Era una tenue mañana del otoño, cuando el viento soplaba sereno y las enfermeras huían de una habitación a otra, en la que una niña de cabello corto y negro estaba sentada en la camilla, con la vista sumergida en el cielo hacía el azul intenso e imperecedero en el que se perdía por tan bella tonalidad. Ajena al ruido del otro lado de su habitación, ocasionó sin querer, que los gritos de su padre se intensificaran. Había olvidado que él estaba al pie de la cama con su típica ceja fruncida y los brazos cruzados. El mayor, estaba cansado de sus graves faltas de respeto, porque si de algo se caracterizaba su familia era por sus modales, y al parecer la niña los estaba decepcionando. Por su parte, la mencionada quería divertirse, jugar, ser ella misma y no la perfecta hija del señor Hyuga.

Eso fue todo, fue la última insolencia que el ofuscado hombre iba a aceptar. La tomó de las manos y le obligó a mirarlo. Otra vez rojo, para escurrirse de su boca, una sarta de insultos que continuó en cada movimiento violento de su lengua, provocándole a su cuerpo, que se le cerraran los ojos, soportando las lágrimas que amenazaban en aparecer, hasta que finalmente,— y para alivio de la fémina— , Hiashi se marchó.

Después de un rato de tranquilidad, las coletas de la pequeña fueron rebotando por su paso alborotado, haciéndose camino entre tanta gente de batas blancas que se dispersaban de un lado al otro. Se detuvo un instante cuando se empezó a marear, el color blanco le daba dolor de cabeza de verlo tan a menudo, sin embargo, no podía dejar que eso la distrajera. Tomó aire, decidida a correr de las terribles expresiones que la seguían por los pasillos mientras se cubria los oídos. Blanco, rojo y más blanco, a donde quiera que fuese. No existían, para ella, colores cálidos o al menos jamás les había considerado como algo bueno o especial.

Al llegar al primer piso de la edificación, próxima a una puerta entreabierta, una burbuja escurridiza la hizo detenerse cuando esta, se despidió en su presencia. Intrigada, su curiosidad la guío a la habitación, asomándose por la abertura donde se topó a un niño sentado, soplando pompas de jabón sin éxito alguno y con las mejillas rojas por el arduo esfuerzo. Soltó una risita burlona por esa mueca graciosa, que no pasó desapercibida para el contrario, el sujeto que retiró su vista del frasco entre sus manos, la miró con sus cejas arqueadas.

La Hyuga, sin poder evitarlo, se sintió atraída por el flujo de su mar de ojos y no se permitió dejar pasar una oportunidad para mantenerlo cerca. Pensó en qué decir hasta que el efecto jabonoso se repetía explotando de repente, a lo mejor ese sería un buen motivo para iniciar una conversación.

—Vi a una de las burbujas llegar hasta mí, ¿me podrías enseñar a hacerlas?—Finalmente, luego de minutos de silencio, había hablado Hinata, asombrada de que esta vez su voz no haya sonado trémula, ya que por lo regular, era bastante tímida y se dificultaba intercambiar palabras con los demás. Fue inesperado cuando las cosas cambiaron, tal vez solo por hoy.

Pasó uno, dos y tres segundos pero no se creaba una respuesta. Entonces, la muchacha se desesperó. Disfrutaba el silencio cuando estaba consigo misma pero con otra persona, eso la volvía ansiosa. Solía hablar demasiado y rápido o en voz baja, de igual manera ahora estaba temerosa de tener que formular oraciones una y otra vez hasta que se le pudiera entender.

—Claro-dattebayo pero te aviso que no salen tan bien, no sé, tal vez se dañó.—Habló confiado de que el problema no se tratara de su falta de práctica o por el exceso de aire que hacía desgastar a sus mejillas.

Intentó el soplido y falló.

—Te lo dije.

Hinata lo veía insistir, pero nuevamente sus ojos se desplazaron a otra región del cuerpo de su acompañante, en específico, a un gorro café en el cual unos mechones rebeldes hacían acto de presencia.

Naruto dejó el frasco en la mesa percatado de la acción. Liberó su melena platina de la tela marrón, y se lo mostró pero el objeto era a lo que menos le estaba prestando atención.

La de cabello azabache, desde su sitio al pie de la camilla, abrió la boca para decir algo que se deslizó en una hilo fino de sentido. Se aproximó hasta el lado izquierdo de la cama, y apoyó sus brazos en ella, únicamente para poder apreciarlo.

