¡Hola!, este es mi primer fic :D
Contiene lenguaje que podría ser ofensivo para algunas personas, escenas de sexo implicito (tal vez explicito). Se recomienda discreción.
Slash, relación chico/chico
¡NO APTO PARA HOMOFOBICOS!
Los personajes no son mios y no gano dinero con ellos.
Enjoy :P
Capitulo I. Maldito viernes.
Parecía a simple vista que todo seguía igual que siempre. Sherlock caminaba por los pasillos del instituto entre clases, tal vez un poco más ausente de lo normal, pero nada tan diferente como para llamar la atención.
Una chica rubia de ojos verdes se cruzó con él afuera del laboratorio de ciencias, donde iba a buscar a John cada mañana. Ella lo miró sin reservas y le dedicó una sonrisa breve. Él se limitó a fulminarla con la mirada, como si intentara evaporarla y desaparecerla para siempre.
Estaba harto, realmente harto de encontrarla por todas partes, en especial cuando estaba cerca de John.
Suspiró mientras se detenía frente a la puerta del laboratorio. No le apetecía ver a John en ese momento, ni en el desayuno, ni a la salida. En realidad no quería verlo para nada, seguía sin entender por qué seguía buscándolo.
Hace un mes todo estaba bien, normal. Bien, hasta esa noche de viernes y la estúpida fiesta en casa de Lestrade.
Sherlock ni siquiera estuvo ahí, era bien sabido que odiaba ese tipo de cosas. John sí que estuvo y claro, con su adorable novia Mary Morstan, la rubia de ojos verdes que parecía tenerlo todo.
Esa noche ocurrió algo sumamente confuso y absurdo, algo de lo que sólo Sherlock y John tenían conocimiento. Ellos no hablaban de eso por varias razones importantes.
La primera, la que parecía tener más importancia, John se había embriagado, tal vez demasiado.
En segundo lugar, John había roto con Mary, debido a una gran pelea que por supuesto estaba relacionada con su mejor amigo "Sherlock- estoy aburrido- Holmes".
Y en tercer lugar, al día siguiente Mary y él volvieron, como si nada hubiera pasado.
Al menos esas eran las razones más importantes, si a John le hubieran preguntado, la razón hubiera sido más simple. Tal vez un fruncir de cejas y un "NO SOY GAY" de su parte hubieran bastado. Pero no era el caso, por lo que no importaba más. No es que antes realmente importara para empezar, o que significara algo para John como lo significaba para Sherlock.
Algún lio así, pero sin hablar de ello.
Era como si nunca hubiera pasado, aunque parecía mucho más fácil para John olvidarse de eso que para Sherlock.
Sherlock pensó en ello a menudo. El hecho de que no se le permitiera hablar de ello, no significaba que no podía recordarlo, recordarlo valía la pena, aunque para John no fuera así.
John lo había hecho jurar que no tocaría el tema, entonces no diría ni una palabra a Molly o Lestrade, Mycroft o cualquiera.
— Fue un error—, dijo, con los ojos muy abiertos y suplicantes, mientras su mano descansaba sobre la rodilla de Sherlock.
Sherlock no creía que John tuviera idea de lo que estaba causándole sólo por tocarle de esa manera. Aunque las palabras lo lastimaron más, una y mil veces más. Debido a que no fue un error suyo y no fue un simple accidente que se arregla con palabras.
Sherlock ahora apenas veía a John fuera de la escuela. Y si lo hacía era por mero accidente, se tropezaba con él, en la cafetería con Mary, o en el patio con Mary, o en la biblioteca, obviamente con Mary.
La ruptura fue tan breve y ahora los dos no eran el uno sin el otro.
Sherlock intentó con toda el alma estar enojado con Mary, odiar a Mary. Era fácil, la verdad, porque ella no era lista, era ordinaria y aburrida. Pero no podía, no era su culpa. Tal vez fuera culpa del rubio, pero aun así, Sherlock no podía estar enojado con él, aunque lo intentó, quería estarlo, pero John Watson era su mejor amigo. Sherlock simplemente no lo conseguía. No podía.
Le dolía, observar a John en la cafetería con el brazo colgando sobre el hombro de Mary y riéndose de algo estúpido, mientras que él se sentaba en silencio, con un cigarrillo en los labios, lejos de él. Parecía que después del incidente entre ellos necesitaba más y más nicotina para sentirse seguro frente a John y su actitud.
El humo lo hacía sentir mejor, de una manera probablemente asfixiada que no podía describir.
Era estúpido y Sherlock sabía que el cigarrillo, aunque fuera de lejos, molestaba a John.
No había mucho que pudiera hacer o mucho que quisiera hacer.
Fue un error, ¿no? Si John lo dijo, debía ser verdad, él era el que sabía sobre sentimientos y relaciones.
Todavía torturaba a Sherlock de la peor manera, cuando estaba tumbado en su cama y lo revivía de nuevo, una y otra vez en su cabeza.
