Cosas que entender

Dean puede entender muchas cosas.

Puede entender (por ejemplo) que su padre no les hablase nunca de Adam para protegerlo (o para protegerlos a ellos, según se mire). Que nunca pronunciase el nombre de Sammy antes de irse solo a una cacería (sólo cuida de tu hermano) como si así solo dejase al mayor, al fuerte, al que protege, y no al pequeño, al inocente, al protegido. A Sammy. Solo Sammy. Sammy. Sammy. Sammy. No Dean. Nunca Dean (no desde la muerte de mamá).

Puede entender que el Apocalipsis se les haya escapado de las manos mucho antes de que Lucifer salierá de su jaula. Que Castiel haya renunciado a todo en lo que creía solo por él (no por Dios ni por la creación, no porque fuera lo correcto, sino por él. Siempre él.). O que Sammy (porque ya no es Sam ni Samuel, ahora vuelve a ser Sammy, el inocente, el pequeño Sammy) se haya empeñado en aprender mecánica solo para no enfrentarse al mono con las manos ociosas.

Pero, por más que lo intenta, no puede entender cómo él, un vulgar pecador, va a derrotar al mismo Lucifer; cómo va a arreglárselas para luchar contra él sabiendo que, si pierde, el Infierno se desatará en la tierra (y él conoce ese infierno y si le preguntan ya ha tenido bastante, gracias) y, si gana, la creación divina al completo se evaporará; cómo va a pelear solo con sus manos desnudas llenas de ampollas; ni porqué Sam (a su izquierda, con su mano en su hombro) y Castiel (a su derecha, con su mano en su alma) permanecen durante toda la guerra a su lado, con los puños apretados y fe ciega en su persona (no en Dios ni en la victoria, no en la profecía, sino en él. Solo en él).

Quizás, solo se trate de eso. De un poco de esa fe de la que no anda muy sobrado y que todo el mundo vuelca en él.


No me gusta como me quedó. Decidme lo que querais, desahogaros. No seais tímidos.