Capitulo 1:El reencuentro

Estaba sentada tranquilamente sobre el césped de su casa mirando las amapolas que su madre había plantado en el jardín. Estas junto con las rosas eran sus flores favoritas. Cortó una de ellas con sus pequeñas manos y se la colocó detrás de la oreja a modo de adorno.

-Hola.- le saludó un niño de su misma edad con una enorme sonrisa adornando su rostro.

La niña no le hizo caso y siguió mirando sus flores con una mirada triste que el chico notó enseguida. Se sentó a su lado para contemplar las flores al igual que su amiga.

-¿Qué te pasa Anna? – Cuestionó con voz chillona.- ¿Por qué estas tan triste?

La pequeña se levantó y miro a su amigo de arriba abajo con lágrimas surcando por sus sonrojadas mejillas. El niño se levantó preocupado y la abrazó intentando consolarla.

-Nos vamos a ir.- Le dijo Anna con voz entrecortada mientras le abrazaba fuertemente.

-¿Por qué? - Le preguntó mientras le separaba de él para mirarla a los ojos.

-No lo sé, pero yo no me quiero ir.- Sollozó mientras su amigo le secaba las lágrimas con sus manos.

El chico le ofreció una tierna sonrisa y la volvió a abrazar. Estaba muy triste pues su mejor amiga se marcharía para, quizás, nunca regresar. ¿Con quién iba a jugar él ahora? ¿A quién iba a molestar?

-No llores Anna, las niñas bonitas no lloran.- Ante lo dicho lo pequeña esbozó una pequeña sonrisa mientras le daba un débil coscorrón en la cabeza. El sabia cuanto odiaba que le dijeran bonita.

-Prométeme que nunca me olvidaras.- Dijo Anna mirándole dulcemente.

-Lo haré solo si tú me prometes que volverás algún día.

-Lo prometo.

El sonido agudo el despertador la despertó del agradable sueño que estaba teniendo. Alargó la mano con pereza y lo apagó tan bruscamente que seguro le había roto algo.

Se incorporó y observó toda la estancia con desconcierto. Cajas por todos lados, las paredes aun no estaban pintadas… ¿Dónde diablos estaba?

-¡Anna el desayuno está listo!- Le gritó su madre desde la planta de abajo.

Se levantó de la cama estirándose y entonces… lo recordó.

Ayer mismo se habían trasladado a la que hacía más de diez años había sido su casa; sin embargo, ella no recordaba haber vivido allí.

-¡Anna!- Le volvió a gritar su madre.

-¡Ya voy!- Le contestó con un gruñido.

No le había agradado del todo que su madre haya decido mudarse la gran ciudad de Tokio cuando en Aomori ya tenía su vida hecha: iba a un buen instituto, tenía muchas amigas, vivía en una gran casa… No es que esta casa estuviera fea sino que…

-La de Aomori era más grande.-Se dijo mientras salía de su habitación ya con la ropa puesta.

Dio un buenos días y se sentó en la mesa a desayunar.

-Voy a ir a comprar algunas cosas para el almuerzo ¿me acompañas?- le preguntó la señora de la casa, Ayane Kiouyama.

-Está bien no tengo nada que hacer.- Le contestó neutralmente, como si no tuviera ganas de hacer nada.

Ayane sabía que a su hija no le había gustado la idea de mudarse pero ella lo necesitaba, necesitaba un cambio de aires y nada mejor que volver a su antigua casa en Tokio.

-Oh vamos Anna quita esa cara. Tampoco es tan malo.

La rubia no contestó porque su madre ya conocía su opinión y por mucho que intentara convencerla para ella si era tan malo haberse cambiado de hogar.


-¿A dónde vamos ahora?- Preguntó con fastidio.

Llevaban cerca de dos horas comprando cosas y no solo para comer como en un principio dijo. Habían recorrido medio Tokio y a ella ya le dolían los pies de andar y los brazos de cargar las bolsas.

-Vamos a la pescadería y regresamos a casa.- Le informó su madre.

Sin ánimo, la siguió hasta la pescadería más cercana, pidieron el turno y se dispusieron a esperar.

La señora Kiouyama vio a una persona que le pareció familiar. La observo más de cerca: cabello castaño oscuro, piel morena, una sonrisa dulce en su cara…

-¿Keiko Asakura?- Preguntó con un deje de duda en su voz.

