¡Hola!

Aquí os traigo el primer capítulo. Si os molestáis en leerlo, por favor, decidme que os ha parecido.

Necesito saberlo, ya que tengo dudas en cuanto a la historia. No se que os parecen los personajes que no aparecen en los libros, así que tampoco sé si os va a gustar.

Las dudas las tengo en cuanto a continuarla, así que si os gusta, dejádmelo saber, y si no, también.

Feliz lectura :)


Apenas había luz en la entrada de la casa. Lo único que pudo distinguir eran tres figuras bastante borrosas: una mujer, una niña y un hombre completamente vestido de negro en la puerta. Lo siguiente que vino fue una explosión de luz verde y un pequeño cuerpo cayendo inerte ante los ojos de la mujer, que estaba de rodillas mirando hacia la puerta, ahora vacía.


Elladora se despertó de golpe para darse cuenta de que se había dormido sobre su libro de biología. Se frotó los ojos intentando despejar todo rastro de sueño. Los exámenes la tenían agotada y el funeral le quitó las fuerzas restantes que al menos le permitirían mantenerse despierta. Iba a suspender, ya lo había asimilado y no es que precisamente eso la afectara.

-Bah, como si realmente le importara a alguien.- Dijo más para sí misma, ya que casi no quedaba nadie en la biblioteca. Cerró su libro y recogió sus apuntes, guardándolos en su mochila de forma desordenada, sin preocuparse por doblar o romper algún papel.

Estaba pensando en cuál sería la mejor manera de copiar para obtener al menos un punto cuando una explosión la llevó a soltar sus cosas y a saltar de la silla. Miró a su alrededor, confundida y agitada, intentando razonar qué sería lo mejor en ese instante. Cuando por fin la información llegó a su cerebro, se escondió detrás de una gran estantería llena de libros, intentando ver que era lo que había pasado dentro de la estancia a través de los huecos. La biblioteca era un caos de gente gritando y corriendo para esconderse en algún lugar, esperando que alguien no los viera. ¿Quién era ese alguien? Elladora giró la cabeza hacia el otro lado de la biblioteca, donde, en la puerta, se encontraba un grupo de hombres que se dirigían directamente al mostrador, destrozándolo todo con... ¿eran eso unos palos? ¿Por qué el lugar al que ellos apuntaban explotaba? La chica entrecerró los ojos, sin entender absolutamente nada. Sacudió la cabeza mientras un montón de pensamientos de duda pasaban por su cabeza a la velocidad de la luz. Eso tenía que ser una broma, una cámara oculta. Algún canal de televisión quería divertirse a costa de unos simples ciudadanos asustados. Seguro que era eso. Aunque pensó que no había nada a lo que temer si así era, no quiso salir de su escondite. Había un aura de peligro a su alrededor. Maldad, destrucción, muerte. Cuando los miraba sentía lo mismo que cuando pensaba en guerras, bombardeos y combates. No había nada pacifico en su mirada, ni en su forma de moverse, ni en la expresión de su cara. Hasta su vestimenta decía que no podías esperar nada agradable de ellos. Cuando los observó mejor, se dio cuenta de que algo de esa situación, de esos siniestros hombres, le resultaba familiar, y no sabía el qué.

Analizó por completo todo lo que veía, pero cuando estaba intentando recordar, sintió una mano aferrándose a su cuello y su espalda chocando con la pared. Sintió un fuerte dolor en la espalda y cerró los ojos con una mueca extraña. Uno de los hombres estaba parado frente a ella, aprisionando su cuello y mirándola con cara de aversión mientras apuntaba con ese extraño palo a su frente. Dora creía que en ese momento llegaría el pánico, que se sentiría asustada y horrorizada, pero la furia surgió en ella. Ni siquiera era furia, era odio puro. No tenía ni idea de la razón por la que reaccionaba de esa manera, tenía que estar muy asustada, aterrorizada y sin poder moverse pero en vez de todo eso, quería hacer algo en contra de él, algo horrible. Pensó miles de maneras de apartarlo de ella y de hacerlo sufrir, dándose cuenta de que en su cabeza bullían millones de ideas de las que ni ella misma estaba orgullosa. Justo en el momento en el que ella pensó que estallaría, todas las luces de la biblioteca se apagaron con una extraña explosión y se activó la alarma de incendios. Sintió como cesaba el agarre de su cuello y pensó que el hombre se había ido. Suspiró varias veces, intentando recomponerse. Sentía una mezcla de ira y pánico que la hacía sentir confusa e intentó que la cabeza dejara de darle vueltas. No tenía ni idea de lo que había pasado.

