punto interesante, y como no ha continuado el manga, mi mente divaga entre los miles de finales posibles. Basándome en teorías propias he querido dejarles este escrito, espero que les guste~. El fanfic considera todo lo que hay en el manga, hasta el capítulo 218, pero sigue la cronología de dos años después que Allen abandone la Orden Oscura.

Sin más interrupciones, ¡que disfruten!

Las letritas, párrafos, etc, que vayan en cursiva representan flashback, únicamente flashbacks.

Lo que esté en negrita, por lo general se usará cuando la interioridad de Allen, osea el catorceavo, lo ande molestando~

"Lo que esté entre comillas representa pensamientos de los personajes"

Disclaimer: D. Gray - Man no me pertenece, es propiedad de Katsura Hoshino, al igual que los personajes empleados en éste fanfic.


CAPÍTULO I: If I'm James Dean, Then you're Audrey Hepburn

-¿Bufandas?

El supervisor de la Orden Oscura miraba inseguro a Lenalee, que en vez de vestir el tradicional uniforme de exorcista se daba el lujo de llevar encima un vestido rosa con una chaqueta plateada encima. Usaba un delicado maquillaje, que la hacía lucir hermosa y a la vez dejaba de los nervios a su hermano mayor. ¿Por qué estaba tan cuidadosa últimamente con eso de ser femenina y delicada? No era que Lenalee no fuera así, es que era más de lo habitual. ¿Y eso de salir casi siempre? Sus celos de hermano sobreprotector salían a flote y le eran incontrolables.

Apresuradamente, antes de recibir un negativo como respuesta, se inventó una excusa rápida.

-¡Sí, bufandas! Últimamente hace mucho frío, y no quisiera enfermarme para después faltar a las misiones.- sonaba bastante convincente, al menos para ella, pero Komui la quedó observando por un largo rato como si se lo pensara bien.

-Uhm… considerando que no hay mucho personal no nos convendría que un exorcista se enfermara. Por otro lado…- inmediatamente, el jefe de división abrazó posesivamente a su pequeña hermana. Lenalee intentaba zafarse de sus brazos, a la vez que Reever suspiraba al ver tan habitual escena.- ¡¿CÓMO PERMITIR QUE MI QUERIDA LENALEE VAYA TAN GUAPA?!

-¡Hermano!

-¡Supervisor, deténgase! Ella no es una niña pequeña, ¡Lenalee tiene dieciocho ya! Sabe cuidarse perfectamente.- le reclamó Reever agotado ante tal espectáculo. La china aprovechó para alejarse finalmente de su empalagoso hermano, dirigiéndose a la salida con una sonrisa dibujada en el rostro.

-¡Ya lo has oído hermano! Vuelvo antes de que anochezca, ¡lo prometo!

Y tras decir aquella, la joven exorcista salió rápidamente de la oficina, prácticamente desapareciendo.

-¡LENALEE!

-¡No sea ridículo, ¿quiere?!- exigió Reever tomando al hombre de la bata para arrastrarlo hasta el escritorio con un alto de papeles.- Ahora, encárguese de su trabajo. Estamos bastante ocupados con lo que nos exige Leverrier para quedarnos aquí.

-Rever, eres tan malo conmigo…~- musitó Komui antes de empezar su trabajo.

Reever miró por última vez la puerta de la oficina, con cierta preocupación. Aquella muchacha llevaba un largo tiempo, quizás meses, en eso de pedir permiso para salir a las afueras de la congregación. Nadie se lo había negado, porque no querían hacerle más daño del que tenía. No tenía ni a Allen, ni a Lavi, y Kanda estaba demasiado ocupado con su trabajo de general como para pasar tiempo con ella. Si bien, casi ninguno creía que Walker y el bookman eran del bando enemigo, Leverrier se empeñaba en que todo aquel que se atreviera a si quiera defender a alguno fuese considerado sospechoso número uno: "sin excepciones".

Se sentó en el escritorio y comenzó a revisar el papeleo. Solo esperaba que Lenalee no se metiera en problemas.


Lo más difícil, quizás, era librarse de su hermano. Pero ya que eso estaba hecho, podía disfrutar tranquilamente de su paseo. Llegar a Londres era pan comida, al igual que el recorrido que debía hacer desde hace unos cuatro meses Y no era debido a la falta de bufandas exactamente. La razón por la estaba merodeando por las calles del lugar tenía nombre y apellido.

Allen Walker.

