Cap I: "Desde cruces y libertad"

Rachel Berry corría porque su vida dependía de ello. Sus brazos se doblaban a la altura de sus costillas, a los costados de su cuerpo, cuando sus muslos se elevaban hasta la altura de sus ojos y podía verlos con total normalidad.

El bosque estaba oscureciendo, su cabello suelto revoloteaba por el viento y su frente se encontraba llena de sudor. Pero no podía detenerse. No debía detenerse.

Podía oír su respiración agitada, el crujido de las hojas que pisaba al pasar y los ladridos de un perro a los lejos.

Estiró su brazo derecho y alejó con violencia una rama que iba a dar contra su rostro. Y aceleró, como pudo, aún más los pasos.

Volteó un segundo su cabeza hacia atrás, sin detenerse, y ya no veía la razón por la que estaba allí. Volvió su vista al frente y su hombro se impactó contra el tronco de un alto y duro árbol.

Su cuerpo cayó en un segundo y rodó apenas hasta que logró estabilizarse. Llevó su mano derecha al hombro izquierdo y lo sostuvo por el ardor que le provocaba. Lo apretó y cerró sus ojos ahogando un grito de dolor.

Controló como pudo su respiración ya alterada y se puso de pie con algo de dificultad. Se sostuvo de un árbol unos segundos, se encorvó en busca de aire y, cuando lo recuperó, echó a correr porque su vida aún dependía de que tan fuerte lo hiciera.


Lucy Quinn Fabray. El nombre que solía escucharse cada día, en ese mismo lugar y a la hora que ahora estaban todos reunidos. Russel Fabray llenaba su boca de orgullo al hablar o señalar a su hija y todos los presentes sonreían y asentían a sus palabras.

Porque conocían a la familia más popular del pueblo y eran la especie de lideres que nadie podía contrariar. Nadie, ni la misma Judy, la tercera de los cuatro miembros de la familia que, cuando emitía palabras, la mirada de su marido acechaba para callarla.

Esa noche, cuando el reloj dio las 20:00, todos abandonaron sus asientos y se pusieron de pie. Más de 30 personas ocupaban el living del prestigioso hogar Fabray y todos estaban ahora observando con fascinación la incorporación momentánea de Quinn.

La rubia bajaba las escaleras con total seguridad, tomándose del barandal y con valija en mano. Llegó al último escalón y fue su padre el primero en apretarla en un abrazo.

Judy tomó la valija, ella la punta de su largo vestido color pastel y su padre le rodeó la cintura llevándola hacia la puerta. Quinn Fabray saludó a los presentes solo con la mano y abandonó su casa.

Afuera, observó las nubes ya cubrir el cielo y la oscuridad al pueblo. Dejó un último beso en las mejillas de sus padres y tomó la llave de su Chevy 1950, color roja y apretó el llavero contra su piel. Esa sensación clara de libertad que solo ciertos actos le regalaban, no quería perderla aún.

Su padre se quitó su habitual boina de trabajo y ella les sonrió antes de alejarse y caminar hacia la vereda, donde su camioneta la esperaba y solo debía hacerla andar. Cargó su maleta en la parte trasera, abrió luego la puerta de conductor y se acomodó en su asiento.

Cuando el cinturón de seguridad estuvo en su lugar, encendió el motor y finalmente dio unos pequeños bocinazos.

Russel Fabray la vió alejarse y sus ojos se llenaron de lágrimas que no pudo contener por mucho que de orgullo fueran. Sacudió su brazo y por fin, ahora, el viaje de su hija había dado comienzo.


Rachel no encontró el camino de salida. No recordaba por dónde había ingresado y es que en realidad en ese tipo de lugares no hay carteles con direcciones ni ayuda. Estaba segura que llevaba más de una hora corriendo y la bendita carretera aún no quería aparecer.

Recostó su espalda un momento contra un delgado árbol y metió la mano dentro del bolsillo de su pantalón. Tomó la cajetilla que siempre llevaba y quitó un cigarrillo. Se palpó el torso y maldijo cuando no encontró con qué encenderlo.

Regresó todo a su lugar y pasó la mano por su frente quitando el sudor. Estaba sedienta y estaba segura que mataría el conejo que estaba observándola a metros , solo por un poco de agua.

Inhaló un poco de aire y escuchó un disparo.

Se alejó del árbol y echó un vistazo a su alrededor, pudo escuchar una voz llamándola por su nombre y esa vez fue suficiente.

