Disclaimer: Los personajes/lugares nombrados a continuación no me pertenecen a mí, sino a la BBC.

Hoooola, aca estamos de nuevo. Antes me había ausentado porque me fui de vacaciones, y no había internet, y bueno… Lo primero que hice cuando llegue fue abrir el anterior fic y mirar los comentarios. Pero bueno, no las entretengo mas.

Este fic tiene una continuación, antes que nada. Y para su información, estoy considerando la posibilidad de hacer un posible… merthur algo más íntimo. Pero no sé, luego les dire. ¡Ahora, a leer!

Cumpleaños... ¿Feliz?

Arthur ya había intentado todo: desde despreciarse a sí mismo, hasta hacer expresiones y comentarios ridículos para mejorar el humor de Merlín; pero parecía que nada podía cambiar su estado de ánimo.

El joven Rey no sabía que más hacer: incluso en las situaciones más extremas, Merlín hubiese seguido una frase bromista. Pero no, ahora se mostraba más callado de lo habitual.

Y eso preocupaba a Arthur.

Estaban caminando de vuelta a Camelot por el bosque que separaba al próximo reino, cuando Merlín, de pronto, se mostró tímido. Los pocos caballeros que los habían acompañado ya se habían adelantado, menos uno: Mordred. Él se había retrasado cogiendo agua para su cantimplora.

Desde ese entonces, Arthur empezó a hacer todo tipo de chistes, pero el silencio proveniente de Merlín seguía intacto.

En la décimo sexta vez de ponerse en ridículo, se paró detrás de Merlín y le pregunto:

-¿Qué os pasa? Parece como sí los ratones que habitan mis aposentos te hubieran comido la lengua.

Merlín siguió caminando, y Arthur pudo observar como los hombros del joven que tenía delante se levantaban un poco, en señal de no saber.

-Merlín. – llamó. – Es una orden. Voltéate.

El morocho se quedó quieto en su lugar y, tras dudas unos segundos, se dio vuelta lentamente.

Arthur pudo observar su rostro: carecía de expresión alguna. Y aquello lo tomo por sorpresa.

-Merlín, ¿os sentís bien? – inquirió, preocupado.

Merlín frunció las cejas, y contesto en voz muy baja:

-Sí.

Y continuó caminando. Y eso hizo enfadar más al Rey.

-¡Por el amor a Camelot! ¿Es que no vas a decir otra cosa que monosílabas?

Cómo Merlín se encontraba delante de él, tenía sólo a la vista la parte trasera de su cuerpo, por lo que, cuando asintió con la cabeza, sólo pudo observar su nuca.

-Bien – dijo decidido Arthur –, sí hicisteis un voto de silencio, lo respetaré. Pero, al menos, dime, ¿te has enfadado conmigo?

El morocho se paró bruscamente, y al girar sobre sus talones, le respondió alzando la voz:

-No estoy enfadado, ¿está bien?

Arthur alzo las cejas. Muy pocas veces alguien le levantaba la voz a él, a Arthur Pendragon, Rey de Camelot. Y parecía como sí Merlín lo hubiese olvidado…

-Estas enfadado. – dijo seguro Arthur.

Merlín puso los ojos en blanco y retomo la marcha; esta vez, más rápido.

Mordred los alcanzó en seguida, y entablo conversación con Arthur.

-¿Dices que está enfadado? – inquirió Mordred, tiempo después. Ambos sabían que Merlín podía escucharlos, pero no se tomaron la molestia de bajar la voz.

-Lo conozco bien. – respondió Arthur, algo serio. – Es muy hablador, y es extraño que no diga más de diez palabras unidas en una oración sin sentido.

Mordred sonrío, divertido por lo que acababa de decir su Rey.

-¡Eh, Merlín! – volvió a llamar Arthur. Esta vez, Merlín no se dio la vuelta. Pero sabía que lo estaba escuchando, así que siguió: - Es muy considerado de tu parte que cierres la boca de una vez, pero, por muy raro que parezca lo que voy a decirte a continuación, quiero que lo medites: extraño tu insufrible voz, por lo que, ¿puedes hacerme el favor de hablar nuevamente?

