Pánico, susto, espanto, horror, pavor, temor, todos los sinónimos que puedas poner es lo que siento ahora. Mi rostro denota mi arrepentimiento. El temblor en mi cuerpo delata mi temor y las ganas de disculparme evidencia mi cobardía.

¿A dónde había quedado la valentía? En el segundo después de que le di el puñetazo en la cara al chico que se encuentra frente a mí.

Ino, mi mejor amiga, me miraba llena de asombro y preocupación. Se nota que no sabe que hacer para sacarme del embrollo en el cual yo sola me metí.

Mi cuerpo se tensa como un resorte al ver movimiento en su cuerpo. Su rostro, que había estado volteado, producto de mi puñetazo, se mueve hacia mi dirección, pero no me ve. Su cabello esconde la expresión de su rostro, pero no necesito verla para saber que está furioso.

El silencio que hay en el comedor solo hace que mis nervios se desborden en pánico. Los amigos del chico solo nos miran en viceversa, asombrados y sin dar crédito a lo que acaban de presenciar.

Digo, es inaudito que una chica de solo metro con sesenta haya hecho girar la cara de un chico de metro con ochenta de un solo puñetazo. Mi cuerpo a comparación de él solo es el cuerpo de un chihuahua tembloroso y él, él es un animal salvaje. Su cuerpo ectomorfo es firme y musculoso. A pesar de las capas de ropas que trae puestas se ve con claridad que es fuerte.

Trago con dificultad la saliva que había mantenido retenida desde que lo golpee. Doy un pequeño respingo de susto al ver que el chico levanta su mano y la coloca en su mejilla dañada. La tensión en el ambiente es tan asfixiante que siento que me sofoco. Que todo el mundo este callado no ayuda.

De pronto, las risas de sus amigos que se habían mantenido al margen inundan el lugar. Mi cuerpo se queda en shock, temiendo de que solo empeoren las cosas para mí.

— ¡No lo puedo creer, una chica te golpeo! — Ríe escandalosamente un chico de pelo café completamente alborotado. Su piel es morena y sus rasgos son afilados. Al igual que el chico que golpee, se nota que hace ejercicio.

— ¡Es bueno, por fin alguien le baja sus aires de pedantería! — Bromea al igual un chico de pelo negro atado en una coleta alta. Sus rasgos son finos, pero algo en su rostro denota tranquilidad y serenidad.

— ¡No lo puedo creer, no lo puedo creer! ¡Una de nuevo ingreso te acaba de humillar! — La risa estruendosa de el chico moreno hace que el lugar comience a inundarse también de risas.

A este paso ya siento mi cuerpo hecho una gelatina. ¡Por favor, que alguien me ayude!

— Es una chica, Naruto.

Un chico de pelo azabache le toca el hombro mientras le susurra al oído. No sé si me trata de ayudar a mí o a él.

— ¿Una chica? — Pregunta escéptico. Mira con mofa al azabache de reojo y después se gira hacia mí y me mira con desprecio.

— Y-yo... n-no... — Las palabras se atoran en mi garganta. Las ganas de llorar inundan mi cuerpo. Quiero rogar que me perdone, tratar de ofrecer una disculpa, pero mi cuerpo no reacciona y, de cierto modo, yo tampoco deseo disculparme porque de verdad lo sienta.

— ¡No quiso hacerlo! — Ino interviene. Poniéndose entre nosotros como si fuera un escudo. — Además, tú tienes la culpa por ser tan hosco.

El chico al escuchar sus palabras la mira con odio. El cuerpo de Ino se tensa, pero no da su brazo a torcer. Algo que tengo que admirar de esta chica es que a pesar de que tenga miedo jamás lo demuestra. Yo sin duda ya me hubiera desmayado.

El chico la ignora y centra toda su concentración en mí. Mi cuerpo reacciona ante su mirada cargada de furia y odio. Se acerca a pasos firmes hacia mí, causando que retrocediera del miedo.

— Naruto. — Advierte el chico azabache. Temiendo de que me haga algo. Aunque, a como yo lo veo, simplemente trata de no tener que meterse a ayudarme o a ayudarlo a él.

Ignorando la advertencia de su amigo, estira la mano y me toma del cuello de la blusa. Ino exclama indignada, pero él no le hace caso. Acerca mi rostro al suyo y me ve con crueldad. Literalmente me encuentro de puntas. La fuerza con la que me sostiene es tan abrumadora para mi cuerpo, que, ante la falta de aire comienza a sofocarse.

— Tienes agallas, nueva. — Dice con desdén.

Yo trato de que me suelte, pero su agarre es firme. Siento como el aire comienza a salirse de mis pulmones y como mi cuerpo comienza a exigirlo. Mi rostro se empieza a pintar de rojo ante el esfuerzo de tratar de retener el aire, pero el poco le interesa. Acerca más mi rostro al suyo, tanto que me alza sobre el aire.

— ¡Ya basta! — Ino agarra el brazo con el que me sostiene, pero sus esfuerzos para que me suelte son en vano. El ni siquiera se inmuta.

— Te acabas de meter con la persona equivocada, nueva. — De manera brusca, me suelta, haciendo que me tambalee. — Recuérdalo. — Se da la vuelta y se aleja del lugar. Seguido por sus tres amigos que habían estado presenciando el espectáculo.

— ¡¿Te encuentras bien?! — Pregunta alarmada Ino.

— Si. — Yo, sin embargo, solo puedo suspirar aliviada. Sin exagerar, vi pasar mi vida delante de mis ojos.

Ino suspira aliviada, pero poco le dura y me ve con dureza y reproche.

— ¡Cómo se te ocurre golpearlo! — Escandaliza molesta.