La mujer pelicastaña se giró al escuchar su nombre de una voz desconocida para ella. La observó bien y sin duda se le hacía conocida esa cara aunque no recordaba de que.

-¿Quién… eres?- Cuestionó con suspicacia.

-Soy yo, Ayane.- Se presentó al mismo tiempo que se acercaba hacia ella.- ¿Ya no te acuerdas de mí?

¿Ayane? Pues si le sonaba familiar ese nombre pero ahora mismo…

-¿Ayane Kiouyama?-

La mujer sonrió aliviada pues había acertado, si se hubiera equivocado de persona habría sufrido un ataque de vergüenza enorme.

-Si soy yo.- Respondió con voz entrecortada por la emoción.

-¡Oh Dios mío!- Exclamó conmocionada la pelicastaña.

Y ambas se fundieron en un gran abrazo y no era para menos, hacia muchísimos años que se habían dejado de ver. A los primeros cinco meses siguieron en contacto por vía telefónica; sin embargo, luego perdieron el contacto.

-No me puedo creer que estés aquí.- Comentó Keiko contenta separándose de su mejor amiga.

-Pues ya ves, hace un par de días que nos mudamos.

Entonces la mirada de la mujer Asakura se fijó en la muchacha adolescente que las veía con cara de aburrimiento.

-¿Anna?- Cuestiono incrédula de verla ya tan mayor, hecha toda una mujer.

La cara de la rubia cambio de aburrimiento a curiosidad. Así que si esa mujer la conocía sí que era verdad que había vivido en esta ciudad antes.

-Pero que grande estas.- la abrazó fuertemente dejando a Anna paralizada sin corresponder al abrazo.

La chica no era muy dada al contacto físico y mucho menos con extraños, pero al ver la cara de represalia de su madre correspondió al abrazo sin muchas ganas.

Después de unos tres minutos de abrazos, palabras de alegría y compra de pescado, las tres salieron de la pescadería y dos de ellas hablando amenamente.

-¿Qué tal te ha ido la vida Keiko?- Cuestiono Ayane curiosa.

-Todo igual. Cuidando de la casa, de los niños, de Mikihisa también.

-Oh, los niños ¿Cómo están?

-Pues… no sabría que decirte.- Dudó un momento provocando una sonrisa en la cara de la señora Kiouyama.- Pero basta de mi. ¿Cómo es que habéis vuelto?.

-Pues después de morir mi marido decidimos volver a Tokio.- Explicó la causa de su vuelta aunque su sonrisa se había evaporado al igual que la de Keiko.

-Decidiste.- Replicó Anna pero nadie le había hecho caso.

-Lo siento mucho Ayane.- se apenó la pelicastaña parándose en un semáforo.

-No pasa nada, ocurrió hace un par de años.

Anna observó a su mentora detenidamente. Desde que su padre murió en aquel accidente de avión, su madre había caído en una depresión terrible. Pocas veces salía de la cama, casi no comía y se pasaba todo el día llorando. Cuando se hubo recuperado fue cuando decidió volver a Tokio a vivir.

El camino se dividía, la morada de Keiko estaba un poco alejada de la casa de los Kiouyama por ello debería tomar otro camino así que se le ocurrió algo para seguir con la conversación.

-¿Por qué no venís a mi casa a tomar el té esta tarde?-Propuso entusiasmada.

Ayane afirmó con la cabeza mientras se despedía de Keiko con la mano tomando el camino contraria al que su amiga había tomado.


La casa era majestuosa, más que casa parecía un palacio. Anna lo miraba todo embelesada, siempre había soñado vivir como una reina y este lugar seria el perfecto para vivir.

-¿Porque no tenemos una casa como esta?- Cuestionó al aire mirando los jarrones de porcelana que adornaba el pasillo y casi tirando uno por accidente.

-Porque somos pobres.- Le contestó en un suspiro.- Y deja de toquetearlo todo.-La regañó

-Pues a ellos no les va nada mal, ¿no tendrán hijos?- Preguntó con un dejo de interés, pero después recapacitó al ver que con tantas riquezas...- Olvídalo, deben ser unos tontos y estúpidos, considerando que lo tienen todo.

