Nota: Pues bien, ésta historia es la segunda que escribo así que por favor perdonen los errores.

La historia se desarrolla en diferentes arcos temporales. Debo agregar que hay muchos saltos en el tiempo, espero no confundirlos... Aunque la verdad los primeros capítulos si estarán algo enredados.

Me basé más que nada en las películas, un poquito en los comics y saque algo dela mitología tradicional nórdica, pero también tiene muchas cosas que yo misma inventé (así que si algo no les es familiar ya saben por que).

Comenten para saber si les gusta o no, para dar algún consejo o recomendación o por si tienen alguna duda acerca de algún capitulo.

Disclaimer: Los personajes que reconocen le pertenecen a Marvel.


1. Los traumas de nuestra niñez I (Una niña sin padres y un niño con problemas de afinidad).

Se internó en el bosque, corriendo en un principio hasta que la primera caída, de muchas que tendría esa noche, la obligó a ir más lento; cuidando cada uno de sus pasos, desenredando su cabello de entre las ramas y su vestido de los arbustos y rocas. Odiaba tener que vestirse de esa forma que creía ridícula, era en esos momentos cuando más extrañaba la simpleza de Midgard. Qué necesidad, pensaba, hay de ataviarse con capa tras capa de tela imposiblemente pesada que no hacia otra cosa que estorbar. Maldijo su vestimenta, el protocolo de la nobleza y sobre todo maldijo su situación, su mala suerte de "hija de nadie".

Siguió caminando. Tropezó muchas veces más, con los pies enredados en su vestido. Su rostro fue arañado por pequeñas ramas que luego - frustrada, furiosa - arrancaría de un jalón del tronco del desafortunado árbol para hacerlas arder en la palma de su mano. De cualquier forma logró llegar a un claro, justo a la orilla de un lago. Llegó cuando la luz del día agonizaba. Permaneció inmóvil algunos minutos, observando los momentos finales del resplandor dorado que la luz contra la superficie del lago ofrecía. Por fin se sentía tranquila, toda esa distancia recorrida, las heridas, el cansancio, todo había valido la pena pues nada se comparaba con aquella paz que le llenaba los pulmones con cada respiro. Sin embargo, abandonó su quietud sacudiendo la cabeza y parpadeando rápidamente justo cuando aquella serenidad empezaba a tornarse abrumadora, asfixiante. Traspasar la delgada línea entre paz y enajenación era algo que intentaba evitar, cruzarla era peligroso.

Ahora la oscuridad era casi absoluta a excepción del resplandor de las luces de la ciudad que interrumpía la negrura del cielo asgardiano, y las incontables estrellas con la luna iluminando esa fría noche de otoño. La pequeña midgardiana levantó su vista hacia el cielo, suspiró con la inferioridad desbordándola pero embriagada a la vez por la certeza insolente de que así como ella se sentía inferior ante Asgard y sus habitantes, así debía sentirse y siempre sería de mínimo el Reino Dorado ante la hermosura del Universo. Todo era relativo. Se abrazó al consuelo con fuerza desesperada, el alivio al tormento continuo de saberse diferente y tal vez inferior; se aseguró de guardar para siempre en su memoria esa bella imagen del diáfano firmamento de Asgard, un cielo que años más tarde añoraría con la honda desesperación de la soledad, y el cual hasta desearía no haber visto nunca.

Ajena a su retorcido futuro regresó sus ojos al lago y sin que pudiera determinar si de verdad existía una razón para hacerlo, sonrió. Inevitable pese a las torturas mentales autoimpuestas, espontanea como las mejores sonrisas. Todo estaba tranquilo a su alrededor y sólo el sonido de algunos animales escabulléndose entre la vegetación a sus espaldas podía ser escuchado, a parte de esas criaturas estaba sola… al menos eso creía.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó con severidad una voz suave detrás de ella, haciendo que diera un salto y que contuviera la respiración mientras se daba la vuelta.

-No, ¿tú qué haces aquí? – Replicó volviendo a tomar el control sobre sí misma y entornando los ojos con una mirada de reprobación que hizo a su interlocutor sacudir la cabeza y rodar los ojos–. No puede ser, me seguiste –aseveró, abriendo exageradamente los ojos y dejando la boca entreabierta a medida que su cerebro se precipitaba en un razonamiento que resultó en conclusiones indignantes-. Te enviaron por mí... ¿Pero qué tiene Asgard contra un minuto de paz? Tal parece que no soy dueña de mi tiempo…-.

-Te equivocas –interrumpió el niño portador de aquella voz que la había sorprendido -, no vendría por ti ni aunque mi padre me lo mandara, nunca me rebajaría a seguir a una insignificante criatura como tú-.

-No hay nadie a aquí aparte de nosotros, Loki. No tienes que fingir-.

-Lo sé – La severidad en el rostro de Loki se esfumó y se dibujó una media sonrisa, la típica de él, pero que siempre que era dirigida hacia ella estaba ataviada además de una libertad juguetona pero sincera, una especie de gesto de amistad entre ambos–. He pensado que debería empezar a tratarte más como el resto de nuestros amigos lo hace, no es conveniente que muestre tanta simpatía por una midgardiana-.

-¿Nuestros? –Cuestionó con ironía, alzando las cejas-. No sabía que a los amigos se les insulta, se les trata como esclavos, se les pone metales incandescentes en los asientos o peor aún los mandan a Jotunheim – Exclamó enumerando con los dedos cada uno de los actos.