— ¡Él tuvo la culpa! — Me defiendo un poco ofendida.

— ¡Pero aún así, antes de pelearte conoce a tu contrincante! ¡Joder, Hinata! — Se lleva las manos a la cara y se la talla con frustración. — Entiende, él es Naruto Uzumaki. El pandillero de la escuela. No es una persona con la que te puedas y quieras meter.

— ¡No iba a quedarme de brazos cruzados! — Replico molesta.

Para resumir el asunto o el problema, accidentalmente tiré mi comida sobre él cuando intentaba esquivarlo y seguir con mi camino. Me disculpé de inmediato, pero el chico, molesto, comenzó a ofenderme. Todo el lugar se calló en un silencio sepulcral y comenzaron a rodearnos. Ino trató de ayudarme, pero poco sirvió porque el chico solo la ignoraba.

Ante tantas palabras de desprecio y denigrantes, molesta y furiosa, puse en práctica mis clases de Kick boxing. De manera rápida, limpia y sorpresiva, le di un puñetazo en la cara; no, más bien diría que le di un gancho. Uno potente y certero.

Todos, incluyéndome, nos miraron pasmados. Sin dar crédito a lo que había pasado. El chico, con el rostro desviado, no dijo ni reaccionó, simplemente se mantuvo callado, como si no pudiera creer lo que pasó.

Aunque estaba sorprendida y algo asustada, la sensación de satisfacción no abandonó mi cuerpo. Diría que se intensificó al ver que no reaccionaba. Claro que poco duró. Cuando note que su cuerpo comenzaba a tensarse y temblar de la ira, mi cuerpo comenzó a tensarse. Como si de un perro rabioso se tratara, me miró de reojo con tanta frialdad y furia que me dejó helada.

Solo fue cuestión de segundos para que mi cuerpo comenzara a temblar de miedo y cobardía.

— Hinata. — Ino suspira frustrada. — ¿Cómo es posible que de tímida a ser una salvaje? ¿Dónde quedó la Hinata tímida y asustadiza?

— Es solo que cuando me enojo, no sé, simplemente me transformo.

— Y vaya manera de transformarte. — Bromea. — Tu primer día y ya armaste un escándalo.

— ¡No fui yo, fue él! — Me defiendo.

— Como sea. — Le resta importancia. — Vamos, es mejor salir e irnos de aquí.

Miro de reojo el lugar y noto que todas las miradas están puestas sobre nosotras. La Hinata tímida y asustadiza vuelve al verse ser el centro de atención. Con prisa, tomo la comida que había tirado y arranco a correr, siendo seguida de cerca por Ino.

— ¡Espera! — Aunque me sigue de cerca, se nota que no hace mucho ejercicio.

.

— ¡No lo creo y sigo sin creerlo!

La risa estridente de Kiba hace que mis nervios se pongan de punta y que la poca paciencia que aún albergo se quiera ir al carajo. Por reflejo, me toco la mejilla izquierda, justo en donde esa chiquilla se atrevió a golpearme.

¿Cómo era posible que una chica de su tamaño golpeara como hombre?

— Me sorprende que te hayas quedado de brazos cruzados. — Comenta Shikamaru. Manteniéndose al margen, como siempre, del asunto.

Lo miro de reojo con frialdad, aún teniendo presente la manera en la que se burló de mí. Lo ignoro y continúo sobándome el golpe. Aunque no quisiera admitirlo, nunca tuve pensado hacerle algo a esa mocosa. Como dijo la rubia esa, es una chica. No puedo y podía golpearla. Punto para ella y desventaja para mí.

Y estoy seguro de que varios pensaban que sí lo haría. Que sí me atrevería a golpearla, pero la verdad es que no. La fama que tengo de pandillero o rebelde solo es por apariencia y malentendidos. Cosa que he aprovechado.

Nunca he golpeado a una chica. Jamás. Pero eso no es algo que el resto de gente sepa. Todo el mundo piensa que sí he golpeado a mujeres, y eso se debe a la desgraciada de mi ex, Sara. Se aprovechó de mi fama de rebelde y me hizo quedar mal ante todo el mundo. Desde entonces, mi fama de rebelde cambió a pandillero y canalla. Pero esta bien, no me importa ni me interesa.

— Ten.

Sasuke me extiende una botella de agua fría. La tomo y la pongo en mi mejilla. Sasuke se coloca aún lado de mí y no dice nada.

— ¿Pensaste que la golpearía? — Pregunto.

— No. — Responde. — Pero sabía que ibas a ser brusco con ella. — Confiesa.

— ¿Y eso te importa?

— No. Pero no quería que volvieras a armar un escándalo.

Una sonrisa se asoma en mis labios. Ya me lo esperaba. Sasuke no es el tipo de persona que le interese el bienestar de una persona. De hecho, le vale. Pero las cosas cambian cuando él tiene que meterse. Es algo egoísta y enfermo, pero lo entiendo.

Bajo la mano con la que sostengo la botella de agua, la pongo en la mesa y me paro de la grada en donde había estado sentado. Sasuke ni se inmuta.

— Oye, no te quieras ir en contra de la chica. Me cae bien. — Bromea Kiba.

— Jódete. — Bajo las gradas y llego al pasto de la cancha.

— ¿A dónde vas? — Pregunta Shikamaru.

— A clases.

No me detengo y continúo con mi camino. El recuerdo del golpe que me dio esa mocosa aún sigue presente en mi mente. Tuerzo los labios y una sonrisa se forma en mis labios al recordar la imagen de la chiquilla asustadiza a punto de llorar de miedo.

Tal vez, solo tal vez, podía divertirme con la nueva.

Sería interesante.