Ojos Grises (Black) (1/16)
Parejas Sirius/Oliver
Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de J.K. Rowling y la Warner BROS. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.
Esta historia se desarrolla en el mismo universo alterno de Ojos Grises (Harry/Lucius) y Ojos Grises Dragón (Draco/Severus) así que las relaciones familiares y amorosas que he manejado en esas dos historias siguen igual.
Esta historia es un pequeño gusto que quise darme y también porque le debo una disculpa a esa preciosidad de hombre que es Sirius Black… lo hice quedar muy mal en Volcán (pobrecito, snif, snif)
Ya sin más preámbulo les dejo la tercera parte de Ojos Grises¡¡¡Que la disfruten!
OJOS GRISES (BLACK)
Capítulo I. La puerta falsa
Abrió la ventanilla del auto para que el aire frío de la noche le diera en el rostro y lo ayudara a permanecer despierto… al menos hasta que llegara a su casa. Parpadeó varias veces esperando con eso despejar el sueño que invadía sus ojos cada vez más seguido. Se detuvo un segundo en un cruce para mirar el nombre de la calle por la que iba, pero éste le resultó totalmente desconocido. Suspiró con irritación al comprender que había dado una vuelta equivocada en algún lugar y que estaba extraviado. Miró a su alrededor y comprendió que ése no era el mejor sitio para estar solo a las cuatro de la madrugada. La calle estaba mal iluminada, pero le dejaba ver que estaba en uno de los barrios pobres de la ciudad y que sería presa fácil de algún malhechor que acertara a pasar por ahí.
Estuvo tentado en volver a cerrar la ventanilla, pero un gran bostezo lo hizo desistir… necesitaba estar lo más despierto posible para poder salir de ahí y si subía el cristal el sueño lo vencería. Pisó el acelerador decidiendo seguir por esa calle para ver si tenía suerte y ésta lo conducía hacia algún lugar conocido. Había avanzado escasamente dos cuadras cuando algo llamó su atención y se detuvo impactado. Vio como un joven se arrojaba del segundo piso de un edificio y cerró los ojos momentáneamente cuando escuchó como el cuerpo chocaba contra el pavimento. Hasta sus oídos llegó el inconfundible sonido de huesos quebrándose y se apeó con rapidez para ofrecer su ayuda al muchacho que estaba tendido sobre la acera.
Con el corazón latiéndole apresuradamente se inclinó sobre él y dio gracias al cielo porque aún estaba con vida al localizar su apresurado pulso en el cuello. Paseó la vista por el inmóvil cuerpo buscando el lugar donde se había quebrado el hueso y pronto lo localizó. Tocó con sumo cuidado el brazo izquierdo del muchacho, que no debía tener más de 27 años, y éste se quejó audiblemente. Sirius desgarró con destreza la delgada camisa y se dio cuenta de que tenía doble fractura expuesta. ¡Necesitaba trasladarlo a un hospital lo más pronto posible!
Trató de incorporarse, pero no pudo hacerlo porque sorpresivamente fue derribado por el joven con tan inusitada fuerza que cayó de rodillas a un metro de distancia. Sirius se recuperó de inmediato y se arrojó sobre él para evitar que se levantara y empeorara su herida. El muchacho aún luchó un poco más antes de rendirse y dejarse caer sobre el piso.
-No vuelvas a tratar de moverte –lo regañó Sirius con delicadeza–. Lo único que vas a lograr es lastimarte aún más.
-D-déjame, d-déjame –su voz era baja y titubeante, pero se le entendió cada palabra.
-Voy a ayudarte, chico –le acarició el abundante cabello castaño y se estremeció al sentir su extrema suavidad, pero también porque sintió como un escalofrío corría por su espina dorsal ante esa sedosidad–. Te rompiste un brazo y necesito llevarte a un hospital –extrajo su teléfono celular de su saco sin querer ahondar en esa extraña sensación que aún corría por su espalda.
-D-déjame –volvió a repetir en un murmullo el muchacho.