Comenzó otra vez un pequeño trote y zigzagueó entre arboles. Aquella voz se escuchaba cada vez más lejana y la risa en su burla también. Corrió más fuerte y la vió; sus ojos se iluminaron al ver la luz de luna que ya no era invadida por ramas de arboles sino que golpeaba directo contra el cemento. Contra la carretera. Contra su salida de allí.

Aceleró el paso y atravesó cada uno sabiendo que podía ser el último. Estaba a menos de cinco metros de la ruta cuando una pequeña montaña se presentó frente a ella. La escaló como pudo, cayendo por momentos y finalmente su pecho tocó algo más que solo tierra: el calor del asfalto invadió su torso y sonrió contra el.

Se puso de pie rápidamente y dió una última mirada hacia atrás.

Volvió a correr solo para cruzar la ruta pero una camioneta apareció de manera silenciosa y su camino no se completó.

Su cuerpo se despegó del piso unos centímetros y se impactó contra el cemento metros más adelante. Giró cientos de veces hasta que se detuvo por cuenta propia y el dolor en cada musculo comenzó a invadirla.

Sintió algo caer por el costado de su frente y olió la sangre que su boca desprendía también.

Cerró los ojos cuando respirar se volvió una dificultad. Y no escuchó ni sintió más nada.


Quinn apretó sus manos sobre el volante y se removió en su asiento un par de veces. Esa era otra de las sensaciones de libertad que le gustaban y esta vez nadie podía quitárselas.

Encendió las luces y aceleró un poco más de lo habitual: la emoción por llegar a su destino la invadían y, por mucho que amara su Chevy, ya quería bajarse y pisar lo que sería su nuevo hogar.

Llevó una mano a su pecho y cubrió una pequeña cruz dorada que su madre le había regalado especialmente para ese nuevo camino que su vida tomaría.

Volvió la mano al volante y con la otra movió la palanca de cambios. La carretera estaba completamente vacía pero no quería darse el lujo de tener algo de miedo. Observó por el espejo retrovisor: Lima ya estaba a kilómetros de su vista.

Sonrió y estiró su brazo derecho en busca de encender la radio pero, como siempre, la señal se perdía y solo podía terminar de escuchar interferencias.

Quitó un momento su vista de la ruta y acercó su rostro a la guantera, donde solía haber un pequeño palillo de alambre que servía como antena a la perfección. Lo tomó y apenas lo hizo emitió un grito al ver a alguien cruzarse en su camino. Quiso esquivarlo, maniobrando con violencia pero terminó sintiendo el golpe de su camioneta contra algo.

El motor se apagó por cuenta propia y su espalda rebotó en su asiento después de que su cabeza diera contra el volante.


- Mierda, mierda… es él- murmuró Rachel sin aliento y sintiendo el calor del cemento raspar su nariz. Se mantuvo boca abajo aún cuando escuchó la puerta de la camioneta que acababa de chocarla, abrirse y luego cerrarse-

- ¿Hola?- escuchó una voz femenina e intentó sonreír. No, no era él y, por el contrario, podía terminar llevándose más cosas esta vez: como un vehículo nuevo- Hola ¿se encuentra bien?-

Rachel permaneció en silencio. Movió apenas los dedos de su mano intentando evitar un calambre y volvió a cerrar los ojos cuando la sombra de aquella chica comenzaba a acercarse.

Podía distinguir los murmullos de la muchacha con algo de nervios y eso le daba confianza porque podía manejar la situación a su antojo por muy adolorida o accidentada que estuviese.

Masculló apenas un sonido de dolor y la caminata de la chica se detuvo. Hasta que todo volvió a silenciarse y la muchacha no tuvo otra opción que volver a preguntarle si se encontraba bien.

Volvió a omitir la respuesta y preparó sus manos. Las empuñó cerca de su cadera y, cuando el zapato de la chica golpeó su costilla, de un salto llegó a ella y la aprisionó entre sus brazos, contra su pecho.

Y enmudeció nueva y completamente.

No esperaba esa calidez en el brillo de su mirada, incomparable a otras o a la misma luna de esa noche. Mucho menos que su rostro, aterrorizado por el movimiento brusco, le removiera el estómago y terminara por darle una patada para que acabara aquello.

Sus brazos apretaban la espalda de la chica y solo pudo acercarla más a ella de un suave golpe.

La recorrió de arriba abajo con la vista. Solo estaba descubierta por encima de su pecho porque había un odioso vestido de verano que le ocultaba sus piernas y Rachel lo observó con fastidio.

