Este shot de dos capítulos fue escrito hace años en un concurso por San Valentin. Se suponía que habia que incluir personajes de Naruto, mesclados con user del foro en donde yo publicaba. De ahí me surgió esta historia, la cual ahora resubiré porque me pareció que es bonita.
Saludos, en pocos días subo la parte 2.
BAILANDO EN LA ETERNIDAD: PARTE 1
Cuando Rikudou Sennin falleció hace siglos, había construido un mundo nuevo de la nada. Sus herederos vagarían por las tierras extensas derramando su prole, y la eterna esperanza reflejada en una profecía. 9 demonios, donde tan solo supo haber uno. Dos herencias de sangre, los Uchiha y los Senju. Donde solo hubo un padre.
Las fuerzas de la materia y el espíritu dieron origen a los dioses. ¿Qué son esos seres eternos y poderosos? Nada menos que concentraciones inmensas de chakra, reunidas de la naturaleza y obteniendo formas en los sentimientos y pensamientos del hombre. Fue el corazón de los humanos el que dio inicio a la vida de los dioses. En ellos, habitaban los antiguos conocimientos y el inmenso poder. Ocultos en la tierra, vagando etéreos y alimentándose del trascurso de la vida. Surgieron Kaoru, la diosa de luz y Arminius el señor de la oscuridad. Aquellos que los humanos reconocen como el bien o el mal. Ellos eran Kaoru y Arminius. Poderosos, inmortales, destinados por equilibrio a combatir eternamente en su afán de superar al otro. Arminius era muy fuerte. Alimentado del rencor, el miedo y el odio en la tierra podía prosperar en medio de las más sangrientas guerras. Kaoru era dueña de una eterna compasión y amor. Protegía al hombre de las garras del señor oscuro que siempre buscaba exterminarlo.
A través del amor o el instinto, el hombre se multiplicaba. A través de la guerra, el odio y miedo, se autodestruía. Al principio, los seres vivos y sus acciones solo otorgaban energía ambos dioses discordantes. Sin embargo, varios siglos de convivir con esa fuente de chakra, de tanto absorber poder de los mortales, provocaron en los dioses reacciones tan humanas como el ser humano mismo. Estaban solos, en la inmensidad del tiempo y espacio. Eso hizo que Arminius, particularmente reacio mostrarse al hombre, intentara paliar su soledad entre las mujeres mortales. Las consecuencias fueron fatales. Eso trajo toda clase de desgracias al mundo con el nacimiento de horrendas criaturas. Todo porque el señor oscuro solo podía engendrar maldad. Monstruos, hombres con el corazón tan negro que por sí solos llevaban a las desgracias más terribles. La peste, el hambre, la desesperanza y finalmente la muerte. Arminius solo podía crear maldad. Y su soledad era el precio que debía pagar por tan inmenso poder eterno de oscuridad.
Fue entonces cuando se conocieron. Era una época funesta en la tierra. La tercera guerra ninja no detenía su curso y el mundo era puro caos. Kaoru no podía con su piedad torcer el corazón del hombre. Observaba con preocupación, como el ser humano se encontraba más fácilmente dispuesto al mal. Arminius era el dios de la oscuridad, y en su rabia solitaria nunca había notado la presencia astral de Kaoru. Ella conocía que tanto poder negativo provenía de aquel dios de la destrucción. Y entonces al no poder combatirlo directamente, se decidió a sacrificarse por el bien de la humanidad. Compartió su esencia divina con una mujer mortal. Una mujer virgen, en una aldea cualquiera. La cual dio a luz sin conocer varón alguno. Ese niño fue Minato Namikase. Kaoru envió a su campeón del bien a la tierra, aun sabiendo que si el bien perdía su batalla contra el mal, ella perdería sus poderes paulatinamente hasta desaparecer diluida en el viento.