-No pienso dejarte aquí –marcó con rapidez un número–. Una ambulancia estará aquí en pocos minutos y tú estarás… –dejó de hablar cuando se dio cuenta de que el joven se había desmayado.
Sirius obtuvo la unidad más rápido de lo que había pensado y en menos de 10 minutos, ya el muchacho era trasladado al hospital donde trabajaba. Algunos vecinos habían asomado sus cabezas cuando escucharon la sirena de la ambulancia, pero nadie salió del edificio que estaba a sus espaldas. Sirius se subió a su auto y se fue detrás ella.
'James va a matarme, lo sé' –se decía mientras llamaba a la casa de su amigo–. 'Pero ese brazo está completamente deshecho y necesito la ayuda de Lily'
Sirius ya estaba en el quirófano trabajando sobre el brazo destrozado cuando Lily entró vestida correctamente para ayudarlo en la operación. La mujer había acudido a la llamada de su amigo lo más rápido que pudo.
-¿En qué vas? –le preguntó la pelirroja mientras examinaba las radiografías que estaban expuestas en una pared del quirófano.
-En el húmero, pero ya casi termino –le contestó Sirius sin mirarla.
-¿Sabes con qué lo golpearon? –la pregunta sorprendió al hombre.
-No lo golpearon –la miró brevemente antes de volver a su labor–. Saltó de un segundo piso.
-¿En serio? –había duda en su voz.
-En serio –soltó una risita muy triste–. Yo ví cuando lo hizo.
-Pues esto de aquí parece un golpe hecho con algo filoso y no por haberse golpeado contra el pavimento –seguía mirando las radiografías con sumo interés.
-¿Dónde? –Sirius se separó de la mesa de operaciones y una de las enfermeras que lo estaban auxiliando aprovechó para limpiar la sangre que salía de la herida.
-Aquí –señaló la radiografía que exponía el cúbito y el radio–. ¿Lo ves? Esta fractura es diferente a la que está aquí. El hueso está partido de diferente manera.
-Cayó de muy alto –comenzaba a dudar–. Tal vez se golpeó con algo que estaba en la acera. En realidad no miré alrededor.
-Tal vez –Lily se encogió de hombros después de un momento–. Aunque en realidad eso ya no importa. La reconstrucción no va a ser fácil de todas maneras –ambos caminaron a la mesa de operaciones y Lily miró un segundo el rostro del sedado joven antes de centrar su atención en el brazo herido–. Necesitaremos algunos tornillos para poder sostener todos los huesos en su lugar hasta que solden.
Y ya sin hablar demasiado, se enfrascaron en la labor de reconstruir el brazo del desconocido muchacho. A Sirius se le olvidó por completo que llevaba dos días sin dormir y trabajó con mucho cuidado para no cometer ningún error.
-¡No puede ser cierto! –dijo Ludo Bagman impactado y se dejó caer en una silla.
El hombre era el dueño de un prestigioso equipo de fútbol soccer y en ese momento estaba hablando en su despacho con su esposa Rolanda, cuyo apellido de soltera era Hooch.
-Pues es cierto –lo contradijo Rolanda y se sentó en una silla cercana a su esposo–. Oliver trató de suicidarse.
-¡Pero por qué¿¡Por qué? –la miró angustiado.
-¡No lo sé, Ludo! –alzó las manos llena de impotencia–. Pero necesitamos conseguirle ayuda psicológica lo más pronto posible. No quiero ni siquiera pensar que quiera intentarlo de nuevo.
-Sí, sí… por supuesto –aceptó de inmediato–. Le conseguiré al mejor psicólogo de la ciudad, pero… ¿por qué hizo eso? –volvió a interrogar y la mujer sólo pudo encogerse de hombros–. Acaba de firmar por 5 temporadas con el equipo y va a ganar una millonada con eso. Es joven, guapo y talentoso. ¡Caray¡Tiene todo lo que un joven de su edad pudiera desear!