Al contrario que antes, Merlín dijo mas de cinco palabras:

-Estoy pensando, no enojado. ¿Te contentas con eso? – preguntó, con voz indiferente.

-¿Pensado? – repitió Arthur.

Merlín suspiró.

-Sí, pensar. Es una acción que mi mente ejecuta para analizar y relacionar diferentes situaciones. O también para encontrar una solución a un problema. Te vendría bien a ti, pruébalo – replicó, haciendo una broma para que lo dejase tranquilo. Pero no funciono.

-Sé cuál es el término de pensar, Merlín. Y me sorprende que tú lo sepas. Y la verdad, me tendría que reconfortar que me hagas una broma, pero con la frialdad que la has dicho, no tiene el mismo valor de siempre.

-Que desgracia…. – murmuró sarcásticamente el joven hechicero.

Mordred trato de ocultar una risa, pero no pudo. Era el único de los tres que encontraba aquella situación divertida. Y al notar que a Arthur no le dio gracia que se riera, se excusó ofreciéndose a vigilar el terreno que tenían delante, dejando a solas a amo y siervo.

Una vez tomado el coraje, Merlín se dio vuelta, y se encontró con que Arthur lo miraba a la espera.

-Tengo algo que pedirte. – murmuro, más tímido que nunca.

-Adelante.

-Verás….yo…bueno, he estado pensando, y la verdad…pienso…en realidad, creo qué… - Merlín comenzó a tartamudear, y eso molestó al rubio.

-Ve al grano.

Merlín tomo aire y soltó rápidamente:

-¿Puedes darme este día libre?

En ese momento, pareció como si todo el bosque se hubiese congelado. Merlín siempre decía eso en broma, y aunque siempre sabía que la respuesta era un "no", hoy quiso intentarlo.

Era su cumpleaños, y quería pasarlo de la mejor manera posible. Sabía que Gaius le haría su pudín preferido, y que sus amigos caballeros, se acordarían de su cumpleaños.

No cómo Arthur, qué seguramente tenía algo más interesante e importante que el cumpleaños de su sirviente…

Gaius le había dicho que le preguntara aquello, y que por esta vez, sí dejaba solo al Rey, no se iba a morir. También le había dicho que podía confiar en Mordred, sabiendo que Arthur le tenía un gran aprecio, luego de que le salvara la vida y casi muriera…

Sí el rubio supiera cuantas veces su enclenque sirviente le salvo la vida…

Luego de que unos minutos transcurrieran, y que Merlín mirara expectante a Arthur, este estallo en carcajadas.

Una risa histérica inundo todo el bosque, y Merlín supo que no iba a conseguir nada. Iba a pasar su cumpleaños fregando y limpiando.

-¿Día libre has dicho? ¡Por favor, Merlín! ¿En eso estabas pensado? Pues déjame decirte que ha sido una pérdida de tiempo.

Merlín no se iba a dar por vencido.

-Sólo por esta vez.

-¿Y porque quieres este día libre? – pregunto, intrigado. – Nunca lo has dicho de forma tan seria, por lo cual, supongo, que tienes un buen motivo para plantearme esto.

Merlín calló. ¿Sería bueno decírselo? ¿Y por qué no iría a ser bueno? Sí, en todo caso, era su amigo.

-Hoy es mi…. – iba a continuar, pero fue interrumpido por un grito de Mordred.

-¡Venid, venid rápido! – gritó con fuerza.

Arthur se lanzó a la carrera, sin prestarle atención a Merlín, quien estaba ahora muy enojado con ambos.

-Allá va lo cuanto que le importo…- susurró para sí. Y con los pies pesados, se dirigió hacia donde estaba Mordred.

Hacia donde se encontraban ahora "la parejita", como los habían apodado los caballeros y él a Mordred y Arthur.

Merlín estaba furioso. Estaba cansado…

Y, por sobre todas las cosas, estaba celoso.

Al observar el hecho de la urgente llamada de Mordred, Merlín sintió más ganas de insultar a ambos.

Arthur observaba fascinado el descubrimiento de Mordred, mientras lo felicitaba por su "gran logro".

¿Acaso se consideraba un "gran logro" un animal atravesado en el cuello?

Merlín no quería mirar. Mordred no tenía por qué haber matado a aquel animal. No era día de caza. Era día de exploración.

