Declaimer: Los personajes de esta historia no son míos, son tomados del cartoon ¡Hey Arnold! De Nickelodeon. Este fanfic está hecho sin fines de lucro, sólo es para divertirse leyendo.

Sumary: 30 Momentos especiales de esta singular pareja ¡DEJEN REVIEWS!

Aclaración: Este no es un fic en sí sino un conjunto de one-shot; es decir que cada capítulo aquí presentado es una historia diferente; son momentos – como bien lo dice el título – de esta pareja, aunque se supone que en realidad deberían ser como una especie de viñetas pero no me sale así que mejor les traigo estos capítulos únicos.

Todo es en base a la tabla de los 30 Momentos. Si tienen alguna sugerencia respecto a lo que debería tratarse cada momento se las acepto y puede que las ponga.

Ahora, sí, aclarado ese punto… pónganse a leer jejeje. Espero y disfruten.

30 Momentos.

Primer Momento: Brillo

Iba caminando por la avenida por ningún motivo en especial; la verdad el día había sido de lo más monótono y no tenía idea del por qué. Todo había sido así desde el viernes pasado ¿Qué ocurría? ¿Había hecho algo distinto, o qué?

Nada… - se respondió mentalmente. Suspiró mientras se hundía más y más en el aburrimiento y es que no entendía cómo es que lograba aburrirse si nada podía ser normal en esos días, y precisamente en esos días.

Está bien valía la pena recapitular la versión – se supone – aburrida de los hechos.

Se levantó a las seis treinta de la mañana según el despertador, se vistió aprisa pues debía estar en la secundaria antes del inicio de clases o habría matanza general; salió vestido y con los útiles necesarios completamente listos para enseguida bajar y desayunar encontrándose en el proceso con una escena extraña – y nada sorprenderte – de la abuela colgada del ventilador-lámpara del centro del techo sobre la cocina y con todos los inquilinos haciendo corro alrededor de ella mientras el abuelo la jalaba como podía de uno de sus pies.

- ¡Buenos días! – gritó pues nadie hacía caso, entretenidos por la escena.

- Buenos días, chaparrín ¿vas a… ¡Pucky baja! – La jaló más – olvídenlo… caso perdido – se limpió el sudor de la frente – esta loca no va a bajar – se oyeron chasquidos de lengua por parte del señor Hyunn y del señor Potts quienes habían estado apostando con Oscar sobre cuánto tardaría en rendirse el abuelo.

- Sí – se rió – se los dije – mira Arnold ¡Gané, gané! – volvió a reír.

- ¡No le enseñes a mi nieto tu sucio dinero, Kokoshka! – le espetó Phill.

- ¡No es sucio! Es dinero bien ganado en una apuesta – volvió a reír y los otros vecinos a gruñir.

- ¡Libertad, libertad! – gritaba la anciana.

- Eh… ya me voy, vuelvo en la tarde – se despidió Arnold al notar que ya no le prestaban atención.

El camino a recorrer lo hizo corriendo para alcanzar el autobús y a Gerald con quien había quedado reunirse para enfrentar juntos el calvario.

- ¡Hey, viejo, por aquí!

Arnold vio a su amigo en la esquina de la calle y sonrió en respuesta mientras apresuraba el paso.

- Hola, Gerald – se saludaron en su forma especial - ¿Qué tal?

- Bien… preparando la carga – se frotó las manos con rapidez causando la risa del otro. - ¿Tú estás listo?

- Creo que nadie logra estar listo para esto.

- Tú lo has dicho Arnie, tú lo has dicho…

&&&

- ¡Muy bien! ¡Jalen!

El grito se oyó por todo el gimnasio y todos los chicos ahí reunidos empezaron a hacer fuerza para jalar las cuerdas de unas grandes cortinas que adornarían una parte del gimnasio.

- ¡Paren! – Se oyó un suspiro soñador – ¡Perfecto! ¡Ya pueden descansar pero sólo cinco minutos!

- Piedad… - Sid se arrastró con dramatismo hasta los pies de Rhonda Lloyd quien era la responsable de que justo en ese momento más de la mitad de los alumnos de tercero de secundaria se hallaran desperdigados en el piso como basura por la calle.

- Calla, Sid. Ni que fuera para tanto…

Varias cabezas giraron en su dirección mirándola con incredulidad y ella enrojeció ligeramente.

- Bueno, no tanto. Me tengo que ir.

