NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES PERTENECEN A DREAMWORKS Y LA CANCIÓN ES DE BILLY JOEL, SOLO ME DIVIERTO ESCRIBIENDO HISTORIAS

¡Hola a todos!

Nuevo fic, no sé de dónde salió... bueno, claro que sé ¿les ha pasado que cuando están decaídos tienen su lista de canciones que siempre los anima? pues en esa lista esta Uptown girl, de Billy Joel. Adoro su ritmo, su letra, su historia, es como un mini cuento de hadas con buena música ochentera (mi música pop favorita) y un buen día que estaba escribiendo un capítulo de Metanoia se puso la canción de fondo, los personajes de HTTYD se cruzaron con el ritmo, y así surgió esta historia. Es corta, sencilla, y cliché, la escribí por darme gusto y la comparto con ustedes por el cariño que les tengo.

Originalmente quería que fuera un One-shot, pero ya me conocen, empiezo a escribir y las cosas se alargan. Para que no saliera un monstruo lo acorté en partes, tengo casi todo terminado así que no creo tardarme tanto con las actualizaciones. Espero que la disfruten, como es sencilla, creo que la encontrarán ligera, de esos fics que son buenos para leer matando el tiempo.

Les recomiendo que escuchen la canción mientras leen. Ahora sí, sin más cosas que decir ¡disfruten!


UPTOWN GIRL

by

Nefertari Queen


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Uptown girl

She's been living in her uptown world

I bet she never had a back street guy

I bet her mama never told her why

Chica de clase alta

Ella ha estado viviendo en su mundo de clase alta

Apuesto a que ella nunca estuvo con un chico de la calle

Apuesto a que su madre nunca le dijo el por qué

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PARTE I

El lujoso auto Porsche de color azul aparcó en la entrada del establecimiento. Gobber se asomó y le hizo señas al conductor, pero no pudo verlo debido a los vidrios polarizados. No tardó mucho en abrirse la puerta, saliendo del asiento del conductor una mujer rubia que le dedicó una amble sonrisa.

—Buenas tardes—le saludó, haciendo uso de una entonación bastante educada—¿Es usted el dueño del establecimiento?

Gobber miró al letrero: "Reparaciones Gobber" y sonrió de lado.

—Sí, lo soy ¿en qué te puedo servir?

La mujer le miró sorprendida, pero él estaba acostumbrado, no todos los días veías a un hombre regordete vestido de mecánico con prótesis en un pie y una mano. Tras una pausa de varios segundos, ella cerró la puerta del auto, sujetando con su mano derecha la correa de su bolsa.

—Acabo de notar que está tirando aceite.

—No creo que eso tarde—Gobber tendió la mano, y ella mantuvo su amable sonrisa cuando le dio las llaves.—Si gusta, puede esperar en la salita de allá.

Señaló a un cuarto aclimatado anexado a su oficina, con sillones cómodos, una mesa llena de revistas y una cafetera, ella caminó haciendo gala de un gran porte y entró a la salita, tomando asiento delicadamente y hojeando una revista.

"Nada mal" pensó. Lo usual era que las muchachas de clase alta fueran muy mal educadas, pero ella había sido amable en todo momento. Recordó cierta situación que vivía su ahijado, quizá darle un empujoncito no estaría del todo mal. Pero regresando al auto, Gobber se apresuró a revisar el motor apenas éste se enfrió lo suficiente, sin embargo, como el modelo era del año la mayoría de los sistemas del auto estaba computarizados. O al menos esa fue la excusa que se dio a sí mismo. Entró a su oficina, en donde estaba un muchacho con el mismo uniforme de mecánico, y lo llamó.

—Hiccup, es tu área.

El muchacho salió con una sonrisa inclinándose hacia el auto para revisarlo. Se dio cuenta de que Gobber realmente no ocupaba su ayuda, pero se encogió de hombros, si el hombre lo había llamado sería por algo.