Frustrado, Merlín volvió a emprender la marcha hacia Camelot, y luego de varios minutos de marcha en solitario, se le unió Arthur:

-¿Has visto la excelencia de ese trabajo? – comentó Arthur, todavía entusiasmado.

Pero antes de qué Arthur siguiera, Merlín le paro el carro:

-Basta ya, ¿sí? No me interesa la muerte de un animal. No me interesa en lo absoluto, ¿está claro? – Merlín estaba ahora verdaderamente enojado. ¿No le daba atención a él, para prestársela a alguien que mataba a un animal? Pero, ¿qué es lo que estaba pasando?

Aunque conocía a Arthur, y había pasado con él varias cosas frustrantes, en ese mismo momento, lo detestaba más que nunca.

Arthur pareció darse cuenta, por lo que le pregunto:

-¿Sigues molesto porque no te doy el día libre? Escucha, Merlín… - al parecer, ya no le interesaba demasiado el motivo por el cual no hablaba, porque, seguramente, pensaba que ya lo había descubierto. Pero no tenía ni la menor idea. – No voy a darte el día libre, por más que insistas.

Merlín asintió con la cabeza, sabiendo de memoria todo lo que iba a decir.

-Lo sé.

-¿Entonces? – Arthur trato de comprender el porqué del humor de Merlín, hasta que se acordó que estaban hablando de algo. - ¿Por qué es tan especial este día?

Pero Merlín no estaba dispuesto a decírselo. No ahora. No después de que la muerte de un animal sea más importante que el día de su nacimiento.

-Por nada, Arthur. Nunca los días son especiales para mí. – murmuro, malhumorado y sarcástico.

-¿Merlín? – inquirió Arthur, sin comprender.

-Déjalo, ¿está bien? No importa. Ya no importa. Yo nunca importo para ti.

Y dicho esto, trato de seguir avanzando, pero el rubio lo cogió por el brazo:

-¿A qué te refieres, Merlín? – dijo con la voz fría y dura.

-No me refiero a nada, Arthur. – Merlín opto por una voz diferente, como si estuviera imitando a alguien. – No me refiero a que nunca me prestas atención, y a que nunca te importa lo que yo haga. No, claro que no, no me refiero a eso. No me refiero a que un animal muerto sea más importante que yo.

-Obviamente, sí te importa. – comento Arthur, sombrío.

Una risita histeria e infantil empezó a brotar por la garganta de Merlín.

-¡Claro que me importa! ¡Deberías ser muy estúpido para no darte cuenta de que lo digo con sarcasmo!

Arthur empezaba a entender.

-¿Estas celoso, Merlín? – dijo, con una sonrisa en sus labios.

Merlín se lo quedo viendo, con mala cara. ¿De verdad podía Arthur ser tan estúpido? Sí se lo hubiesen dicho, no lo hubiese creído.

-No eres más idiota porque el tiempo no te sobra. – susurro el morocho. – No estoy celoso, Arthur Pendragon – dijo lentamente, para que capte mejor el significado. – Solo estoy cansado de que me trates como si fuera un saco de excremento.; como si mis asuntos fueran absurdos para ti; como sí mis problemas, una molestias. Pero, ¡tranquilo! Qué no te molestaré más.

-¿Qué quieres decir? – volvió a preguntar. ¿Acaso no sabía interpretar las cosas?

-Qué no te molestare más. Sí callado soy más soportable, callado estaré. Dado que mis cosas no te importan…

-¡Sí me importan! – lo interrumpió.

-Oh, ¿de verdad?- Merlín alzo las cejas. – Vamos, que no soy idiota. En cuanto tu queridísimo Mordred te ha llamado, fuiste corriendo a ver que le pasaba, dejándome con las palabras en la boca.

-¿Es eso lo que te molesta? ¿Mi relación con Mordred?

En ese momento, el druida apareció. Y parecía haber estado escuchando desde hacía tiempo.

-Me molesta que me trates como si fuera algo insignificante. Tengo vida, y tengo sentimientos. Y que no te importe a ti no te da derecho a dejarme tirado como a una cuerda.

-No te he dejado tirado.

