Matrimonio por conveniencia

Esta historia es un universo alterno.
Pero no OoC a medida que avance lo notaran.


Prólogo.

Sam aún se encontraba aturdida por lo sucedido.
Aún no podía creer que estuviera desnuda.
En la misma cama… con él.
Había sido una noche grandiosa, sin lugar a dudas… sin embargo no era algo que tendría que haber pasado.


Ante los ojos de todos era lo correcto, después de todo estaban casados. Pero su relación distaba de ser la de un matrimonio normal, de hecho estaban a años luz serlo.
Ellos sólo se habían casado por una promesa hecha hace años. De hecho la promesa no incluía matrimonio y tampoco contacto físico. Mucho menos dormir en la misma habitación y para qué mencionar compartir la cama...

Podría haber sido peor.
Ellos habían sido "amigos" y "enemigos" en la adolescencia y por circunstancias de la vida, habían terminado alejándose completamente después de terminar la escuela.
Ella nunca entendió muy bien los motivos qué él tuvo para aceptar algo así.
Simplemente ambos llegaron a ese acuerdo.
No creía siquiera que Fredward Benson se acordara de lo que habían dicho esa noche, en la graduación, cuando ambos habían bebido más de lo que su poca tolerancia al alcohol podría soportar. Pero se acordaba. E incluso mejor que ella.

Cuando recibió en su celular una llamada de un número desconocido, nunca imaginó que sería él.
Por lo menos pudo haberle preguntado cómo estaba o que había sido de su vida. Sin embargo tan pronto como él se presentó y corroboró con quién hablaba, comenzaron las preguntas.

- ¿Estás casada?- Fue todo lo que él le pregunto.
- No - le respondió Sam. Luego pensó que podría haber mentido... Pero en ese momento no se le ocurrió.
- ¿Tienes novio? – continuaba con su interrogatorio…
- Nada formal. – después de todo… era la verdad.
- ¿Te acuerdas de la promesa? – dijo con un tono que le pareció denotar solemnidad.
- ¿Estás bromeando? ¿Cierto? – ¡No podía ser cierto que se acordara de algo tan bobo!
- No esto va en serio. ¿Estás dispuesta a cumplirla?
- ¿Sabes que voy a cortarte el teléfono verdad? No puedes llegar y decirle a alguien que no ves después de… siglos, y por teléfono, que cumpla la promesa que hico hace casi nueve años.
- ¿Prefieres que te lo diga en persona?
- Estás empezando a asustarme.
- Y tú estás empezando a decepcionarme.
- ¿De verdad creías que iba a cumplir algo así? ¿Qué me importa decepcionarte a ti?
- Tú me prometiste un hijo, Samantha Puckett. Ahora quiero que lo cumplas.
- ¡Estás loco! Escucha, no sé que tan feo y repugnante puedas estar que no has conseguido novia hasta ahora. ¿Por qué mejor no hablamos de esto luego? No sé… Qué te parece… si nos encontramos… NUNCA.

Sam le cortó el teléfono.
Había sido una llamada muy descabellada. ¿Cómo se atrevía? Era un enfermo mental…

Después de la llamada quedó irritada todo el día.
Había sido la gota que rebalsó el vaso después de una serie de eventos desafortunados que venían desatándose hace dos meses.
Estaba en banca rota, su restaurante, el sueño que tuvo toda la vida, había sido un fracaso, dejándola con más deudas que otra cosa, su ex novio la había dejado y hasta se le había muerto el perro…además la llamaron del seguro de salud diciendo que iba a tener que pagar más o adquirir uno más económico y el que tenía ya era un asco. Y no podía permitirse uno más caro, también tenía dos odiosas goteras que la volvían loca, deudas en la tarjeta y podría seguir así, enumerando calamidades.
Estaba pasando por una etapa realmente oscura.

Sam que estaba muy sumida en sus pensamientos no notó que vibraba de nuevo su teléfono móvil. Pero si escuchó que alguien golpeaba la aldaba de su puerta con más de fuerza de lo que establecen las normas de cortesía.
No tenía ánimos de recibir a nadie y aunque tenía toda la intención de no abrir la puerta, fuese que fuese que estuviese al otro lado parecía que sabía que ella estaba.
Resignada fue a ver quién era esa persona inoportuna.
En esos momentos deseó haber tenido una mirilla en su puerta. Carly siempre le dijo que debería poner una. Ahora lamentaba no haberle hecho caso…

Un tipo alto, con ropa formal y muy atractivo se encontraba afuera de su puerta.
Eso pensó hasta que lo miró de nuevo y se dio cuenta de quien era… ¡el enfermo Fredward Benson!
¿Cómo sabía dónde vivía? Sam estaba desconcertada, pero aún así reaccionó e intentó cerrarle la puerta en la cara. Aunque él fue más rápido y alcanzó a poner un pie para evitar que eso aconteciese.

Ella notó como él la miró de pies a cabeza, le pareció que la analizaba.