-Tienes que admitir que enviarte a Jotunheim fue una hazaña astuta y complicada, una… buena idea. Mira que engañar a Heimdall no es sencillo, debieron trabajar semanas en ese plan, ya entiendo porque andaban tan raros –Loki no pudo evitar una risita al notar el gesto en su rostro: lo miraba con una ceja alzada y los labios fruncidos en una graciosa mueca de disgusto.

-Tenemos un concepto diferente de "buena idea" - dijo por fin con desdén. Caminó hasta una roca plana que sobresalía de entre las otras y se sentó sobre ella –. ¿Y hay entonces una buena razón por la que estás aquí o simplemente el paisaje te pareció digno de que tu padre te fría con su ojo por desobedecerlo?-.

El niño torció la boca al escuchar esa alusión a la preocupación que venía intentando postergar para cuando estuviera en presencia de su padre. Ya sabía que lo iba a destrozar en cuanto llegara, no necesitaba que se lo recordaran, menos ella que se supone era su amiga. Pero era tarde. La semilla de la preocupación había sido sembrada. Loki no gozaría de nada cercano a la paz hasta que cumpliera con el castigo impuesto por su padre. Pretendió, sin embargo, restarle importancia, se encogió de hombros y soltó su respuesta.

-Alguien tiene que remplazarte cuando no estas cerca para servirles de entretenimiento… No deberías quejarte, tú sólo tienes que soportarlos cuando vienes, en cambio yo –una mueca de desagrado volvió a interrumpir, por un segundo, sus facciones-, yo estoy condenado a convivir con el adorable grupo que son los amigos de Thor todos los días -.

-Eso no es del todo cierto –debatió ella. Una cara a nada del más elevado orgullo por decir aquello es lo que vio Loki desde su lugar y pese a la escasez de luz-. De vez en cuando se las ingenian para incomodarme cuando estoy en la Tierra, eso y la nada simpática forma de ser de algunos midgardianos hacen de la vida en casa algo agotador. Poco agradable - .

Ambos niños se observaron momentáneamente el uno al otro con ojos inexpresivos para luego hundirse cada uno, por unos minutos, en su propio vendaval de pensamientos.

Loki examinó a su amiga albergando en su interior algo cercano a la piedad, indultándola de ante mano por no ser como se suponía, se esperaba, debía y le convenía ser. Se contuvo de suspirar desalentado al contemplarla, toda ella era un desastre, cuando Frigga reparara en su lamentable condición se sentiría, muy probablemente, decepcionada, pues era la reina quien más se preocupaba por hacer de esa niña una digna dama de la corte. Pensó en Sif e Idunn, ambas se mofarían del deplorable estado del que en algún momento había sido un resplandeciente vestido gris, reirían de la ridícula apariencia que le daba su despeinado cabello castaño, vanagloriándose de sus cabelleras pulcras y doradas; ya le parecía a Loki oír a Idunn referirse a su amiga como "la esclava". Apretó los puños con fuerza ante ésta idea, le enfurecía pensar que no sólo sus "amigos" la juzgaban como la niña de la servidumbre que tuvo suerte y escaló de posición, sino que el resto de Asgard (a excepción de los reyes, quizá Thor, y él mismo) también lo pensaba, ya que, ¿quién no sabía la historia de "la hija de nadie"? Todos lo pensaban y por eso estaban allí, escondiéndose de un mundo que no les era grato.

-Tenemos que volver al palacio –Susurró Loki frunciendo el ceño en un gesto de aflicción, realmente deseaba quedarse allí un poco más pero ¿para qué alargar la tortura? Si desde este momento tenía asida al cerebro la imagen del rostro severo de su padre con esa expresión acusatoria que por muy acostumbrado que estuviera a ver lo destrozaba.

-Regresa tú – Exclamó ella bruscamente, sacándolo de sus pensamientos.

-Tenemos que regresar juntos –dijo con un cierto deje de exasperación en su voz. Cómo si no lo supiera. ¡Claro que ella lo sabía! Regresar solo empeoraría la situación de su huida-. Te castigaran y peor aún, me castigarán a mí por no llevarte conmigo-.

Ella resopló. – Di que no me encontraba contigo, que tú fuiste por tu lado y yo por el mío –Replicó con cansancio y la mirada perdida en el horizonte.

-¿Si? Y en tu brillante plan has incluido a Heimdall, quiero pensar-.

-¡Ah! – Exclamó molesta – ¡Ese despreciable vigilante…! – Tuvo la necesidad de interrumpir su sátira contra Heimdall y de llevarse una mano a la rodilla derecha. Sintió un dolor punzante al tocarla, alzó su vestido para poder dar un vistazo y se encontró con una herida, no era posible decir cuál era realmente su magnitud, estaba cubierta por sangre coagulada y tierra, ciertamente lucía horrible y Loki se alarmó. Su creencia de que los humanos eran criaturas débiles a extremos ridículos lo llevaba siempre a vigilar que su amiga jamás se lastimara, y a pesar de que esto había estado fuera de su control, se recriminó el no haberlo evitado. Nunca dejó de ser así en realidad. Igual iba a recriminarse cosas mucho peores en un futuro lejano y no iba a poder con su propia consciencia por ello.