"Sucedió aquí. Sucedió aquí. Justo en las sabanas en las que estoy durmiendo" repetía mentalmente. Por supuesto, habían sido lavadas desde entonces, por lo que no podían contener a John y su aroma mucho más, pero el recuerdo era tan espeso, tangible y real en su cabeza que casi podía olerlo y sentirlo.
Era de madrugada ese maldito viernes.
John había estado llorando. Su cabeza estaba en sus manos y olía a alcohol. Incluso cómo él llegó a la casa de Sherlock sin perderse era un gran misterio, pero él estaba allí, con los dedos enredados en su cabello rubio.
Sherlock no sabía qué hacer. ¿Qué podía hacer? Nunca había visto a John roto antes, no sabía que se podía romper, así que, se sentó junto a él, con la mano en la espalda del rubio y lo frotó, en lo que esperaba fuera una manera reconfortante.
La gente generalmente no lo buscaba para desahogarse, o para el consejo, o para cualquier cosa.
John siempre había sido dulce con él, siempre lo había considerado un amigo, pero cuando se trataba de relaciones y rupturas no era como si Sherlock tuviera un record increíble para la reflexión.
Sherlock recordaba haber pensado que John tal vez debería haber ido con Mike para algo como eso, o demonios, con Molly, porque las chicas eran mucho mejor en eso. En realidad cualquiera era mucho mejor en eso que él, pero- Hey, ¿no debería sentirme halagado? -Pensó todavía frotando la espalda de John, murmurando cosas como "Todo estará bien" y "Mary es una idiota".
John lo eligió. O, tal vez el alcohol lo eligió, pero cualquiera que haya sido, él estaba ahí, tratando de encontrar consuelo.
Cuando el rubio levantó la cabeza, el fuerte aroma del alcohol se reunió en la nariz del moreno. Sintió pánico, preguntándose si John había bebido hasta el punto de envenenarse, pero mirando fijamente a los ojos inyectados en sangre, noto que había un fragmento de claridad en ellos.
John sabía dónde estaba, y él sabía que era Sherlock quien estaba a su lado.
Aunque se arrastraban sus palabras Sherlock podía entenderlas.
—No, ¿por qué, Sherlock? Mary, ella siempre es tan insegura y yo, no debería ni siquiera, prestarle atención, pero...¿
Sherlock le hizo callar y lo dejó llorar, porque ¿qué otra cosa podía hacer?
Sintió malestar por su amigo de una manera que no entendía, su corazón latía dolorosamente contra sus costillas. Quería saber qué hacer o decir las palabras correctas para que se sintiera mejor, pero para Sherlock no había sido fácil. Él era el bicho raro de la escuela, el fenómeno, el psicópata sin sentimientos.
Él no era "uno de los chicos" y no era de relacionarse con mujeres, y con el fin de ser capaz de dar cualquier tipo de consejo sobre chicas tenía que serlo; tener experiencia con ellas y él no la tenía, por supuesto que no.
Por lo que él sabía, John estaba enamorado de Mary, y si bien no necesariamente entendía el por qué, eso no lo hacía menos verdadero, y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Sherlock podría deducir las incógnitas más complicadas y utilizar la lógica para responder cualquier pregunta, pero no podía reparar ánimos o lanzó un suspiro agudo antes de volverse al moreno y hundió el rostro en el cuello del chico delgado, con las manos agarrando su torso.
Sherlock parpadeó, sus brazos estaban moviéndose inútilmente antes de que se posaran sobre la espalda de John.
Podía sentir las lágrimas en el cuello de la camisa y los pantalones vaqueros de John deslizándose junto a sus pantalones de pijama, y antes de que pudiera detenerlo, su espalda estaba contra la cama y John estaba encima de él.
—John, ¿qué estás…?
La otra boca se estrelló contra la suya, estaba caliente y tenía sabor a alcohol.
Sherlock cerró los labios con rapidez. Sus ojos se abrieron repletos de agitación, sus manos se estamparon en el pecho de John, empujándolo hacia atrás y movió su rostro hacia un lado para separarse de su amigo.
Ambos se miraron jadeando con la respiración agitada.
Sherlock trató de incorporarse, pero el rubio era demasiado pesado e incluso borracho era más fuerte, sus manos estaban fijando sus hombros contra la cama.
Lo miró fijamente, con los labios entreabiertos y sin sonido, porque, ¿qué podía decir? ¿Qué se suponía que debía decir? Su amigo estaba encima de él, y lo había besado, y su corazón estaba acelerado y el pantalón del pijama se estaba volviendo de pronto muy incómodo.
— ¿Qué estás haciendo?—Sherlock movió los hombros, pero John sólo los mantuvo allí, con los ojos apuntando a los del chico debajo de él.
Los ojos de John estaban tristes. Estaban rotos y heridos.
Sherlock no sabía qué hacer, ya que no podía combatir. John estaba demasiado ebrio para escuchar y tal vez una pequeña parte de él quería que su mente enmudeciera para que John pudiera besarlo otra vez, pero él estaba tratando fuertemente de ignorar esa parte.
