HARRY POTTER Y LA UNIÓN DE LAS CUATRO SANGRES

(Versión partiendo de Harry Potter y el cáliz de fuego)

1. Privet Drive

Sin duda, volver con los Dursley era una equivocación. Cualquier lugar hubiese sido bueno aquel verano, donde fuese daba igual, pero lejos de allí. Harry tenía que aguantar las vacaciones con ellos y cada hora que pasaba le parecía un día.

Harry Potter era el sobrino, no grato, de una familia en la que la discreción, lo trivial y la apariencia ante los demás, lo era todo. Ellos no querrían que se supiera que él era un "anormal", un muchacho con poderes mágicos... un mago. Los Dursley no tuvieron más remedio que acoger al chaval cuando sus padres murieron. ¿Qué dirían los vecinos de ellos, que siempre se habían comportado como gente respetable, de buena familia y excelente educación, si vieran las rarezas del chico? No querían que su reputación cambiara por un mocoso repelente, hijo de unos padres tanto o más anormales que él, así que, prácticamente, hasta entonces, le habían mantenido al margen de todo y de todos, oculto y bien escondido.

A Harry se le cambiaba el rostro cuando pensaba en sus padres, James y Lily. Él estaba convencido que ellos hubiesen sido una familia muy unida y que a su lado se lo hubiese pasado genial. Sus tíos, de pequeño, le contaron que habían tenido un accidente de tráfico y que él, milagrosamente, había sobrevivido, tan solo con un recuerdo en su frente, una cicatriz en forma de rayo.

Debido al aburrimiento y la soledad que durante la primera semana de vacaciones había tenido, pensaba mucho en todo lo que le había pasado en su vida hasta entonces. Quería agarrarse a los buenos recuerdos, sobretodo de los últimos cuatro años pero inevitablemente le venían también los malos y su mente comenzaba a querer encontrar respuestas del porqué de los once primeros. Éstos habían sido una tortura, como ahora sus veranos, y él nunca había entendido por qué sus tíos y, por educación, su monstruoso primo Dudley, le habían hecho la vida imposible. Siempre con reproches hacia él, usando la ropa vieja de su primo, que era cuatro tallas mayor que la suya, sirviéndoles en todo lo posible para no tener problemas con ellos, durmiendo en un cuartucho debajo de la escalera, llevándose las broncas y castigos, por culpa de su primo, por cosas que él no había hecho... En fin, una infancia no muy agradable. Seguramente la única razón de aquel comportamiento era que, simple y llanamente, los Dursley eran personas horribles.

Cuando entró en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería todo cambio, encontró amigos, los mejores y un hogar. El director de la escuela, Albus Dumbledore, era su protector y realmente se sentía a gusto con él. Hagrid, el guardián de las llaves y terrenos, también profesor de Cuidados de Criaturas Mágicas del colegio, era gran amigo suyo y un tipo genial, fue él quien le vino a buscar. Desde que cumplió los once años se había sentido afortunado por poder contar con todos ellos y, hacía un año y medio aproximadamente, había encontrado a Sirius.

Dentro de poco iba a cumplir quince años y estaba convencido que sus tíos ni lo sabían, pasaban olímpicamente de él y la verdad, Harry de ellos también, era preferible estar solo que mal acompañado... pero en su cabeza volvía a plantearse una vez y otra vez la misma pregunta.

- Tía Petunia, estas verduras están estupendas, tú si que sabes cocinar...- dijo Harry esperando la reacción evidente por parte de todos

- NO SEAS IMPERTINENTE CHAVAL O TE TRAGARÁS LA CAZUELA ENTERA – bramó tío Vernon

- No, pero si yo lo decía...

