El calor en el volcán era sofocante, estaban deshidratados y cansados por todo el trayecto hecho... Pero a Chris Redfield solo le faltó el ver a su compañera del otro lado, para lanzar la enorme roca a puñetazos hacia la lava a modo de puente. Albert Wesker estaba detrás de ella, alzando su brazo mutado- y lleno de energía- para golpearla, lo bajo de lleno en el mismo instante en que cruzaba.

Los compañeros se miraron unos instantes, bañados en sudor y con muchas esperanzas de poder vencer al ex Capitán de los S.T.A.R.S, que había mutado su brazo en un acto de ira.

Corrieron hasta la plataforma que antes había usado Chris para hacer de francotirador contra lo que quedaba del antiguo hombre que el conoció. El punto débil de Wesker era, según había averiguado, su pecho... cada vez que recibía un impacto de bala en aquella masa bulbosa y desagradable retrocedía, solo cuantos pasos pero retrocedía lo suficiente como para que ellos se quitaran del camino; el único problema, si se le podía llamar así, es que tenían que esperar hasta que estuviera a punto de aplastarlos, o estuviera de espaldas a ellos... pero en su ira era muy consciente de eso y lo evitaba a toda costa.

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Ya no pensaban poder más cuando el helicóptero los recogió. Conducido por Josh Stone, y con Jill Valentine ayudándolo los ubicaron rápidamente.

Chris respiro hondamente, casi rendido por el peso del lanzacohetes en su hombro... Mientras Albert Wesker se propulsaba hacia ellos y gritando su nombre, una sonrisa se pintó en los labios del mayor de los Redfield.

Por todos los inocentes, por los miembros de los S.T.A.R.S, del escuadrón Delta, por Jill. Acciono el arma, y la fuerza del retroceso hiso aún más mella en su cuerpo deshidratado. Por hacer mi vida un suplicio.

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Nunca fue la clase de persona— o de soldado— que era capaz de disfrutar con la muerte de la gente... pero esa, esa en específico, nunca podría olvidarla o reprocharse de alguna forma o en algún momento con ella, había librado al mundo de un loco con ínfulas de dios... y tenía que admitir que se sentía realmente bien.

—Chris ¿Estas bien?— Pregunto la ahora rubia, mientras la morena lo veía con el mismo gesto.

— Si...—las miro, a su antigua y a su nueva compañera, con una alegría que casi pudo considerarse impropia—Paz, al fin.

La aeronave se alejó del volcán, mientras, en mucho tiempo, Chris Redfield podía considerarse en paz consigo mismo.

Al contrario del calor abrazante de la región de Kijuju, y más aún del volcán… el frio se colaba y congelaba cada suspiro, haciendo que un vaho blancuzco saliera en cada exhalada.

Una pantalla enorme daba vista de toda la batalla sucedida en aquel poblado perdido de África. Con la imagen del tirano cayendo y quemándose en lava, y el virus Uroboros en un intento desesperado, moviéndose de un lado a otro del cuerpo buscando la manera de salvar al portador, la transmisión se detuvo.

La sala de mando, con la pantalla en la pared más al norte, con varias sillas finas colocadas cuidadosamente en fila, de un lado al otro de la estancia. Las paredes negras tenían algún que otro memorándum en ellas, mientras las alfombras rojizas que tapizaban todo el suelo empezaba de descolorarse, la única puerta que daba al lugar estaba cerrada… al dueño siempre le ha gustado la privacidad.

—Interesante—exclamo un hombre de cierta edad, mientras quitaba las arrugas de su traje de seda, coloco las manos con elegancia sobre su regazo— Parece que nuestro querido Marco ha cumplido su misión a cabalidad.

La mujer sentado a su lado, vestida con finamente, se expresó con una mueca al ver los tentáculos quemarse o consumirse dentro del volcán, y tuvo que obligar a su cabeza a salir del trance con un par de parpadeos consecutivos.

—Lo derrotaron... ¿Cómo puede ser que haya cumplido se misión?— Objeto, mientras el caballero de oscura melena volteaba a verla con una sonrisa.

—La derrota en la guerra no es el mayor de los males, salvo cuando la inflige un enemigo digno. —Le lanzó otra sonrisa, mucho más desagradable que la anterior, y que le hizo temblar todo el cuero— Avisen a Isaacs y Slatter de la recogida del cuerpo y… Empiecen a maniobrar para la iniciación de la Operación Crisálida.

Terminando la oración, una mujer morena a su lado, vestida de con un chaleco antibalas y un pantalón camuflado, se levantó y salió rápidamente después de hacer un gesto militar en asentimiento, la otra mujer se tomó un par de segundos para procesar la información antes de salir de la sala de cine chistando.

El hombre quedo solo, mientras veía a las mujeres marcharse por la única puerta. Elogio a Chris Redfield y sus "compañeritos", porque aunque fuera una perdida enorme, tenía que admitirlo, habían derrotado a uno de los más sobresalientes del proyecto.

—Ahora...— el hombre rebusco hasta encontrar un control, y al presionar uno de los botones la pantalla cambio a una habitación con enormes cámaras de incubación y tubos criogénicos, donde solo estaban ocupados uno o dos— Ahora es cuando empieza el verdadero Objetivo de los Niños Wesker.

Presionando otro botón la pantalla se apagó y las luces se encendieron en un proceso automatizado, mientras la voz terciopelo del hombre hacía eco en cada rincón de la recién iluminada habitación.