:::Este fanfic constará de dos partes,espero que esta nueva historia sea de su agrado n.n:::

CAPÍTULO UNO

Por curiosidad decidió posar su vista al cielo, ya que este no lucia normal como cada medio día, la diferencia era que se vía un aura blanca rodeando una nave de un tamaño colosal, su curiosidad aumento más al ver la nave aterrizar en el patio del jardín de su casa.
Se acercó a la nave, sin medir el peligro que podía ocurrir, ya que era primera vez que veía una nave aterrizar en el jardín de su casa. Se colocó a un metro de distancia. La puerta de la nave comenzó a abrirse, haciendo salir a dos figura de tamaño diferentes, vio a un para ella. El cabello del sujeto no pasó desapercibido para la niña, el "hombre" tenía un cabello en forma de flama, el símbolo en su pecho era también interesante. Detrás de él, apareció un infante, eran casi idénticos, con las diferencias que el llevaba un cerquillo sobre su frente, su cabello era un tono más oscuro que el marrón rojizo del otro sujeto y su tono de piel era más claro que de su acompañante.
Lo que más le llamó la atención fue lo rodeaba sus caderas, eran colas, ellos no eran humanos, tenían una mirada fría, pero su aspecto era como un humano. Llegó a la conclusión que era extraterrestres.
Los "extraterrestres" la vieron por unos segundos, extrañándose por el aspecto físico de la niña, vieron una persona acercarse a ellos, sabían quién era.

- buenos tardes, rey Vegeta, príncipe Vegeta-espetó el hombre maduro, sosteniendo con ambas manos lo hombros de su hija-ella es mi hija Bulma.

- Hola-espetó la niña, con una sonrisa, los sujetos solo la miraron con su mismo rostro, sí que eran serios.

- buenos días-dijo el rey, su hijo no dijo nada y dismuladente observaba a la niña, le parecía extraña, nunca en sus diez años de vida había visto un ser de cabello azul y ojos del mismo color, la piel también le sorprendió, nunca vio una tez tan pálida como la de ella. Aspectos que no eran desagradables para él, podía ver el rostro de la niña una mirada angelical, muy inusual en su planeta.

- Bueno, rey Vegeta, pase a mi oficina para platicar-miró al príncipe-príncipe Vegeta, si gusta puede dar un paseo por los alrededores.
El rey asintió con la cabeza y se fue con el Doctor Briefs al dicho lugar.
El príncipe no quiso seguir a su padre, optó por hacer caso al hombre e ir a conocer los alrededores.
Su padre le había contado sobre la raza Sayayín,seres despiadados, amantes del terror, salvaje sin sentimientos y una que otras cosas de más que los hacían ver seres inmundos.
Supo que eran sayajín en cuanto su padre dijo "rey Vegeta" y posteriormente "príncipe Vegeta", ya le habían hablado de ellos, cosas no tan lidas. Quiso acercarse al niño pero este ya se había esfumado. Le dio curiosidad saber de qué hablaban su padre y el rey, fue al despacho, apegó lo más que pudo su oído a la puerta y pozo sus manitas a la puerta.
- si no quieres morir junto a tu planeta, tendrás que hacerlo-fue lo primero que escuchó, eso le causo temor.
- Lo entiendo rey Vegeta,pero comprenda que necesito realizar algunos proyectos fuera de la capital ,le prometo que cuando termine, estaré a su disposición-decía el hombre con un semblante de alegría, tratando de hacer el ambiente menos tenso.
- denegado, sus problemas personales no son asunto mío-espeto con una mirada de indiferencia, esas palabras hicieron temblar a la niña.
- no puedo hacer eso...Déjeme ver si puedo arreglar mi agenda, por favor-su comentario hiso resaltar una faz agobiada por parte del rey.
- Te doy una hora.
- muchas gracias, permítame llevarlo a la sala principal para que guste de nuestras comidas.
El rey asintió con la cabeza, ambos hombres se acercaban para retirarse del lugar, Bulma salió corriendo del lugar antes que la pillaran.
Corrió en dirección al patio en donde se encontraban los animales, disminuyó su paso, ahora caminaba y miraba el suelo pensativa. La vida de la tierra dependía de la decisión que daría su padre. Sabía que los asuntos que tenía su progenitor eran difíciles de cancelar, pero... ¿qué podía hacer si la Tierra estaba en juego?, estaba demasiada complicada la situación, lo peor es que no había una mente brillante que remplazara a la de su padre, un momento...Ella era inteligente, tal vez a la medida de su padre, él le había comentado en reiteradas ocasiones que poseía más inteligencia que él, pero podía hacer sido palabras de aliento, tendría que arriesgarse.
Se dio media vuelta para ir en donde su padre y comentarle sobre su idea, en eso chocó con la adolescente de cabello dorado.