-Pues parece que eso no fue suficiente para él –declaró con tristeza y sus ojos se llenaron de lágrimas–. Es el mejor muchacho que hemos tenido nunca y no sólo me refiero a sus aptitudes físicas. Es dulce y tierno… se lleva de maravilla con todo el mundo –se secó con rapidez una rebelde lágrima que había logrado escapar–. Nunca pensé que se sintiera… infeliz.
-Ni yo tampoco –aceptó también triste.
-Hablé con uno de los médicos que lo operó y está muy optimista –Ludo dio un suspiro de alivio–. Me dijo que aunque casi se había deshecho el brazo izquierdo, esperaba que su recuperación fuera completa.
-¡Cuánto me alegro! –exclamó con sinceridad–. ¡Quiero que le den la mejor atención posible, Rolanda¡Sólo lo mejor de lo mejor!
-Pues de hecho ya la obtuvo –le contestó ella con una sonrisa–. El hospital donde está internado es de excelencia y además la Dra. Lily Potter fue uno de los médicos que lo operó. Realmente no se puede pedir nada mejor.
-¿Se supone que la conozca? –preguntó con algo de angustia pues le gustaba presumir que conocía a todas las personas importantes de Londres.
-No necesariamente –rió divertida ante su actitud–. Pero para tu fortuna yo sí la conozco y puedo asegurarte que es la mejor cirujana del país.
-¡Pues qué bien! –exclamó muy alegre.
-Espero que sigas igual de contento cuando nos llegue la factura –se levantó para marcharse–. Ese hospital es carísimo y la doctora cobra una millonada por sus servicios.
-Lo pagaremos con el seguro de Oliver –le contestó sonriente.
-¡Ay, Ludo! –hizo un gesto de desagrado–. Nunca dejarás de ser un avaro.
-Ya sabes como soy –sonrió y le guiñó un ojo a su mujer, la cual salió enfadada de la habitación, pero una vez que estuvo solo volvió a ponerse serio–. 'Ahora debo conseguir al psicólogo' –y tomó el teléfono–. '¡Ay, Oliver¿Por qué lo hiciste¿Por qué?' –se siguió preguntando mientras realizaba algunas llamadas.
Sirius estaba en el cuarto privado de Oliver y se dijo que nunca se cansaría de contemplarlo y admirarlo. Suspiró profundamente cuando enterró una de sus manos en el suave cabello castaño para acariciarlo con devoción y cerrando los ojos se perdió en la ya tan conocida sensación que le producía su contacto. Sonrió con melancolía al recordar lo mucho que se había reído de Lucius, Severus y Víktor cuando le contaron que se habían enamorado perdidamente de sus respectivas parejas desde el mismo instante en que los vieron. Él no creía en el amor a primera vista y trató de convencerlos de que la convivencia diaria había sido la causa de que se enamoraran de sus chicos, pero sus amigos lo negaron con fervor. Lucius aceptaba que lo primero que sintió por Harry fue deseo pues era el muchacho más hermoso que jamás había visto, pero le aseguró que perdió el corazón en el siguiente segundo cuando su mirada quedó capturada en sus profundidades verdes. Severus, por su parte, le dijo que jamás olvidaría como los rayos del sol habían quedado atrapados en la rubia cabellera de Draco… como la respiración se le había ido cuando contempló su rostro angelical y que aunque durante meses negó que lo amaba con locura, al final tuvo que aceptar que se había enamorado del joven rubio desde que su mirada se posó sobre él. Víktor le confesó que se le habían ido los ojos por Cedric y su forma de caminar, pero que definitivamente le entregó el corazón al verse reflejado en sus traviesos e inteligentes ojos cafés cuando se atrevió a acercársele.
