Hola, hace mucho tiempo que no actualizo nada, ni que publico cosas nuevas; sin embargo esta vez quiero aventurarme con un Yumikuri ambientado en la época de los juicios de Salem, será corto. En realidad tenía buen rato pensando en él pero hasta ahora me atreví a sacarlo a la luz, será corto y ojalá que sea de su agrado, espero no decepcionarlos.

Infinitas gracias por su paciencia. Han sido momentos realmente difíciles para mi y poco a poco voy tratando de recuperarme. Un abrazo desde México.

''Shingeki No kyojin es propiedad de Hajime Isayama, este fanfic es un tributo a su trabajo y está hecho sin fines de lucro''.


Si me voy antes que tú hay tres cosas que no debes olvidar, la primera es que eres maravillosa, no importa lo que diga la gente o que tu pienses lo contrario, ser tú te vuelve asombrosa, no permitas que nadie te diga lo contrario, la segunda es que las cosas cambian más rápido de lo que nos gustaría, pero que sin embargo tienes la opción de aprender a flotar o ahogarte, es más sabio lo primero, nos salva de tempestades futuras y nos dota de la paciencia para esperar a que el mar vuelva a la calma, la tercera es que aunque sea verdad que te amo y que me amas, tienes el derecho de volver a sentir lo mismo por alguien más, porque tu lugar en mi es irreemplazable y mi lugar en ti también lo es.

Cap 1

Los misterios de Dios

Era la mañana del quince de febrero de mil seiscientos noventa y dos, el pueblo de Ipswich había sido asolado por sucesos extraños varias noches atrás, por lo menos eso decían los rumores, cantos demoníacos inundaban los cielos y extraños indicios aparecían en las puertas de los vecinos del lugar. El miedo latente poco a poco se volvía más palpable, dos personas halladas muertas, una en su propio lecho y el otro, Hannes el tabernero, en una vereda a las afueras con una estrella de apariencia extraña sobre el pecho.

Aquel mismo día la única hija de Rod Reiss gobernador del lugar cumplía quince años y también se cumplían quince años desde que el hombre enviudó, aquella niña había llevado la desgracia a su familia su hermana mayor había muerto meses después en circunstancias extrañas y la madre había muerto al darla a luz.

Por su parte el hombre jamás había estado del todo seguro de la pureza de aquella criatura que se presumía hija suya, obró según le dictaba su corazón, la había presentado en la iglesia buscando el consejo del sacerdote, fue entonces que decidió llamarla Christa ''la que sigue a Dios'' creyendo que con aquello se dirigiría por el camino del bien.

Como cada año en esa fecha y a primera hora de la mañana ambos iban al templo a orar en agradecimiento y a pedir que la muchacha siguiera por aquel camino admirable de castidad y pureza de alma.

—Señor tu que eres tan grande y bondadoso quiero agradecerte por tenerla un año más conmigo, porque en el transcurso de estos la has bendecido con tu gracia conduciéndola por el camino del bien, te pido que la conserves más tiempo conmigo y que le concedas la castidad para que llegada la edad pueda consagrar su vida a ti. —El silencio se hizo presente tras aquella plegaria, sólo interrumpido por el soplo del viento, el hombre dirigió su mirada hacia su hija esperando escuchar la acostumbrada oración.

—Dios misericordioso, tu que eres tan bueno y sólo me has traído dichas en el transcurso de mi vida te pido por el bienestar del pueblo, sobre todo por el bien del gobernador mi padre y; ruego como todos los días que le hayas concedido a mi madre la gloria eterna, que goce junto a ti de las dichas que solo los bienaventurados son capaces, que la conserves en esa eternidad a la que todos aspiramos, te pido por los desdichados, por los huérfanos, por los pobres, pero sobre todo por los pobres de corazón y por los que aún no te conocen, que por tu gracia comprendan que el sufrimiento de este mundo terrenal es pasajero.

La joven dio un paso hacia el altar y se arrodilló juntando las manos, a ojos cerrados y continuando su oración en silencio.

Christa era una criatura hermosa, los cabellos rubios ahora cubiertos por el velo le llegaban a la cintura, sus grandes ojos azules no expresaban otra cosa que bondad; era menuda aunque conservaba las curvas femeninas de una joven de su edad, y su piel era tan blanca y sin rastro de imperfección que relucía.

La pequeña rubia era pretendida por varios hombres tanto del propio como de los aledaños, sin embargo ella estaba tan decidida de entregar su vida al servicio de Dios que tenía la vista puesta en el próximo año para poder ser aspirante y a los diecisiete convertirse en novicia. Su padre veía aquello con buenos ojos, aunque no descartaba la idea de que contrajese nupcias y se convirtiera en la perfecta ama de casa.

—Padre ¿Hay algo más que quieras pedir? — El hombre se acercó a tomar sus manos y negó con la cabeza. — Siempre eres preciso en tus decisiones.

—¿Qué hay de ti Christa?

—Yo ya lo he pedido, — Y preferiría no compartirlo, a menos que se lo solicitaran.

—¿De que se trata?

