Renuncia: Gangsta pertenece a Kohske.
Parejas: Worick/Alex.
Notas: Esta cosa fluff amarga va para LuFFy, mi pequeña alma en sueños. ¡Espero que se disfrute la lectura!
Bebop
.
«Y me envenenan los besos que voy dando
Y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño»
Joaquín Sabina
.
Cuando mueve sus caderas no puede evitar dar una pitada y suspirar como se hace en los sueños agridulces. Le tentaría pasar sus manos sobre su cuello, sobre su torso y por sus piernas. Mas, recuerda la mirada azul muerto que ella clava en él cuando las manos del terror la acechan y solo se le ocurre besarle los párpados.
–Claro, es como una canción cliché de un tipo caminando bajo la lluvia con un saxo y llorando con un ramo de flores en la mano.
Aunque podría decir que cuando la ve quiere dejar de fumar y besar sus labios partidos y cerrarle las heridas, pero eso sería una cruel mentira. Worick no sabe si quiere ser un monstruo o un humano con un ojo quemado, y no sabe si ella es un cuerpo bonito cantor o uno de esos fantasmas floreados que pasan por la habitación a beber café para ya no volver jamás.
–Así que me iré a meter a otras sabanas. A calentar un poco el cuerpo, ya sabes.
De todas formas, no es un experto en diferenciar bellezas. Quizás su temor al mundo le conmueve al punto en que le roza disimuladamente la mano y la consuela dándole un hombro temporal en el cual llorar. Pero Worick tiene un revolver en la mano, la ropa manchada de sangre y un pasado del cual ocultarse; y por eso piensa que no tiene tiempo para verificar si las lágrimas de Alex están secas o no.
–Pero cúbrete detrás de mi espalda. No vayas a morir.
(Por favor).
Así que continúa con este pensamiento amargo, pensando que no tiene tiempo para encontrar el amor por primera vez en sus años viejos. Pero antes de que se dé cuenta, cada cinco minutos solo piensa en ella. Piensa en su beso bajo la lluvia (que fue accidental, que fue por la desesperación de la soledad), en sus piernas temblorosas, en su caminar inseguro, en sus manos increíblemente suaves y rasposas, en su dulzura rota, en su belleza pobre.
–Si esta noche te persigue un monstruo, cúbrete bajo mis sábanas y yo te cuidaré en los sueños.
Ella es algo así como una tristeza dulce.
Así que da otra calada a su cigarrillo, y la ve temblar de frío ante la lluvia. Le tiende la camisa y se ríe ante su sonrojo inevitable; por un momento se cuestiona si la pureza es tan obvia como todo el mundo la describe. A Worick le gusta Alex porque ella no necesita unas bragas limpias para repartir gracia por sus rincones oscuros. Ignora el libro de señas que ella oculta fallidamente detrás de ella y se enamora de sus ojos que sueltan penas.
–Alex-chan.
– ¿Sí?
– ¿Te gusta el jazz?
Alex se seca las manos disimuladamente contra el vestido negro.
–…Creo que prefiero el be -bop.
Worick borra su sonrisa boba y parpadea extrañado, entonces, sin saber por qué, le insiste que cante.
Y ella lo hace, solo para él.
–Creo que incluso un cliché romántico sería bello desde tus labios rotos, Alex-chan.
Ella ríe, ríe entre la alegría. Y afuera resuena la tormenta y Worick sabe que soñará con el cigarrillo de su padre apagándose en su ojo, y en la mirada podrida de Nicholas, y en la sangre por el camino de tierra. Entonces a mitad de la madrugada Alex le tocaría el cabello, sin entrometerse por sus pantalones ni dedicándole una mirada coqueta, y le cantaría un viejo jazz, como a los que él le gusta.
Y en medio de aquel abrazo y aquel roce de labios por parte de él, se preguntará lo mismo: ¿La quiere? Sí. Pero lo importante no es eso porque de todas formas ya la siente en la piel, sobre sus párpados cansados, sobre los recuerdos, en la dulzura y en las noches.
–Así que canta. Canta, cariño.
.
.