En esos momentos críticos de la tierra, Arminius observó que el bien se debilitaba y generó guerras y odio como nunca se había visto. Pero Minato Namikase en edad adulta ya, terminó con la guerra dando increíbles muestras de poder para un ser humano ordinario. Fue proclamado Yondaime Hokage y acabó en poco tiempo con las influencias del dios Arminius.
Cuando menos, durante algunos pocos años…
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Años después, el destino actuó misteriosamente. Cuando Uchiha Obito liberó al Kyuubi para destruir Konoha, Arminius y Kaoru finalmente se encontraron cara a cara por primera vez. En los bosques del país de fuego, durante la oscuridad de una noche solo interrumpida por el fuego de los incendios y el llanto de las víctimas en Konoha. Cuenta la leyenda que el señor oscuro Arminius, tembló de emoción al presenciar la figura de Kaoru. Un cuerpo perfecto, envuelta en un yukata blanco como la nieve más pura. Caminaba graciosa y elegante, como si flotara por el lugar. Sin emitir el más leve sonido en sus movimientos, que el de su armónica y tranquila respiración. Cabellos negros como la noche, largos y lacios dejándose ver cual cascada detrás de sus hombros, todo hasta una cintura estrecha pero estética, toda ella era simplemente encantadora. Ojos miel y boca roja que invitaba a la fantasía de posesión. Y más importante que nada para el señor oscuro Arminius, ella era una diosa. Ella era la única en la existencia conocida, semejante a él.
-Detente Onegai -le susurró Kaoru y su voz era tan tímida como educada- deja a los humanos seguir su camino.
Arminius no la escuchó, al menos no completamente. Solo le sonrió complacido de que sus ojos pudieran admirar tal belleza. En los siglos trascurridos de vida, nunca Arminius había logrado avizorar tal muestra de belleza. Ninguna humana, nadie en toda la existencia. ¿De dónde había surgido esa diosa de luz?
-Mi señor…-murmuró la mujer apenada y bajando la cabeza se inclinó como una elegante dama- pídame lo que quiera. Pero no descargue su ira sobre los humanos.
Arminius solo asintió sin responder. Estaba poseído por un extraño latido demente del corazón, y dejó el destino de Konoha a los humanos. En esos momentos de duda en el dios oscuro, Minato Namikase derrotó al Kyuubi. Frustrando los planes de Obito Uchiha, el Yondaime encerró al demonio en el cuerpo de su hijo entregando su propia existencia, como pago por tan tremenda osadía.
Arminius en ese momento debió matar a ese niño, o debió incentivar al demonio en su interior para que lo asesinara. Pero en esos años donde Naruto crecía huérfano, el señor oscuro estaba mirando hacia otro lado. Atrapado y cautivado por la fascinación de la encantadora Kaoru, se dedicó a visitarla en su templo luminoso en las montañas nevadas. La bella diosa recibía sus visitas con timidez y amable consideración. Inicialmente solo había deseado distraer al dominador del mal, pero ahora no podía tener la descortesía de negarle un poco de atención. Se conocieron con los años, compartieron mucho tiempo juntos y cierto día Arminius le pidió su mano en matrimonio.
Ella se negó naturalmente, porque consideraba que por más atractivo que fuera Arminius como hombre, nada podía cambiar entre ellos siendo el bien luchando contra el mal. Pero el oscuro dios le recordó que ella le debía una promesa. Y la palabra de un dios era tan absoluta para mandar, como para tener que cumplir. Kaoru había detenido al dios oscuro para salvar a Konoha y la humanidad. Y el costo fue entregarle Arminius la potestad de tomarla por mujer. Así que meses después, Kaoru accedió a casarse con él. La diosa no obstante estuvo impedida de admitir ante sí misma, que ceder ante el hombre había sido más designio de su corazón, que de esa antigua promesa lanzada durante la noche que murió su campeón de luz.
Dos rivales eternos…
El bien y el mal bailando una danza infinita de pasiones mortales en un templo nevado….