—Bueno, sabes que el próximo año deseo unirme a una congregación religiosa, le he pedido a Dios que me ponga a prueba, para saber que mi vocación es verdadera, y si no lo es dirigir mis pasos en otra dirección. No seré joven por siempre.

Y la prueba llegaría más pronto de lo que esperaba. Al caer la noche tras dar un paseo la joven decidió descansar en el pozo cerca de los linderos del pueblo, le gustaba ese lugar, el aire corría con mayor fluidez y le revolvía el cabello, se sentía tan libre como las flores que agitaban sus pétalos al viento. A pesar de tener sirvientes ella prefería realizar algunas tareas, sacar agua del pozo era su favorita, tres veces al día bajaba hasta ese lugar y transportaba el liquido a su vivienda. Por lo que encontrarla ahí no era raro.

Embelesada como estaba con el paisaje natural, y los sonidos que provenían de lo profundo del bosque, casi no nota la presencia de una persona, pudo distinguirla porque esta interrumpió la calma con el repiqueteo de un bastón en el suelo. Volviéndose un poco encontró a una silueta que se acercaba, alerta se puso de pie, pero de inmediato bajó la guardia al notar lo andrajoso de su vestir y el lastimero andar. Era una chica de tez morena, muy delgada, tenía golpes en el rostro y en la pierna una herida que sangraba; siendo un alma caritativa no podía dejarla así.

Abandonó los cubos sin llenar y bajó corriendo hasta donde la forastera estaba (sabía bien que estar en el bosque de noche era prácticamente un suicidio) la sostuvo de la cintura echándose su brazo al hombro y cargando con parte de su peso.

— ¿Por qué me ayudas? Podría matarte, podría ser una mala persona… — Su voz era ligeramente ronca, era agradable al oído.
— Hasta las malas personas merecen ser ayudadas, pero no creo que lo seas, no te molestarías en decírmelo, me atacarías y ya.

Tortuosamente llegaron hasta el pozo, donde ayudó a la muchacha a sentarse. No perdió el tiempo, ató el cubo a la cuerda y lo lanzó al interior para sacar agua y ofrecerle de beber. Todo lo rápido que pudo subió el agua y dejó ésta a su costado.

— Bebe. — Había tomado un poco entre sus manos, no tenía otra forma para calmar su sed.
— Más… — Susurró la joven tras tomar lo que la chica lo ofrecía. La rubia obedeció cargando sus manos con el líquido y acercándolo a sus labios. En tanto la otra bebía pudo observar los rasgos de su interlocutora, tenía la piel apiñonada y cabello castaño, las pecas cubrían ligeramente su rostro. — Gracias, eres muy amable.

— No es nada, parece que vienes de muy lejos, y que intentaron hacerte daño… — Sacó de su blusa un pañuelo blanco y lo humedeció para limpiarle el rostro y la herida de la pierna. Su piel estaba quemada por el sol, como si llevara varios días sin parar ¿Acaso huía de algo? — ¿Duele?

No podía ayudar mucho estando ahí, lo más que podía era limpiar la herida, pero si quería tratarla ocupaba un lugar más limpio, y a esas horas las posadas estarían llenas, además si la veían en ese estado la echarían (comenzando por su padre)

—Quisiera poder ayudarte más… ¿Estás huyendo de algo? — Sinceridad o no metería las manos al fuego por ella.

—No precisamente, voy de paso hacia un pueblo más al sur, un oso me atacó hace unas horas, perdí las pocas provisiones que tenía y en la huida me corté la pierna con una rama.

Era afortunada de que ningún salteador de caminos la hubiere encontrado, tal vez no habría llegado hasta ahí.

—Me llamo Christa Reiss… mi padre es el gobernador ¿Tu eres?...

—Ymir, sólo Ymir.

Mirando hacia todos lados como quien comete un delito, la ojiazul se mordió el labio. No podía dejar a la forastera así.

—Si no te molesta quedarte en un granero… puedo ayudarte. — A esas alturas del partido, para Ymir un granero era como hablar de una habitación de lujo en la mejor posada de la región.

—El granero suena maravilloso.

—Nadie va a molestarte ahí. Seguro necesitarás reposo por algunos días, tu pierna no está bien, en la mañana puedo acompañarte a la posada, o creo que Karla Jaeger tiene una pequeña casa en renta para viajeros.

Más que seguro que la otra no tenía menor idea de lo que hablaba, pero fuera como fuera, aquello era lo mejor que le había pasado en semanas, un ángel había cruzado su camino para auxiliarla, y vaya que lo parecía.

—¿No te meterás en problemas? No creo que valga la pena. — Inquirió la morena.

—Deja que yo me preocupe por eso, pero no, soy la única que tiene llave de ese granero. — Se puso de pie, aún debía llenar los cubos antes de volver, así lo hizo y luego los aseguró a las cuerdas de un travesaño que se echó sobre los hombros. — No podré ayudarte a andar, espero no sea problema, de todas formas el peso no me deja ir muy rápido.

Para Ymir la rubia daba demasiadas explicaciones, suficiente estaba haciendo con darle de beber y ofrecerle un lugar donde dormir.

Llegaron al cabo de unos quince minutos, la joven rubia bajó su carga frente a la puerta trasera y revolvió en los bolsillos de su delantal en busca de la llave del granero.