- QUIERE BURLARSE DE NOSOTROS POR TENER QUE COMERNOS ESTA PORQUERIA - lloriqueaba Dudley para que castigaran a Harry

- ¡Que no! Yo lo decía en serio – Harry intentaba por todos los medios que no se le escapara la risa

- BUENO, ESTO ES EL COLMO ¿Habéis terminado ya? Terroncitos, ir a la sala que ahora os llevo el té. Harry no te muevas hasta que termines la última gota del plato y luego recojas toda la cocina

Tía Petunia se había puesto verde de rabia, no se sabe muy bien si por que creía que Harry se estaba burlando de ella o porque su marido y su hijo habían puesto a parir la comida.

- Pero yo no...

- A CALLAR

- Ok

Harry había conseguido lo que quería, un momento a solas con su tía, tenía que ser sutil para obtener una buena respuesta.

- ¿Por qué nunca me has hablado de tu familia? Tus padres, tu hermana, tíos, abuelos... - lo que se dice sutil, sutil no había sido

- ¿A qué viene eso ahora? Ya sabes que no me gusta la gente "anormal" como tú. Termina y ponte a recoger

Ella se disponía a salir de la cocina cuando a Harry se le ocurrió una idea genial para obtener una respuesta.

- Bueno... es que en el colegio nos han mandado hacer nuestro árbol genealógico y como sino se lo tendré que preguntar a Sirius, que te lo tendrá que preguntar a ti, pues...

- ¡NO, NO, NO! si yo te puedo contestar... ¿Qué quieres saber?

- Cuantos "anormales" hay en la familia y por que tú no estás entre ellos

- Para tu información ni yo, ni Emy somos anormales, tampoco lo eran mis padres, pero sí lo fueron mis abuelos por parte de madre. Esa rama familiar no la conocimos, a nosotras nos dijeron que mis abuelos ya estaban muertos. Con respecto a la magia, fue una sorpresa para mí cuando reclutaron a Lily, claro que no para mis padres, ellos insistieron en que sólo Lily había heredado esas cualidades, gracias a Dios...

- ¿Quién es Emy?

- Mi hermana

- Querrás decir Lily...

- No, quiero decir Emy. Yo soy la mayor, Lily era la segunda y Emy la tercera

- Pero nunca ha venido a vernos, nunca me has dicho nada de ella

- Desde que me casé decidí no tener mas contacto con mi familia, además, me contaron que ella era una de esas locas adolescentes que quería conocer el mundo. Mi madre la mandó a los 15 años a casa de una tía lejana a España y creo que no volvió ni para el entierro de tus abuelos, aunque no lo sé porque tampoco fui yo

- ¿No sabes dónde está? Bueno quién sabe igual era como tú, no me interpretes mal...

- Ni te molestes, ni siquiera nos parecemos físicamente y mucho menos en el carácter. Lily siempre decía que si tenía una niña, quería que fuese como Emy ¡Qué tontería! Sólo porque le gustaba las aventuras y las historias de magia que ella le contaba... así que eso es todo lo que te puedo contar – terminó secamente

- Gracias por decírmelo, ahora termino la cocina y me voy a mi cuarto

- Mas te vale y que sepas que jamás volveré a hablar contigo de esa familia, por que no la considero la mía, sino más bien un error de la naturaleza ¿Vale?

- Vale

Sabía que no iba a recibir lechuzas esa noche, porque aquella misma tarde había contestado a sus amigos con una carta sin importancia pero ahora las cosas habían cambiado. Se metió en la cama e intentó pensar con claridad. Tenía una tía que se llamaba Emy, seguramente diminutivo de Emily o algo peor, que por la descripción de su tía era parecida a él, aventurera y con gran interés por la magia. No se parecía a su tía Petunia, con lo que podría parecerse a su madre y quizás en el carácter también e incluso podría tener cosas en común con él. "¡Caray, Harry! Ahora que ya empiezas a ser mayor, es cuando más buscas la figura maternal. Esa repugnante serpiente me ha arrebatado tantas cosas y ahora vuelve, pues esta vez no voy a permitir que me quite a nadie más". Aunque quería pensar en Emy, no se podía sacar de la cabeza a Voldemort resurgiendo de aquella enorme perola y de lo imbécil que había sido por dejar vivir al repugnante de Peter Pettigrew. Que mala suerte que se hubiese escapado, porque ahora mismo estaría disfrutando viviendo con Sirius, su padrino, el mejor amigo de su padre y una de las personas que mejor comprendía la rabia de Harry hacia Voldemort, ya que él también quería vengar a sus mejores amigos, que habían sido como su familia.