-Tenemos que llegar al cuarto de sanación enseguida – dijo y se inclinó un poco para inspeccionar la herida, esto sólo lo alteró más – Voy a tener que cargarte –agregó como si de una gran y solemne misión se tratara.

-¡¿Qué?! – Apartó uno de los brazos de Loki quien se disponía a tomarla por la cintura, y se incorporó alejándose renqueando de él –. Nunca. Puedo regresar por mí misma-.

-No voy a permitir que lo hagas –Se acercó de nuevo a ella y con un movimiento rápido para que no tuviera tiempo de evadirlo, la alzó del suelo con su brazo izquierdo y con otro movimiento la acomodó en sus brazos.

-Casi olvido lo fuerte que eres, Loki. –Comentó ella con suavidad, aturdida por la agilidad con que él la había tomado en sus brazos y por el repentino pero objetivo panorama de la realidad que tuvo.

Loki era un dios, un príncipe, el hijo menor de Odín, y aun cuando no era el más amado o por lo menos apreciado en Asgard, era hijo del rey y por lo tanto era mucho más de lo que ella jamás sería. ¿Y qué era ella? Una midgardiana torpe que se lastimó dando un paseo por el bosque, un triste intento de dama, la intrusa en el palacio a quien Odín protegía. "Le he jurado a su padre cuidar de ella" esa era la única razón que el rey daba. ¿Y quién, en nombre de Hel, era su padre?... No, no su padre, su progenitor, porque aquel ser, cualquiera que fuera no tenía derecho de llamarse su "padre", ese monstruo le había destruido la vida y ni siquiera tuvo la decencia de dar la cara, porque no, muerto no estaba. Era tan sólo un cobarde que un día tuvo el deseo, el vil capricho de poseer a una humana, para más tarde eximirse y pedirle (probablemente suplicarle) a Odín que se hiciera cargo de su error, del desliz que tuvo con una simple humana y del cual resultó una descendiente a quien consideró poco digna de sí; le rogó que se deshiciera de su vergüenza… de su hija. Odín nunca había sido exactamente afectuoso con ella, y a pesar de que esto le dolía de cierta forma, le estaba muy agradecida, sabía que de haber querido Odín pudo haberla matado, aislado en una celda o abandonarla a su suerte en Midgard. No obstante él se había encargado de cuidarla – sin importar si realmente se lo había prometido a su padre o no – en cada aspecto de su vida. Le permitió la entrada a Asgard a pesar de ser humana –semi-humana – algo que no era usual o en ocasiones hasta correcto; vigilaba su bienestar cuando estaba en la Tierra y cuando su madre murió se encargó de que siempre tuviera a alguien a su lado, no sustituyendo a la figura materna, sino protegiéndola. Si, quizá El Padre de Todo no mostraba cariño paternal como ella deseaba; si, era renuente al hablarle de su pasado – de su ascendencia- pero después de todo lo que él hacía por ella era correcto que se conformara con la historia que le relataba, la cual no eran más que un par de frases carentes de detalles, frías al pasar por los labios de Odín y que la dejaban con la sensación de que efectivamente era la hija de nadie.


Mientras Loki la llevaba en brazos, con paso lento, no porque no fuera capaz de ir más rápido sino porque temía lastimarla, notó que algo ocurría con ella, o mejor dicho, notó que nada ocurría con ella. Sintió un vacío repentino en el pecho y una gran dificultad al respirar, creyó que la herida en su rodilla era más grave de lo que tenía contemplado en un principio. Preocupado como estaba la miró con atención, se detuvo y por primera vez, desde que emprendieron el retorno al palacio, ella habló.

-¿Qué sucede? -.

-Es lo mismo que yo me pregunto, ¿qué sucede…qué te sucede? –.

-Nada –respondió ella con simpleza y Loki rodó los ojos.

Su midgardiana amiga era taciturna a niveles inaguantables, escondiendo detrás de su silencio y esos quietos ojos de mirada sincera, un espíritu clarividente y las secretas maneras, la condición irremediable de ente excéntrico. Allí estaba la valentía amarrada al deber y al respeto por quienes eran superiores a ella; sometiendo sus anhelos profundos de ser un alma audaz, a esa perpetua inseguridad, a esa certidumbre que le anunciaba nunca podría ser la mitad de buena que todo aquello tan admirado y odiado por ella a partes iguales. En su infancia Loki compartió casi siempre los mismos demonios que hostigaban a su amiga, el mismo tropel de problemas: el no ser todo lo que querían y podían porque significaba ser también demasiado diferentes; el ocultar parte de sí mismos para no aumentar el ya intolerable menosprecio; el preferir la soledad y la seguridad de sus propias aficiones, lejos del daño que pudieran causarles los que nunca pudieron o desearon comprenderlos, a participar de las diversiones que, siendo objetivos, nunca se ajustaron a sus gustos, pero de las cuales ansiaban formar parte por la sencilla razón de querer sentirse parte de algo. Encajar siempre fue el problema. Se morían por encontrar la afinidad que les diera paz, fracasaban intentándolo cien veces y lo único que les restaba era aislarse y adoptar una actitud defensiva que empeoraba el círculo vicioso y lo hacía irrompible.