Así estuvieron durante largos años. Aunque ambos tomaran de su pareja algo distinto en perspectiva de necesidad. Arminius no comprendía el amor, su mente lógica no pudo jamás comprenderlo. Solo saciaba su soledad con su esposa Kaoru, que era su opuesto ideal. Su cuerpo suave y perfecto, era solo un bálsamo de placer carnal para el dios oscuro. Ella por su parte amaba a su marido totalmente. Dulce, sensible y buena. Carente de enojos, no importando lo tonto y desconsiderado que su esposo fuera. Kaoru lo amaba no solo porque así era su naturaleza, sino porque entendía el profundo conflicto que Arminius tenía entre su oscuridad interna, y el marido que deseaba ser, para complacerla a ella. Kaoru entendía la necesidad de Arminius, comprendía que la sonrisa de la esposa, el candor de sus acciones, la pasión de su cuerpo en las noches; era el único incentivo de Arminius para seguir existiendo.
Qué extraña era la situación, ¿verdad? ¿Cómo un hombre-dios y una mujer-diosa que se amaban, podían al mismo tiempo ser las encarnaciones de la moral enfrentándose eternamente?
Los años pasaron sin embargo, y Arminius seguía haciendo lo que su naturaleza le dictaba. Generar guerras, odio y muertes. Kaoru ya no podía enfrentarlo, cada vez más débil se encontraba por la falta de amor que habitaba en la tierra. Y la cuarta guerra ninja daba comienzo. El amor, la amistad y los buenos sentimientos se extinguían con el avance irremediable de los Zetzu blancos. La muerte ganaba terreno en el mundo, y con ello Arminius finalmente estaba venciendo.
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Cierta mañana Kaoru observaba el paisaje nevado desde el ventanal de su cuarto. Arminius la observó melancólica y débil. El gustaba de los calores en el clima generalmente, pero por su esposa vivía en una montaña siempre nevada. Era Arminius quien siempre buscaba confortarla y complacerla. Le dedicaba toda su atención, porque la mujer se veía muy débil y enferma.
-¿Qué ocurre en la mente de mi señora? –Susurró el hombre abrazándola por la espalda- hace semanas que te veo tan triste ¿Tu marido nada puede hacer por ti?
-Mi querido, mi amado… -dijo la mujer girando y abrazándolo del cuello- es...solo…cuestión de tiempo.
-¿Qué quieres decir? –confundido
-La horrible guerra mundial está a punto de terminar, -respondió Kaoru sonriendo triste- y mucho me temo por los humanos que esta vez, tú serás el vencedor.
-Deben desaparecer… -dijo Arminius separándose de su esposa ofuscado, ya que odiaba a los humanos eternamente- Sus corazones son fáciles de corromper. Son criaturas viles y perversas. La guerra en sí misma, es solo una excusa que el hombre ha encontrado para mostrar su naturaleza verdadera.
-¿y el amor? ¿Qué significa para mi señor? –preguntó la mujer tratando de cambiar el pensamiento de su marido.
-Sobrevalorado… -gruñó el hombre ante ese concepto irritante, caminando por la habitación con rumbo azaroso- similar a ingerir grandes cantidades de algo muy dulce. Y la patética excusa para fornicar de los hombres.
Kaoru negó con un leve gesto de decepción. Los años pasaban y su esposo no comprendía lo realmente importante. No entendía que amar, era vincularse más allá de lo puramente físico. Más allá del tiempo y la distancia. La mujer se sentó en el marco del ventanal pensativa, y estirando su palma jugueteó con los copos de nieve cayendo en el exterior. Era un paisaje fascinante, Kaoru siempre había gustado de la naturaleza más salvaje. Tal vez por ese motivo, amaba tanto a su esposo Arminius. Miró a su marido dentro del cuarto y lo pudo disfrutar totalmente. 1,80 de físico perfecto. Un guerrero invencible. Cabello castaño y ojos verdes que destellaban cuando él se enfurecía. Un carácter áspero y taciturno. Sumado a un odio visceral a la raza humana, que no había reducido ni un ápice desde que lo conoció. No obstante junto a ella, Arminius se permitía ser cortés y amable. Solo a ella perdonaría un error o agravio. Solo a ella deseaba complacer. Porque hablando de los humanos, era simplemente intransigente y despiadado. Carente de compasión o bondad. El azote de la humanidad.