Se lo había reencontrado por primera vez un 2 de Agosto. Al estar en una misión, le llamó la atención la vestimenta de un payaso callejero que brindaba espectáculo por ahí. Se quedó a verlo, y el artista se percató de ello. Pasaron toda la tarde juntos y desde entonces se habían hecho "amigos", aunque ella no supiese de quién se tratara. Ni si quiera había escuchado su voz.

Una tarde, se sentó en la banca de una plaza, y el mismo artista callejero se le acercó como usualmente hacía, cargando una humilde manzana para ofrecérsela ya que no tenía mucho más. La aceptó con una sonrisa falsa y, como si estuviese muy segura, quiso contarle todo. Su historia, desde el principio, desde cuando se la habían llevado de China, hasta que la persona que más amaba había desaparecido frente a sus ojos.

-Estoy sola… mis amigos ya no están conmigo, cada uno de ellos… mi familia…

En ese momento, su voz se quebró y un par de lágrimas salieron de sus ojos. Cubrió su rostro, avergonzada por llorar delante de un, al fin y al cabo, extraño. El payaso, sin embargo, la abrazó cuidadosamente con el alma hecha pedazos, sabiendo el daño que había provocado. Sabiendo que la había dañado, que no la merecía, que habría sido mejor jamás haberse acercado a ella. Pero su inmadurez, la ilusión de tenerla nuevamente entre sus brazos era potente. Esas ansias de saber que, pasara lo que pasara, Lenalee sería solo para él sin importar cuanta distancia les separara.

Y a pesar del dolor, a pesar de todo… sonrió. Aunque quería únicamente gritar de la desesperación y llorar hasta que no le quedasen lágrimas, sonrió. Porque sabía mejor que nadie que la mejor forma de compensar todo ese tiempo en el que la había dejado sola era amándola, como nunca antes se había atrevido a hacer. Acarició con cuidado el sedoso y brillante cabello de la exorcista, y de sus labios al fin salieron palabras:

-No estás sola… Lenalee.- a penas pronunció aquello, la joven levantó la cabeza y le miró con los ojos acuosos. Ella lo reconoció, sin importar el estuco que tenía de maquillaje debido al trabajo de payaso. Ese cálido tono de voz, esa seguridad que sentía al escucharla solo podía ser parte de una sola persona.

-Allen…- pronunció sin creérselo si quiera. Avergonzado, el chico bajó el rostro, incapaz de mirarle. Le había mentido, una vez más.

-Lo siento, no podría decirte, porque…- fue interrumpido por los asfixiantes brazos de la china, quien ahora sollozaba sin lograr detenerse.

-Estás vivo… realmente, ¡estás vivo!

-Lo estoy.

-Yo creí que tú…

-Lo sé...- deslizó su diestra hacia la mejilla de la muchacha, acariciándola con ternura.

-¡Estaba tan asustada!- exclamó ella volviendo a abrazarlo con fuerza. Él solo correspondió temblorosos. El maquillaje que llevaba ya se había corrido debido a las lágrimas. Quizás era de alivio, de alegría, tristeza, confusión. Fuese lo que fuese, era por extrañar con locura a Lenalee.

-Lamento haberte asustado, j-jamás fue mi intención…- mencionó a penas acariciando los violáceos cabellos ajenos.- Pero… ya estoy aquí. No estás sola, ni lo estarás. Lo prometo.

Sonrió ante ese recuerdo, feliz de ahora tenerlo a su lado. Estaba realmente aliviada de que siguiera vivo, de que lo más importante para ella estuviese a salvo y fuera de las garras de la Orden Oscura.

Se detuvo justo frente a una pequeña carpa de circo, donde el conocido payaso mantenía el equilibrio sobre una enorme pelota. Un montón de niños se encontraba reunido viendo el show, fascinados por las acrobacias de Allen, aunque éste solo quisiera terminar cuanto antes para poder descansar. Observó de reojo a la audiencia, donde entre todos logró divisar a la joven exorcista. Sintió que se sonrojaba, y rogó por qué no se notara aunque fuese imposible gracias a la gran capa de maquillaje que usaba. Sin embargo, los nervios le jugaron en contra y le hicieron caer al piso causando la risa de todos los pequeños niños. Lenalee, preocupada, fue junto a él y le ofreció una mano.

-¡Allen! ¿Estás bien?- el chico asintió con la cabeza y suspiró, mientras que los chicos seguían riendo.