Para ella siempre fue muy claro: mantenerse al margen era lo mejor. Era humana, huérfana en términos prácticos y su padre no era el rey de Asgard, así que siquiera alojar la idea de en algún momento permitirse la "valentía" con la que no dejaba de atosigarla Loki, era una estupidez mayúscula. Debía guardar silencio, debía ser humilde y someterse porque nada tenía en este mundo, era una intrusa, una carga y, si se veía desde cierto punto, una vergüenza. Conformarse con sostener las miradas y no retroceder intimidada ante las agresiones era lo mejor y todo lo que podía permitirse. Ella lo tenía claro: Loki podía darse el lujo (ella misma lo alentaba sin descanso) de mostrarse tal cual era. No podía resultar tan mal. Su padre incluso se vería beneficiado con algunas de las ahora escondidas habilidades de Loki, por mucho que Asgard las subestimara. Sus "amigos" hasta podían dejar de verlo con desdén y rebajarlo como si en vez de uno de sus príncipes estuvieran tratando con uno de sus sirvientes. Loki no perdía mucho con intentar. Ella, en cambio, hasta encerrada podía acabar. Siempre lo tuvo muy claro todo. Tanto que en ocasiones convencerse de que no era una tonta cobarde e inservible era difícil; tanto que su verdadero espíritu estaría tan envuelto en esas ideas, que la verdad se diluiría con la mentira al punto de no poder separarlas más.

Pero Loki la conocía demasiado bien. Loki la comprendía en sus enredos y trataba de auxiliarla a ordenar su cerebro ofuscado. Ella procuraba lo mismo. Llegaron a conocerse de más, a adivinarse tanto las acciones significativas que las pocas que no lograron anticipar se sintieron como los peores y más imperdonables engaños. Y sin saberlo, sin siquiera vislumbrarlo con ella en sus brazos, Loki se echó la soga al cuello desde entonces; la culpabilidad que iba a carcomerle el alma cuando en el final se supiera derrotado y la viera perdida para siempre por sus propias elucubraciones, habría de ser producto de esa conciencia muy clara, casi perfecta, de quién era el otro; haberse confiado tanto les cargó en los hombros el peso inevitable de la responsabilidad por las acciones que el compañero llevaba a cabo.

Habiendo rebasado los límites de una amistad normal, como la que habrían elegido de haber podido, se deslizaron lento y a escondidas primero, para después despeñarse con furia hacia una locura suspendida. El desprecio exagerado por ella y mucho mayor que el que le tenían a él, influía en Loki. Así es como se manejaba cauteloso, con su sigilo innato a la hora de demostrarle a la midgardiana su afecto frente a otros.

En el presente, con la cabeza de ella recargada en su hombro, tragó en seco: mañana lo sabrían todo las bestias esas que se atrevían a llamarse a sí mismos asgardianos; lo molestarían hasta el cansancio con burlas tontas, eso si suerte tenía, que si no iba a sufrir las miradas de desaprobación, de burla, sería el ridículo que llevó en brazos a la insulsa midgardiana. No importaba si trataba de defenderse (no lo iba a hacer, de cualquier forma), ellos no le creerían. Alguno de ellos iba a sacar el "pero claro, qué más podría esperarse de Loki". Todo mientras Thor fanfarroneaba por otros lados, ajeno, igual que siempre, a las infamias de que su hermano era presa. Aunque claro, a este punto la ignorancia de Thor y su propia posición ante el grupo de imbéciles más notables en el reino, eran un par de cosas que Loki ya suponía una tradición. Él no podía darse el lujo de andar jugándole bromitas y haciéndose el encantador, el dulce, el buen amigo, el que calificaba a la midgardiana como una "hermana". Él tenía que llamarla por su nombre y si los otros no estaban contentos con eso, hasta por algún apodo. Él tenía que hacerse el indiferente aunque por dentro lo calcinara la necesidad de abalanzarse sobre el idiota en turno que la estaba torturando de alguna forma no siempre infantil. No intervenía ni para bien ni para mal. Él tenía que convivir por las noches con el malestar de la omisión, rodando sin descanso por su cama, cuando el remordimiento lo atacaba en medio de la oscuridad absoluta; y la tranquilidad no regresaba hasta que la escuchaba decirle que todo estaba bien, que comprendía, y que si no dejaba de preguntarle si era en serio que no estaba molesta tendría que reconsiderar su respuesta.

Loki sabía que no toda la vida podía ser así. Por eso cuando, un corto tiempo después, ella se quedara permanentemente en Asgard, él iba a tomar la decisión que no se perdonaría nunca pues pudo haberles evitado todo el terror del lejano futuro: mandar al demonio los escondrijos; acabar, o por lo menos arrinconar, sus patéticos deseos de ser bien visto por un montón de perdidos; y permitirse hacerles saber a quienes quisieran verlo que sí tenía alguien que le apreciara y viceversa; que aparte de su familia, Loki Odinson quería y era querido por alguien. Tenía una verdadera amiga y a quien no le gustara que se pudriera en Muspelheim. Y fue entonces cuando se precipitó imparable hacia ese estado de maravilla sobrenatural que era sentirse tan contento con quien lo sacaba de sus casillas fácilmente. Entendió en su mayoría los detalles de la comunicación silenciosa, y él a cambio le enseñó la magia de las palabras.