Merlín volvió a poner los ojos en blanco, y viendo que era imposible hacerlo entrar en razón, se quedó callado, esperando a que Arthur comente alguna idiotez más.

-No lo he hecho. – volvió a decir el rubio. Mordred observaba ahora en silencio. – Solamente atendí el llamado porque era importante. Me ha gritado desde haya y pensé que debería ir a verlo…y…¿Por qué te estoy dando explicaciones? Sí no eres más que un… - cuando se dio cuenta de lo que iba a decir, se calló. Pero Merlín continúo la frase de él.

-¿Sirviente? Anda, puedes decirlo. Sí al fin y al cabo, eso es lo que soy.

-Merlín… -empezó Arthur, pero el otro lo paro.

-Déjalo así, ¿quieres? No estoy de humor para peleas bobas.

Y dando media vuelta, continuo con la marcha, rogando con que el día solamente terminara.

Al llegar a Camelot, los esperaban sus amigos. Gwaine llegó corriendo a su lado, y cuando Merlín alzo la cabeza para mostrarle que no estaba de ánimos, el caballero se abalanzo sobre él, y ambos cayeron al piso.

Sir Leon, Elyan y Percival los miraban divertidos, mientras que Arthur y Mordred no entendían porque Gwaine se había tirado encima de él.

Mientras, en el suelo, y para que solo lo escuche Merlín, Gwaine le susurró:

-¿Cómo se siente tener un año más? Feliz cumpleaños, Merlín. – Y con el puño cerrado, le rasco la cabeza juguetonamente.

-Gwaine…Gwaine… - Merlín no estaba de humor para juegos tontos. Quería que el día se pasara rápido. Lo que había pasado con Arthur hoy había sido suficiente. Nunca, en todos los años que tenía de servicio, Arthur lo había felicitado por algo, o incluso, abrazado. - ¡Parad, Gwaine! – Gritó, y todos dejaron de reír.

Gwaine se hizo a un lado, y el joven hechicero pudo observar el cielo azul que caía sobre Camelot.

Incorporándose rápidamente, Gwaine le tendió una mano a su amigo, quien lo miraba con desganas.

-¡Vamos, Merlín! ¡Hay que celebrar esto!

-¿Celebrar que cosa? – inquirió Arthur.

Gwaine lo observo por unos minutos, y luego rio, pensando que lo preguntaba en broma. Pero al ver que Arthur no reía, paro de reírse:

-¿Es que no lo sabes? ¡Hoy festejaremos… -

-…el aniversario de Gaius como médico de la corte! – Merlín invento la mentira al paso.

Todos lo miraron con asombro, sin entender.

-¿Qué? – inquirió Gwaine.

-Eso, ¿verdad, chicos? Es el aniversario de Gaius.

-Eso no es verdad. – replico Elyan.

Por una vez, cerrad la boca Pensó Merlín.

-¿Qué está pasando aquí? – Arthur utilizo la voz de Rey, y todos miraron a Merlín.

Maldición. Sí no fuera tan mal amigo, se lo diría. Pero ahora…no pienso decírselo. No pienso compartir mi cumpleaños con él

-Nada, Arthur. Luego te explico. De seguro, tendrás cosas más importantes que esto… - dijo, a modo de poder escapar.

-No, la verdad que no, Merlín. Me pasaré por lo aposentos de Gaius a saludarlo.

Mierda. Eso no era lo que tenía planeado que dijera.

Todos lo miraron confundido, y sin saber que responder, asintió con la cabeza.

-Bueno, tengo que firmar algunas cartas. Merlín – dijo antes de irse – necesito que laves algunas prendas. Y que pulas mi espada. Para hoy a la noche, ¿entendido?

Contra su pesar, asintió con la cabeza, apretando los dientes.

Y cuando dio media vuelta para marcharse, a Gwaine no se le ocurrió otra cosa que abrir la boca y preguntarle a Merlín:

-¿Es que no se lo has dicho?

Merlín asintió con la cabeza. Una mentirita piadosa no dañaría a nadie…

-Bueno, pero, ¿nos vemos esta noche en la taberna, no es así? – Quiso saber Percival.

Arthur paro en seco, y presto atención a lo que estaban diciendo. Mordred inquirió:

-¿A que van a la taberna esta noche?