La chica forcejeó para alejarse pero ella la apretó contra su cadera, imposibilitándola a que lo lograra. Su rostro mostró un gesto de dolor ante el contacto por lo que la muchacha detuvo sus intentos de separarse.

Rachel la obligó a cruzar miradas y sonrió de medio lado al lograrlo. La chica bajó sus ojos y entreabrió sus labios al perderse en su boca. Asomó su lengua humedeciéndola y finalmente terminó mordiéndose en un acto sumamente sugestivo.

Rachel observó su escote, su pecho asomándose con una cadena de oro y pudiendo notar que debajo de su vestido no llevaba ropa interior. Volvió a sonreír dominando la situación y caminó hacia adelante; exigiéndole a la muchacha que sus pasos fuesen hacia atrás.

Cuando el cuerpo de la chica golpeó la camioneta, le dio un último apretón a su espalda con fuerzas y comenzó a soltarla para decir las primeras palabras de aquel encuentro:

- Necesito que me ayudes-


Quinn la observó de reojo y apretó más fuerte su mano contra el volante; no podía creer estar viajando con una completa desconocida. No estaba acostumbrada a ello y, si su padre se enteraba, un castigo severo esperaría por ella.

La estudió por apenas dos segundos: ojos y cabello del mismo color marrón. Su piel era mucho más oscura que la de ella pero estaba segura menos suave.

Y su ropa. Su ropa estaba descocida, arrugada y desgarrada. Y estaba segura que si se estiraba hacia ella, iba a descubrir lo mal que olía.

La chica se aclaró la garganta y con total confianza encendió su radio nuevamente. Ella rodó los ojos cuando la señal no llegó completa y giró con violencia a observarla cuando, con un solo golpe, la chica la echó a funcionar otra vez.

"…A cinco años de finalizada la segunda guerra mundial, mañana por la tarde un acto en honor a los fallecidos tendrá cede en…"

- Odio las noticias- murmuró la morena apagando la radio y acomodándose contra su asiento. Quinn le dedicó una veloz mirada y luego decidió mover la manija de su ventanilla para subirla- ¿Tienes frío?- le preguntó y ella negó lejanamente con la cabeza- Pero tu cuerpo no dice lo mismo- aseguró quitándose su abrigo y estirando su brazo en una señal de que se lo colocara. Sin embargo ella negó nuevamente pero la morena no se dio por vencida- Pues yo muero de calor, asique…- "por supuesto" pensó Quinn. Ella llevaba una camisa y un destejido chaleco que claramente le abrigaba más que su vestido. Aminoró la velocidad de su camioneta y recibió el abrigo intentando acomodarlo sobre su espalda- Yo lo hago- intervino, ayudándola y dejándolo en sus hombros- Y bien… ¿a dónde te diriges?...Puedes dejarme en Columbus, por mi está bien- continuó frente al mutismo de la rubia- Tienes el último modelo de Chevy ¿regalo de tu padre?- Quinn negó rápidamente y la morena asintió con la cabeza, recostándose contra la ventanilla y observando en ella el reflejo de una venda en su frente-

Abrazó su costillas izquierdas porque dolían y mucho. Y suspiró: ya habían dejado otro pueblo más atrás y la rubia ni siquiera había soltado palabra. Mucho menos su nombre.


Rachel despertó horas después, con un dolor en su cuello y tapando sus ojos por el ingreso del sol a través de la ventanilla.

Buscó a su compañera de viaje. La rubia no estaba en la camioneta y, por el contrario, la encontró hablando animadamente con gente del lugar fuera de una Iglesia.

La dueña de la Chevy asentía frente a las señas e indicaciones de las personas y ella supuso era el camino que debía tomar para continuar su viaje.

Rachel analizó el color de su piel, era completamente blanca; sus brazos eran largos y delgados y sus manos sumamente delicadas como sus gestos al hablar. Justo el tipo de chica que nunca había conocido pero le fascinaban.

Solo necesitaba escuchar su voz y sabría que iba a terminar encantada por ella.

- Dios…. es hermosa- susurró cuando la rubia la observó velozmente y luego continuó hablando con los lugareños. Volvió a acomodarse en su asiento y se cruzó de brazos. Hasta que sus ojos descubrieron algo que adornaba todo el interior del automóvil- ¿Pero qué…?- Había un crucifijo de madera colgando del espejo retrovisor, otro en la palanca de cambios y algunas fotografías de lo que deducía eran miembros de Iglesias. Su madre solía tener algunas postales cuando le rezaba a algún santo y pudo reconocer algunos de ellos.