Kaoru se había enfrentado con Arminius para detenerlo durante años, y se había casado con él para intentar que comprendiera el amor. El tiempo había pasado y las necesidades físicas aunque satisfactorias para ambos, aparentemente no le alcanzaron a Kaoru para enamorarlo. No pudo trasmitirle y enseñarle sobre los sentimientos. Arminius la deseaba pero no la amaba. Arminius no dejaba de atentar contra los humanos. Arminius en definitiva, la estaba matando sin saberlo.
-Uzumaki Naruto…-susurró Kaoru cerrando los ojos apenada, luego de un momento en silencio- él es…. Ese humano aún conserva la llama de la esperanza.
-Menudo campeón has elegido querida… –gruñó el señor oscuro- morirá en manos de Uchiha Obito, dentro de 4 días.
Ambos se miraron. Esa información no era sorprendente para los dioses. En 4 días Obito Uchiha entraría con sus tropas compuestas de Zetzu al campamento principal de la alianza. Sería una masacre, Obito ganaría la guerra.
-Entonces si es irremediable….-suspiro la diosa- creo que le cumpliré a Naruto su más grande deseo.
-¿Usaras tus poderes para un deseo humano? –Sonrió Arminius incrédulo- Esposa mía, tú no puedes salir del templo. Te encuentras muy débil, y no me dices el motivo.
Kaoru sonrió, nunca le había dicho a su esposo que su esencia divina, la fuente de su poder básico, había sido otorgada a esa mujer Namikase; la que fue abuela del actual Uzumaki Naruto. Al bendecir el nacimiento a Minato Namikase, había atado su existencia a la vida de los hombres. La muerte de los sentimientos buenos en los seres humanos, arrastraba a su final a la diosa de la luz.
-¿Qué deseo? –Preguntó Arminius intrigado- ¿Cuál es el último deseo de Uzumaki Naruto?
-Ese mortal desea… -susurró Kaoru sonriente- que la mujer que siempre ha amado, finalmente le corresponda. Aunque solo sea por una vez. Aunque a sus vidas le resten pocas horas. El solo quiere amor, correspondido.
Arminius elevó una ceja extrañado. Nunca le asignó demasiada importancia a ese sentimiento llamado amor. El solo lo relacionaba con "necesidad de compañía". Pero su esposa siempre había insistido con que era algo más. Así que se acercó a una fuente de piedra en un rincón del cuarto que compartía con Kaoru. El agua cristalina en el interior del recipiente le permitía explorar la vida de un mortal. Sus sentimientos, su corazón, sus pensamientos. Todo lo que lo formaba y complementaba. Incluido el sendero de su destino.
Arminius luego de explorar un rato sonrió complacido. Naruto había tenido una vida miserable desde el nacimiento. Muerte, dolor, rencor y el demonio de las nueve colas en su cuerpo. Extraño era ese humano llamado Naruto. Que por derrotas y malas experiencias, debería ser campeón del mal, y no su más fiero contrincante. Aun así Arminius no se detuvo en detalles mínimos. Solo sabía que en 4 días a partir de la fecha, el mundo humano como se conocía dejaría de existir. Rato después, por motivo que no entendía el señor oscuro se fue del cuarto ofuscado. No comprendía como la mortal conocida como Haruno Sakura; esa mortal tonta e infantil, no había correspondido a los constantes sacrificios del llamado Naruto.