-S-Sí, no te preocupes, Lenalee…- y no tan convencido, se levantó del suelo sacudiendo sus prendas. La multitud ya se había largado, y solo ellos quedaban allí, frente a la carpa de circo. Entonces, se animó a preguntar.- ¿Fue muy difícil llegar?

-Lo difícil es inventar una nueva excusa para venir aquí.- el chico rió levemente, imaginándose al supervisor y sus comunes escándalos al ver a Lenalee irse de la Orden.

-Lamento que sea tan difícil.- le extendió una mano y sonrió dulcemente.- ¿Un paseo por el parque será suficiente recompensa? Y luego, claro, ir a la posada un rato.

La muchacha asintió con la cabeza, aceptando su mano y caminando junto a él ahora en dirección al parque.


Reever se había centrado únicamente en el papeleo sobre su escritorio, al igual que toda la división científica. Todo era bastante distinto de cómo era hace un par de años. Faltaban muchos allí, y de entre todos ellos, el que más era significativo y necesario era Johnny. Todos, o a la gran mayoría de la división, había sido testigo de cómo valientemente el muchacho se había escapado de la congregación para seguir a Walker en su travesía. Pero jamás había vuelto.

Antes de eso, estaba la extraña desaparición de los bookman, que no habían dejado rastro alguno. Muchos los habían dado por muertos, pero para ese entonces, Komui intentó convencer a todos de que habían cumplido su misión, registrando la historia de lado de los exorcistas. ¿Qué significaba exactamente eso? Entonces, ¿ahora registraban la historia de lado de los Noés? Imposible. Lavi, a pesar de todo, a pesar de ser bookman, era un exorcista y un amigo. Y él jamás se pondría de lado de los Noés solo por su trabajo de bookman. ¿O sí? Nadie sabía, de todos modos, muchos se habían cuestionado si Lavi era realmente quien era, o usaba esa faceta tan amable con todos momentáneamente.

Finalmente, estaba el caso de Allen Walker: el destructor del tiempo, catorceavo, músico, y ahora fugitivo principal de la Orden Oscura. Nadie sabía cómo y cuándo había desaparecido. Nadie excepto aquella china que todos conocían muy bien, la cual se había negado rotundamente a contar lo que había visto. Sin embargo, no importaba, porque de todos modos Walker ya no estaba allí. Y ella tampoco tenía claridad de a dónde había ido. Leverrier realmente estaba furioso por ello, pero como no tenía testimonios suficientes, no podía inculpar a la exorcista de traición y considerarla hereje.

Muchos estaban desapareciendo de la Orden, y no dejaban rastro alguno. Ciertamente era curioso, aunque también entendible. Inclusive él había pensando más de una vez huir de ese lugar.

-¡Al fin!- exclamó Komui desde su escritorio.- He terminado.

-Señor supervisor, aún le falta el papeleo que está a su izquierda.

Komui volteó hacia el lado mencionado y suspiró pesadamente. Eso de ser supervisor no era nada divertido. Pero era la única forma de estar junto Lenalee, y llenándose de este pensamiento, comenzó a trabajar.

Tras haber caminado un rato, ambos se quedaron bajo un árbol que daba sombra en el parque. Allen aún llevaba el maquillaje de payaso. Lenalee llevaba un largo rato observándolo. Sacó un pañuelo de uno de los bolsillos de su chaqueta y lo acercó al rostro del chico, limpiando cuidadosamente el maquillaje que tenía. El albino le sonrió, como agradeciendo el gesto.

Primero, sacó la pintura de su frente para descender hasta sus mejillas, pasando por sus párpados. Topó sin querer con la redonda nariz roja que usaba de nariz el muchacho, la cual sacó con cuidado y terminó limpiando los restos de maquillaje que tenía la nariz verdadera del ajeno. Por último, llegó a los labios, los cuales acarició con el pañuelo suavemente hasta quitar todo el maquillaje de allí. Entonces, sintió la mano de Allen posarse sobre la suya.

-Gracias.- le dijo, y un rubor cubrió las mejillas de Lenalee.

-No es la gran cosa…- desvió la mirada con una sonrisa boba en el rostro. Allen posó la otra mano que tenía, cubierta por el guante blanco, en la mejilla derecha de la chica. Ella solo se sonrojó más y lo miró fijamente a los ojos. Allen aún tenía manchada la cara con maquillaje, y aunque fuese lo mínimo, podía verlo claramente ahora que tenía el rostro tan cerca del contrario. Los corazones de ambos se aceleraban rápidamente, sintiéndose tan cerca uno del otro, con una casi inexistente distancia entre ellos. Allen sin poder contenerse más cerró los ojos al igual que la muchacha, y al fin, después de tres meses, se besaron con suavidad.