- Eso es lo mismo que he oído durante toda la semana… - Gerald se tiró de golpe al piso – Auch…

- Si tiras tu cabeza de esa forma te dolerá más. Es un hecho comprobado.

- Ya lo sé, Phoebe ¡Porque me está doliendo!

Phoebe y Arnold rieron ante la cara exasperada de su amigo. Ahí se hallaban los tres en medio del gimnasio luego de todo el trabajo realizado antes, durante y después de clases todos los días de esa semana.

La Celebración de Confraternidad Estudiantil empezaba y Rhonda como miembro del comité de festejos empezó a preparar todo y como todos los miembros del comité tenían otras actividades extracurriculares además de eso no dudaron en encargarle eso a la chica y ella no tardó en pedirles – casi exigirles – a sus amigos que "amablemente" le ayudaran y así había sido desde la semana pasada.

- ¡Hey Arnold! ¡Hey Arnold! ¡Hey Arnold!

- ¿Ah? – el chico giró la cabeza ante el llamado.

- ¿Arnold, te sientes bien?

- Estás raro…

- Pensativo diría yo…

El rubio se sonrojó cuando vio que Phoebe y Gerald lo miraban como bicho raro y lo peor es que hasta Lila estaba ahí ¿De dónde salió? ¿Cuánto tiempo se distrajo?

- ¿Estás bien, Arnold? – repitió la pelirroja.

- Sí, claro.

- Has estado distraído, Arnold.

- ¿En serio?

- En serio viejo – confirmó el otro.

- De hecho estás así desde que… - la chica de lentes carraspeó – nada – se contradijo y se levantó aprisa – Tengo que ir a hacer otras cosas – se fue dejando a todos aún más confundidos.

- ¿Y a Phoebe qué le pasa?

- Si tú no lo sabes Arnie ¿Qué esperas de nosotros?

Los otros dos rieron.

- Arnold yo quería saber si aún querías ir a la reunión de confraternidad conmigo – dijo Lila de repente, tan de repente que el rubio se quedó sin habla y Gerald sólo rodó los ojos ante la reacción.

- ¡¿Hablas en serio?! – sin poder evitarlo se le escapó una sonrisa.

- Sí – respondió, levantándose del suelo.

Él también se levantó y Gerald se resignó a mirarlos desde el piso.

- Pero… creí que irías con alguien más…

- Sí pero él tuvo que cancelarme porque iba a estar ocupado ese día ¿Tú aún puedes, verdad? – susurró suave.

- Y ahí vamos de nuevo… - musitó Gerald sentado en el suelo con las rodillas recogidas y pegadas al torso mientras miraba a los dos alternativamente.

Arnold al oír lo dicho por Lila se quedó un tanto desilusionado porque en su interior albergaba la esperanza de que lo hubiera preferido a él… pero peor es nada ¿verdad?

- Claro, Lila, cuando gustes.

- Gracias, Arnold – y tan rápido como se fue lo besó en la mejilla dejándolo atontado.

- Mátenme… - se oyó un golpe y no era nadie más que Arnold siendo sentado de sopetón en el suelo gracias a Gerald – Arnold, despierta – el chico chasqueó los dedos enfrente de su amigo y este sólo reaccionó al tercer chasquido.

- ¿Decías?

- ¡Al fin!

- ¿Qué?

- Olvídalo…

&&&

Los días seguían pasando y él estaba cada vez más contento y a la vez no… el día del baile se acercaba y estaba emocionado por ver a Lila pero tan desanimado como para siquiera querer ir.

Caminó directo al comedor donde vio a sus amigos reunidos en torno a Rhonda quien repartía instrucciones, como era costumbre desde el inicio de los preparativos.

- Hola, Arnold – susurró Phoebe.

- Hola ¿Y Gerald? – preguntó sentándose al lado de la chica.

- Aún no llega.

- Ah… y… ¿Cómo estás?

Phoebe lo observó atenta con una expresión difícil de definir y él no sabía qué pensar, no es que nunca hablara con ella pero no lo había hecho en los últimos días ¿Por qué había tenido la repentina necesidad de hablarle? Era su amiga pero… pero…

¡¿Cuál era el pero en la cuestión?!

- Bien ¿Por qué?

¿Por qué? Buena pregunta…

- Por nada, sólo quería saber… - sonrió

- Ah… gracias por preguntar – sonrió de igual forma y se sintió como vacío por lo que volvió a hablar aún algo indeciso.