-Sé que no eres muy parlanchina pero este nivel de silencio en nuevo –soltó él, consternado. Considerando que él era una de las pocas excepciones a esa estricta regla de no hablar sino hasta que fuera verdaderamente necesario (y no sólo en referencia a expresarse con palabras. La niña iba quieta y muda en todo sentido), no era lo normal presenciar un mutismo tan absoluto. En ocasiones les gustaba permanecer en silencio pero hablándose mediante ese método incomprensible de decirlo todo sin palabras y casi sin moverse; pero esta vez ni siquiera eso estaban haciendo. Giró e inclinó la cabeza, buscando su rostro para descubrir en sus facciones un gesto delator, pero ella era pura calma abrumadora. Loki frunció el ceño un instante pero luego continuó con más calma y una mirada de preocupación-. ¿Tu herida te está causando mucho sufrimiento? –fue la única razón que se le ocurrió en el momento.

-No, no. Por favor Loki, es solamente un raspón en la rodilla, no voy a morir desangrada –Contestó, emergiendo de su ensimismamiento e intentando calmarlo. En un segundo la tranquilidad gélida de su rostro se evaporó, y la diversión junto con la ternura se combinaron en una mirada y una sonrisita suaves; más conmovida que molesta por el hecho de que Loki no parara de considerar su condición humana una insuficiencia física insalvable. Quiso decirle que ser midgardiana no significaba ser una especie de lisiada como él claramente lo creía, ni significaba nada parecido a estar condenada a una enfermedad incapacitante; pero explicárselo ahora era malgastar el tiempo. Asimismo, rebosando entre esa sobrecogedora certidumbre de ser importante para alguien y lo divertido de verle igual de histérico que hembra en periodo, no le daba los ánimos suficientes para discutir con su amigo sobre las ventajas y desventajas de ser midgardiana–. Sólo… pensaba-.

-Ah– murmuró algo aliviado mientras reacomodaba a su amiga en sus brazos para que ambos tuvieran una mejor posición y así él pudiera andar con más rapidez sin provocar que ella se moviera demasiado. Dio un vistazo en dirección al palacio que se veía a lo lejos, enorme y majestuoso como siempre, calculando cuánto tiempo más tardarían en llegar.

Recuperaron su silencio el resto del trayecto, con la notable diferencia de que ella estaba fuera de ese sopor estancado en el pasado (lo que pasaría si Odín se enteraba de que perderse en sus pensamientos estaba sucediendo con gran frecuencia), y se había establecido entre ellos el intercambio mudo, comúnmente más significativo que algún largo discurso. Cada cierto tiempo uno de los dos miraba directamente al otro sin que sus miradas se encontraran en ningún momento.

A veces simplemente era así, por mucho que Loki intentara cambiarlo porque pensaba que eso no era lo que los amigos normales hacían: de eso se trataba, de silencio evitando conversaciones inútiles pues se hablaban y tendían a decir justamente lo que el otro no quería escuchar; en ocasiones era limitarse a estrechar la callada comunicación que se daba mientras ellos apenas notaban que lo hacían. A veces simplemente era sentarse en cualquier parte a contemplar el horizonte, luego de meses sin verse. Thor siempre lo consideró y lo consideraría inconcebible, la pérdida de tiempo más absurda que alguien pudiese presenciar. Pero en ocasiones así era. Era escapar de un mundo que o no comprendían o lo comprendían de más y les causaba desagrado; era ser un par de rezagados con unos vagos deseos de ser parte de aquello que veían con malos ojos e incluso consideraban inferior y poco digno. Ser ellos a veces significaba ser para otros el par de mocosos apáticos y huraños, cuando todo lo que de veras querían era que les vieran como veían a Thor, a Balder, a Sif: con admiración, con amable y sincero respeto… con una calidez bailando en los ojos que se parecía mucho al amor. Siendo niños nada más querían. Siendo adultos iban a enloquecer cada uno a su tiempo tratando de cobrarse con almas lo que en su infancia, en su vida (ni cómo negarlo), nunca pudieron realmente dejar de anhelar.

-Creo que ya puedes bajarme –dijo ella en cuanto estuvieron dentro del palacio.

-No. Te voy a llevar hasta el cuarto de sanación –indicó, serio, categórico-. Y no voy a aceptar ningún tipo de protesta, ¿entendido? -.

-De acuerdo – respondió como un susurro, secretamente fascinada por el tono en la voz de él.

Le hacía inmensamente feliz saber que Loki podía ser imperativo, se sentía orgullosa de él y pensaba que era una lástima que fueran tan escasas las ocasiones en las que se comportaba de esa manera. Habría sido de gran ayuda que en lugar de soportar con estoicismo, con la mirada condescendiente y la escasamente visible media sonrisa de arrogancia, hubiera atacado a sus detractores (Sif que se lucía) con esa voz firme, clara, tajante y esas palabras tan bien elegidas. Quiso hacérselo saber pero optó por callar, esforzándose por esconder sus ojos inundados de admiración y el estremecimiento que la emoción le causó para que Loki no pudiera saber lo que estaba pasando por su mente de ninguna forma. Si se lo decía lo incomodaría y tendrían una pequeña discusión que se inclinaba por mejor no tener. Habría más oportunidades en el futuro. Y lo hizo. El consejo que le dio no mucho tiempo después iba a ser determinante tanto en su fama ("Lengua de Plata"), como en su mismo destino de Dios de las Travesuras y Príncipe de las Mentiras. Entre las pocas cosas que él no iba a terminar arrinconando luego de que ella partiera sin dar razones estaba ese consejo que usó indiscriminadamente hasta el último momento, hasta aquel triste y final momento en el que vio fracasar sus planes, el destino que intentaba forjarse. Aquel momento irremediable en el que recordaría abatido, desesperado, ese otro en el que, cayendo de un puente hacia el abismo, supo, y entendió tal vez, cuan destinado estaba al fracaso, y con qué ciega terquedad se aferró de todos modos a seguir intentando.

