MY LITTLE PONY: LOVE IS MAGIC

CAPÍTULO 1:
LIONHEART

No tenía Cutiemark. Había hecho de todo en su vida para obtenerla, pero su muslo de pelaje pardo estaba vacío, sin esa rara figurita que le aparece a un pony cuando descubre su talento, o como él solía decir: Su razón de vida. Sin embargo, eso no lo hacía infeliz. Su nombre era Lion Heart, o Corazón de León, ya saben de qué color era su pelaje, de un marrón pardo y fino, como el de los ponys ordinarios de la ciudad de Manehatan; tenía la crin y la cola encrespada, de un negro intenso, como el color de sus ojos, sobre los que habían unas enormes gafas que resplandecían a la luz del sol. Adoraba sentir el viento por la ventana y respirar al fin un poco de aire puro, lejos del ruido y ajetreo de la ciudad. Había viajado para huir de ella, de las luces, de los bosques de concreto y la política. Tampoco era el lugar idóneo para dibujar, tocar la guitarra (de alguna manera lo hacía) o terminar de escribir el libro que andaba pensando empezar desde hace un buen tiempo; además también estaba cansado de la vida periodística… no era lo suyo, o de lo contrario hubiera descubierto su cutiemark desde hace ocho años que la ejercía; y algo que lo angustiaba de vez en cuando era no tener una cutiemark referente a las tres cosas que más amaba hacer, lo que él llamaba sus Pilares: La música, el arte y la literatura. "Paciencia" se decía a sí mismo una y otra vez. Sin embargo le aterraba la idea de tener una cutiemark de algo que a él no le gustaba para nada (matemáticas, astronomía, magia) pero para lo cual habían dicho que tenía habilidades. Pero eso no era más aterrador que tener un corazón o un leoncito en su trasero… ¡Su nombre era Lion Heart! ¡Corazón! ¡León! Recordaba lo frustrante que era cuando lo molestaban con eso. No tenía para nada la actitud de un león feroz, o de alguien digno de respeto… todo lo contrario… era tímido, pero la experiencia como periodista lo empujó a superarla poco a poco.

-¡Sweet Apple Acres! ¡Sweet Apple Acres! –gritó el maquinista por un altavoz.

Leo, como lo solían llamar, decidió bajar. Estaba a una estación antes de llegar a PonyVille, pero le tentaba más la idea de entrar caminando y conocer un poco el terreno, para fingir un poco de melancolía (lo cual sabía que no sentía en lo absoluto). Solía venir a PonyVille con su madre cuando era un potro. El paisaje montañés lo atrapaba, pero era muy tímido para hacer amistades nuevas, por eso nunca antes había salido de la ciudad o había dejado su trabajo en PCN (PonyCanal Nacional). A decir verdad, había pensado que toda aquella loca decisión de dejar su estabilidad por venir a un pequeño pueblo fue gracias a la Princesa Celestia y su madre. Esta última siempre le había dicho que cuando quiera algo, lo haga; pero como todo muchacho rebelde no hacía mucho caso. El verdadero golpe fue el día –ya hace algunos años- que se le encargó una comisión para la Gran Gala de Canterlot y entrevistó a la princesa Celestia, con quien sostuvo una larga charla.

"Tu no eres periodista, cielo –recordaba Leo en su mente las dulces palabras de la princesa- Eso lo debes saber, te vi y enseguida supe que no eras uno de ellos. No te ofendas, mas bien, te diré que nunca me agradaron los periodistas. Recuerdo que por culpa de ellos fui un material de chismes la noche de la Gala pasada… Y sí, la fiesta acabó siendo un caos, y la élite se disgustó; sin embargo nunca me ofendí, tampoco me enfurecí hasta cubrir el cielo de nubes negras… ¡Me divertí! Y esa es una de las cosas que me gusta de este lugar y que he logrado sembrar en Ponyville… me gustaría que aprendas esas cosas y descubras un poco de la magia de la amistad. Creo que te ayudará a encontrar tu magia interior y tendrás tu cutiemark"

Leo sonreía al recordar aquella entrevista. Casí ganó un premio por el rating que tuvo el reportaje al ser emitido por las cadenas, pero no le importaba en lo absoluto. Lo que él quería era escribir, dibujar, o dedicarse a la música; pensaba que el no saber qué hacer era la razón por la cual aún no tenía el dichoso cutiemark, pero a esas alturas de su vida, le daba igual si era una pequeña guitarra, un pincel o una pluma, amaba hacer cualquiera de las tres cosas.

