Disclaimer: Todo los lugares y personajes pertenecen a J.K. Rowling.
Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".
*Con este capítulo pretendo empezar el desafío que me ha tocado "si Albus Dumbledore hubiera seguido a Gellert Grindelwald y hubieran logrado su sueño de un mundo mejor, poniendo a los muggles en su sitio y gobernándolos."
1891
El aire cálido del periodo estival, y el canto de los pájaros que surcaban el cielo transmitían tranquilidad y calma al jardín.
Todo parecía idílico en ese día de principios de junio, pero al mismo tiempo que en el cielo los vientos se conjuraban para dar lugar a una poderosa tormenta, en la casa de los Dumbledore pronto se desataría la tragedia.
-28, 29 y 30- Gritó el mayor de los hijos de la feliz pareja- ya voy… el que no se haya escondido tiempo ha tenido...
Los tres hijos del matrimonio formado por Percival y Kendra Dumbledore jugaban al escondite en el jardín trasero.
Albus el mayor de los tres, de cabellera cobriza que dejaba caer sobre los hombros y nariz ganchuda, corría por la hierba observando con cautela todo su entorno por si encontraba una pista del escondite de alguno de sus hermanos.
De pronto en su rostro alargado se formó una gran sonrisa, sus ojos azules miraban intensamente a un pequeño arbusto situado a unos 10 pies de él, allí entre las hojas se podía vislumbrar una pequeña bota de color verde con una hebilla dorada que la adornaba.
-Te he encontrado Aber- chilló Albus - Ese arbusto es el peor escondite que he visto en mi vida- añadió burlonamente.
Aberforth, más bajo pero mucho más corpulento que su hermano y con el mismo pelo cobrizo, salió de su escondrijo con cara de pocos amigos, miro de soslayo a su hermano y entró en la casa dando un portazo. Como odiaba que ese pesado de Albus lo superará en todo, se froto con fuerza la nariz como hacía cuando estaba enfadado o irritado y se dejó caer sobre una de las sillas de la cocina, concentrándose en como su madre preparaba la comida.
Albus se mostró indiferente ante el desaire de su hermano y encogiéndose de hombros grito lo más alto que pudo:
-Ariana, voy a por ti.
La pequeña de los Dumbledore se encontraba en las lindes del bosque que crecía tras el jardín de la casa, agazapada entre unas malas hierbas, con su manita derecha se tapaba la boca tratando de no reírse ante los esfuerzos que hacia su hermano por encontrarla.
Pero pronto la risa se tornó en tensión, por entre las hojas podía ver como Albus se acercaba, oía también el chasquido de las pisadas, 5 pasos, 4 pasos, el corazón le latía intensamente, 3 pasos, era imposible que Albus no oyera el alboroto que estaba causando su corazón, 2 pasos…, la tensión se acumulaba en el pecho, 1 paso, todos la tensión acumulada explotó en ese momento liberando una energía mágica que hizo crecer las flores y las malas hierbas de su alrededor dejándola completamente oculta.
Albus miró a derecha e izquierda pero no vio ni rastro de su hermanita, que raro pensó, me parecía haberla visto, y se alejó en dirección contraria.
Ariana esbozó una mueca de eterna felicidad, había ganado a su hermano mayor al escondite, se sentía la persona más dichosa de toda Inglaterra.
Un chasquido de una rama la sobresalto, dio media vuelta y se encontró frente a frente con tres pares de ojos castaños que la miraban curiosamente.
-¿Cómo has hecho eso?- preguntó el muchacho que parecía más joven.
-Eso, eso- le animó otro de ellos mientras se acercaba a ella y la agarraba por su dorado pelo.
-¡Me haces daño!- gimió la niña
-Y más daño te voy a hacer si no me dices ahora mismo como has hecho crecer esas plantas- dijo mientras acercaba su cara cada vez más a la de la asustada chiquilla, le faltaban varios dientes y su aliento olía a podrido- Habla- gritó apretándola el cuello.
-Yo no, no se- lloró desconsolada Ariana- solo quería ganar a mi hermano al escondite.
-Ya veo- intervino el muchacho joven- que eres una pequeña mentirosa.
Ariana lloraba y pataleaba pero ese muggle hediondo la apretaba cada vez más el cuello con sus manazas, ya casi no podía ni respirar.
-Vámonos- intervino por primera el tercer hombre, era el más alto y corpulento de los tres y solos unos cuantos pelos castaños reposaban sobre su cabeza- alguien se acerca.
Efectivamente Albus corría desesperadamente hasta el lugar atraído por los desgarradores gritos de su hermana, llegó a ver como tres figuras extraña se internaban en el bosque y no dudo en seguirlas.
Después de caminar unos 10 minutos en pos de los tres hombres, estos se pararon en un claro, donde tiraron a Ariana al suelo y la asieron de pies y manos.
-¿Cómo has hecho eso?- volvieron a preguntar
-Os juro que no se – respondió la atemorizada chiquilla sorbiéndose los mocos.
-Dejármela a mí- interrumpió el que seguramente era el cabecilla del grupo con su profunda voz.
Y con unos ojos chispeantes de odio y crueldad que dejaron completamente helada a la pequeña brujita, se agachó encima de ella y sacó una navaja del zurrón que llevaba cruzado sobre su espalda.
Desde su escondite Albus solo podía ver las espaldas de los tres muggles, oía las risotadas de estos y el sonido desgarrador de los gritos de su hermana que le atravesaban los tímpanos. Se tapaba con las manos los oídos, pero aun así los chillidos le perforaban la cabeza, tenía que hacer algo, debía hacer algo, socorro gritaba su hermana, pero solo soy un niño y no tengo una varita mágica, confiesa de una vez rugía la voz repelente, si tuviera una varita mágica…, le sangraban las manos de apretarlas contra la corteza del árbol, los gimoteos de su hermana cada vez eran menos intensos, su voz se apagaba, le dolía la cabeza, todo le daba vueltas, ¿por qué no se movía?, ¿por qué era tan cobarde?.
Entonces lo vio, un halo de luz verde tiño el lugar y oyó la voz de su padre que varita en mano gritaba:
-Avada Kedavra, Avada Kedavra.
Albus se dejó caer en el suelo desfallecido.
Nota del autor: Este es el primer capítulo, espero que os haya gustado o al menos entretenido, he pensado en hacer alrededor d capítulos, según lo larga que me vaya pareciendo la historia.