—Por favor, Sherlock —Fue todo lo que John dijo, salió claro y nítido en comparación con su anterior y torpe dialogo, sus ojos parecían extrañamente centrados, la forma en la que estaba consciente de todo.
Sherlock no podía respirar, se le olvidó cómo, porque John se inclinó para besarlo de nuevo.
Soltó una queja parecida a un gemido, y él no podía decir si era porque no quería eso o lo contrario. Ese dilema fue respondido con bastante rapidez, cuando las manos de John nadaron hasta su camisa y una lengua luchó con la suya.
John sabía demasiado a alcohol, pero detrás de ese sabor había algo más, algo así como pastillas de menta. A Sherlock le gustó esa mezcla más de lo que pensaba que debería gustarle.
Todo después fue muy descontrolado, un desorden caliente y húmedo, los dientes de John en su cuello, una lengua bajando por su clavícula y una mano moviéndose bruscamente entre sus piernas.
Sherlock no duró mucho, pero estaba demasiado abrumado para avergonzarse.
Sus pantalones habían desaparecido y John estaba desnudo rozándose contra él. Perdió la cabeza, pero al menos John sabía lo que estaba haciendo, sus ojos estaban reflexivos y despiertos.
Besó la espalda de Sherlock cuando le dio la vuelta y lo ubicó de rodillas contra la cama. Sherlock percibió el aliento cargado de vino cuando John le susurró al oído, asegurándole que iba a dolerle.
Sherlock gimoteó y apretó las sabanas entre sus manos. John fue bastante brusco al principio, luego se volvió más cauteloso en sus movimientos.
Dios.
Ahí estaba el dolor. Sherlock quiso rogarle que se detuviera, pero no podía siquiera respirar, soltó varios suspiros ruidosos, hasta que John empezó a moverse dentro de él y del fondo de su garganta salió un grito ahogado, que silenció rápidamente, llevando su propia mano a su boca.
Después de varios minutos se sorprendió a si mismo empujando su cadera contra John.
Él jadeó su nombre con desesperación. Hacía demasiado calor, había tantas sensaciones entre los dos.
El roce de las sabanas contra su piel lo hicieron llegar nuevamente, con un temblor incontrolable en todo el cuerpo. El rubio tomó su cintura para entrar más profundo y con un brillante autocontrol, llegó al orgasmo sin hacer más ruido que el de su propia respiración agitada.
Después lo sintió deslizándose entre sus muslos. Los dos se derrumbaron en el colchón.
John se durmió, sin decir nada.
Sherlock se quedó mirando el techo hasta que amaneció.
Después de recordar por milésima vez es anoche, Sherlock se sentó en la cama porque los ojos le ardían, el espacio a su lado estaba vacío, y le hizo recordar a John despertando la mañana siguiente de esa noche, frotándose la frente, quejándose con malestar, mientras lentamente trató de salir de las sábanas. Sherlock no se había movido, se hizo el dormido mientras miraba a la pared. Había escuchado a John ponerse la ropa e irse sin decir adiós.
Sherlock golpeó sus manos contra su frente. Trató de explicar a su cerebro que sucedió hace casi un mes y que no importaba entonces y sin duda no importaba ahora.
Recordó, también, aquella tarde cuando John le envió un mensaje, diciendo que necesitaban hablar y quería reunirse con él en un café.
Sherlock no quería ir, no quería ver la cara de John cuando le dijera que había vuelto con Mary y que nada de lo que había sucedió era real.
Como un completo idiota se reunió con él esa tarde, esperando equivocarse.
A medida de que John le dijo por enésima vez —Fue un error, olvídalo—, el olor del aliento a café en sus labios en lugar de alcohol, y su mano en la rodilla de Sherlock, hicieron sentir que su torso se rasgaba en dos. — Sherlock, prométeme que vas a olvidarlo, ¿de acuerdo? Olvídalo.
Sherlock había dicho —Si — John lanzó un suspiro de alivio,
No hablaron de eso en las semanas siguientes.
Sherlock rompió su promesa. Tiró de la manta sobre su cabeza y metió la mano entre sus pantalones. El calor que sentía era abrumador, no lo soportaba.
Cerró los ojos recordando a John besándolo y tomándolo esa noche.
Se tocó con vergüenza, metiendo un par de dedos dentro de sí mismo. No era igual, en ningún sentido, pero al menos calmaba un poco la ansiedad. Se mordió el interior de la muñeca y entonces, cuando llegó se sintió cansado y vacío. Tropezó hasta el cuarto de baño, lavó sus manos, cambió su ropa y se quedó de pie en la puerta, mirando a su cama.
Él no quería dormir ahí. Cogió su cráneo, lo acunó como si fuera lo único importante que tenía y a hurtadillas bajó a la sala de estar.
Su mano se deslizó para alcanzar un cigarrillo.
Fue un error, olvídalo Se dijo a sí mismo, tirándose sobre el sillón.