- Y… ¿Qué ha habido de nuevo?

Esta vez Phoebe lo miró más atenta y su mirada por un momento se volvió ¿Maliciosa?

- Nada…

- Mmm…

- Arnold…

- ¿Sí?

- ¿Qué es exactamente lo que quieres preguntar?

Él tragó saliva.

- ¿A qué te refieres?

- No sé… estás raro como si estuvieras todo el tiempo pensando en algo… o en alguien.

- ¿Qué? – se sonrojó. – Yo no… quiero decir que no… - se levantó bruscamente y de pronto todos los estaban viendo.

- ¿Arnold pasa algo? – preguntó Shina muy concentrada en uno de los filos de la servilleta que doblaba.

- ¡Nada!

- ¡Hola Arnold! – se dio la vuelta bruscamente medio nervioso sólo para toparse con la alta figura de Patty muy cerca de él – ¿Sucede algo malo? – le preguntó al ver su expresión asustada.

- No… este… debo irme… - y sin decir más apuró el paso para salir de la cafetería.

- ¿Qué sucedió, Phoebe? Tú estabas hablando con él – inquirió Rhonda muy curiosa.

- La verdad no sé, sólo sé que es algo muy interesante – se quitó las gafas para limpiarlas.

- ¿A qué te refieres?

Phoebe vio a Stinky y se encogió de hombros pero sin poder ocultar su diversión.

¿Qué le pasa a Arnold?


- Chaparrín, despierta...

- En un momento abuelo – se dio la vuelta en la cama.

- Anda, Arnold, debes abrir los ojos para ir a la escuela.

- Cinco minutos más… - se tapó más con las cobijas.

- Bueno, tú sabrás, vengo en un rato pero no me culpes si no te puedo quitar las cobijas de encima.

El sonido de la puerta cerrándose hizo eco en la habitación silenciosa pero él nada escuchaba pues estaba muy concentrado en la vocecita molesta pero a la vez agradable en su cabeza, una vocecita que lo fastidiaba y lo encantaba; tenía un matiz de sensaciones difíciles de definir pero a la vez tan… increíble.

Suspiró en su sueño, en especial, al notar una luz brillosa y cálida a punto de invadirlo y lo mejor era que se acercaba lenta pero segura, esta luz se iba transformando, no tenía forma todavía pero algo en su cabeza le decía que le gustaba, le gustaba como nunca nada le gustó en la vida, tan cálida pero a la vez tan hermosa; en medio de la maravilla pudo distinguir algo rojo o era ¿Rosado?, intentó acercarse pero no podía moverse sólo esperar y esa espera lo desesperaba, quería esa luz cerca pero no lo estaba, entonces pudo distinguir algo dorado… casi amarillo, era…

- ¡Arnold! ¡¡¡¡¡Se te hace tarde!!!!!

Se levantó bruscamente al oír semejante grito. Se restregó los ojos con rapidez y buscó alrededor de su cuarto la luz pero no la encontró.

- ¿Pero qué… fue eso? – una sonrisa de alegría y decepción surcó su cara – ¿Qué era?

No lo sé…

Sin más preámbulo, observó el reloj y notó que en verdad se le hacía tarde y rogó para sus adentros poder volver a soñar con la luz mientras se vestía con rapidez para luego ir a clases.

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- ¡Hola Gerald! – saludó alegremente mientras se sentaba a su lado en el autobús.

- ¿Ahora vienes contento? – preguntó divertido.

- ¿De qué hablas?

- De nada, viejo ¿Viste a Lila?

- No, no la he visto ¿por qué lo preguntas?

- Ah pues porque tienes esa sonrisa boba que siempre pones cada vez que la ves. Ya sabes esa – le señaló la cara – esa de tonto enamorado.

¿Tonto enamorado?

- Pero no…

- Así que no la viste…

Él negó frenéticamente con la cabeza.

- Ajá… - canturreó pícaro – entonces a quien viste.

- A nadie.

- ¿A nadie? – Repitió escéptico – Ya… y yo tengo cara de idiota – su amigo lo miró sin decir nada – y no respondas – ambos rieron y Arnold sin siquiera pensarlo le contó de su sueño.

Después de un largo rato entre charla y charla se bajaron del autobús y empezaron a caminar por el pasillo de los casilleros.

- ¿En serio? ¿No viste más?

- Para nada, me despertaron – guardó sus libros y se dio la vuelta como buscando algo.

O alguien… ¿Eh?