Se arrodilló sobre su asiento y estiró su brazo hacia atrás, intentando alcanzar una imagen más.

- No toques eso- escuchó de improviso y su cabeza golpeó el techo por el susto. Estaba por ver qué había en aquella estampa del vidrio que separaba la parte de afuera, con la del interior de la camioneta. Rachel regresó a su asiento y sacudió algo de su pantalón antes de murmurar-

- Vaya, si hablas ¿Dónde estamos?-

- Cincinnati-

- Cincinnati… Un amigo vive aquí, creí que conocía este lugar. Tu camino pasa por Columbus ¿cierto?-

- No estarías aquí si así no fuera- aseguró la rubia subiendo a su camioneta y encendiendo el motor nuevamente-

- Supongo que gracias por no haber abierto mi puerta a mitad de noche y haberme arrojado-

- No soy una asesina-

- Uh, espera. Me podrías haber tirado pero no quería morir- bromeó la morena pero la rubia solo la observó seriamente- Soy Rachel- se presentó sin anuncio y volviendo su vista hacia afuera- Rachel Berry-

- Soy Quinn- murmuró la rubia y Rachel volteó a verla enseguida. Le sonrió débilmente asintiendo con la cabeza y dejó que continuara manejando.

Por ahora, ella tampoco podía darse el lujo de presentarse con detalles a cada desconocido. Por mucho que ese desconocido haya salvado su vida.


Quinn aminoró la velocidad de su camioneta y, con la mayor de sus sonrisas, se orilló cerca de la vereda dónde ya estaban esperándola. Se quitó el cinturón de seguridad y una extraña sensación le invadió el pecho al observar el asiento de acompañante ya vacío.

- Buena suerte, Rachel Berry- susurró con su mirada dónde la morena había viajado y finalmente abandonó la camioneta.

Intentó bajar su maleta pero alguien ya estaba haciéndolo por ella. Se acercó entonces a la encargada del lugar y se fundió con ella en un afectuoso abrazo.

- Bienvenida, Quinn- la saludó la mujer aún con su mentón en el hombro de la rubia y acariciándole la espalda con cariño- Estábamos esperándote- continuó cuando se separaron y escondiendo sus manos bajo aquella larga túnica blanca, como siempre solía hacerlo- Tu padre nos dijo que llegarías más temprano-

- Si, lo sé y lo siento, hermana. Mi camioneta no funcionó de la manera que deseaba-

- Está bien, niña. Ven, vamos a recorrer el lugar, a conocerlo y a presentarte- la incentivó la mujer guiándola por la espalda e ingresando al lugar.

Quinn le sonrió y leyó una última vez el letrero que yacía arriba de la puerta de entrada:

CONVENTO SANTA CLARA- de Columbus, Ohio.


Rachel enredó sus dedos en su abrigo y lo llevó a su nariz; inhalando por la mayor cantidad de tiempo posible:

- Quinn- suspiró cerrando sus ojos y recordando a la rubia que la había regresado a casa- Malditamente hermosa…. ¡Santana!- gritó al abrir una de las puertas y llamando a su amiga- Santana, ya estoy aquí….¡Ey! ¿qué no escuchas cuando te hablan?-

- ¿Tienes que hacer esto?- le reclamó aquella morena en su cama, en medio de dos mujeres más y cubiertas apenas por una ligera sábana transparente- Por dios, Rachel ¿qué demonios te pasó? ¡Estás vendada y tienes sangre en tu ropa!

- Lo encontré- dijo sin embargo Rachel quitando un sobre marrón tras su espalda. Santana se envolvió con rapidez y de un salto llegó a ella, completamente sorprendida-

- Prometiste que no ibas a volver, Berry. Por eso estás así…. ¿es en serio? ¿Lo tienes?-

- Es en serio, lo tengo- replicó Rachel dando media vuelta y abandonando la habitación con una sonrisa- Y empezamos cuando quieras-


Bueno, queridas lectoras, nos reencontramos más rapido al final de lo que esperaba pero tengo tiempo con esta idea en la cabeza y dije ¿por qué no? Me parece que es algo distinto, y tal vez a alguien le parezca interesante. El fic será AU , por supuesto y en un en tiempo bastante antiguo también.

Si les gusta, continúo la historia aunque apenas tiene 3 caps escritos. Lo demás solo son ideas encaminadas, se podria decir. Desde ya, muchas gracias por leer.

Ni Glee ni sus personajes me pertenecen ¡Saludos!