Loki caminó por los largos y resplandecientes pasillos del palacio, escabulléndose de los guardias porque si estos veían al príncipe y su acompañante los llevarían enseguida ante su padre y esto era algo que deseaba posponer tanto como le fuera posible. Fue el turno del Aesir de sumergirse en sus cavilaciones asustadas, esta vez arrolladoras porque a nada estaba de enfrentarse al enojo de su padre. Loki lo intentaba, cualquiera diría que no, pero en serio lo intentaba. Ser un hijo del cual Odín se sintiera tan orgulloso como de Thor, era empresa imposible, una quimera mortificante para el menor de los príncipes. Ya fuera en el uso de la admirada fuerza, o a la hora de comportarse debidamente (que Thor no nadaba en buenos modales ni tampoco su conducta era intachable, pero jugándole al adorable se zafaba de los problemas que a Loki ni a base de castigos se le perdonaban), nunca pudo brillar de tal manera que en el ojo de su padre se encendiera la chispa del orgullo y la satisfacción de esa manera que Loki tanto ansiaba, y que el baboso de Thor, recibiéndola por las monadas más insubstanciales, salía sin advertirla al menos.

-¿En qué piensas? – inquirió él de pronto, a efecto de deshacerse del suplicio que le estaban causando sus propios pensamientos ante el inminente castigo y todo lo que éste conllevaba: culpabilidad, enojo, desesperación y sobre todo dolor. No existía nada que destrozara más a Loki que aquella tormenta de emociones cuyo origen era la mirada severa y hasta cruel de Odín.

-En que realmente no conocí a mi madre –respondió con sencillez-. Murió a temprana edad y yo tenía el equivalente a 3 años. Debió ser horrible para ella tener una hija que luego de 26 años aún era una infante; cuando las hijas de sus hermanas de más o menos la misma edad que yo estaban a punto de casarse… No pude conocerla en verdad-.

-Lamento que tu único atributo asgardiano sea la longevidad–. Lo dijo sin pensarlo, nada más porque necesitaba algo que decir, pero ya analizándolo, de no poseer ella ésta condición habría envejecido a la misma velocidad que cualquier midgardiano común. Sin embargo allí estaba, con la apariencia de una niña, como su mejor (o quizá única) amiga.

-Para mis 78 años luzco bastante bien – bromeó ella como adivinando los pensamientos de Loki.

-Siempre estás contando tus años. No entiendo cuál es tu fascinación por la edad.-

-No es ninguna fascinación. Para ti es algo normal, todos a tu alrededor son longevos, en cambio yo estoy obligada a ver envejecer y morir a muchas personas, entre ellas mi madre, aunque para ser sincera era tan pequeña que apenas y lo recuerdo… - Escondió su cabeza apoyándola en el pecho de Loki para que éste no pudiera ver como sus ojos se nublaban por las lágrimas.

-Te doy la razón en cuanto a eso – dijo Loki, serio – es una cuestión relativa. Y de cualquier forma, cuando el desarrollo físico de nuestros cuerpos haya alcanzado la madurez dejaremos de envejecer tan rápidamente -.

-¿Rápidamente? Loki, luzco como las niñas de 9 o 10 años de Midgard y ya tengo casi ochenta, ¿llamas a eso rapidez? – Suspiró con fastidio. Algo en la certeza de que todavía le quedaba un largo camino por recorrer le incomodaba y la dejaba a la deriva con una inmensa ansiedad. Era, en efecto, un largo camino el que quedaba y, no lo sabía, y difícilmente hubiese podido comprenderlo, los peores días aún no llegaban-. ¿Cuándo será eso? Me refiero a dejar de envejecer -.

-Primero que nada no vamos a dejar de envejecer, sólo lo haremos con mucho más lentitud que ahora. Y bueno creo que será cuando nuestro cuerpo refleje 22 o 23 años tomando como referencia a los midgardianos…lo cual sería más o menos cuando tengamos 200 años de edad-.

Ella casi solloza desesperanzada y ofuscada. Era un camino más largo de lo que creía. Demasiado. Mucha vida para alguien que nunca se consideró del todo apta ni con los atributos necesarios para ejercer una existencia agradable.

-¿Cuándo empezaremos a lucir como tu padre, Loki? Porque supongo que tardaremos bastante en vernos así ¿Cuándo moriremos? Me aterra la idea de vivir tanto tiempo- le confesó tan tranquila como su estado de consternación se lo permitía.

-No lo sé con seguridad –respondió él, meneando la cabeza-. Supongo que dependerá de muchos factores, entre ellos cuantas manzanas doradas comamos…-.

-No menciones las miserables manzanas -Interrumpió ella frunciendo el entrecejo –. Idunn se piensa invencible estando a cargo de ellas –. Loki sonrió ante este último comentario, era exactamente lo que él pensaba.

Luego el silencio dominó de nuevo. Ella regresó rápidamente a la situación actual. Desde el momento en el que entraron al palacio se dio cuenta de que Loki caminaba lentamente, atento a cualquier ruido y evitando los lugares en los que sabía que habría mucha gente; le resultaba inusual que Odín no hubiera mandado ya a sus guardias, por muy bueno que fuera Loki escabulléndose, el Padre de Todo contaba con Heimdall y nadie, sin un hechizo para evitarlo, era capaz de huir de la mirada del guardián de Asgard.