-A tomar hasta emborracharnos. – dijo apresuradamente Merlín, quien se dio cuenta de las intenciones de Arthur.

Gwaine sonrió como un idiota.

-Quiere decir, a lo que siempre hacemos. – concluyo con una apretada de hombros a Percival, y un revuelto de pelo a Merlín. – Pero esta vez, sumado a festejar.

-¿Festejar qué?- siguió Mordred.

-Un día muy especial. – murmuró Merlín.

Arthur lo miro por encima del hombro, y Merlín le dirigió su peor de las miradas.

-Ya entiendo. Ya recuerdo. – Dijo Mordred, sonriendo a Merlín. – Conseguiré algo, si no te molesta. – agrego en voz baja.

Merlín asintió lentamente, y de a poco, se alejó del círculo que sus amigos habían hecho alrededor de él.

Arthur todavía lo miraba, sin entender.

-¡Merlín, espero que sepas celebrar a lo grande! – grito Gwaine.

Trato de no prestar atención a los pasos que escucho detrás de él, pero fue en vano: Mordred venía corriendo, con la capa ondeándole detrás:

-Merlín. – llamo. El joven hechicero bajo el paso, para que el druida pudiera alcanzarlo.

Y cuando quedaron frente a frente, Mordred le susurró:

-Yo sí me acuerdo. Feliz cumpleaños.

Merlín le sonrió afectuosamente; y solo esta vez, quizás, sólo quizás, llego a pensar que Mordred no era tan malo, y que la perdición de Arturo se podía cambiar…

Una vez que los caballeros se separaron y se fueron por su cuenta – algunos a buscar el regalo para Merlín – Arthur se dirigió al aposento de Gaius, para poder entender todo lo que había dicho Merlín y Gwaine.

Al abrir la puerta, no encontró a nadie. La habitación estaba desolada, y los ingredientes para pociones estaban esparcidos entre la mesa.

Pero, aún parecido desolado, se escuchaban ruidos provenientes desde la otra sala.

-¿Merlín? – inquirió Arthur.

Sí Merlín no se hallaba haciendo sus quehaceres, de seguro, el que hacia ruido, era él.

Se dirigió hacia allí, mientras decía:

-Escuchad; sé que hoy no te he tratado de la mejor manera, pero…. – paro de pronto, al ver que el que hacía ruido no era Merlín, sino, Gaius. Porque la espalda encorvada y el pelo canoso no podía pertenecer a alguien más, ¿cierto?

Gaius se dio la vuelta, con las manos empapadas en, lo que parecía, harina.

-¿Su majestad? Merlín se halla en su habitación. – comentó, con indiferencia.

Arthur aprovecho la oportunidad para felicitarlo; pero cuando lo hizo, Gaius se le rio inocentemente en su cara.

-¿Mi aniversario? ¿Merlín os ha dicho eso? ¡Es mentira! Para mi aniversario falta, y mucho.

-Ya veo… - se limitó a responder.

Había quedado parado como un idiota frente a todos sus caballeros, y al parecer, así lo había querido Merlín. Pero la pregunta era, ¿por qué?

Y pronto se acordó de lo que le había dicho: hoy era un día muy especial, y al parecer, todos sus amigos sabían por qué, menos él.

¿Era eso por lo que estaba enojado? ¿Por qué no se acordaba que era tan importante hoy?

Sí era muy importante cómo decía él, Arthur tendría que recordar que era. Nunca se olvidaba de las cosas importantes.

-Entonces, ¿para qué es ese pastel que está haciendo? – le pregunto al viejo.

-Esto…es un pudin, y es para Merlín.

¿Para Merlín? Un pudín….

¿…significaba eso algo…?

Pudín, pudín, pudín… Arthur se repetía esa palabra en la cabeza, tratando de averiguar si tenía algo que ver con el "día especial".

Que él supiera, un pudín se hacía para algunas situaciones festivas, sea el caso de celebrar una alianza matrimonial o un….

Un…

Oh, mierda.

-Por favor, decidme que no me he olvidado su… - Arthur iba a continuar, pero un estrepitoso ruido – de los que siempre creaba Merlín- los hizo sobresaltar a ambos.