Siguieron andando por aquellos pasillos de mármol siguiendo a la ama de llaves quien las guió hasta una gran puerta de madera. Decir que le impresionaba la grandeza y la belleza sofisticada era banal, ya estaba todo dicho. Cómodamente se sentó en el sofá, mientras Keiko les servía una taza de té. Ambas mujeres comenzaron a charlar animadamente, y ella sólo miraba el gran librero que se erguía a sus espaldas.

-¿Te gusta?- Escuchó como Keiko se detenía y le preguntaba con verdadera curiosidad.- Tú solías dejar algunos libros de cuentos en aquel rincón y recuerdo mucho el día en que trataste de esconder algo en la parte arriba, casi te caes.

-¿Tiene alguno sobre pintura?- Preguntó mientras se levantaba del asiento y miraba el lomo de los libros que estaban al alcance de su vista.

-En la repisa más alta.- Escuchó como una tercera voz le contestaba.

Se volteó asustada pues no se esperaba que otra persona estuviera en la estancia y vio a un muchacho apuesto y galante acercarse a ella.

El pelicastaño se elevó sobre la punta de sus pies y alcanzó uno de los libros que más le gustaba de pequeño, cuando su madre le enseñaba los dibujos que allí había y le contaba historias sobre esos retratos.

-Me llamo Yoh.- Se presentó mientras le entregaba el libro que había cogido.

-Anna.-Dijo simplemente y se volvió a sentar donde estaba a ojearlo.

Ambas madres se miraron con una sonrisa divertida. Al parecer no se reconocían y no era extraño ya que habían pasado casi diez años de no verse; sin embargo, era una escena divertida pues cuando eran pequeños ambos estaban casi todos los días juntos.

-Yoh, te presento a una antigua amiga mía, Ayane y ella es su hija.

-Encantado.- Sonrió Yoh hacia ambas mujeres aunque la más joven no le hacia algún caso.

-Yoh, te has convertido en un hombre apuesto, ¿no es verdad Anna?- Preguntó a su hija, que parecía interesarse notablemente en el libro.

-Eh, si mamá lo que tu digas.-Le respondió restándole importancia, pero a Keiko le parecía graciosa la forma en que trataba a su hijo, quien ciertamente quería un poco de atención.

La mujer Asakura y Anna entablaron una muy amena conversación sobre cuadros y retratos. A la rubia le encantaba pintar paisajes en sus ratos libre y el hobby de Keiko era dibujar lo que maravilló a Anna.

-¿En serio?

-¡Por supuesto!- Exclamó entusiasmada la mejor amiga de su madre.- Antes tenía todo los cuadros en una habitación, pero mi marido mandó a construir un edificio exclusivamente para mis retratos y ahora se exponen al público.

Anna estaba totalmente emocionada escuchando el relato de Keiko, sin duda debía ir a aquel lugar y ver si sus obras eran de buena calidad y, si así fuera, pedirle algún consejo.

-¿Me presta este libro?- Cuestionó señalando el ejemplar que tenía en su regazo.

-Claro, es más te lo regalo.- Contestó con una sonrisa encantadora en su bello rostro.

Anna le iba a agradecer pero la puerta de madera se volvió a abrir y esta vez con brusquedad. Los cuatro habitantes de la salita se volvieron a ver quien había roto la tranquilidad del lugar.

-Vaya tenemos visita, no lo sabía.- Dijo en modo de disculpa el segundo hijo de Keiko Asakura.

-Hao, te presento a una amiga, Ayane y a su hija Anna.- Las presentó a las dos mujeres Kiouyama.

-Es un placer señora Ayane y… Anna.- Contestó mirando a Anna de una forma un tanto lujuriosa.

La rubia ignoró completamente la mirada pervertida de este y se volvió a levantar a mirar si tenía otro libro que le interesase. Mientras, a sus espaldas, se abría un debate.

-¿Ibas a salir?- Cuestionó enfadada mirando hacia el menor.-Te recuerdo que sigues castigado.

-Muchas gracias Hao.-Bufó Yoh hacia su hermano que lo miraba con una sonrisa socarrona.

-De nada hermanito.- Le sonrió de forma perversa.- En fin, voy a darme una buena ducha. Hasta luego.