- ¡Si no te vas de aquí llamaré a la policía!
- No esperaba un recibimiento tan cortes… además ¿desde cuando ellos son tus amigos?
- ¿Qué está mal contigo? ¿Por qué vienes a mi casa?
- Creo que fui claro por teléfono.
- No puedes simplemente venir a exigirme algo tan absurdo.
- ¿Puedo pasar?
- Ya estás aquí.
- El asunto es, Samantha… yo quiero un hijo y tú me prometiste uno. Pero eso no es todo. Yo puedo ayudarte.
- ¿Qué? ¿De qué hablas?
- Sé que tienes problemas financieros y que no te ha ido bien últimamente. Y yo puedo solucionar eso.
- ¿Cómo me encontraste?
- No es difícil tener acceso a información cuando tienes los contactos adecuados. Además tienes antecedentes.
- Estás loco.
- Escucha. Es simple. Mi madre está enferma y desahuciada y ella no descansará en paz hasta que me vea casado y con una familia. Por mi trabajo no tengo tiempo y no he conocido a nadie y si eventualmente conozco a alguien puede que sea demasiado tarde. Yo quiero que mi madre sea feliz… y se preocupa por mí porque sólo somos ella y yo. Teme que me quede solo.
- Lamento oír eso…

Ella de verdad sentía oír eso.
No le gustaba oír que la gente sufriera con largas enfermedades. Ella tenía empatía con esa situación.

- ...y me acordé de ti. Disculpa si te asusté… estoy un poco abrumado con la situación.
- Espera… ¿mencionaste la palabra "matrimonio"?
- Si concebimos un hijo, aunque sea un matrimonio de conveniencia, yo lo amaré y protegeré. Pero si nace afuera de la institución tú quedarás desprotegida de mi seguro de salud y yo tendría menos derechos.
- ¿Por qué yo?
- Porque si llegara casado con una desconocida mi madre desconfiaría.
- ¿Y yo no soy una desconocida?
- No del todo. Siempre podemos inventar que tuvimos algo en el pasado, que nos reencontramos y de pronto un final feliz.
- Tienes todo planeado.
- Puedo ayudarte a pagar tus deudas y a reiniciar el negocio que perdiste. Después de dos años quedarás libre. Tú haces tu vida y yo la mía. Viviríamos en la misma casa. La única condición es que tú no tengas amantes en ese tiempo y yo tampoco las tendré. Te someterías a una inseminación artificial…
- Detente ahí. Es tan perturbador lo que me estás diciendo y me parece que es de un desequilibrado mental que pienses que voy a aceptar algo así. Y peor me parece que lo tengas todo tan perfectamente planeado.
- No tienes nada que perder y todo para ganar.
- ¡Un niño no merece venir al mundo sólo por tus propósitos egoístas!
- Un niño necesita amor y yo estoy dispuesto a dárselo, al igual que protección y todo lo que necesite. Muchos niños han nacido por razones menos honestas. Yo quiero un bebé ahora. No quiero terminar siendo el abuelo de mis hijos.
- Déjame entender. Quieres que nos casemos, que tengamos un hijo nada de esto por amor sino por conveniencia. Tú me necesitas y quizás crees que necesito tu ayuda. Tú me apoyarías con mis problemas financieros y yo sólo tengo que firmar un papel y cambiar temporalmente mi apellido. ¿Dónde está la letra chica?
- No la hay. Al divorciarnos tu te quedas con la custodia legal del niño pero me permitirás visitas libres, cuando yo quiera.
- ¿Dónde está la cámara escondida? ¿Esta es la venganza por haberte hecho ver como la persona más crédula de la escuela?
- No estoy bromeando, Puckett. Sólo tienes que decirme si aceptas o no.

Sam se le quedó mirando fijo intentando descubrir algún gesto, algún además que le indicara que todo lo que él le dijo era una broma de pésimo gusto. Pero su rostro serio era imperturbable.
Estaba muy cambiado a como ella lo recordaba… odiaba el aire de distinción del que era poseedor ahora.
Él no se intimidó ante su mirada pero Sam pudo percatarse de que él estaba comenzando a impacientarse.
Benson había llegado en un momento tan extraño de su vida. Todo estaba fuera de su control en ese mismo momento. Le avergonzaba estar sopesando la idea e inclinarse por el "si" pero él tenía razón en que no tenía nada que perder.
No quería sonar desesperada pero claramente necesitaba ayuda y él también.
Nadie saldría lastimado…
Él estaba hablando en serio.
Lo supo en cuanto vio sus ojos que la escrutaban en ese mismo instante.

- Entonces, Samantha Puckett… ¿Aceptas este matrimonio de conveniencia?
- Acepto. Pero desde ahora soy Samantha Benson. Un gusto.
- El gusto es todo mío, señora Benson.

Sellaron su acuerdo con un apretón de manos y una sonrisa mutua y luego él se marchó.
En cuanto él se fue Sam se tiró al sofá con fuerza, aún choqueada por lo que acababa de pasar y en su mente sólo rondaba la frase "¿En qué diablos me he metido?"


Mientras él aún dormía, después de la agitada noche, Sam lo observaba y lucia tan pacifico… su respiración era tranquilizante casi como un compás.

Había sido increíble, pero estaba segura que ahora todo se había arruinado.
Habían transgredido una de las reglas y no sabía bien que sentir al respecto.

Cuando notó que él comenzó a despertar ella fingió estar dormida, sin entender por qué. No obstante cuando sintió sus labios en la frente y a su propio corazón alterarse ante esa simple muestra de aprecio, comprendió que estaba en lo cierto, las cosas se habían tergiversado y no sabía que tan malo podía ser eso y mucho menos que tan preparada estaba para que las cosas tomaran otro rumbo.


Hola.
Espero que estén bien.
Este UA es algo extraño, lo sé. Ojalá les agrade.
El reto de este fic es relatarlo en narrador omnisciente... decidí que no me la ganaría.
Su opinión es importante si piden mi retiro no me quedará más que hacer caso jajaja
Bueno, eso... cualquier duda o consulta... ya saben
Gracias...