—T-tu cabello es bonito...

Lo pensó en voz alta y quiso arrepentirse por ello hasta que el rubio sonrió ante su comentario, se acercó lo suficiente como para notar que a su nueva amiga le estaba por dar fiebre.

—Y ahora tú tienes el color de los tomates...a mí me gustan los tomates-dattebayo.

H, se alejó y se dio media vuelta. Un nuevo tipo de rojo se le tornó en sus mejillas, uno que es inofensivo y que la hacía sentir un poco nerviosa.

—¿Te parece si vamos a jugar al jardín?Contraatacó, evadiendo lo que acababa de ocurrir.

Naruto ladeó la cabeza.

—¿Había un jardín y no lo sabía?

La niña volteó a mirarlo sorprendida.

El Uzumaki no conocía otra parte del hospital que no fuera su propia cama, ni se había tomado la molestia de explorar los alrededores o siquiera intentarlo. Para su suerte, ella estaba ahí, dirigiéndolo al césped lozano al cual llegaron en pocos minutos, casi no había mucha gente y el ambiente se le hizo más gélido. Todavía tenían las manos juntas sin que ninguno tuviera la intención de pedirle al otro que se soltaran, sobre todo a Naruto, que a decir verdad, le gustaba esa sensación de cosquilleos en la panza.

Una sonrisa tonta se le formó cuando ella lo apretó con fuerza.

Ante ellos la situación era otra, su padre, Hiashi, venía hacía ellos. De forma automática el cuerpo de la niña se puso yerto de terror. El sujeto alto e imponente guardó silencio y se limitó a darles una expresión de seriedad, los soltó del agarre y se llevó a la pequeña que reaccionó a último momento. Volteó a darle una mirada triste al colorado, este le respondió despidiéndose con la mano, con la incertidumbre de no volverla a ver.

En la tarde siguiente, el muchacho estaba apto para marcharse, sin embargo, sentía preocupación por su amiga así que se dijo que atesoraría su imagen en su palacio mental, como un recuerdo que le gustaría conservar por más tiempo. Además, se obligó a eludir las terribles percepciones que tenía acerca de ese hombre.

Lo que quedaba de las horas, era un paisaje agradable, él estaba junto a una enfermera que alistaba sus pertenencias en tanto, el pequeño aburrido, le lanzaba chispas de jabón a la cara, y aunque ya podía hacer bien las burbujas, tenía la intención de molestarla. Tsunade, se veía a punto de reventar de ira, siempre había sido muy malhumorada y más con Naruto por ser tan escandaloso.

Varios falsos intentos después y una burbuja le había salido bien, la siguió por el pasillo hasta que chocó contra un aviso de publicidad. Ya reincorporado, consiguió bastante tiempo para subir las escaleras por su instinto de investigación, quería descubrir si ella estaba por ahí, si estaba bien, si su padre no la había lastimado y quizá también porque quería verla antes de irse para siempre. Tras fijar su vista al frente de una puerta entreabierta, sus ojos se posaron en la imagen de una niña sentada en la camilla, con las mismas coletas sujetas en dos trenzas. Aprisionaba un girasol que más bien parecía recién arrancado porque la ropa estaba manchada de tierra, con líneas en su cara y sus manos, como si hubiera hecho un tremendo esfuerzo para conseguir aquella florecilla.

Una sorpresiva burbuja feneció frente a ella, salpicando escasamente su mano. La felicidad le vino como la última hoja que cayó del otoño.

—No quería irme sin saber tu nombre.Confeso el rubio apoyándose en la puerta. Hinata sonrió, sabiendo de quien se trataba, de nadie más que su color favorito ávido de vida. Dijo su nombre a lo que él se presentó también. Ambos volvieron a unirse en un suave apretón de manos.

Ella estaba feliz, el cielo ya no estaría tan lejos como lo pensaba, hubiera bastado perderse en el cuando quisiera si es que solo contara de nuevo con esa opción. Naruto le correspondió con una de sus mejores sonrisas, una especialmente para ella, solo para que supiera que de verdad él compartía el mismo sentimiento, aunque ella ya no pudiera mirarlo, ni a él ni a sus lindos ojos azules.

Nota del autor: Este es mi primer oneshot y obviamente que tenía que ser NaruHina. Ya sé que no puse la enfermedad de Hinata o de Naruto. Eso es importante, pero al momento de subirlo, no tenía idea, y no quería poner cualquier 'cosa'.