Ella era mi amiga.

Ella, mi compañera en las misiones, la más valiente de los dos.

Ella, la que nunca me abandonó y siempre confió en mí.

Ella, Judy.

Ahora recuerdo su nombre con cariño y mucha culpabilidad.

Dio su vida por mí. En un último intento por salvarme me ofreció lo que nunca me hubiera atrevido a pedirle. Y yo no sé por qué lo hice, por qué le tomé la palabra.

–Muy bien, Wilde. Creo que tienes ya mismo que explicarnos algo.

Nick no se movió. Seguía en un trance del cual le era imposible despertar.

–¡Wilde!– llamó McCuerno con insistencia. –¿Qué tienes que decir en tu favor?

El zorro seguía sin responder, con la mirada fija en el suelo.

–Wilde, si no contestas tendré que encerrarte en una celda, no querrás que haga eso, ¿o sí?

Ni un solo sonido salió de él.

–Llamaré a Bogo. No le gustará tu actitud- dijo en un intento de captar su atención.

–¿Qué significan esas manchas de sangre en tu camisa, Wilde? ¿Dónde está Hopps?

Hopps.

–¿Qué ha pasado con ella?

¿Qué ha pasado con ella? ¿Qué ha pasado conmigo?

–¡Wilde! ¡Responde!

Todo era silencio.

¿Por qué, Judy, por qué?

Apenas recuerdo… no, no quiero recordar. Es todo tan terrible que no quiero volver a pensar en esto.

Tan felices hace tres días. Las bromas de siempre, la patrulla de siempre, los mismo lugares, el tránsito usual. El ruido de la ciudad en la mañana. Por la tarde volver al recinto. ¿Algo hubo de malo ese día? ¿Algo nos pudo haber dado un indicio de la próxima tragedia?

Todo era tan normal y yo era feliz. Ella estaba de un ánimo extraordinario.

Fuimos a comer juntos… no, sólo ella comió. Yo no había comido desde el día anterior, pero no sentí que lo necesitase. ¡Qué error!

Llegamos a Thundratown. Ni siquiera recuerdo a qué fuimos. No nos separamos en ningún momento. Volvimos a la estación y se nos asignó algo especial, fuera de la ciudad.

Judy manejaba con tranquilidad. Había estrellas muy brillantes. Dormí un poco para mitigar el malestar de mi estómago.

No llevábamos dinero. Pasamos junto a una gasolinería, pero no nos detuvimos. Para mí ya era imposible conciliar el sueño, pero Judy se veía cansada. La insté a cambiar de asiento y yo tomé el volante durante tres horas. Fue un viaje largo y cansado. Estaba entumido y hambriento, a punto de ponerme malhumorado.

El sol despuntaba detrás de unas colinas. Era bello el paisaje. Me volví para ver a Judy. Ella seguía dormida y no la quise interrumpir en sus sueños. Se veía indefensa y… apetecible. Me obligué a desviar la mirada, pero su olor era penetrante. Pronto sentí que mi hocico salivaba. Su olor me desconcentró y yo perdí el control del vehículo.

La patrulla dio vueltas y se estrelló contra un árbol. Estábamos en medio de la nada. ¿Cómo llegamos tan lejos? Nos debimos desviar en algún punto del camino.

Ella abrió los ojos desconcertada. Su nariz se movía y ella se veía asustada. La miré tan frágil y absolutamente a mi disposición. Me acerqué a olerla más de cerca. Ella se apartó, confundida. Pero yo no la dejé ir.

Tal vez pensó que la besaría, mas esa no era mi intención. Lo que yo quería era…

Ya lo recuerdo.

–¿Wilde?– pronunció McCuerno.

No pude controlarme. Soy un animal, después de todo.

–¿Tienes algo que decir? Las pruebas están en tu contra.

Ella no dio su vida para salvarme. Yo tomé su vida para satisfacer mi instinto.

Ella era mi amiga, pero yo tenía hambre.