- ¿Qué buscas?

- ¡A nadie! – Se apresuró a contestar.

- Ay, Arnold, a ti te pasa algo – cerró su casillero que estaba junto al de su amigo.

- No sé de lo que me hablas.

- Pues…

- Hola Arnold – susurró alguien a sus espaldas y el chico ensanchó la sonrisa pero luego volvió a ser casi inexistente cuando vio a quien le hablaba.

- Hola Lila – respondió apagado.

Gerald alzó una ceja y Lila lo miró dolida.

- ¿Te he hecho algo Arnold?

- ¿Por qué lo preguntas? – Inquirió suave.

- Es sólo que… no sé, no me respondiste como siempre y…

Para ese entonces Arnold ya no prestaba atención algo más lo había capturado. A lo lejos vio la combinación de colores más perfectos que sus ojos pudieron presenciar; enseguida y sin decir nada salió corriendo en busca de los colores que se alejaban.

- ¡Arnold, espera! – Gritaron Lila y Gerald pero el chico no respondía sólo corría.

Dobló un pasillo y entró en otro y justo cuando se iba a rendir los vio de espaldas, los alcanzó pero al darle vuelta la realidad chocó.

- ¿Te pasa algo? – Preguntó la chica a la que le había dado vuelta, algo molesta.

- ¿Quién eres? – Preguntó él más confundido.

- Eso debería preguntarlo yo – le replicó soltándose de su agarre – si me disculpas – jaló la porción de blusa que él aún sostenía.

- Ah… lo siento… - se sonrojó y la chica se fue – ¿Qué me pasa? – Se pasó una mano por los cabellos y volvió a repasar los hechos en su mente.

Eran los colores mágicos: dorado y rojo, ¿O los había equivocado? No, esos eran los colores de su sueño. Tenían que ser esos.

&&&

- ¿Quieres verlos Arnold?

- No gracias, Nadine, otro día será…

La chica lo miró contrariada pero aún así respetó su decisión y se alejó con la caja de escarabajos que tenía en sus manos.

No entendía lo que pasaba a su alrededor, estaba ahí otra vez, esa sensación de aburrimiento, desasosiego, intranquilidad pero sobre todo… aburrimiento como si a su vida le faltara brillo ese no sé qué picante que hacía que todo se volviera más interesante y entretenido conforme pasaban los días.

Gerald le había preguntado si estaba enfermo, Rhonda le propuso irse a casa temprano para que llegue a tiempo a la reunión, Nadine intentó animarlo con sus insectos, los muchachos con sus bromas, su abuelo con una de sus historias y Phoebe seguía viéndolo de aquella forma tan extraña e indescifrable… sólo le quedaba ir por Lila pero no tenía ganas de llegar temprano. Tiró una piedra que estaba en su camino mientras se disponía a cruzar la calle desierta hasta que lo oyó…

- ¡¡Cuidado!!

Fue lo único que oyó antes de caer de bruces al pavimento.

- Te lo dije – dijo una voz socarrona muy conocida demasiado conocida.

Percibió el chirrido de un freno, la vuelta en U; levantó su cabeza mientras veía como en la esquina opuesta, no muy lejos de él, estacionada aún sentada en la bicicleta estaba ella y ellos: los colores de su sueño pero no eran brillosos como el de la chica del pasillo, eran opacos por lo que ya no eran ni rojo ni dorado sino rosado y amarillo el efecto contrario pero favorecedor para su vista y estos estaban en alguien más, alguien que al verlo levantar la vista y la cabeza dijo:

- Eso es para que sepas de mi regreso Cabeza de Balón, una broma por cada día de la semana de mi ausencia. – Rió fuertemente mientras se alejaba colina abajo, con el sol iluminando todo su imagen, y él sólo pudo murmurar:

- Helga… el amarillo y rosado…

Sí, eso eran lo que le había faltado; Helga había estado de viaje esa semana, no había estado ella… sin ella su vida se volvió monótona y sin Brillo...

Helga...


Notas de Autora:

¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien, estoy aquí trayéndoles otra de mis historias que se basan en la tabla de los 30 momentos. El primero fue Brillo ¿Qué les pareció? ¿Bonito, feo, horrible? Quiero su opinión por favor ¿sí?

Sin más que decirles, me despido y hasta la próxima para vernos (o leernos jijiji) en el siguiente capítulo de este fanfic salido casi de la nada jejeje.

Me despido.

Att.

Clyo-Potter.