- Ahí estabas Bulma, será mejor que nos vallamos a casa, me dijeron que el príncipe está rodeando esta jardín-dijo su hermana, con un semblante de preocupación.

- ¿qué hay de malo que me encuentre con el príncipe?-pregunto interesada

.
- ¿qué no mi padre te conto de los sayajín?, se matan por cualquier cosa que les disguste y conociéndote, mejor no hay que arriesgarnos.

- tonterías, recuerdo que llevo esto-saco de su bolsillo una cápsula, la apretó y en ella salió una pistola.

- Eso no bastará para acabar con él.

- por supuesto que sí, la hice yo misma.

La rubia le iba a responder, pero en eso ambas vieron a una rana caer cerca de ella, a juzgar por el la sangre que brotaba por el holló del pecho de ella, era evidente que estaba muerta, era como si un rayo la hubiera atravesado. Unos sonidos alarmaron a las hermanas,Bulma se dirigió a ellos.

- ¡espera Bulma!- fue en vano gastar su saliva al impedir que no fuera, la niña ya se encontraba a pocos pasos del niño.

- ¡basta!-espetó la niña, tratando que sus lágrimas de coraje no salieran a flote, estaba muy molesta al ver el gran charco de sangre proveniente de sapos y ranas. Él niño por su parte volteo molesto al escuchar el grito que hiso doler sus tímpanos. La vio parada, con una mira de furia, de alguna forma le gustaba y su aroma, algo delicioso de oler, la miro con su típica mirada penetrante, en eso un sapo se colocó en su hombro, con la palma de su mano saco una luz y la posó en ella, provocándole la muerte.

-¡basta!-espetó de nuevo, que ahora se encontraba más cerca de él.

- Bulma basta-dijo su hermana, poniéndose a su altura y tratando de tranquilizar a su hermana moviendo sus manos en el hombro de ella.

Él niño por cuestión de molestarla continuó con su matanza, estaba tan concentrado en ello que no se dio cuenta que la niña cada vez se acercaba más al igual que su hermana, hasta que quedaron mirándose fijamente, ahora Bulma llevaba su arma en amenaza de muerte.

- para de una vez o si no...

- ¿o si no qué?- la miró desafiante, provocando que la niña se alejara unos centímetros, pusiera un posición de pelea, levantó un poco su pistola, apuntando la al príncipe.

-¡Bulma no!-nuevamente gastó saliva, la niña ya había apretado el gatillo, haciendo desprender de la pístola un rayo de energía, un rayo que fue esquivado con facilidad por el niño.
El niño la miro con furia, nadie se atrevía a atacar al príncipe sin ver la muerte, sacó de su mano una bola de energía, dispuesto a matarla.

-¡principe Vegeta!-dijo el hombre calvo, poniéndose delante de las hermanas, en posición de defensa, haciendo que el niño desapareciera la luz de energía de su mano.

-¿qué quieres Nappa?-espetó con cólera.

- No puede asesinar a las princesas sin la disposición del rey.

- ¡esta mocosa me faltó el respeto, merece la muerte!-espetó señalándole con su dedo a Bulma.

- Usted sabe el protocolo por el cual no puede asesinar a nadie hasta que su padre de la orden, por cierto, están esperándolo para que guste de la comida.

- maldita sea- se fue mirando a Bulma con desprecio, seguido del hombre calvo.

Bulma no dijo nada, cuando vio a los sujetos desvanecerse del lugar, corrió a la oficina de su padre, dejando a su hermana en estado de shock, era entendible, la pobre había estado a punto de ir al otro mundo.
Entró sin previo aviso al despacho, su padre la miró con extrañeza.

-¿qué deseas linda?

- ¿arreglaste tu agenda?
- Bulma... ¿escuchaste mi plática con el rey?

- sí, pero eso es lo menos importante ahora, papá, responde mi pregunta.

- no-miro su reloj de muñeca-me quedan 25 minutos-la miró con una sonrisa.

- tengo la solución.

- ¿cuál linda?

- tomaré tu lugar-la mirada decidida de la niña provocó la sonrisa de su padre desvanecerse.