Por primera vez desde que había salido del palacio cobró verdadera conciencia de las consecuencias que sus actos le acarrearían; sin embargo Loki también tendría problemas, probablemente peores, y eso era lo que la preocupaba más. Sabía que todo el esfuerzo – que se le antojo heroico – por parte de Loki era innecesario, la herida en su rodilla no era digna de semejantes acciones, aunque lucía alarmante no se trataba en realidad de un asunto de gravedad; pero no había nada que calmara la neurosis de Loki, era un necio sin remedio y haría lo que él considerara necesario así tuviera a los Nueve Reinos en su contra.

Y de pronto, como si Odín hubiese podido leer su mente, al doblar en la esquina del corredor, cuando estaban tan cerca, a unos pasos del cuarto de sanación, un par de guardias aparecieron provocando la colisión de ambos infantes contra los firmes cuerpos de los mayores. Loki, casi como un acto reflejo, la apretó fuertemente contra su pecho para evitar cuanto fuera posible que saliera dañada por el impacto. Ella se sacudió en los brazos de él y con sus manos aplicó presión contra su pecho, quería que la dejara ponerse de pie. Loki por su parte dejó de mirar con horror a los guardias para verla a ella, negando con la cabeza y con un gesto entre ofendido y preocupado. El forcejeo concluyó cuando uno de los guardias la tomó en brazos repentinamente, sin darle tiempo a Loki de impedirlo. Abrió la boca para protestar pero el otro guardia, sin que su rostro se inmutara en lo absoluto, habló.

-Príncipe Loki, su padre lo espera en el Salón del Trono -.

-P-pero – balbuceó mirando a su amiga que estaba aterrada y le devolvía una mirada suplicante para que no la abandonara.

-Llevaremos a la joven dama a sanar sus heridas-.

Quiso protestar pero para cuando sus pensamientos se verbalizaron los guardias desaparecían mientras las enormes puertas se cerraban tras ellos. Comenzó a abrumarse, El Padre de Todo aguardaba por él. Caminó dando grandes zancadas, Odín estaba enfadado y no era conveniente hacerlo esperar.


Loki se comportaba la mayor parte del tiempo como un adulto, tal vez esa era la razón por la que no tenía muchos amigos. Pero no, no podía darse todo el crédito por la falta de relaciones interpersonales en su vida, había que agradecerle al grupo de valientes engendros del lobo de Hel, aquel montón de insulsas criaturas que frente a Odín, Frigga y en ocasiones Thor, se hacían llamar sus amigos, pero que en cuanto tenían la oportunidad le demostraban su desprecio. No entendía como Thor los toleraba, no era el más astuto en Asgard pero era su deber como miembro de la familia real rodearse de una mejor clase de compañía, el hecho de que Thor prefiriera a aquellas bestias en lugar de a él hería su orgullo. Aunque tampoco era que le encantara la conversación o los pasatiempos de su hermano… pero por qué diantres tenía que gastar su tiempo con esos animales; prefería verlo con Balder (y esto ya era decir mucho pues Loki no sentía afecto en lo absoluto por él) que con cualquiera de ellos. Pero no había forma de hacer entrar en razón a Thor. Él no era como Loki, él aun pensaba y se comportaba como un niño, Loki parecía ser el hermano mayor cuando debía ser al revés. Era él el maduro, el sensato que tenía que sacar de apuros a su hermano. Sin embargo había una ocasión en la que Loki dejaba de comportarse como un adulto y se ajustaba a su edad: cuando era reprendido por su padre.

Esa vez no fue la excepción. Al entrar en el salón comenzó a temblar y la sensación del nudo en la garganta se hizo presente. Luego de una caminata que le pareció más larga que todo lo que había recorrido con su amiga en brazos, estuvo frente a Odín quien se encontraba sentado, con un guardia a cada lado del trono y su madre, Frigga, de pie con ambas manos sobre el hombro derecho del Padre de Todo, genuinamente afligida, quizá por la reprimenda que su esposo estaba a punto de propinarle a su hijo o porque había estado preocupada por él durante su huida del palacio. Loki pensó que esto era parte de su castigo y era más que suficiente; si había algo que lo atormentara más que la mirada de Odín era el sufrimiento de su madre. Bajó la cabeza y un par de lágrimas rodaron por las mejillas de Loki dando inició así a la sesión de llanto. Últimamente era increíblemente débil ante los regaños de Odín, y era algo que odiaba pues más tarde no podría detener la autoflagelación mental por no haber sido lo suficientemente fuerte y de una u otra forma terminaría sintiéndose patético, cobarde y finalmente experimentaría una extraña presión en el pecho y una furia enorme… Algo comenzaba a generarse dentro de él. ¿Era acaso rencor, odio? ¿Por sí mismo o por los demás? Prefería no ahondar en esas ideas y seguía con su vida; si, le preocupaba lo que eso podía significar pero lo hacía a un lado diciendo para sí que lo analizaría después, pero para cuando decidiera prestarle atención sería muy tarde y aquella insignificante sensación lo absorbería por completo.