Eso sentía Harry hacía Ron y Hermione, sin ellos no habría llegado muy lejos. También les gustaban las aventuras e investigar, la verdad era que hacían un buen equipo. Ron marcaba la estrategia, incitando a nuevas aventuras y añadiéndolas un toque de humor y despreocupación. Hermione, sin ella estaban perdidos, era como tener a una biblioteca de amiga, si no sabía algo no paraba hasta encontrarlo y darle solución, pero también era fuerte, cabezota, simpática y tenía con ellos ese toque de responsabilidad maternal que no le podían echar en cara. Y él, no sabía cómo acababa metiéndose en todos los fregados, por más que quería alejarse de la fama de niño que sobrevivió, más veces sobrevivía.

Cuatro veces se había enfrentado a su peor enemigo, Voldemort, y cuatro había salido ileso, pero sólo físicamente, porque Harry sentía que cada vez era peor. Cada una de ellas había hecho que envejeciera y que en vez de cumplir quince años, pareciera cumplir dieciocho. Ver morir a Cedric fue la gota que colmó el vaso ¿Cuánta gente tendría que morir por su culpa? No era bastante llevar el peso de la muerte de sus padres en el alma, que ahora estaba el de Cedric. Se acordaba de él muchas veces al cabo del día, le recordaba jugando al Quidditch o entre clase y clase en los pasillos de Hogwarts, también el día que se le nombró para ser el campeón del colegio y concursar en el torneo de los tres magos. A veces intentaba imaginarle en el verano paseando con Cho por algún jardín de su ciudad... pero ya no podría nunca más hacer todas aquellas cosas... por su culpa... no, de Voldemort. Recordaba que se cabreó mucho con él por ser el novio de Cho. Harry siempre se fijó en ella, también recordó que eso le había traído muchos más remordimientos. Pobre chica, se la notaba muy afectada después de lo ocurrido, era normal, nunca más la miraría como antes, ya no podía permitirse el lujo de pensar en ella como una posible conquista.

Las cartas de sus amigos no se hicieron esperar y, entre eso y el abono al periódico El Profeta, iban pasando los días pero no era suficiente. Hermione le había escrito: "¡Estoy en España! ¿Te lo puedes creer? Acabamos de llegar y aún no he visto nada pero ya te contaré. Estudia mucho para este año, son los TIMO y el nivel será alto, aunque sé que eres muy inteligente y lo vas a sacar pero con Ron al lado, te harás más el vago, así que aprovecha para repasar. Me dijo que no te iban a dejar ir a la Madriguera ¡Lo siento mucho! Pero así aprovechas para repasar". Así que Harry siguió el consejo de su amiga y se enfrascó en los libros.

Como le había prometido, Hermione le escribía cartas cada pocos días contándole qué lugares había visitado y cómo se lo estaba pasando. Harry, a su vez, le contestaba y de vez en cuando le preguntaba alguna duda surgida de su repaso por los libros de cursos anteriores. Ella estaba encantada de saber que Harry estudiaba y era verdad, él se refugio en los libros repasando todos los cursos anteriores y sorprendiéndose de la confianza que daba saber todas aquellas cosas. Se sentía seguro de sí mismo ensayando movimientos de varita, sin varita, para encantamientos, ingredientes de pociones, cuidados de criaturas, soluciones para antídotos provenientes de plantas, maleficios y sus contrahechizos e incluso ensayando al estilo del viejo oeste, sacando "la pistola" para los duelos. Lo que más se le trababa era Historia de la Magia que, aun sin el profesor Binns, era un verdadero rollo, por no hablar de que su ojo interno para Adivinación lo creía bastante perdido. Alguna vez repasando esa materia hacían mención a los sueños, como los que él tenía, en los que sentía que su alma estaba muy lejos de su cuerpo y podía viajar y ver, oír e incluso oler lo que estaba presenciando. Igual al que tuvo el año pasado en verano ¿Cómo no le dio importancia a aquello? Pobre viejo, muerto de miedo frente aquel monstruo siseante, su serpiente y su vasallo Colagusano. Decidió que cuando estuviese en Hogwarts investigaría esa cualidad para poder potenciarla.