Sirius no creía en el amor a primera vista porque jamás lo había experimentado, pero ahora, en ese preciso momento en que sentía como su corazón latía desbocado por el simple hecho de acariciar ese suave cabello, no tuvo más remedio que aceptar que ese tipo de amor sí existía y le había llegado el turno de sentirlo pues estaba perdidamente enamorado de Oliver Wood. No podía explicar, ni siquiera a si mismo, cómo había sucedido. El joven que en ese momento acariciaba no le había robado el aliento con su rostro como había hecho Draco con Severus, porque aunque era muy atractivo, su belleza no era impactante como la del rubio. Tampoco lo había cautivado con una mirada como lo había hecho Harry con Lucius con sus increíbles ojos verdes porque hasta ese momento el joven no había abierto los ojos. Y mucho menos de la manera en que Cedric conquistó a Víktor… no vería su forma de caminar en por lo menos una semana. Realmente no sabía porque lo amaba, pero así era… lo amaba con todas las fibras de su ser.
Suspiró nuevamente, pero ahora con dolor, al saber que su amor estaba condenado. Desde el momento en que supo el nombre de su amado, se puso a investigar sobre su vida y cada dato que encontraba lo hundía más en la desdicha. No sólo era muchos años más grande que él, sino que sus mundos eran totalmente diferentes. Oliver era el deportista mejor pagado del momento y tenía un futuro lleno de triunfos, chicas y dinero por montones. ¿Qué oportunidad tenía él? Ninguna en verdad, se contestó sumamente triste y más al recordar que el muchacho era completamente heterosexual. Ahogó un sollozo al imaginarse el horror y asco que le daría a Oliver si se atreviera a confesarle su amor. Con el corazón sangrante por estar conciente de que jamás podría besar sus labios y mucho menos aspirar a compartir su intimidad, retiró la mano de su cabello. Supo que no podría seguir viéndolo como su paciente y decidió alejarse definitivamente de su lado. Le pasaría su expediente a Lily para que siguiera atendiéndolo mientras que él trataba de olvidarlo. Fue hasta la puerta y miró por última vez al joven que no sólo le había robado el corazón, sino también el alma.
-Adiós, amor mío –dijo Sirius con la voz quebrada por el llanto contenido y abandonó la habitación.
A partir de ese momento, Sirius ya no vivió… simplemente se dedicó a sobrevivir y se consagró con tal desenfreno a su trabajo que llamó la atención de Lily. Aunque ella sabía lo dedicado que era Sirius, no lograba comprender el por qué su amigo se enclaustró en el hospital y trabajaba sin parar apenas dándose tiempo de descansar. Llegó a tal extremo su preocupación por él que habló con su esposo para que le preguntara a Sirius qué era lo que le pasaba, pero James no logró averiguar nada. Sirius simplemente le había sonreído y le dijo que no se preocupara… no se atrevió a confesarle su amor imposible y siguió con su frenético ritmo de trabajo durmiendo escasamente cuatro horas al día hasta que una tarde, tres semanas después de que Oliver abandonara el hospital, una llamada de Hermione hizo que la sangre corriera de nuevo por sus venas.
Oliver miraba el techo con desasosiego mientras trataba de hacer oídos sordos a la reprimenda del hombre y al llanto de la mujer.
-Ludo… –llamó al hombre cuando no pudo soportar más sus regaños–. Ludo… ¡LUDO! –le gritó ya sin pizca de paciencia–. ¡Escucha mi versión, por Dios!
-¡Cómo puede haber dos versiones, por todos los cielos? –el hombre manoteó en el aire–. ¡Todo el mundo te vio con las tijeras en la mano!
-¡Sí¡Las tenía en la mano, pero no era para cortarme las venas! –se dejó caer sobre las suaves almohadas–. ¡Te prometí que no volvería a intentar quitarme la vida y pienso cumplirlo¿¡Por qué diablos no me crees?
-Porque hay algunas cosas que no pueden controlarse, Oliver –la que le contestó fue Rolanda toda llorosa–. Y el deseo de m-mo… m-morir… es…. es…–no pudo seguir hablando.