Astrid, que había estado hojeando la revista, se asomó y notó al chico delgado y alto que estaba inclinado sobre su motor. Curiosa, se puso de pie y se acercó al cristal para verlo mejor. En eso sonó su teléfono y respondió automáticamente, era Snotlout otra vez. Suspiró pesadamente, le respondió con toscos monosílabos y luego cortó la llamada. Era la tercera vez en la semana que la invitaba a salir y ella lo rechazaba, pero el chico seguía presionando porque sabía que contaba con la aprobación de los padres de Astrid.

Los padres de ella habían insistido en que debía comenzar a salir, pensar en su futuro romántico. Acababa de cumplir veinticuatro años, se había graduado de la escuela con honores y ahora, en lo que construía su carrera, también debía buscarse con quién compartirla.

La verdad era que su familia, los Hofferson, eran de los más adinerados del estado, quizá de la región. Querían que ella comenzara a buscar partidos aceptables para empezar a hacer acuerdos con las otras familias para fusionar empresas, hacer contratos y acuerdos que garantizar el patrimonio familiar. Ella lo detestaba porque se sentía usada, como una ficha de ajedrez a la que moverían a su antojo para garantizarse un buen desenlace.

Su teléfono sonó otra vez, era un mensaje de Snotlout diciéndole que estaría libre el fin de semana. Su enfado creció a niveles insospechados y tiró el teléfono al sillón ¿qué se creía ese imbécil?

Salió de la pequeña sala de espera y caminó con pasos furiosos hacia el auto.

—¿Le falta mucho?—preguntó, pues quería irse con su amiga Heather y desahogarse lo más pronto posible.

—Unos diez minutos—respondió el otro, sin levantar la vista.

Ella se cruzó de brazos, impaciente.

—¿Es lo menos?

—Sí.

Le dio la espalda y caminó hasta la cajuela, luego se arrepintió y regresó hacia él. Siguió así, caminado de un lado al otro un buen rato, hasta que él suspiró y dijo:

—El ruido de tus tacones es muy molesto.

—¿Pretendes que me los quite, con este suelo lleno de grasa?

Miró hacia el piso, que en realidad no estaba tan sucio, con expresión medio asqueada. Ella no solía ser así, pero estaba tan molesta que no medía sus palabras. Hiccup alzó la mirada y quedó anonadado. No se esperaba a una mujer tan bonita, se dio cuenta que estaba muy bien vestida, con pura ropa de diseñador.

—Si está muy ansiosa, puede esperar en la sala de estar, es más cómoda—le dijo, en el tono más amable que encontró—Si sigue poniéndome nervioso créame que me tardaré más.

Ella hizo una mueca de enfado, pero le hizo caso y se regresó a la sala de espera. Hiccup volteó hacia Gobber, quien había visto la conversación y después fingió hacerse el indiferente levantando el periódico, que para colmo era del día anterior.

Hiccup siguió trabajando sorprendiéndose de que no se le hubiera ocurrido el plan de su antiguo mentor. Pocos minutos después terminó, cerró el cofre y caminó hacia la sala de espera. Ni siquiera dio dos pasos cuando la muchacha salió apresurada con la cartera en mano.

—¿cuánto le debo?

—Él…

Señaló a Gobber, no terminó de decir la frase cuando ella caminó hacia Gobber, sacó un billete y se lo dio "Guarde el cambio" alcanzó a escuchar. Recibió las llaves, musitó un rápido "gracias" que casi sonó insultante, y subió al auto yéndose en menos de un minuto.

—Tiene prisa—dijo en voz baja.

Era bonita, pero muy ruda.

.

.

Cuando el Porsche azul se estacionó el día siguiente afuera del taller, Hiccup sonrió de lado, sabiendo perfectamente lo que buscaba. Se puso de pie, revisó el bolsillo de su pantalón y salió a recibirla. Astrid llevaba en esta ocasión unos jeans, una linda blusa blanca y zapatos bajos, además del cabello trenzado. Aunque se veía mucho más casual, saltaba a la vista que todo en ella gritaba Rue de la Paix.