Tenía suficiente tiempo para pensar, pues el paraje de Apple Acres le empezó a parecer monótono: Manzanos, manzanos y más manzanos, todos perfectamente alineados y maduros, listos para la cosecha. Aún no veía a ningún pony más, salvo una rubia campesina que golpeaba los árboles, recolectando manzanas junto a otro pony igualmente rubio pero con pelaje rojizo y una pequeña potra pelirroja. Estaban muy lejos y ocupados, así que probablemente no los escucharían si los saludaba. Pasó de largo, con unos enormes audífonos en las orejas, escuchando una canción tranquila que seguía el ritmo de sus pasos lentos y firmes.

Ponyville

Diez de la mañana.

Algo que el oficio le había enseñado al buen Lion era a observar. De niño jamás lo hacía, prefería escuchar música o leer historietas, las veces que su madre lo traía a Ponyville le repetía que se dedicara a observar la belleza que había alrededor suyo, pero no hacía caso. Debido a esto, Ponyville le pareció un lugar completamente nuevo. Pero ¡Oh sorpresa! Era raro que algo llamase su atención, pero al ver el lugar sintió que se aventuraba en un pueblo detenido en el tiempo. Se había intoxicado de la ciudad, y no podía creer que existiese aún en el mundo un pueblo que no había sufrido el avance de la vida moderna. Es más, recordó que toda aquella región era supervisada por una princesa… es decir… era como una pequeña capital medieval; ni siquiera el piso estaba asfaltado. Todo era natural, en vez de una acera crecían pequeños montículos de hierba, y los ponys transitaban por el camino de tierra. No había una calle principal, la entrada a Ponyville empezaba una vez cruzabas un puente de madera, llegabas a una plazuela con una pileta en medio y un gran caserón que debía ser el ayuntamiento. Lion cruzó un poco tímido, ante la mirada de las ponys que se sorprendían al verlo. El joven pony sabía que era raro que los citadinos llegasen, y más aún a un pueblito que nunca fue de interés mediático salvo por la leyenda de la Rainplosión Sónica; desgraciadamente nunca le tocó una comisión que lo llevase a investigar eso… quizá al menos hubiera conocido a ciertas personas a las cuales saludar. Siguió su curso, observando con detalle las casas; rústicas, todas con acabado color crema y techos de paja, "como en la era medieval" pensó él. Se dio cuenta que no había camino hacia adelante, sino para los lados del pueblo, sospechó que no hallaría una calle más grande que la más pequeña de Manehatan, y entendió por qué no habían transportes en aquel lugar. Por su camino se cruzaron algunas ponys más pequeñas que correteaban alegremente, sin cutiemark, pero igualmente, se reían por lo bajo al ver sus lados vacíos. Se siguió cruzando con algunas ponys más jóvenes, y alcanzó a oír un murmullo.

-Ah… pensé que el trío de perdedoras eran las únicas viejas sin cutiemark –la pony que lo comentaba era adolescente, lo decía con tono despectivo, se notaba en su mirada indiferente que era de esas tipas problemáticas ricachonas, además por el cutiemark en forma de tiara que relucía en su muslo. Era sexy… pero su actitud lo arruinaba. Lion Heart conocía muy bien a las de su tipo que juzgan a los demás por su cutiemark… estaba acostumbrado y no sentía nada por lo que le diga una mocosa de secundaria. Prefirió volver a su música y contemplar el pueblo.

