Bueno, antes de nada explicar que esto es una ida de olla descomunal fruto de una de las múltiples conversaciones que tenemos Cenizas y yo por el msn. (Aprovecho para recomendaros sus fics :D) Es el primer fic en tono humorístico que tengo y es más un experimento que otra cosa... Aún así espero que os guste :)

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Cerré la puerta detrás de mí al entrar al dormitorio. Esme me sonrió desde la cama, donde estaba leyendo un libro.

- Buenos días…

- ¿Qué tal la noche? – murmuré mientras la besaba suavemente y dejaba mi abrigo en la silla.-

- Mejor ahora que has venido.- me respondió dándome un golpecito en la pierna.

Me tumbé junto a ella y eché un vistazo a su libro. Jane Eyre. Puse los ojos en blanco.

- Te lo has leído por lo menos cien veces…

- ¡Ya lo sé! – exclamó ella haciendo un aspaviento con las manos.- Pero me encanta esta novela…

- Si tú lo dices…- murmuré levantándome y dirigiéndome a mi despacho.-

El sillón de piel me miraba como burlándose de mi. ¡Ajá! ¡Aquí estás otra vez! Cómo se nota que no tienes nada mejor que hacer que enterrarte entre tus papeles… Le dirigí a la pobre silla una mirada furibunda y me senté. Los papeles me miraban amenazadores. ¡Por todos los santos! ¿Qué pasa hoy?

Escuché un ruido en el dormitorio. A través de la puerta entreabierta ví a Esme que se había levantado de la cama y se desnudaba para ponerse la ropa de día. Hace años hubiera saltado de mi sillón a colaborar con ella en tan "ardua tarea" o en el peor de los casos me hubiera recreado con la visión como si fuera un preadolescente con acné que espía a su vecina por la ventana. Pero esa vez…nada. Volví la vista a mis informes con un suspiro.

Pasé la mirada por las líneas pero había algo que me atormentaba. No, definitivamente aquello no era normal. No podía ser que me estuviera haciendo…viejo. O aburrido. ¿Le estaría pasando a ella lo mismo…?

Carlisle…tienes que pensar en un plan para averiguarlo.

Me levanté y salí del despacho sigilosamente. Esme ya había bajado al salón. Me escabullí dentro del baño, cogí la pastilla de jabón de la ducha y la tiré por la ventana.

Eres malvado…

Lo sé. Observé el proyectil que aterrizaba en lo más profundo del bosque. Sonreí ampliamente y me desnudé. Cogí el montón de ropa y con cuidado, fui tirando las prendas una detrás de otra, como si fueran un reguero, desde el despacho hasta el cuarto de baño.

Como no caiga, vas a tener que replantearte ciertas cosas…

¿Hacía cuanto que no teníamos sexo? ¿Días? Puede que semanas. Vale, pero… ¿y sexo de verdad?

A saber.

Encendí el grifo del agua caliente y me metí en la ducha. Esperé hasta que el vapor empañó los cristales de la mampara. Y entonces la llamé.

- ¡¡Esmeeeeeeeeeee!!! ¡¡¡No hay jabón!!!

Escuché sus pasos por las escaleras. ¡Bien! En cuanto ví girarse el pomo me dí la vuelta y acerqué todo lo que pude el culo a la mampara. Fingí que no la había oído entrar y intenté revolverme sensualmente el pelo debajo del chorro de la ducha. Miré hacia arriba y dejé que el agua se escurriera por mis labios (tragando de paso una buena cantidad…)

Toc, toc.

Me dí la vuelta intentando parecer sorprendido. Esme me acercaba un bote de gel. Estudié su cara. ¡Igual que la que tenía cuando estaba leyendo! ¡Será posible! Yo aquí desplegando todas mis armas de seducción y la muy descarada me ignora. Le cogí el bote. Ella se dio la vuelta.

- ¡Nooooo!

Mierda.

- ¿Pasa algo? – me preguntó levantando una ceja y sin hacer ningún caso de mí y de mi impresionante cuerpo.-

Pasa que estoy desnudo, en la clásica escena donde tú te tendrías que poner retozona y meterte conmigo en la ducha. Y actúas como si en vez de tu sexy marido, fuera un licántropo maloliente.

- Que… ¿te importa esperar a que me enjabone y vas a dejar el gel a su sitio?

Le dediqué la mejor de mis sonrisas. Visto que estimular su imaginación no funcionaba, probé la artillería pesada y con las manos desempañé el cristal en lugares…estratégicos.

Se me descolgó la mandíbula. Estaba sentada en el váter leyendo con interés una etiqueta de un frasco.

¿¿¿¡¡¡Pero me quieres mirar de una vez!!!???

Comencé a enjabonarme de la forma más sensual que se me ocurrió. Con tan mala suerte de que eché demasiado jabón.

Genial, pareces el abominable hombre de la espuma…

Nada oye, que no había manera. Tendría que ver qué demonios ponía esa etiqueta para ser más interesante que yo.

¿Quieres guerra? Pues la vas a tener.

- ¡¡¡¡Ohhhhhhhhh siiiiiiiii!!!!

Ahora sí que me estaba mirando. Me froté y me refroté el jabón.

- ¡¡¡Siiiiiii que gustooooo!!! ¡¡¡¡ Ohhhhh!!!

- Carlisle…

- ¡¡¡Siiiiii!!!

- Cariño…

- ¡¡¡Dios miooooo!!! ¡¡¡Mmmmmm!!!

Y se fue. Mi esposa se fue.

La espantaste. ¿No querías saber la respuesta a tu pregunta? Pues ahí la tienes. Ya no le atraes.