Al verlo, ella esbozó una media sonrisa, pero no la dejó hablar, sólo sacó el celular y se lo tendió.

—Lo dejaste ayer en el sillón.—comentó.

—Lo sé—sostuvo el aparato en la mano con una mueca—Disculpa si causé una molestia.

—Claro que no.

Iba a decir algo más, pero se calló. Astrid notó ese desliz, revisó rápidamente las llamadas, los mensajes y otras notificaciones, antes de preguntar.

—¿Qué más ibas a decir?

—No, nada serio.

—Por favor, dime.—odiaba quedarse con la curiosidad.

Hiccup se llevó la mano a la nuca, algo pensativo y nervioso.

—Es sólo que… una chica como tú—señaló el auto—Pudiste comprarte perfectamente otro celular… ¿no?

Astrid enarcó una ceja, oprimió el botón de apagado y guardó el aparato en su bolso.

—Me gusta mi teléfono—dijo.

—Disculpa, no debí decir eso.

—Está bien—pero en su tono de voz, notó que se había ofendido.

Le agradeció por haberle guardado el celular y se subió al auto, yéndose sin decir nada más. Gobber llegó y le dio un zape.

—¿y cómo esperas conseguir novia así, muchacho torpe?

Hizo una mueca, no por el zape, sino porque Gobber se había dado cuenta que le gustaba.

—Sabes que no busco novia—replicó, sobándose la nuca y caminando a la oficina.

—Quizá tú no, pero tu padre está desesperado por verte con alguien. Hasta tu madre está comenzando a preocuparse.

—Déjalos que se preocupen.

—Ay, muchacho, no seas tan desconsiderado con ellos.

—No lo soy, pero sabes que soy tímido con las mujeres—se sentó en el sillón despreocupadamente—Y las que rondan por ahí no son precisamente lo que busco.

—Sólo no te tomes toda la vida en eso, o terminarás como yo—se cruzó se piernas reclinándose en su asiento—Aunque bueno, tampoco soy mal ejemplo.

Hiccup rodó los ojos. Había algo en esa muchacha rubia que le llamaba la atención, pero frunció los labios al recordar que era una chica de muy alta clase social. El auto que conducía, el teléfono que usaba, la ropa que llevaba puesta… sí, era de familia muy adinerada.

¿Qué oportunidades tendría él con una muchacha así?

.

.

Astrid estaba recostada en la enorme cama de sábanas moradas viendo al techo. Heather estaba sentada frente al escritorio, tecleaba sobre la laptop, y ambas ignoraban por completo la música de fondo.

—Snotlout es muy terco—dijo la pelinegra, sin dejar de ver la pantalla.

—No sé qué más decir o qué más hacer para que entienda que no me gusta—Astrid sonaba desesperada—Esos Jorgerson pueden ser muy molestos.

—Sí, pero son dueños de una de las empresas distribuidoras más grandes de la región.

—No me importaría que fuera dueño de la empresa más grande del país.

—No, sé que no—Heather rodó los ojos con ironía—Pero a tus padres sí, por eso quieren metértelo hasta por los ojos.

—Quisiera que mis padres entendieran que es mi decisión quién será mi pareja—se sentó en la cama, viendo hacia su amiga—¡Ni siquiera he pensado en casarme!

—Dales un poco más de tiempo, tus padres no son tan malos.

—¿Ah no?—alzó una ceja con sarcasmo.

—Al menos no te están obligando a nada—replicó su amiga—Sí, están siendo muy tercos y sí, insisten mucho en algo que no les incumbe. Pero oye, podrías estar peor, como Helga ¿recuerdas?

Una mueca apareció en su rostro cuando recordó a Helga Engermen, una compañera de su escuela elitista que fue obligada por sus padres a casarse con el hijo de un empresario italiano. La pobrecilla vivía ahora en Milán, y a juzgar por las fotografías que subía en redes sociales, no parecía ser la mujer más feliz del mundo.