Al principio era un infantil roce, que con el paso de los segundos empezó a tomar la forma de lo que realmente podía llamarse beso. Allen mordisqueaba con suavidad los labios de la chica, mientras que ella se dejaba hacer por el momento. Al cabo de un rato en lo mismo, fue ella que, tomando la iniciativa, lamió los dulces labios del muchacho, quien también sacó su lengua para jugar con la de la chica. Y cuando al final ambos se quedaron sin aliento, se separaron, abriendo los ojos para mirarse fijamente y razonar lo que acababan de hacer.

Lenalee por su parte, se encontraba roja como cual tomate, lo cual causó una sonrisa boba en Allen. En parte, era lo que había deseado desde que había conocido al albino, pero por otro lado sentía que lo había hecho mal. La razón era tan simple y ridícula: era su primer beso, tal y como ella lo soñó, con el chico que más le gustara en todo el mundo. Y ese personaje estaba justo frente a ella, sonriéndole dulcemente como siempre. Claro, a él no le preocupaba. Tan solo se sentía realizado y feliz por tenerla a su lado tal y como él siempre había querido. No le preocupaba si lo había hecho bien, o mal. Todo daba igual. Solo quería estar con ella, y esa era su mayor prioridad desde hace tiempo.

-Y-Yo…- tartamudeó Lenalee nerviosa, pues la distancia entre ellos seguía tal y como al principio. Allen le acarició la mejilla tiernamente sonriendo aún.

-¿Sí?

-¿E-Estuvo mal…?- preguntó avergonzada la china desviando la mirada ruborizada. Allen la miró confundido y luego rió divertido.

-Está bien, también era mi primer beso…

"Claro, si no contamos el de Road… pero eso no fue a voluntad" pensó para sus adentros el albino. La respuesta que le había dado a la china al parecer le había tranquilizado un poco.

-Ahora… ¿quieres ir a dar una vuelta por ahí?- ofreció el albino abrazándola con delicadeza. La chica sonrió levemente y asintió con la cabeza. Esa tarde nadie iba a arruinarla, porque era su tarde con él.


La oscuridad del lugar solo era interrumpida por unas pequeñas velas a rayas de distintos colores. Ellos, sentados en dos sillas distintas amarrados sin ninguna posibilidad de escape. El mayor pensando severamente en qué hacer: y durante todo ese tiempo había sido igual, mientras que su alumno yacía como un trapo en esa silla, con la cabeza gacha y el único ojo izquierdo perdido en el suelo, sin esperanza alguna. El ropaje del chico se encontraba roto en varias partes, y claramente había sido víctima de múltiples torturas. Sus manos se encontraban llenas de cortes, al igual que sus brazos e inclusive su cuello. En ese mismo instante sus hombros eran atravesados por un par de dolorosas velas, y un par de moretones se divisaban en su mejilla izquierda, prueba de que le habían golpeado.

Él no había sufrido el mismo destino, apenas habían sido un par de golpes para sacarle una que otra cosa, pero como deseaba haber tomado el lugar de su alumno. Ni si quiera él tenía la certeza de qué cosas habían hecho con el chico, y tampoco tenía el valor suficiente de imaginárselas.

Entonces, observó al conocido hombre acercársele, con una sonrisa macabra en el rostro y un cuchillo.

-¿Cuánto tiempo debe pasar? ¿Cuánto más debes ver a tu querido alumno sufrir, Bookman?- tras decirle aquello, Sheril sujetó la coleta de cabello que tenía y lo obligo a mirar al pelirrojo muchacho que se encontraba a su lado. Junto a él estaba Road, que acariciaba con las yemas de los dedos las velas que atravesaban los hombros del aprendiz, para luego sacarlas con tal brutalidad que sangre escurrió y saltó de la herida grotescamente. Sin embargo, a pesar del dolor, el chico no mencionó una sola palabra, solo apretó los puños con fuerza y respiró agitadamente. No iba a darles el gusto de escuchar una sola súplica por su parte. El dolor era soportable, aún lo era.

-Ya basta…- susurró Bookman.- ¡Ya déjenlo!

-Si quieres que lo dejemos… debes decirnos, anciano…~- Sheril volteó nuevamente la cabeza del viejo Bookman, para que lo mirara fijamente a los ojos.- ¿Cuál es la debilidad del catorceavo?