Diez minutos después, en la puerta del edificio en el que se encontraba la biblioteca había dos coches de bomberos, dos ambulancias y un coche patrulla. Cuando le pidieron su versión de los hechos a Dora, ésta se limitó a contarles una pequeña mentira, que incluía a un grupo de locos que no paraba de romper cosas, seguramente por diversión. Se negaba a que ahora también la tomaran por una loca. Al despedirse del detective Sumners, la chica le pidió que la llevara a la residencia de su colegio. No tenía ni fuerzas ni ganas de ir andando hasta allí.

Después de una buena ducha y un montón de preguntas que pasaron por su mente, Dora decidió acostase temprano ese día. Habían pasado muchas cosas, y, después de todo, ¿quienes eran esos locos? ¿Por qué le sonaba tanto aquella situación y esas cosas raras que hacían? ¿Por qué le resultaban terriblemente familiares sus caras y su actitud? Su cabeza iba a explotar a ese paso. En aquel momento pensó en el confuso sueño que había tenido en la biblioteca. Estaba casi completamente segura de haber reconocido a su madre en la mujer que estaba arrodillada en en suelo frente a la puerta y a su hermana en aquel cuerpo que caía... ¿Y si aquel hombre había tenido algo que ver en que ella ahora estuviera sola? ¿Y si su hermana, su gemela, esa parte de ella que tanto echaba de menos, no había muerto por una enfermedad como lo había dicho su madre? ¿Y si aquella figura de negro la había...? No. No iba a pensar en eso. Se obligó a concentrarse en otra cosa, pero aquella luz verde del sueño la intrigaba de una manera poco normal. Suspiró e intentó borrar toda clase de pensamientos de su cabeza.

Se tumbó en la cama y se tapó hasta el cuello con la manta cuando oyó un suave murmullo como el de la tela arrastrase por el suelo. Se sentó como si fuera accionada por un resorte y miró hacia la ventana. Al lado de ella había un hombre mayor de pelo plateado y gafas de media luna vestido con lo que parecía un traje de mago para Halloween. Se asustó y sus ojos inspeccionaron toda la habitación para encontrar algo con lo que golpear si hacía falta.

-Veo que la he molestado, Señorita Rowle.- El hombre caminaba de un lado a otro de la habitación con los brazos cruzados a su espalda. Parecía alguien bastante serio, pero su vestimenta no concordaba con su expresión ni con el tono de su voz. - Lo siento por mi atrevimiento, pero me temo que no me dejaría entrar si tocara a su puerta como cualquier persona normal. ¿O me equivoco? - Elladora supuso que debió de darle una mirada que confirmaba el hecho de que no lo habría dejada pasar, ya que el hombre siguió hablando- Me consta que usted ha realizado magia fuera del colegio. - Suspiró, mirando a la chica, y a ésta le pareció que se estaba comunicando con ella a través de los ojos. - Sin embargo, estoy seguro de que nunca pasó por Hogwarts. Recuerdo todas las caras, y la suya no está entre la de los estudiantes.

-¿M-magia? ¿Qué yo he hecho... magia? Esto es una broma, ¿verdad? - Dora tenía una expresión bastante rara en su rostro, como la de alguien que mira a un lunático que acaba de soltar la mayor idiotez del mundo. Creía que ya había sido suficiente por ese día, pero se dio cuenta de que el mundo todavía tenía ganas de reírse de ella un poquito más.

-Veo que ni siquiera tiene idea de su naturaleza. Bien, tendrá que venir conmigo. Su vista es mañana por la mañana, había muchos muggles que vieron todo lo que pasó. - Su tono era bondadoso, aunque la chica no se creía ni una sola palabra de lo que él decía. Se estaba riendo de ella y a saber quien era en realidad aquel anciano.

-¿Mu.. qué? No voy a ir a ninguna parte con usted, lo siento, me enseñaron a no confiar en desconocidos. Además, todo lo que me esta diciendo, sin ofender, parece cosa de locos. ¿Como sé que no me está gastando una broma?

-Tendrá que confiar en mi, Señorita Rowle.- el hombre estiró el brazo hacia ella, sonriendo – Agarrese fuerte, va a ser un viaje largo.

La chica dudó un instante. No se creía nada de lo que estaba pasando, pero se sentía tan real. Tenía la sensación de familiaridad clavada en su pecho y cada vez que respiraba creía que todo, absolutamente todo lo que le había pasado era la realidad. Su realidad. Muchos pensamientos y dudas pasaron entonces por su mente, pero ella, sabiendo que no tenía nada que perder, agarró la mano del anciano, sin saber que aquel gesto cambiaría su vida entera.