Ayane Kiouyama miraba todo con una sonrisa divertida. Había extrañado todo por tanto tiempo y ahora que estaba allí le parecía un sueño del cual no se quería despertar.

-¿Ya has apuntado a Anna a algún instituto?- Le despertó de su ensoñación su amiga.

-Si, al instituto Shinra.

-Vaya, como al que vamos nosotros.- Comentó entusiasmado Yoh a quien ya se le había pasado el enfado por estar castigado.

Anna, al escuchar el comentario de Yoh, fue como si le hubieran echado un cubo de agua helada por encima. No se lo podía creer, tendría que aguantar al gemelo idiota y al gemelo pervertido.

-"Esta mudanza va de mal en peor"


Era la mayor vergüenza a la que jamás había sido expuesta. Se encontraba frente a todo sus nuevos compañeros de clase mientras el profesor la presentaba bajo miradas de curiosidad menos la de Yoh, que parecía de felicidad, y la de Hao que estaba escaneándola de arriba a abajo.

-Señorita Kiouyama puede sentarse al final de la clase hasta que se le asigne un compañero de pupitre.- Le informó el maestro y ella se fue a sentar a donde se le había asignado.

La clase comenzó y al parecer ella era la única que si hacía caso de verdad a lo que el maestro decía pues cada uno estaba entretenido con sus cosas: unos mirando las nubes, otros durmiendo, la mayoría hablando…

-"En qué clase de idiotas me he venido a meter".- Se lamentó apoyando su barbilla en una de sus manos.

El timbre que anunciaba el recreo sonó para alivio de todos quienes veían su libertad muy cerca. Todos salieron disparados de allí, todos menos Anna que se quedo la última y salió más tranquilamente.

Observó a lo lejos al grupito feliz. Los había denominado así porque parecían que todos vivían en una nube, siempre riendo o bromeando, bueno todos menos Tao.

Se acercó con lentitud, no es que quisiera formar parte del grupo, pero si le interesaba uno de los integrantes del mismo. Era el más manejable e inocente, además de que parecía que le interesaba ella así que…

-Seguro que no se niega.- Susurró para sí acortando las distancias y llegando a donde estaban ellos.

Todos la miraban extrañados, claro menos Hao que la miraba perversamente, puesto que cuando Pilika se le acercó para invitarla contestó con un rotundo no.

-Tu.- Dijo imperiosamente señalando a Yoh.- Ven conmigo.

Todos se quedaron callados ante dicha orden y Yoh la siguió en silencio con un poco de miedo. Desde el día anterior, cuando la conoció, le guardaba respeto pues tenía pinta de ser una persona con un fuerte carácter.

-Ya sabes que soy nueva y no conozco ni el instituto ni la ciudad así que tú me la enseñaras.- Exigió cuando hubieron estado lejos de aquel grupo.

-Pero…

-También te sentaras a mi lado, me acompañaras en los recreos y si hay que hacer trabajos en grupo tu estarás en el mío, ¿Entendido?- Continúo sin dejar hablar al pobre Yoh.

El pelicastaño se había quedado pasmado así que tan solo afirmó con la cabeza viendo como la rubia se sentaba en un banco cerca. Al parecer este año iba a ser muy largo.

Continuara…


Notas de las autoras:

*Equipo negro dice que el capítulo estuvo bastante bien, interesante y con mucho de todo. En principio los primeros capítulos se me hacen aburridos, pero yo creo que esto lo vamos a manejar al punto y directo. Tenía ganas de escribir un fic colegial y henos aquí con un nuevo fic a pesar de que ninguna ha terminado los que por separado hemos empezado, no obstante, yo le agradezco a sey apoyarme en mi idea loca. (jajaja) Y que sea el principio de algo bueno.

*El equipo blanco (ósea sey) piensa que no está del todo mal el cap., un poco explicativo por ser el primero y bueno más adelante se verá más acción. Cuando Ange dijo que tenía ganas de hacer un fic de colegios y le dije que lo hiciera pero liego se le antojo hacerlo a conjunto y así... aquí estamos con este fic a dos escritoras y a cuatro manos.

Por ello esta cuenta que solo será exclusivamente para este fic.

By: Seyram Asakura y Annasak2