-¡Gaius! – grito Merlín, saliendo de su habitación. – Hoy iré a la taberna. Al parecer, Gwaine está empeñado en celebrar mi cumpleaños… - los pasos se hacían cada vez más audibles, y Arthur empezó a lamentar no haberlo escuchado hoy. – Por lo que…. – Merlín llego a la habitación, y vio a Arthur parado como una estatua, sin saber que decir. – Vaya, pensé que estarías haciendo…digo, firmando las cartas….

-Yo también lo creía. – fue lo único que dijo Arthur, antes de enojarse consigo mismo.

¡Cómo podía haberse olvidado el cumpleaños de Merlín! ¡Con razón estaba tan enojado! ¡Y con razón había pedido el día libre! Y él se lo había negado, y lo obligo a fregar y a pulir cosas, siendo su cumpleaños…

¿Eso era el regalo que le estaba dando? ¿Trabajo? ¿Algo que sabía que odiaba hacer?

Maldición, ahora Merlín lo miraba desde la otra esquina, con los ojos cubiertos de…¿lagrimas? No, no eran lágrimas. Sus ojos estaban cargados de odio.

-Lo siento, Merlín… - empezó Arthur, pero Merlín le sonrió. Pero eso no lo calmo. Aquella sonrisa era falsa, y cruel. Era del tipo de sonrisas de "Descuida, aunque lo hayas olvidado, te sonrío para que te sientas mejor. No quiero que veas lo cual herido estoy".

-Descuida, Arthur. Está bien. – murmuro, con una voz que no le era suya.

-No, Merlín, no lo está. Tendría que haberte escuchado, tendría que…

-Pero no lo hiciste- soltó sin más. – Nunca lo haces.

Merlín estaba enfadado, y aquello era la cola de todo lo que se avecinaba.

-Siempre pasas por alto todo lo que es importante para mí – prosiguió Merlín – Siempre.

-No es verdad. He olvidado tu cumpleaños por asuntos de la realeza, pero…

-Acabas de hundirte a ti mismo, Arthur. Acabas de confirmar que te has olvidado algo que es realmente importante para mí. – Merlín hablo con voz monótona, cómo si hubiese pensado en eso desde que se levantó.

Arthur iba a contestar, pero nuevamente, fueron interrumpidos.

Merlín giro la cabeza, para ver quién era el que se acercaba irradiando felicidad: Mordred, con un paquete minúsculo entre las manos….

-¡Merlín! Feliz cumpleaños nuevamente.

Y con eso lo había empeorado todo.

Arthur le lanzo una mirada asesina a Merlín, el cual interpreto enseguida: estaba enojado por haber sido el único que no sabía lo de su cumpleaños.

-Arthur… - murmuró Mordred, parándose en medio de la habitación, entre los dos.

-¿Sabías sobre su cumpleaños y no has dicho nada? – pregunto incrédulo.

Mordred no sabía que responder.

-Me he acordado cuando Merlín susurró que era un día muy especial…

-¿Y cómo, con eso, has podido recordarlo?

-Porque algunos retienen lo que es importante para los amigos, Arthur, al contrario que tú. – comento el joven hechicero, lleno de desprecio.

-Nunca me lo has informado, Merlín. – replicó ofendido Arthur.

-¿Nunca? ¿Estás seguro de eso? La semana pasada te he informado más de siete veces acerca de mi cumpleaños.

-¡Pero nadie me ha dicho que iban a celebrarlo!

-¡¿Y que se hacen en los cumpleaños?! ¡Se celebran!

-Ese no es mi caso. – dijo dolido Arthur, y Merlín cerro la boca.

Pero luego de unos momentos, volvió a abrirla:

-No me he acordado. Perdona.

Pero el error ya estaba hecho, y Merlín ya había metido la pata.

-Algunos amigos no recuerdan lo que es importante para uno mismo, Merlín. – Arthur dijo lo mismo que le había dicho él, pero luego se sintió peor.

Merlín abrió la boca, pero luego la cerró. No tenía la intención de volver a pelear con Arthur en el día de su cumpleaños.

Por esta vez, prefirió seguir el consejo que Gaius le había dado antes. Disfrutar de su día, sin hacerse cargo de Arthur, sin pensar que algo podía salir mal. Sin pensar que Mordred podría causarle algún mal…

Mordred… ¿Qué tenía para él ahora?