— Ven, es a unos pasos de aquí. — Esta vez volvió a ayudarla a caminar.

El granero era un lugar grande, lleno de paja y antaño de varios caballos, pero al sólo quedar uno le construyeron un pequeño establo cerca de las piletas donde lavaban la ropa. Los ojos de la morena se iluminaron, con todo eso podría hacerse una cama y no pasaría frío.

—Ponte cómoda, no tardo en volver. — La abandonó en la entrada cerrando las puertas tras ella sin echar el cerrojo aún.

La servidumbre ya no se encontraba en la cocina, dado que no eran muchos seguramente estarían encargándose de encender las chimeneas y de poner la mesa, debía darse prisa, tomó una lámpara de gas de uno de los estantes y tras encenderla se dio a la tarea de envolver en una servilleta dos hogazas de pan, queso, carne seca y una manzana, metió todo en su delantal y buscó un cuenco pequeño, algo de leche y terminó hurtando un par de manteles para que le sirvieran de sábana.

Dentro del granero Ymir ya había amontonado la paja formando una especie de colchón, era una mujer práctica que se adaptaba a todo, no estaba acostumbrada a los lujos; cuando la rubia apareció le miró asombrada. Era como una aparición, estaba iluminada por la luz de a la lámpara y le llevaba comida y abrigo.

—Pensé que tendrías hambre, por favor come. — Le entregó la servilleta y la garrafa de leche. — Son manteles, pero servirán.

—Tú… ¿Tú eres así siempre? ¿Por qué eres tan gentil conmigo? ¿No te cansas?

—Así soy, no puedo ignorar a quien necesita ayuda, la gentileza es, después de la santidad, el camino más fácil para llegar a Dios.

No se equivocaba, aquella dulce muchacha era un ángel en toda la expresión de la palabra, era una lástima que se topara con un demonio como ella; al menos la morena tenía ese concepto de sí misma, pues se cuestionaba todo, según sus creencias no existía ni la maldad ni la bondad absoluta. ¿Y las palabras de su salvadora no eran muestra de ello? La ayudaba para conseguir la salvación eterna. A fin de cuentas terminaba siendo un acto egoísta.

—Ymir quisiera quedarme, pero si no acompaño a mi padre perderá la cabeza, espero descanses, vendré a buscarte en la mañana. — Le dejó la lámpara y el cerrojo. — Se puede cerrar por dentro.

Contabilizando las escasas veces que había tenido ayuda de alguien, esa la superaba con creces, podría limpiar su herida, comería como reina y la mañana siguiente tendría donde quedarse, ojalá el dinero que llevaba fuera suficiente, no podía seguir aceptando más favores. A pesar de estar feliz por su buena suerte no podía parar de cuestionarse sobre esa muchacha, era preciosa y tan buena que parecía irreal… Cuando una es así de bella se puede ser tan malcriada como quiera, y en cambio Christa…

Christa era un nombre tan hermoso como la chica que lo llevaba.

Entró apresurada y al observar el reloj de la cocina notó que estaba atrasada quince minutos, su padre la regañaría eso era seguro, dejó los zapatos en la entrada de la cocina y los cambió por las zapatillas, así, acompañada por el sonido del tacón se apresuró al comedor.

—¿Has visto la hora en el reloj? Hace diecisiete minutos que deberíamos estar cenando ¿Dónde estabas? — Pocas veces el hombre se salía de sus cabales y la regañaba, por fortuna se le veía tranquilo.

—Fui por agua al pozo, la dejé fuera, me entretuve observando el paisaje ¿Has visto que bellos se ven los pastos en estas fechas? Es como si el tiempo no pasara, siempre son verdes y llenos de vida.

La muchacha bajó la mirada, mentir era un pecado y cuanto antes se detuviera mejor; la cuestión era que terminaría mintiendo más a futuro para ayudar a la desconocida que descansaba en su granero; ahora se encontraba ante un problema moral, mentir para ayudar a alguien en necesidad, o abandonar a alguien necesitado para conservarse libre de pecado.

—Comamos antes de que se enfríe. — Parecía que se había perdido orar antes de llevarse la comida al estómago

Notó largo rato la mirada de su padre sobre ella hasta que se cansó, sin embargo tenía cosas más importantes en mente, era curioso como aquella chica había aparecido así de la nada; le intrigaba conocer más cosas de ella, tal vez hasta tendría al fin una amiga.

Al terminar la cena la joven rubia subió a su cuarto y pasó largo rato con la vista fija en el granero, para su buena suerte todo parecía tan desierto como de costumbre, si las cosas seguían así no tendría problemas ¿Quién sospecharía que la pequeña y buena Christa guardaba secretos? Se acostó entrada la noche cuando la luna alcanzó el punto más alto del cielo, y tras escribir en su diario unas pocas líneas, lo más relevante claro era aquel extraño encuentro.

Pidió en sus oraciones por los pobres, los desdichados, por su familia y por aquella chica.

Christa era todo un rayo de sol, era rectitud y bondad, tan inmaculada que nadie se atrevería a corromperla ¿O sí?