Rodeó la plaza hasta llegar a la calle del la izquierda (el llegó por el camino del sur) Se sorprendió de hallar una calle medianamente larga, pero que probablemente daba la vuelta y desembocaba en el lazo derecho de la plaza. "De verdad que es un pueblo pequeño" volvió a pensar mientras cruzaba por él. Vio tiendas, algunos rostros que le parecían simpáticas a simple vista, ponys que les daba mala espina, una que tenía una cara rarísima, y algunas que le parecían atractivas al ver sus colas balancearse de una lado para otro… "¿Existirán ahí las… ponyzuelas?" se preguntó. Recordó entonces sus encontrones en los bares, la bohemia del periodismo lo llevaban a explorar muchos sitios... Probablemente moriría de anciano, soltero, sin cutiemark, pero al menos no virgen.

-¡Rayos! –exclamó en voz alta, meneando la cabeza para los lados- ¿Qué estoy pensando?-.

-¿Pensando que? –preguntó con una voz chillona.

Leo saltó del susto y las mochilas de su espalda se desprendieron, sus cosas quedaron regadas por todos lados. Llamó la atención de los ponys cercanos, se avergonzó y buscó al culpable. Detrás de él estaba una pony, una de cabeza redonda, ojazos grandes y azules tan escandalosamente vivos como su voz, piel de color rosa poco más claro que su enorme cabello que parecía a como olía, algodón de azúcar… Lion Heart odiaba el dulce y se empalagó de solo verla, con el hocico lleno de algo que probablemente sea chocolate. Lo que sí notó… estaba gorda.

-¡Oopsy! ¡Lo siento! ¿Te asusté? –preguntó la pony.

-No que va… -contestó él, se arrepintió de decirlo, ya que era la primera criatura con la que cruzaba una palabra desde que salió de casa. ¿Le habrá causado mala impresión?

-¡Hola! ¡Soy Pinkie Pie! ¡Te vi pasar! ¡Cuando te vi pensé que solo eras un viajero! ¡Pero estabas con muchas mochilas encima así que supuse que te mudabas! ¡Pero no te saludé porque quería sentirme segura que eras nuevo! ¡Ah! ¡Le pregunté a las ponys si alguna vez te habían visto! ¡Como me dijeron no, decidí saludarte! ¡Aquíenponyvillenosconocemostodasconozcoacadapony! –tomó aliento, hablaba demasiado rápido, brincando alrededor de Leo, quien permanecía inmóvil y un poco avergonzado- ¡Sísísí! ¡conozcoacadaponydeestelugarydebisaberlo! ¡eresnuevo! ¡Nosalegrateneramigosponynuevosporquehacemosfiesta syjajaja….!-.

Lion Heart perdió el ritmo de la conversación, se hacía el que entendía. En Manehatan normalmente si un desconocido te habla podría ser un ladrón y detrás vendría un cómplice para asaltarte, pero volteó y no vio absolutamente a nadie. Además ¿Por qué se habría de temer a una pony que huele a dulce?.

-¡Yesoestodo…! –la tal Pinkie Pie jadeó, luego de haber hablado cosas que Lion apenas entendió.

-Si… sí –contestó dubitativo.

-¡Hurra! ¡Hurra! –exclamó la pony emocionada- ¡Fiesta! ¡Fiesta!-.

-¿Fiesta? –preguntó Leo.

-¡Si! ¡Te pregunté si eras nuevo! ¡Y lo eres! ¡Me lo acabas de confirmar! –Pinkie Pie estaba emocionada- ¡Haremos una gran fiesta! ¡Invitaré a todas mis amigas que también serán tus amigas!-.

Leo sintió firmar una sentencia a muerte… odiaba las fiestas. De pronto, la alegría de la pony rosa se desvaneció cuando su cola rosada y esponjosa empezó a temblar de manera extraña.

-¡UN TIC EN LA COLA! –gritó que casi revienta el tímpano a Lion.

Enseguida, todos los ponys cercanos se cubrieron de algo que aparentemente estaba por caer. El joven pony se asustó más por la actitud rara de los ponys que por lo caería en segundos. Pinkie Pie, oculta debajo de un marco de puerta le hacía señales. Leo sabía que era su oportunidad para huir. Dio un paso y enseguida algo lo golpeó en la cabeza… no supo que era, pues se desmayó inmediatamente.