-Se los diré cuando dejen al chico libre, él no tiene nada que ver con esto.

Road rió divertida ante eso, mientras lamía la sangre que corría por las velas que habían lastimado a Lavi. Una presencia se sumó al espectáculo, una presencia muy conocida. Solo se limitó a acercarse a Sheril y suspirar pesadamente, casi como si le cansara todo aquello. Y es que eso de torturar a los bookman se había hecho pan de cada día.

-¿Aún con eso de sacar información a los bookman?- preguntó Tyki a la vez que prendía un cigarrillo. Sheril poseía un deformado rostro, invadido por la locura y adrenalina que le producía esa situación. Tenía que admitir lo sádico que podía llegar a ser su hermano algunas veces.- ¿No se te está yendo la mano con todo esto?

-¿Por qué lo dices, Tyki~?- canturreó Road yendo hacia el mencionado para abrazarle. El de pelo rizado exhaló el humo que había juntado en su boca y miró a la pequeña Road, con una mueca de desagrado.

-Mira que necios…- musitó el hombre para nuevamente suspirar.- Casi han matado al aprendiz de bookman, y aún así no han sacado nada. ¿Qué les hace creer que teniéndolo aquí más tiempo lograrán sacar algo?

-Tranquilo, Tyki. Es cosa de tiempo… el vejestorio lo soltará tarde o temprano.- aseguró Road yendo a abrazar ahora a Sheril, quien aún poseía la macabra faceta.

El hombre, sin saber que más decir, se encogió de hombros. No iba a perder su tiempo en intentar convencer a un par de idiotas que no querían ver la realidad. De pronto, pareció escuchar unas puertas que se abrían. Allí, el Conde hizo su presencia, ya recuperado. Todos le miraron sorprendidos.

-¡Conde! Despertó, ¡el Conde despertó, rero!- exclamó Rero al lado del ya nombrado. Road fue corriendo hacia él para saludar, y rápidamente muchos hicieron su presencia allí. Jasdero y Debbito, inclusive Wisely.

-Así es~ - afirmó el Conde para después divisar a Bookman y Lavi sentados en las sillas.- Oh, ¿qué hacen ellos aquí~?

Tyki se golpeó la frente levemente con la mano, mientras que Road se acercaba saltando a Rero para tomarlo y darlo vueltas. Sheril, entonces sonrió al Conde volviendo a sus cabales para explicarle lo que sucedía.

-Hemos ido a por Bookman, tal y como usted dijo, Conde.- el gordo hombre rió como siempre, acercándose a los dos registradores para examinarlos con la mirada.

-¡Ah, bien hecho, bien hecho~! ¿Y qué han descubierto?

El silencio entre la familia se hizo absoluto, y la mayoría miró a Sheril acusadoramente, quien solo sonrió nervioso.

-¡E-Es solo que… necesito algo de tiempo, nada más!

-¡SHERIL~! - exclamó el Conde, y a pesar de la máscara, todos sabían que estaba enfadadísimo. El Noé del deseo retrocedió un par de pasos algo aterrado al ver al Conde así, Jasdero y Debbito se abrazaban, y Tyki miraba algo descolocado al líder de la familia.

-¡Le prometo que le sacaremos es información sin falta!- prometió aterrado el creador de todo el plan para torturar a los bookman. El Conde, que se había dado cuenta del estado de Lavi, se acercó a él y le miró cuidadosamente, para lanzar una risa algo descabellada.

-¿Sigues vivo,… exorcista~? - preguntó. Lavi aún seguía con la mirada perdida en el horizonte, como si no hubiese nada capaz de hacerle reaccionar. Road, entonces, se acercó al Conde sonriendo traviesa mientras lanzaba a Rero al aire para después atraparlo.

-Lo he metido dentro de una de mis ilusiones. Se lo está pasando muy bien… ¿a que sí, bookman~?- se acercó al pelirrojo y lo abraza por el cuello con una sonrisa en el rostro. El Conde miro luego al más viejo de los rehenes.

-Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que nos vimos, Bookman~ ¿Nos dirás, entonces? ¿Cuál es la debilidad de nuestro querido traidor~?

-Se niega a decirlo. Dice que mientras esté el chiquillo acá, no dirá nada.- explicó Tyki, prendiendo otro cigarro para fumar.