Kaoru se encerró en la habitación para concentrar sus últimas fuerzas en reunir a la pareja. Luego de casi un día de intentar influenciarlos con sus poderes debilitados, se recostó exhausta sin haberlo conseguido. Naruto por los horrores de la guerra, parecía haber perdido la esperanza de un futuro junto a Sakura. En cuanto a la chica pelirosa, no parecía encontrar el valor necesario para confesarle sus sentimientos profundos a su viejo amigo. Y en 4 días ambos, iban a morir en la batalla final de la guerra ninja.
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A falta de dos días para el final de la guerra, Arminius se encontraba solitario en el comedor del templo nevado. Su enorme sillón con detalles de ébano y marfil, lo cobijaba hundido en sus pensamientos. Arminius estaba haciendo girar con sus dedos en círculos su copa preferida y el vino tan rojo como fuerte, bailaba lentamente a un ritmo pausado. Los verdes orbes del dios oscuro, estaban clavados en una pared mientras pensaba en profundidad. Dos días habían pasado desde que vio el interior de ese humano extraño. Y en su estómago se acumulaba una sensación tan única como molesta. Se sentía furioso contra la humana de nombre Sakura. ¿Por qué no le correspondía a ese hombre? ¿Por qué después de arriesgarlo todo por ella, no obtenía nada el tal Naruto?
Y su esposa Kaoru que le hablaba siempre de amor. ¿Eso era amor? ¡¿Sufrir por nada?! El dios en medio de sus tortuosas reflexiones, se sintió muy tentado a bajar en persona frente a los humanos. Todo para quebrarle el cuello a esa mujer, regocijándose al verla exhalar el último suspiro de su malagradecida existencia. Y aunque el deseo de matar fuera fuerte, Arminius sabía que no podía intervenir directamente. Un dios solo mueve influencias en la tierra, porque su intervención directa, sería con el riesgo de perder sus poderes divinos. Intervenir entre mortales en resumen, lo hacían transformarse personalmente en mortal. Así que solo se limitó a reír perverso de sus deseos, al imaginar a Sakura rogando piedad entre varios Zetzu asesinos. Justo cuando darían el golpe final sobre la raza humana. Muchas horas después, cuando se dio cuenta lo que había entretenido su mente ese día se preguntó, ¿Por qué me importa tanto?
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En el campamento de la alianza Shinobi, se sucedía una reunión de los generales donde se vivía en el más amplio pesimismo. Día a día, hombres y mujeres pagaban con su vida el costo de la guerra. Los Zetzu se multiplicaban aquí y allá. La derrota, era cada vez más segura. Pero una estrategia surgió en la adversidad, retirarían las defensas del frente simulando mayor debilidad, y todos los restos de la alianza ninja caerían en un feroz contraataque sobre el ejército de Madara, justo cuando intentaran tomar el campamento asaltando el centro. Si lograban esa victoria, la moral del ejército ninja se elevaría y habría esperanza. Naruto y Killer Bee liderarían la ofensiva. Con todo el poder de sus Biju, ellos eran la última carta en busca de una victoria final.
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El día había llegado, el destino seria sentenciado al fin. Unas horas antes de la batalla definitiva, Arminius encontró a su esposa llorando en el suelo. Asustado y nervioso como nunca antes, la levantó en brazos conduciéndola a la cama.
-¡Kaoru! –Gritó el dios -¡¿Linda, que te ocurre?!
Ella le sonrió suavemente y acariciando el rostro de su marido susurró:
-¿Aun….no lo descubres…cierto?
-¿Descubrir? –Contestó sin entender- ¿De qué hablas?
-Hace ya muchos años…-sonrió débil la mujer- le di mi esencia divina a una mujer mortal… ¡Cof Cof!...mi existencia se diluye poco a poco cuando el bien en el corazón del hombre se extingue. Esto significa que ganaras la guerra mi señor…. ¡Cof Cof! Pero en cuanto a mi… ya no estaré aquí.
