Disclaimer: Los personajes son propiedad de Tolkien – Sólo poseo la historia

*Pareja: Mahtan/Fëanáro Curufinwë

*Arco: Pre-Oscurecimiento de Valinor

*AU: Almas Gemelas

*Otros Personajes (mencionados): Maitimo Nelyafinwë (Maedhros Russandol), Tyelkormo Turcafinwë (Celegorm), Carnistir Morifinwë (Caranthir), Atarinke Curufinwë (Curufin), Finwë Ñoldóran, Arafinwë (Finarfin), Irimë (Lalwen), Indis, Huan, Aulë & los Cazadores de Oromë


Mahtan no podía dormir.

Había hecho hasta lo imposible por conciliar el sueño; pero, tras tantos intentos fallidos, era hora de admitir la derrota: Nadie en su casa descansaría plenamente mientras Fëanáro estuviese tan feliz.

Afortunadamente, la falta de hogares colindantes les ahorraban las de otro modo inevitables visitas de vecinos irritados; y los niños, a varios pasillos de distancia, al menos tendrían la facilidad de no yacer directamente al lado de una fuente de calor tan o más potente que aquellas que podían hallarse en las forjas de Aulë.

Lidiar con los temperamentos de Tyelkormo y Carnistir era ya lo bastante cansado en un buen día, nadie necesitaba verlos privados de sueño por razones ajenas a su libre albedrío.

Mucho menos a escasas horas de partir en otro de sus viajes desde su humilde – para los estándares de la Alta Corte Noldor – morada a las afueras de Tirion hacia el corazón de la Capital Noldor para su religiosamente programada visita mensual a Finwë.

De por sí, aquella ya era una noche excesivamente cálida.

La más bochornosa y húmeda en lo que iba del verano.

Mahtan, Fëanáro y Curufinwë se habían pasado buena parte del día en las forjas del segundo, dándole vida a otro de los ambiciosos proyectos del Espíritu de Fuego. El resto del tiempo – en el caso de los padres – fue repartido entre empacar sus pertenencias e impartir sus instrucciones respecto al cuidado de su hogar durante su ausencia de una semana en sus respectivas manos derechas, y hacer sus mejores esfuerzos por multiplicarse en siete de forma que pudiesen dedicarles al menos unos minutos de atención personal a cada uno de sus hijos fuera de las comidas.

A esas alturas, Mahtan solo quería descansar.

Pero el entusiasmo de Fëanáro ante la perspectiva de presentarles a su padre y a su gente su más reciente creación NO estaba ayudando.

Había sido así desde que su esposo era un recién nacido: El mismo Finwë le explicó a Mahtan que el ya de por sí anómalamente ardiente Fëa de su primogénito, mismo que extinguió a la sublime Míriel, resplandecía aún más brillante cuando este experimentaba emociones fuertes.

Fuese ira o gozo, la verdad no importaba.

Fëanáro nunca había sido capaz de dominar los sutiles subterfugios y elegantes hipocresías que comprendían la vida cotidiana en la Corte de su padre.

Nunca había querido aprender.

Con todos sus defectos, no se podía negar que el Príncipe Heredero de los Noldor vivía su vida rigiéndose por una transparencia de pensamiento que más bien asemejaba la candorosa honestidad de un niño pequeño.

Ni siquiera para un extraño era difícil deducir el estado de ánimo de Fëanáro.

Para Mahtan, desde que se conociesen siglos atrás como dos estudiantes en las Forjas de Aulë, el afamado Espíritu de Fuego siempre había sido un libro abierto.

—Fëanáro, mi cielo, sabes que normalmente no te pediría esto – o al menos lo haría con más delicadeza –, pero… ¿Podrías dejar de estar tan feliz? ¿Ahora mismo, de preferencia?

El pelinegro reclinó su mentón bajo una mano, sonriendo cómplice—¿Qué deje de estar feliz? ¿Por qué mi amado me desearía tal suerte?

Muy a su pesar, Mahtan no pudo evitar sonreír brevemente ante el tono juguetón del menor—Sabes perfectamente por qué, 'Náro: En invierno esta peculiaridad tuya es de hecho bienvenida, pero en noches como esta es imposible yacer a tu lado sin arriesgar quemaduras de tercer grado.

La digna y madura respuesta del Príncipe fue bufar y rodar en la cama de forma que terminó sobre el pelirrojo, enrollándose alrededor suyo con todas sus extremidades en un sofocante abrazo que más bien asemejaba el modus operandi de un pulpo particularmente obstinado.

—¡No puedo simplemente apagar mi felicidad como si de una vela se tratase, Mahtan!—Rio divertido Fëanáro, sus ojos grises resplandeciendo bajo el brillo plateado de Telperion.

—Si vertiese agua helada encima de ti se evaporaría antes de rozar tu piel—Murmuró a modo de regaño el mayor, removiéndose ligeramente en los confines de su cálida prisión antes de darse por vencido.