-Ya veo~ Entonces, si dejamos al aprendiz ir, ¿nos dirás todo acerca del catorceavo~? - ante la pregunta del vil hombre, el Bookman no tuvo más remedio que asentir con la cabeza y mirar fijamente al Conde, intentando convencerle de que lo que decía era cierto.- Bien, Road…

-Pero, ¡Conde! Yo me estaba divirtiendo demasiado con él.- reclamó la pequeña muchacha haciendo un infantil puchero.

-Road, hazme caso~ - y sin tener más remedio que obedecer, la traviesa niña quitó las cadenas que aprisionaban el cuerpo de Lavi para después chasquear los dedos. El cuerpo del chico cayó de lleno al piso, y el mismo abrió su ojo, lleno de terror. Fue incapaz de mantenerse inclusive de pie y tosió algo de sangre.

-¡Lavi!- exclamó Bookman observando el estado del muchacho, que apenas podía mantenerse consciente en el piso.

-Jasdero, Debbito~ Ustedes se encargarán de llevarlo a donde nuestros queridos exorcistas - ordenó el Conde para reír luego. Los hermanos se acercaron al pelirrojo y patearon su cabeza un par de veces, asegurándose de dejarlo inconsciente para luego llevárselo a rastras del lugar.

Bookman se dedicó a observar la escena, satisfecho para sus adentros. Aunque aún la preocupación se apoderaba a instantes de él, sabía que Lavi era muy listo y sabría perfectamente que hacer en cuanto se recuperara.

El aprendiz de Bookman, aún siendo arrastrado, se limitó a cerrar su ojo y esperar a que toda esa pesadilla pasara de una vez. Las heridas sanarían, y al menos Road no había corrompido su mente como la última vez. Había sido capaz de controlar la situación tal y como el abuelo le había indicado. Una vez que estuviese bien, tendrían ambos registros: el de los Noé, y el de los exorcistas.

"Porque soy el sucesor de Bookman. Tomo un nuevo nombre cada vez que viajo a un lugar nuevo, y me desprendo de él cuando me voy. Soy Lavi, exorcista de la Orden Oscura, y aprendiz de Bookman. Nada más ni nada menos que eso. Porque… soy algo, y a la vez nada."


Habían recorrido bastante por un día, y optaron por quedarse en la residencia donde Allen se hospedaba a descansar. Era una humilde habitación, bastante acogedora. En la cama, Timcanpy dormía plácidamente, mientras que Lenalee se encontraba sentada a su lado acariciando al golem dorado.

-¿Vendrás mañana?- preguntó Allen mientras que salía del baño tras haberse quitado todo el maquillaje del rostro y cambiado de ropa.

-No lo creo, mi hermano no me dejará salir a menos que tenga una muy buena excusa.- contestó la muchacha.

-Aún puedes decirle que no te gustan las bufandas de Londres y que irás a comprarlas a otro lado, fuera del país, conmigo.- rió ante la loca idea del albino, que se había acercado a ella para abrazarla con ternura.- Lenalee…- la llamó con un tono algo serio. Ella volteó a verle, cuidadosa.

-¿Algo anda mal?- preguntó preocupada. Allen negó con la cabeza y le sonrió levemente.

-He estado pensando en algo, algo que…- el muchacho hizo una pausa, inseguro. Tomó las manos de la chica y creyó que sería un buen momento para decírselo, para ofrecerle lo definitivo y lo que llevaba pensando hace mucho tiempo ya si es que se la encontraba. Sabía que no podría verla durante un largo tiempo, porque la Orden tarde o temprano se daría cuenta de que esas escapadas eran para reencontrarse. Komui no estaría del nada interesado en que su hermana se metiera en problemas, menos con Leverrier.

-¿Pensando algo que…?- mencionó la chica invitándolo a continuar. El albino la abrazó, acariciando su cabeza suavemente.

-¿Y si te vas de la Orden… y vienes conmigo?

Aquella propuesta hizo que Lenalee abriera los ojos de par en par. ¿Irse de la Orden? La idea de irse para estar juntos para siempre, huir de la organización que le había hecho pasas por tortuosas situaciones y olvidarse de todos sus problemas como exorcista era malditamente tentadora. Ella amaba a Allen, y más de alguna vez se le había cruzado por la mente irse de allí para ir en su búsqueda. Aún así…

-Yo… no puedo.

-¿Por qué?- preguntó algo desilusionado el chico, mirándole fijamente a los ojos. Lenalee suspiró triste.

