Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a JK. Rowling

Este fic participa en el reto "Tu personaje favorito" del foro "La Sala de los Menesteres".

Personaje: Sirius es mi personaje favorito, ¿por qué? Por la fidelidad que tiene con sus amigos. Lo admiro mucho.

En este pequeño y corto fic tendrá también mucho protagonismo Remus, pero yo creo que sin Sirius que es una parte esencial no hubiera podido desarrolarse la historia, asique espero que esté bien para el reto.


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Un joven de cabello castaño y ojos dorados lloraba acurrucado en la nieve.

Estaba demasiado desabrigado para la época pero apenas le importaba.

Remus estaba cansado, había guardado por mucho tiempo su secreto y ahora varias personas lo sabían. Apenas podía soportar esas miradas de desprecio, esos susurros cada vez que entraba al Gran Comedor.

Era un monstruo. Y Hogwarts estaba comenzando a saberlo.

Se llevó las manos al rostro y sintió aquellas marcas que a todo el mundo le desagradaban, esas que muchos miraban disimuladamente, otros con horror.

La luna llena estaba próxima, solo faltaban unos días, y él lo sentía en cada fibra de su cuerpo. Era una sensación aterradora, se sentía enojado, desesperado, tenía ganas de gritar, de arrancarse de encima aquella bestia que lo convertía en alguien tan anormal.

Escuchó unos suaves pasos sobre la nieve, sabiendo antes de abrir los ojos de quien se trataba. Un perro negro y grande lo miraba profundamente.

-No iré, déjame -murmuró Remus.

El animal colocó sus patas sobre el estómago del chico intentando convencerlo.

-Vete -dijo el mago severamente -¡Vete!

Le lanzó una bola de nieve, pero el perro no se movió.

El hombre lobo continuó llorando sin importar que su mejor amigo lo viera, el animal se echó junto a él negándose a dejarlo solo. Remus lloró por un largo rato, terminando inevitablemente, abrazando a aquel perro fiel y calentito, que rápidamente apoyó el hocico en su hombro.

El mago se desahogó hasta quedarse sin lágrimas. A veces lo único que quería era estar solo, pero no podía negar que la compañía del merodeador lo hacía sentir mucho mejor.

-No le digas a James, ya sabes cómo es -susurró Remus llevando una mano a la cabeza del perro y acariciándola, provocando que moviera la cola alegremente -. Gracias Canuto.

Remus se levantó, sintiéndose mucho mejor, y comenzaron a caminar hacia el castillo, Canuto saltando juguetonamente sobre Remus haciéndolo al fin reír.