Si hubiera podido, hubiera tenido la peor rabieta de la historia. Y son más de trescientos años para tener rabietas… Me contuve para no darle una patada a la mampara, que tenía las marcas de mis nalgas como dos ojos de buey en medio del vaho.

Y encima, te has quedado sin jabón.

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La puerta se abrió con un "cling" de la campanilla. Me envaré. El señor Felton, el kiosquero, me miraba sonriendo.

Lo sabe...puedo verlo. Lo sabe… Me está mirando. Piensa que soy un depravado.

- Buenas tardes, doctor Cullen, ¿en qué puedo ayudarle?

Menos cachondeíto… Que lo sabes perfectamente. ¿Por qué me está mirando así?

- Si… Ehhh…

Piensa Carlisle, piensa.

- ¿No le quedarán por ahí el coleccionable de… muñecas de porcelana del mes pasado? Es que se me olvidó comprarlo…

En serio, eres imbécil. El chisme del mes: el doctor Cullen colecciona muñecas de porcelana. Yupi…

El kiosquero levantó una ceja incrédulo. Tardó un par de segundos en reaccionar pero tras encogerse de hombros se metió en el almacén.

Genial. Tienes cinco minutos.

Corrí hasta la pared donde en un montón de estantes estaban las revistas. Mi vista vaciló unos segundos antes de dirigirse al estante de arriba. Unas tetas enormes me devolvieron la mirada, retadoras. Aparté la vista, intimidado.

Vamos Carlisle, te has enfrentado a los Vulturis, has luchado contra neófitos enfurecidos…¿¿¿Y TE DAN MIEDO UN PAR DE TETAS??? ¡¡¡Ni que no estuvieras harto de ver tetas!!! ¡¡¡Tetas por todas partes!!! En el hospital, en la calle y en tu casa (bueno, eso cada vez con menos frecuencia…)

Hice un par de movimientos felinos. Conseguiría acercarme. Mi mano se dirigió temblorosa hacia aquel par de portentosas ubres (que llevaban detrás pegada una señorita) que me miraban. Sentí que me iba a doblar como las cucharitas de Uri Geller.

Joooooooder.

Cogí un puñado de aquellas pecaminosas revistas de colorines, tetas y demás artefactos y empecé a sopesar posibilidades.

Opción A. Puedes robarlas, pagar el dichoso coleccionable y salvar tu matrimonio mientras el resto de Forks se ríe en tu cara por coleccionar muñecas de porcelana como una jubilada setentona.

Opción B. Puedes dar la cara y pagarlo todo. Revistas incluídas. Añadámosle a lo anterior la futura creencia popular de que el doctor Cullen se mata a… Consecuencia del bajo rendimiento de su esposa. Y la decisión de muchas a suplir tamaña carencia en la durísima vida de médico.

Opción C. ¡¡¡Lárgate antes de que aparezca!!!

Cling

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Cerré la puerta de casa tras de mí. Olfateé. Nadie. Saqué despacito el botín de debajo de mi gabardina y subí a toda prisa a mi despacho.

Extendí todas las revistas sobre la mesa y por poco me da un infarto. ¿¿¿¡¡¡De verdad se puede meter eso, ahí!!!???

Carlisle, cariño, tienes mucho que aprender. Y Esme mucho que consentir…

Traté de imaginarme a mi cándida y dulce esposa en la posición que la señorita (o más bien asalariada del Circo del Sol) adoptaba. Esa tenía que ser vampira. Fijo. Nadie tiene esa elasticidad. Y eso otro no puede ser de verdad. Y esas mamellas enormes las inflaron con un compresor. Dios mío… qué vergüenza ajena…¿Por qué estoy aquí con estas revistas?

Porque te insinuaste y te exhibiste como cualquiera de los maromos que estás viendo ahí y tu mujer se sentó en el váter a leer la etiqueta de un frasco. Pasa de tu culo. Literalmente.

Mi perfecto culo. Que no tiene nada que envidiarle a los… musculados de ahí. Oh, dios. Tengo que esconder esto. Como Esme vea que existen semejantes cañones me va a dejar más a dos velas de lo que estoy. Hombre… de tamaño nunca he andado mal. Más grande que la de mis hijos es, desde luego.

Me empezó a dar un ataque de risa maníaca que hubiera acojonado a cualquiera.

Definitivamente, eso, eran monstruos desproporcionados de la naturaleza. Además, Esme no era un oso hormiguero que yo supiese, así que con semejante falo no iba a poder hacer gran cosa.

A eso se le llama, vulgarmente, autoengaño.

Cállate. Vamos, tengo que ser valiente. Abrí la primera página. Y para no variar, un par de pezones me apuntaban a la cara como dos kalashnikov. Desde luego eran aún más amenazantes…

¿Pero se puede saber qué problema tienes tú con las tetas? ¿Un trauma infantil o algo?

Mano que teta no cubre…

Céntrate, coño.

Y precisamente de coños iba el asunto… Uy, qué está haciendo con la mano… ¡Eh! ¡Ese se supone que es mi trabajo! Dios mío no puedo seguir mirando…

Pero algo debía tener esa revista, pues, tras cubrirme la cara con mis manos, ocultando mi vista de semejante imagen perturbadora, mis deditos se abrieron traicioneros y a mi retina volvieron las posaderas de mi amiga Crissy. Pasé la página ya un poco menos intimidado y ante mi vista surgió de nuevo la anteriormente mencionada con la boca más abierta que un buzón de correos…no puedo seguir. Mi sensibilidad tricentenaria y mi moral vampírica no me lo permiten.

Cogí la revista que estaba debajo. Estaba decidido a darle otra oportunidad al asunto del porno. ¡Oh! Esta venía con un DVD de regalo… ¿Me atrevo…?

Lo sé. Se me ha ido pero bien T.T