-Está bien, está bien… lo acepto –Oliver suspiró derrotado–. Pensaba cortarme las venas y… –sus ojos se iluminaron repentinamente–. … y la verdad no creo que aquí puedan evitar que me suicide –vio con satisfacción como la alarma se dibujaba en el rostro de la pareja–. Eso de dejar olvidadas las tijeras en mi habitación fue un error muy grave¿no lo creen? –se sentó en la cama donde estaba recostado–. ¿Por qué no buscan otro lugar donde realmente me vigilen como es debido? –los miró esperanzado.
-De hecho ya lo tengo –le contestó Ludo de inmediato–. Era mi primera opción, pero…
-¿Pero? –Oliver lo animó a seguir hablando.
-No… nada –se puso un poco rojo ante la mirada indignada de su esposa–. Arreglaré tu traslado para allá lo más…
-Para mañana –dijo Oliver interrumpiéndolo–. Si mañana en la mañana no estoy en ese sitio, te juro que me encontrarás colgado de una viga por la tarde.
-¡Oliver! –la mujer lo miró asustada.
-Necesito una ayuda real, Rolanda –la miró suplicante–. No la pantomima que ofrece esta clínica. Te ruego que me creas cuando te digo que he tenido una y mil oportunidades para matarme. Me crees¿verdad?
-Te creo, hijo –lo abrazó antes de mirar con puñales en los ojos a Ludo que miró al piso avergonzado–. Mañana estarás en otro lugar, te lo prometo.
-Gracias –le dijo con sinceridad.
Se despidió de ellos bastante alegre, pero una vez que estuvo solo se hundió en las sábanas hasta la barbilla y miró hacia la pequeña ventana que tenía su cuarto y no despegó la vista de ahí hasta que amaneció.
-Voy a matarte y lo sabes¿verdad, Ludo? –le dijo Rolanda a su esposo en escalofriante voz baja una vez que estuvieron fuera de la clínica de rehabilitación.
-Fue una mala decisión, lo sé –aceptó el hombre bajando la cabeza–. Pero la otra clínica cobraba demasiado y…
-¡Y qué diablos te importa eso a ti? –se aguantó las ganas de golpearlo–. ¡Todo esto lo está pagando el seguro, no la institución!
-Es que me dijeron que esta clínica era muy buena y…
-¡Tan buena que dejaron olvidadas unas enormes tijeras en la habitación de un suicida! –pateó el suelo con un pie llena de frustración–. ¡Oliver ha estado aquí por espacio de tres semanas y aún sigue pensando en matarse¡No lo ayudaron en lo absoluto!
-¿Pero es que no viste lo que costó el hospital? –trataba por todos los medios de justificarse–. ¡Cobraron un dineral!
-Te dije que ese hospital y Lily Potter es lo mejor que hay en Londres. ¡Por supuesto que iba a salir caro! –respiró profundamente varias veces para tranquilizarse–. Dame el nombre de la otra clínica –estiró la mano–. Yo me encargaré personalmente del traslado de Oliver.
Con actitud derrotada, Ludo sacó una pequeña tarjeta de su cartera y se la pasó a su mujer. Rolanda se la arrebató y ya sin dirigirle la palabra se subió al auto en el que habían llegado. Mientras conducía, Ludo la escuchó hablar por teléfono con Hermione Weasley y suspiró con congoja al recordar que ese nombre fue el primero que le mencionaron cuando preguntó por el mejor psicólogo de la ciudad.
-La Dra. Weasley nos espera en dos horas en su consultorio para que la pongamos en antecedentes y dijo que no había ningún inconveniente en que Oliver ingrese mañana mismo a su clínica –Rolanda vio todavía más enfadada a su esposo–. ¡Acaso era tan difícil hacer esto?
La señora le retiró la palabra a su esposo el resto del día y fue sólo hasta en la noche que sucumbió ante sus ruegos de perdón e hicieron las paces.
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Patty, Ailuj, Narcissa… espero que les haya gustado el comienzo de la historia… nos seguimos viendo por acá… un beso enorme para las tres… MUAKKKKK
