¡Hoy les traigo esta nueva propuesta!
¡Gracias a mis fieles lectores por su apoyo incondicional para cada una de mis fics!
¡Gracias a los nuevos lectores que empiezan a apoyar esta historia! :)
Existen dos clases de ángeles de la muerte, los que se llevan de la forma más dulce y tranquila posible a las personas que fueron buenas, y los que se llevan a quienes no lo fueron. Kurt es un ángel de los que se llevan a las buenas personas, conocidos también como ángeles blancos.
Los ángeles y los humanos, aunque habitan en el mismo mundo, están separados porque hay reglas que deben cumplir, pero ¿qué pasa cuando un ángel se enamora de un humano?
* Adaptación de la película City of Angels *
CAPÍTULO 1:
"Ángeles"
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Un hombre vestido de negro, con piel tan blanca como la nieve, ojos azules como el cielo y cabello castaño estaba sentado junto a una niña y la observaba detenidamente. La pequeña estaba en una cama acostada, padecía de una grave enfermedad y estaba sufriendo.
La mamá de la niña estaba hablando desesperada por teléfono con el médico.
La pequeña miró hacia un costado y vio a aquel hombre, éste le sonrió dulcemente y ella se sintió tranquila, por un momento se olvidó del malestar que la aquejaba, le devolvió la sonrisa y estiró una mano hacia donde él estaba.
El ojiazul extendió el brazo y puso un dedo sobre la palma de ella, su mirada dulce y su tierna sonrisa jamás lo abandonaron. La niña suspiró y miró a su mamá que se acercaba y la tomaba en brazos.
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En el hospital, la mujer le decía preocupada al médico que su hija en todo el trayecto no había dejado de repetir que había un hombre sentado en su habitación y que iba con ellas en el auto. El médico le explicó que era una alucinación debido a la fiebre tan alta que presentaba.
La pequeña fue ingresada a la sala de emergencia y no dejaba de mirar hacia un costado y sonreía. Los doctores y las enfermeras trataban de entender qué era lo que la niña veía y la mantenía en ese estado de felicidad, pero no encontraban ningún motivo aparente.
Aquel hombre de cabello castaño estaba a su lado y seguía sonriéndole, suspirando puso su mano en la cabeza rubia y ella cerró los ojos.
De pronto la pequeñita se dio cuenta de que estaba de pie junto al hombre de traje negro y volvió a sonreírle – ¡Hola!
- ¡Hola! – contestó él con voz dulce.
- ¿Eres Dios? – preguntó curiosa.
- No, soy un ángel.
- ¿Viniste por mí?
- Así es.
- ¿Entonces, yo estoy…?
- Estás mejor ahora – contestó con dulzura – Vamos a ir a un lugar muy bonito.
- ¿Y cómo sabes que estoy mejor?
- Porque ya no estás enferma, ¿O sientes algún malestar?
- No – contestó feliz – me siento muy bien – la sonrisa era cada vez más amplia.
- Ya ves, ahora estás mejor.
- ¿Pero, y mi mamá? Ella no lo va a entender.
- Lo hará, aunque le tomará un tiempo.
La pequeña asintió y miró a su mamá llorando – ¿Estás seguro?
- ¡Totalmente! Ella comprenderá que ahora eres feliz. Nos tenemos que ir.
- Está bien – empezaron a caminar por un pasillo blanco – ¿Cuál es tu nombre?
- Kurt.
- Yo soy Melissa.
- ¿Cuál es tu cosa favorita en el mundo, Melissa?
- Las pijamas.
- ¿Y por qué las pijamas?
Siguieron platicando mientras atravesaron todo el pasillo.
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- ¿Cómo estuvo tu día? – preguntaba un hombre de piel morena.
- Bien, interesante diría. Hoy fui por una niña muy linda. Creerás que su cosa favorita son las pijamas – sonrió.
- ¿Pijamas? ¡Qué bien! Nunca había escuchado que a alguien le gustaran.
- Lo sé, pero a ella sí y habló sobre qué tipo de pijamas, los colores y demás. Luego estuve en un ascensor y pude ver como un hombre sin querer rozó la piel de una mujer y entre ellos hubo algo.
- ¿Algo?
- Sí, fue como una conexión, no sé cómo explicarlo, pero fue mágico.
- ¡Oh! Supongo que esas cosas pasan con los humanos.
Kurt suspiró – ¿Alguna vez has querido saber qué se siente?
- ¿Qué cosa?
- Tocar.
- No, eso no me interesa.
- No mientas, sé que quieres saber.
- Está bien, a veces si me da curiosidad.
- A mí también – respondió Kurt mirando hacia el horizonte.
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El día transcurría normal, habían miles de ángeles por todas partes, caminando entre las calles, de pie en los techos de los edificios más altos, sentados en las cafeterías, en los pasillos de los hospitales, etc., pero ninguno era visto. Convivían con los seres humanos pero eran invisibles ante sus ojos.
Cada ángel tenía diferentes habilidades, Kurt tenía la facultad de transmitirles serenidad, tranquilidad, alivio y paz a las personas.
Llegó a un hospital en donde una chica joven había tenido un bebé, pero estaba nerviosa y estresada después del parto, al punto de que no quería tomar a su pequeñito en brazos. El ojiazul se acercó a la nueva mamá y la abrazó por detrás muy cálidamente. Poco a poco ella se fue relajando y esbozó una sonrisa para luego pedir que le entreguen a su bebé. Kurt sonrió y continuó su camino.
Realmente le gustaba poder ayudar a otros y siempre estaba buscando a quien transmitirle paz.
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Al atardecer, todos los ángeles se reunían en la playa, ahí contemplaban el horizonte hasta el ocaso. Esa era su forma de ponerse en contacto con su propio ser y sus alrededores.
Kurt y su amigo llegaron y se ubicaron frente al mar – Hoy conversé con Melissa y me dijo que quería ser un ángel y tener alas.
- Las personas idealizan una imagen pre-concebida sobre cómo lucimos los ángeles, todos creen que tenemos alas y no es así.
- Eso le expliqué y luego me preguntó si igual podía tener alas para volar y disfrutar del aire y la sensación de ir por los cielos. Le dije que los ángeles no sentimos nada, pero que le fabricaría unas pequeñas alas de papel.
- ¿Y qué te dijo?
- Que para qué quería alas si no podría sentir la brisa acariciando su rostro – Tras decir esto, el ojiazul se quedó pensativo, de pronto se dio cuenta de que la caída del sol estaba en su máximo apogeo y corría mucho viento, cerró los ojos tratando de sentir algo, pero fue imposible.