Este verano apenas había soñado, más bien cuando dormía recordaba a sus padres, a sus amigos, a Sirius y a Emy. Ella que debería ser una mujer de unos treinta y tantos años se la imaginaba decidida, de espaldas y brazos fuertes, de piel curtida y cabello rojizo, ni alta ni baja y con ojos verdes. No sabía porque siempre la imaginaba con ojos verdes, quizás por lo que dijo su tía, ella debía parecerse a su madre.

El día de su cumpleaños llegó por fin, no por ser un día especial para pasárselo bomba, sino porque marcaba el ecuador de las vacaciones.

- Bueno, ya voy – dijo Harry entre bostezo y bostezo

Abrió la ventana de su cuarto y entraron cinco lechuzas dentro. No sabía cómo callarlas, eran las doce y cinco de la noche e iban a despertar a todo el mundo. Cogió cariñosamente todas las cartas y paquetes que traían y metió a Pig y Hedwig en la jaula, las otras salieron del cuarto.

Harry:

¡FELICIDADES! Este año vamos a arrasar en el colegio, 15 años... no habrá chica que se nos resista. ¿Estás bien, verdad? Nosotros te echamos mucho de menos. Ginny, Fred y George te mandan muchos saludos y tienen muchas ganas de verte para contarte todos sus avances en sortilegios. Como te dije, mi madre anda desesperada con ellos, ve que cada vez va más en serio su vocación y se debate entre dejarles hacer lo que quieren o llevarles por un camino más responsable, creo que al final ellos se saldrán con la suya y de paso yo tendré mogollón de artefactos gratis. He vuelto a hablar con mis padres para que puedas venir el resto del verano, pero no hay manera. Dumbledore se ha negado en rotundo, dice que allí estás más protegido y que no quiere arriesgarse. Nosotros iremos una semana antes al Callejón Diagon a comprar el material, pregunta a tus tíos si podemos pasar a recogerte para que vengas con nosotros ¡Ojalá te dejen!

Un saludo,

Ron.

- A este se la han subido todas las hormonas a la vez – sonrió Harry

¿Desde cuándo Ron pensaba de esa manera en las chicas y por qué él no? Supuso que estaba demasiado ocupado intentado borrar recuerdos malos y manteniendo los buenos. Desenvolvió el paquete de Ron y se quedó alucinado. Era un pequeño estadio de quidditch con dos equipos. Uno estaba claro que eran los Chudley Cannons, por ir enteros de naranja, los otros iban vestidos de negro y amarillo. Había una nota de Ron: "¡A que es una pasada! Ponte uno de los cascos y piensa que eres uno de ellos, se pondrán a jugar. Te lo cogimos entre los tres, Fred y George se pusieron muy contentos cuando lo vieron y sin dudarlo lo compramos, no sé de dónde sacan el dinero... Hermione me ha dicho que es algo parecido a un futbolín mágico... ¿eh? Bueno, espero que te guste. No se te olvide llevarlo a Hogwarts y echamos unas partidas." Harry estaba encantado, menos mal que con eso iba a matar el aburrimiento de estar allí.

Querido Harry:

Muchas Felicidades. Espero que te encuentres bien. Mis padres y yo lo estamos pasando realmente bien aquí. Ya te contaré más detenidamente cuando vuelva, cuando nos veamos. Me encanta que me escribas tus dudas sobre pociones, eso significa que has seguido mi consejo. Seguiré escribiéndote con frecuencia contándotelo todo para que no te aburras ¿vale?