-Es un presente, Merlín. Es algo chico, pero muy valioso para mí. Y mi familia.

Se acercó a él tímidamente, y le extendió la mano.

Merlín cogió el paquete, y antes de abrirlo, le sonrió con ganas y murmuro:

-Gracias.

Mordred le devolvió la sonrisa, y eso le hizo recordar a cuando era un niño perdido, asustado por Uther.

-¿Podemos hablar en privado, por favor?

Ambos miraron a Arthur, quien comprendió que estaba demás.

-No he terminado contigo. – Se fue al fondo, donde se sentó en una banca, observando como Gaius decoraba el pudin. Pronto entablaron una conversación amena.

Mientras tanto, Mordred le explico lo que acababa de regalarle.

-Es una piedra, pero con poderes mágicos. Entre los druidas es conocida como La Mensajera. Quien tenga la piedra gemela, se podrá comunicar este donde este. Basta con decirle el nombre, y la piedra te mostrara al portador.

Merlín giro el pedazo de masa azul sólida entre sus dedos, fascinado.

-¿Quién tiene la gemela?- preguntó.

Mordred hurgo en su bolsillo izquierdo, y saco otra piedra azul.

-Supuse que se la querías dar a tu madre. Es lo que pensé. Sí yo tuviera a alguien de mi familia con vida, sería lo que haría.

Merlín tomo la otra piedra, y alzando la cabeza, volvió a regalarle una gran sonrisa a Mordred, quien lo miraba con afecto.

Estaba empezando a creer que Mordred no era tan malo después de todo.

-Gracias, Mordred. De veras lo aprecio.

Le dio un apretón amistoso en el hombro, y luego de conversar unos minutos, Arthur los interrumpió.

Al parecer, era el día de ver quien interrumpía más.

-Mordred, quiero hacerte una pregunta. Hoy en la tarde, Gwaine ha informado algo acerca de una taberna. ¿Te ha dicho algo a ti al respecto?

Detrás de él, Gaius miraba a Merlín y a Mordred, cómo si quiera encontrar algo en ellos.

-Sí, me han invitado. Y he aceptado.

-¿Y porque a mí nadie me ha dicho nada?

Nadie respondió. Un silencio reino en la habitación.

-¿Quién es el responsable de tu celebración, Merlín?

El morocho se encogió de hombros. Sabía quién era, pero sí se lo decía, Gwaine iba a tener que soportar un sermón y reproche proveniente de su Rey. Y cómo estaban las cosas, eso no era conveniente.

-¿Mordred?

El druida miro a Merlín, quién miró a Gaius. Y al final, fue el viejo el que hablo.

-Fui yo, Sire. Mil perdones por no informarle. Había pensado que Merlín lo había invitado.

Arthur alzo las cejas, divertido.

-No ha tenido la amabilidad de hacerlo.

-Lo hubiese hecho si alguien no hubiese salido corriendo cuando estábamos conversando… - murmuro el mago, apretando los dientes y conteniendo la rabia.

Mordred sonrió con culpabilidad.

-Lo lamento, Merlín. Si me hubiese acordado de tu cumpleaños, no hubiese hecho aquello.

Al parecer, la situación ya estaba mejorando. Mordred se retiró excusándose de que tenía que practicar, mientras que Gaius había dicho que tenía que seguir haciendo las pócimas para la gente del Reino.

Al final de horas, Arthur y Merlín se quedaron a solas. Y cómo si fuera de locos, Merlín fue el primero en hablar:

-¿No está todo bien entre los dos, verdad? – pregunto, algo incómodo por la situación.

Arthur lo miro dolido, aunque en verdad pensaba que así se tenía que sentir Merlín.

Pero sin importarle ahora sus sentimientos, le dirigió una débil sonrisa a su más leal sirviente.

-Feliz cumpleaños, Merlín.

Y dirigiéndose hacia la puerta, agarro el picaporte, decidido a marcharse.

-¿Arthur?

El rubio giro la cabeza, y manteniendo la estúpida débil sonrisa, murmuró:

-Lo lamento, mi amigo. En serio lo lamento.

Bueno bueno, las veré mañana (?