La diosa de luz no observó ningún gesto en su esposo. Lo que Arminius estuviera pensando en ese instante, no lo trasmitía a sus gestos. Kaoru entonces se resignó a desaparecer, y ni un beso del hombre que amaba recibió.
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Arminius salió del cuarto minutos después, y en silencio abandonó el templo caminado por los senderos de montaña. Debía lógicamente estar lleno de placer personal al comprobar su inminente victoria. ¡Al fin había vencido! ¡Los humanos iban a ser exterminados! ¡La victoria era prácticamente un hecho consumado! ¡Una era de oscuridad se concretaría y…..y….!
De pronto, comenzó a destellar furia como si el fuego de una batalla lo quemara desde adentro. Extendió la palma derecha rabioso, y esferas de chakra negro demolieron media montaña. ¡Quería luchar! ¡Quería matar! ¡Soltar todo el rencor que recorría su negra existencia hasta que no quede nada en pie a su alrededor! Y sin darse cuenta también, pequeñas gotas saladas escaparon por sus ojos. Comenzó a sentir la horrible sensación de estar derrotado. Tal cual el guerrero caído, cuando debe dejar su espada en tierra admitiendo que el rival lo ha superado. Luego de horas y horas de gritar desde el corazón, presa de la rabia su miserable destino, el señor oscuro regresó caminando al templo de su esposa. Su siempre impecable kimono negro, ahora estaba cubierto de polvo y desgarrado por sus propias manos.
-Me has humillado esposa mía, -dijo a su soledad, ya que la mujer inconsciente en la habitación no podía escucharlo- me has encadenado con esos grilletes a los que tu llamas amor. –Gruño lleno de impotencia y resignación, porque había tomado una firme decisión- Ojala la humanidad valga todo el amor que tú les tienes…..y que a mí siempre….me has negado.
Arminius entró a un cuarto secreto en el templo, atravesando el muro de piedra como fantasma. En ese lugar escondido, viejas armas de su propiedad lo aguardaban expectantes. Recorrer su armería siempre fue un buen ejercicio para reflexionar. Arminius tenía una decisión tomada, pero los motivos nunca serian el lanzarse furioso a cometer locuras sin pensar bien.
Kaoru la diosa de la luz, simplemente no lo amaba…
La mente del guerrero se remontó al momento que se conocieron. Razonó en su enojo, que ella solo se había casado con él para esclavizarlo. Para retenerlo, para bloquearlo. No pudo vencerlo con poder, en una batalla entre el bien y el mal que decidiera quien portaba razón divida. Así que utilizando sentimientos humanos; con esa farsa llamada amor finalmente lo derrotó. Mientras Arminius se ponía su kimono de batalla, mientras tomaba sus armas sedientas de sangre; el dios de la oscuridad maldijo nuevamente a su corazón estúpido que ya no le obedecía. Que solo a Kaoru ese constante latido en su pecho rendía tributo. En resumen, aun manchado su honor con la horrible sensación de una derrota total. Ver morir a su esposa, era una opción que jamás Arminius se atrevería a tomar.
-No me quedaré solo Kaoru-dono –susurró el hombre al oscuro cuarto solitario- este será el día donde Arminius "señor de la oscuridad", librará su última batalla.
Salió del templo luego de dejar un beso profundo, y algo más generoso en el cuerpo de su esposa dormida. La batalla definitiva de la cuarta guerra empezaría en pocas horas. Arminius al salir del templo transformó su cuerpo en humo negro y volando como un cometa surcó los cielos hacia su objetivo. Armado y ansioso. Sin miedo a nada.
-Uzumaki Naruto –pensó el dios en su viaje por el firmamento- hasta el final de tu existencia lucharas por la mujer que no te ama. –Luego sonrió apenas, considerante que pudo ser una muy efectiva forma de tortura para condenados perpetuos- Entonces permíteme luchar a tu lado codo a codo este día, por la misma razón maldita.
Fin del capítulo.