-Porque no puedo dejar a mi hermano… él es el único familiar que me queda. La Orden… todos ustedes son mi familia. Mi hermano no podría soportarlo…- la china lo abrazó con fuerza.- Lo siento tanto, en verdad te amo, ¡huiría a cualquier parte contigo! Pero… no puedo irme sin decirle a mi hermano. Él se merece saberlo.

-Entiendo…- el chico le besó la cabeza y le sonrió dulcemente. Allen no podía enfadarse con ella, porque era de lo más entendible. No le había dicho que sí, pero tampoco que no. En el fondo, se esperaba algo como eso.

Suspiró, porque realmente quería estar por siempre con ella, pero no la obligaría a hacer algo en su contra. La amaba y la amaría por la eternidad, sin importar cuanta distancia se interpusiera entre ellos. Entonces, se sacó del bolsillo del pantalón una cajita rectangular aterciopelada de color rojo. Lenalee miró el envase y tomó este con sus manos al ver como Allen se lo extendía. Lo abrió con cuidado y se encontró con un hermoso relicario plateado en forma de corazón.

-¡Es hermoso!- exclamó emocionada.

-Es para ti.- Allen tomó el relicario y con cuidado se lo colgó al cuello a la muchacha de cabello violáceos. Incrédula, lo miró sonrojada.- Para que cada vez que te sientas sola… sepas que estaré contigo sin importar qué.

Lo abrazó asfixiantemente, por lo que el chico rió levemente.

-¿Te gusta?

-¡Me encanta!- y tras decir eso, lo besó en los labios dulcemente sonrojándolo.- Gracias, lo llevaré conmigo siempre.

-Esa es la idea.- ambos rieron y se quedaron un largo rato abrazados.

Allen comenzó a dar pequeños besos en las mejillas de la chica. La noche había caído, y al cabo de un rato, ambos terminaron abrazados y recostados sobre la cama, él acariciando su cabello y ella apoyando la cabeza en el pecho de él.

-¿Te quedarás…?- preguntó haciéndola sonrojar.

-Claro que no, debo irme antes de que anochezca.- le dijo la muchacha. Allen alzó una ceja observándole.

-¿Lenalee?

-¿Allen?

-Ya anocheció.

Sobresaltada, se levantó rápidamente de la cama para luego correr hacia la ventana. Entonces, divisó las estrellas que se extendían por el cielo y los faroles de la ciudad que eran los únicos en iluminar la noche en conjunto de la luna.

-Dios, ¡mi hermano me matará! Le he dicho que volvería antes de que anocheciera.- miró a Allen como buscando el perdón por tener que irse tan luego, a lo que él solo sonrió.

-Ve, antes de que se haga más tarde.- y a cambio recibió un fuerte abrazo y un dulce beso de la chica, que de inmediato se fue corriendo por la puerta y del hospedaje, dejándolo allí en la cama. Se recostó en el mismo lugar, mirando el techo y preguntándose cuando volvería a verla. Solo esperaba que eso fuese pronto.

Por su parte, ella corría lo más rápido que le permitían sus pies. Tan rápido corría que inevitablemente tropezó con alguien, cayendo al suelo.

-¡Lo lamento mucho!- se apresuró a disculparse, más lo único que encontró al abrir los ojos fue la mano de Toma extendida hacia ella.

-¡Señorita Lenalee!- el buscador parecía bastante preocupado.- Su hermano está formando un gran escándalo en la Orden porque se ha demorado en llegar.

Avergonzada, agachó la cabeza. Eso quizás le traería problemas más tarde.


Komui caminaba de un lado a otro, impaciente. Ya eran las once de la noche y ni rastro había de Lenalee. Incluso algunos buscadores habían ido a buscarla por los alrededores, pero aún no había ni un solo llamado informando del paradero de la china.

-Tranquilícese, supervisor. De seguro se ha entretenido viendo la ropa del pueblo. Además, ella está bien.- le intentaba alentar Reever, en conjunto de toda la división científica. Entonces, un enorme portazo se escuchó en la oficina. Era un grupo de buscadores, exhaustos y jadeantes.

-¡La hemos encontrado!- exclamó uno de los buscadores. Lenalee entró apresuradamente a la oficina junto a Toma. Komui detuvo su nerviosa caminata y un gran silencio invadió la oficina central. Eso no pintaba para nada bien, y Lenalee lo sabía.

-Lenalee.- y ante el serio tono de voz que el supervisor pocas veces tenía, todos fueron abandonando la sala poco a poco, quedando solo la china allí. Se dirigió al sofá frente al escritorio de su hermano y se sentó allí. Lo que le esperaba claramente era una reprimenda.

