Shingeki no Kyojin pertenece a Hajime Isayama.


Derrota

—¡Toma esa! —exclamó Sasha al ver el letrero en el centro de la pantalla que proclamaba su victoria en el videojuego.

—No sé cómo me puedes haber ganado, con lo tonta que eres.

—Admite que tienes envidia porque soy mejor que tú.

—Simplemente has tenido suerte.

—Pues la suerte debe adorarme, porque llevo años venciéndote.

Solo recibió como respuesta una cara burlona, a lo que contestó de la misma forma. Se levantó del suelo y, tras acercarse a la cama del chico, dejó caer su cuerpo sobre esta. Unos segundos después, él la acompañó.

Cuando se conocieron, debido a que tenían personalidades parecidas, congeniaron rápidamente y no tardaron mucho tiempo en volverse buenos amigos. Unos días después, él la invitó por primera vez a su casa y pasaron la tarde hablando, riendo, comiendo y jugando. Poco a poco, esto se volvió una costumbre, así que algunos días, al finalizar las clases, ambos iban a casa de uno de ellos y pasaban juntos la tarde. Hacía más de tres años que se conocían, hacía más de dos que estaba enamorada de él.

Aunque sus amigos y conocidos a menudo creían que tenían una relación sentimental, ella ni siquiera había sido capaz de confesar sus sentimientos en todo este tiempo: estaba tan a gusto con la relación que mantenían que no quería arriesgarse a que esta cambiara si él no sentía lo mismo.

Pese a eso, no sabía por qué, pero sintió que aquel era un buen día para decírselo.

—Connie —dijo volteando la cabeza hacia el nombrado. Él imitó su movimiento—. Estoy enamorada de ti.

—¿Qué? —exclamó mientras recobraba rápidamente la postura—. Yo… yo… —Se puso una mano frente al rostro, como si intentara ocultar el rubor que comenzaba a teñir sus mejillas—. Espera. —De repente apartó la mano y, con un semblante serio, se alzó del lecho y se dirigió a uno de los muebles de la habitación bajo la atenta mirada de la castaña, quien, también habiéndose sentado en la cama, se preguntaba cuál habría sido la causa del sonrojo del chico.

Interrumpió sus pensamientos una carcajada del muchacho.

—Me lo has dicho tan seria que por un momento te había creído.

—No… no entiendo lo que quieres decir…

Connie se acercó a ella y puso su teléfono móvil frente al rostro de la joven.

—Hoy es uno de abril.

Sasha miró la pantalla sin apenas parpadear y comprobó que el chico, en efecto, estaba en lo cierto. Chascó la lengua.

—Vale, esta vez has ganado tú —dijo con resignación—, era una broma.

Dando un largo suspiro, volvió a extender su cuerpo sobre la cama. Tendría que intentarlo de nuevo otro día.