Como Finwë le advirtió hace ya tantos siglos…

Lo que Fëanáro quiere, Fëanáro lo consigue

En ese entonces, Mahtan estaba más que listo y dispuesto a desestimar tal noción como efecto de la nada oculta especial predilección que el Alto Rey Noldor manifestaba hacia su hijo mayor.

Un año después, de pie frente al mismo Alto Rey mientras este bendecía públicamente la – escandalosa y nada adecuada – unión entre su adorado heredero y un simple artesano sin una gota de sangre real, Mahtan era un creyente más que devoto en aquella simple ley de la vida.

—¡Pero qué crueldad!—Negó falsamente ofendido el pelinegro, sofocando sus risas en el cuello de su Alma Gemela—¿Cómo puedes pedirme que destierre mi alegría? ¿Mi orgullo ante un buen trabajo? ¡Tú mismo declaraste mis Palantíri los "más prodigiosos inventos Noldor de esta Edad"! ¡Hace menos de seis horas!

—'Naro…—Suspiró agotado el mayor—Todos sabemos que cada nueva invención tuya destrona a la anterior y que tus habilidades como artesano son incomparables: El mismísimo Manwë te confirmó "el más grande de los Noldor" – ¿Es que tantos y tales honores apilados los unos sobre los otros no te permiten hallar la más mínima paz bajo la cual conciliar el sueño antes de comparecer ante tu padre en cuestión de horas? Sabes que los niños sienten cuando estás ansioso…

—Y Eru nos salve si malinterpretan el origen de mis inquietudes…de nuevo—Un escalofrío simultaneo recorrió las espaldas de ambos Eldar al recordar cierto incidente diplomático que nunca sería narrado a profundidad – de nuevo – tras la recolección de la última "gracia" de caballo del salón de té privado de Irimë—Aún no termino de procesar el que Tyelko convenciese a los Cazadores de Oromë de realizar tan…generosos…donativos a su causa – O el que Nelyo los librara de toda reprimenda en apenas un par de frases y sosteniendo una cubeta llena hasta los bordes de…ejem

—Son tus hijos, Fëanáro, ¿Esperabas algo menos?—Mahtan se las arregló para liberar un brazo de su cruenta prisión y posó un dedo en la perfecta nariz de su esposo, enfatizando visualmente sus palabras.

Los ojos de Fëanáro se entrecerraron cómicamente en un intento por seguir la trayectoria del contacto, casi como los de un gato.

Eran momentos como esos, de indescriptible paz doméstica, los que le recordaban a Mahtan por qué, hace ya tantos siglos, se había volteado a ver al primer aspirante a aprendiz de artesano de sangre real en pisar las Forjas de Aulë.

Por qué, una vez lo vio, no pudo dejar de mirarlo.

Ni los títulos, ni la fortuna, ni el poder habían tenido nada que ver en su decisión de cortejar a Fëanáro.

De hecho, todas esas cosas no hicieron más que detenerlo de acercarse en un nivel más que el estrictamente platónico al Alto Príncipe Noldor.

Momentáneamente distanciados o no, el desbordante amor que Finwë le profesaba a Fëanáro dificultaría el que lo entregue en matrimonio incluso si Inwë en persona acudía a Tirion en busca de una alianza permanente en los Noldor y los Vanyar a través de sus respectivos Herederos.

¿Qué posibilidades tenía ante semejante panorama un – mucho mayor – artesano, sin familia o tierras, cuyo mayor logro se resumía en ser llamado "Amigo de Aulë"?

Cualquier otro se hubiese dado por vencido antes de intentar hacerse siquiera con la atención del Espíritu de Fuego.

Pero – para el horror de Indis, la eterna exasperación de Finwë, el deleite del circuito de chismes de Tirion, y afortunadamente para cierto idiota enamorado llamado Mahtan –, incluso antes de conocerse, Fëanáro siempre se había negado a inclinarse ante las convenciones sociales…

Lo que Fëanáro quiere, Fëanáro lo consigue

—Piensas demasiado…—La voz de su esposo trajo de vuelta a Mahtan desde sus recuerdos—¿No me dirás que las predicciones de Arafinwë finalmente se cumplieron y me las arreglé para derretir tu cerebro sin darme cuenta…? ¿Mahtan…? ¿Mi amor…?

El pelirrojo aprovechó la creciente distracción del menor para devolverle su bromita y, en un sorpresivamente veloz movimiento, capturó la pálida mano que intentaba tomar su temperatura—Cinco horas, Fëanáro—Recalcó el mayor, proyectando una severidad que ambos sabían no sentía ni por asomo—Cinco horas de sueño que nos quedan antes de partir hacia Tirion—Mahtan depositó un beso en la engañosamente suave palma de la mano que mantenía cautiva—Cinco horas que puedes concederme sin intentar destronar a Laurelin…

—¿O…?

—O Tyelko sabrá quién olvidó a Huan aquella vez en Alqüalonde.

Fëanáro hizo puchero, pero finalmente liberó al pelirrojo de su sofocante abrazo—…Eres cruel, Mahtan…

Mahtan simplemente sonrió y besó su frente—Gracias, cariño: Aprendí del mejor.