-Hermano…- intentó decir, pero fue interrumpida.

-¿A qué fuiste?- preguntó rápidamente Komui. Estaba alterado, y pocas veces había visto así a su hermano.- Es tarde, ¡¿sabes lo que hubiera pasado si Leverrier hubiese pedido una misión para ti?!

Lenalee se percató finalmente de ese importante detalle. Leverrier se había empeñado en dejarle misiones más que a cualquier otro exorcista, ante la sospecha de que estuviese escapándose de la Orden tal y como lo había pensado hace mucho. Pensó que sería mejor guardar silencio, porque sabía que nada de lo que dijera iba a ser aprobado o aceptado por su hermano.

-¿Por qué me estás mintiendo…?- preguntó con la voz dolida Komui, a lo que ella ensanchó sus ojos y lo miró.

Estaba al borde de las lágrimas. Solo había estado preocupando a su hermano todo el tiempo, y ella realmente no quería eso. Ella, más que nadie, quería verlo feliz, y ser feliz junto a él. El supervisor suspiró pesadamente y, volviendo a su serio y duro carácter, la observó decidido.

-No saldrás más.

-¿Qué? ¡Pero, hermano…!- Lenalee no podía creérselo. La única forma de ver a Allen era saliendo, y si no salía nunca más podría encontrarse con él.

-Ve a tu habitación… por favor.- ordenó Komui. La muchacha le miró incrédula, y apretando los puños con fuerza, se levantó de golpe y se fue corriendo de la oficina, con los ojos llenos de lágrimas, apartando a toda la división científica, que escuchaba todo tras la puerta.

Corrió y corrió. Tan solo le interesaba llegar a su cuarto, y en cuanto lo hizo, se encerró en él. Era un mar de lágrimas, y no pudo evitar sollozar tan fuerte que se escuchó inclusive fuera de la habitación. No era justo. Lo único que tenía ahora, a Allen, se lo habían arrebatado, y todo por su culpa. Todo por su estupidez e irresponsabilidad. Se fue a la cama y abrazando a la almohada continuó llorando con mucha más fuerza, aunque intento disimular sus gemidos. Si Komui pasaba por ahí, tan solo le haría más daño.

Sin embargo, no fue Komui quien pasó. El japonés de alargados cabellos sujetados en una sola coleta, finas facciones y abrigo característico de los generales paseaba justo por el corredor, camino al comedor. Escuchó entonces lo que parecía un pequeño sollozo en una de las habitaciones, que sabía muy bien a quién pertenecía. Estaba algo apurado, pero… sinceramente no podía mantenerse alejado de la situación. Tocó un par de veces la puerta.

-Lenalee.- llamó.

Ella, estando dentro de la habitación, sabía muy bien de quién se trataba. Y antes de estar sola, cualquier persona era bien recibida. Si bien, Kanda no era del todo sociable, las veces que tenía problemas o estaba triste, siempre estaba para apoyarla. Entonces, tembloroso y aún sollozando un poco, se acercó a la puerta para abrirla. El ahora general la observó algo sorprendido al ver lo rojo de sus ojos, por lo que la metió nuevamente a la habitación y luego ingresó él, cerrando la puerta tras de sí.

-¿Qué te sucede?- preguntó el muchacho de ahora 20 años a la china, que se encontraba sentada en el borde de la cama, cubriendo su rostro.

No podía decírselo, porque era un general. No tenía a quien decírselo, estaba sola. Completamente sola en todo eso de ver a Allen secretamente. Kanda, algo más confundido, volvió a preguntar lo mismo. Entonces, Lenalee lo miró fijamente, con lágrimas cayendo de sus ojos. Estaría bien, ¿no? Después de todo… era Kanda. Era su amigo. El no traicionaría a Allen de tal forma que la Orden se lo llevara. Nadie sería tan desarmado para hacer algo así.

-Kanda… debo contarte algo, pero debes prometerme que no le dirás a nadie.- tomó de la mano al japonés y lo sentó en la cama. Esa noche sería el día en el que se confesaría con alguien más que no fuera Allen Walker.


Bien, gente. Dejen sus reviews, tomatazos, escupos, recibo lo que se Sé que soy mala escribiendo, kill me plz :c Ojalá les haya gustado 3 Nos vemos en el siguiente capítulo, ¡adiosito~!

-Huye antes de que la maten por mala escritora.- \~oAo~/