Un beso,

Hermione

P.D.: Espero te guste mi regalo.

La verdad es que no esperaba otra cosa de ella, siempre preocupada por los estudios, pero no le había parecido mal la sugerencia e incluso le había hecho pasar el tiempo más rápido, además todo le podía servir para enfrentarse a Voldemort. Abrió el regalo y alucinó en colores. ERA UN PENSADERO. Hermione siempre daba en el clavo. Leyó las instrucciones, se arrancó un pelo de la cabeza y lo introdujo allí, había varias formas de utilizarlo pero al ser menor de edad no podía utilizar la varita. Inmediatamente vio a su tía y a él en la cocina hablando de Emy. Aquel regalo era genial.

Las demás cartas eran de Hogwarts con el billete para el expreso y la lista de libros y materiales que necesitaría. También había una nota del director felicitándole, diciéndole que tuviera paciencia y que aprovechara a repasar todo lo estudiado, porque este año iba a dar unas clases adicionales. Hagrid le mandaba saludos y se excusaba por no haber podido comprarle nada por estar muy ocupado, ya se lo daría en el colegio. La madre de Ron le mandaba un surtido de pastelitos que Harry degustó con ansia, la verdura de su tía le iban a dejar en los huesos, pero como su tío y su primo estaban a dieta, pues lo demás también, para que no hubiera envidias. Quedaban dos cartas, reconoció la letra de Sirius en una de ellas y la abrió.

Harry:

Felicidades, chaval, ya eres todo un adolescente. Como sé que ahora más que nunca la sangre te hierve, en todos los sentidos, te pido... no, te ruego, que no hagas de las tuyas, las cosas no andan muy bien fuera y al mínimo descuido pueden cogerte. Pórtate bien, haz caso a tus tíos y cuando vayas al callejón abre bien los ojos. Ahora que nos tenemos el uno al otro no quiero que pase nada. Cuídate mucho.

Un abrazo

Sirius.

Quitó el envoltorio de la caja y se encontró con muchas fotos sueltas. Fotos de sus padres cuando eran adolescentes, fotos de la boda, de comidas al aire libre, de fiestas y del jardín de una casa preciosa, en la que se encontraba él, de pequeño, junto con sus padres y muchos amigos. Las lágrimas brotaban de sus ojos, una vez más lo que pudo tener y no tenía le vino a su mente, pero agradecía aquel regalo más que ninguno por sentirse un poco más cerca de su verdadera familia. Realmente Sirius sabía lo que él necesitaba y estaba de acuerdo en que, ahora que se habían encontrado, no iban a separarlos. Harry sentía que Sirius era lo más parecido a un padre.

No había más paquetes, pero quedaba una carta. Sabía que algo extraño tenía, pero no pudo aguantar la tentación de abrirla. Sacó una única foto y la miró, vio una silueta oscura con la cara ensombrecida y unos intensos ojos verde esmeralda que le miraban sin pestañear. Aquello era como un imán, no podía dejar de mirarlos y juraría que en ese momento le devolvían la mirada, una mirada de una intensidad tal, que le estaba atravesando la mente y le hacían sentir como si le estuviesen apretando la cabeza para hacerla estallar. No aguantó más y cerró los ojos un instante, cuando los abrió el papel era blanco, como de foto, pero ya no había nada en él.

Inmediatamente escribió una carta a Ron y otra a Hermione para contarles lo de la foto con los ojos. Seguro que ellos alucinarían y de paso le recordarían que tuviese cuidado con lo que le enviaban y que no volviera abrir ningún paquete sospechoso, pero merecía la pena decírselo. Aquella noche se durmió con una sonrisa en la cara, pensando en la gente que él quería, sin embargo ese pensamiento le llevó a otro... tenía que existir alguna salida mágica para poder encontrar a una persona desaparecida.