Levantó la mirada en cuanto sintió que su padre se ponía de pie, era hora de enfrentarse a la decepción que reflejaba el único ojo bueno de El Padre de Todo. Loki era consciente de que lo que había hecho no estaba bien, pero también sabía que no era razón para mandarlo azotar. Loki, estremeciéndose por la gélida acusación que ensombrecía el ojo de Odín, sabía que estaba perdiendo el control por algo a lo que ya tendría que estar acostumbrado, que tal vez estaba sobreactuando de nuevo y aquello no ameritaba las lágrimas amontonadas en sus ojos. Pero lo cierto es que era innecesario tratar de convencerse de nada, de todos modos iba a sentirse desconsolado al percibir el fracaso corroyendo su felicidad y estabilidad, luego de haber intentado una vez más ser lo que su padre quería que fuera.

-Loki - comenzó Odín con frialdad para luego aumentar gradualmente el tono de su voz – el comportamiento que has tenido el día de hoy no es digno del hijo de Odín. Te marchaste del palacio en plena celebración en honor a tu hermano Thor. Hiciste caso omiso a la orden que Heimdall te dio, la cual provenía de mí, de permanecer dentro del palacio. Deambulaste solo, desprotegido, en la noche, por el bosque conociendo los peligros y la orden que te di de no hacerlo. Tu conducta ha sido la de un temerario, un rebelde y no la de un hijo obediente y responsable. ¿Qué pasaba por tu mente cuando desobedeciste mis órdenes y actuaste tan erróneamente?-.

-Yo… yo… P-Padre, yo no me encontraba en condiciones de festejar. Necesitaba despejar mi mente y tan abstraído me encontraba que olvidé los peligros y advertencias –Tenía mil cosas que decir, mil excusas que dar. Se había propuesto no ceder tan rápido a la desesperación, estaba seguro de poder hacer a un lado la voz entrecortada y las ganas de volver en el tiempo para remediar el error; estaba convencido de poder controlar sus agobiantes pensamientos sobre ser todo él una tremenda equivocación. Pensó que era una opción el evadir el torrente de angustia que le disparaba el corazón en latidos feroces, cuando en realidad eso mismo iba ser parte de su condena incluso años más tarde, balanceándose agarrado de un cetro, o todavía un poco más en el futuro, tratando desesperado de abrirse paso entre los escombros buscando aunque fuera el cuerpo de la mujer que odio y amó sin piedad. Pero en el presente de su confusa niñez eso fue todo lo que logró articular, eso y una última disculpa –. Lo lamento, Padre… - y volteó hacia Frigga – Madre, lo… lo lamento. – Y cayó lentamente de rodillas en un llanto silencioso pero que dentro de sí era histérico.

Frigga se movió por primera vez de su lugar y corrió a abrazar a su hijo, arrodillándose junto a él y acariciando su cabeza con la ternura que sólo una madre puede dar, retirando un par de audaces mechones negros de su frente y limpiando con sus pulgares las lágrimas del menor de sus hijos. Frigga volteó su mirada a Odín rogándole que se detuviera, ella sabía que Loki era un niño sentimentalmente frágil, sabía del poder que tenía sobre él la desaprobación de su padre y aunque no conocía realmente todo lo que acontecía dentro de su mente, era capaz de apreciar que algo cambiaba en él durante los días posteriores. Ante esto el Padre de Todo recapacitó lo suficiente y aceptó para sus adentros que tal vez había estado siendo duro con Loki últimamente, tendría que hablar con su hijo para resolver esto, pero sería otro día, en ese momento lo que hizo fue acercarse hasta donde madre e hijo estaban y con suavidad los puso de pie a ambos para luego estrechar a Loki fuertemente. Loki abrió los ojos como platos, y aun temblando rodeó a su padre con sus brazos. Tan acostumbrado estaba a la frialdad de Odín que nunca se imaginó que eso podría pasar. Pocas veces había gozado de semejantes muestras de amor paternal y esas escasas ocasiones eran tan lejanas en el tiempo, cuando él era muy niño, que vagamente las recordaba. Sollozó audiblemente, se sentía de repente tan aliviado, lo embargaba una indescriptible felicidad… Esto era todo lo que Loki deseaba: aceptación, amor, sentir que si pertenecía a aquel lugar, que era querido por quien era; deseaba que dejaran de compararlo con Thor, que Odín aceptara que él era diferente y que aun así lo amara. Si tan sólo su padre hubiese sido más constante en ese aspecto, si se hubiese preocupado por ello, tal vez, sólo tal vez, la vida de todos y especialmente la de Loki, habría sido tan diferente, habría sido mucho mejor.

Odín se soltó del abrazo de Loki, lo tomó de los hombros y lo sacudió con lo que podría catalogarse como "ternura varonil" (ligeramente).

-La noche lleva más de la mitad de su transcurso sobre nosotros, es mejor que te retires a descansar, Loki, hijo mío. Ha sido un día difícil -.

Loki asintió con una sonrisa que reflejaba lo conmovido que aún se encontraba. Miró a su madre sin cambiar de expresión y ella le devolvió la sonrisa y asintió, sabía perfectamente que le era imposible hablar en aquel momento.

Al contrario de lo que pensaba de camino a sus aposentos, Loki cayó profundamente dormido en cuanto se recostó. No hubo arrepentimiento, dolor o cólera, simplemente paz.


Notas finales: Este ha sido el primer capítulo de Absolución, si, es la infancia de Loki pero si habrá Loki adulto :D

Gracias por leer.