—Hay niveles de comparación—replicó—Como tus padres, por ejemplo, no te molestan con nada de esto y te dejan viajar por el mundo.

—Tampoco los veo mucho—Heather se encogió de hombros—Me criaron mis niñeras ¿Recuerdas?

—Bueno, nada en este mundo es perfecto.

Astrid se desplomó otra vez en la cama. Sus padres conspiraban mucho para que le diera una oportunidad a Snotlout. Pero no era la única opción, ella lo sabía, había un desfile de hombres de familias prominentes que sus padres aceptarían.

Una sonrisa maliciosa apareció en sus labios ¿y si ella les llevaba al fin un novio, como ellos tanto querían, pero que no fuera parte de esa lista aceptable?

Heather terminó de teclear, se estiró y miró a su amiga justo a tiempo para reconocer esa sonrisa que tramaba algo extraño.

—Oh, no—suspiró—¿Y ahora qué se te ocurrió?

Astrid miró a su celular, sin que la sonrisa desapareciera de sus labios.

—Hay un chico en la mecánica a donde llevé mi auto ayer—le confesó a su amiga, sin dejar de ver el teléfono—Y se ve muy agradable.

Heather se cruzó de brazos, reclinándose en el respaldo de su asiento.

—¿Y?

—Quizá mi auto podría tener una avería mañana.

—Astrid, ¿enserio estás planeando lo que creo?

La rubia se encogió con una mueca, reconociendo el tono molesto de su amiga.

—¿Qué?

—¿Vas a coquetear con un completo extraño? ¿con un mecánico?

—No porque sea mecánico es mala persona, ¿cierto?

—No intentes hacerme sonar como elitista—replicó—¡Sabes que no lo soy! Pero no creo que sea buena idea ¿qué pretendes hacer con el pobre chico? ¿jugar con él?

—Claro que no—frunció el ceño, molesta—Pensaba platicar con él, es cierto cuando te digo que se ve muy agradable.

—¿Y saldrás con él?

—Una o dos veces.

—¡Astrid!

—Oye, solo saldré con él si me agrada lo suficiente. Así podré decirle a Snotlout que tengo una cita sin mentirle, y también a mis padres.

Aunque la rubia intentó sonar inocente, la mirada de Heather era firme, llevaban años de conocerse y era capaz de leer a Astrid con sólo mirarle la expresión, por eso no se creyó ninguna de esas torpes justificaciones.

—Suena a que usarás a ese pobre chico, y me niego a ser parte de esto.

—Heather, no seas así, me conoces lo suficiente ¿Verdad? ¿enserio crees que le daría alas? Le diré todo desde el principio.

—Espero que sea así.

No, Heather no estaba de acuerdo, pero Astrid ya había tomado su decisión. Podría quitarse a Snotlout y a sus padres de encima, dos pájaros de un tiro, sólo con pedirle a aquél chico el favor.

Después de todo ¿qué podría salir mal?

.

.

"Sólo respira hondo" se dijo Astrid mentalmente "Vamos, Hofferson, puedes con esto y más". Estacionó el auto, apagó el motor y salió con una sonrisa, buscando a los dueños del establecimiento. Ese día había otros dos autos además del de ella, así que supuso que debería esperar mucho más tiempo.

—Hola otra vez—dijo el simpático muchacho de cabello castaño—¿Qué le pasa a tu auto?

—Creo que derrama aceite otra vez—le dijo, cuando en realidad ella misma le había quitado casi todo el aceite al volante—¿podrías revisarlo?

—Claro, si gusta esperar en la sala—sonaba un poco nervioso—Tardaré más tiempo.

Astrid asintió y cuando el chico se fue, atendiendo otro auto, le miró sin disimulo. Era delgado, pero tenía hombros algo anchos y supuso que bajo el uniforme no se vería tan mal. Entró a la sala de espera, donde se distrajo leyendo la primera revista que encontró.

Veinte minutos después, los otros autos se fueron, y Astrid salió con renovado interés hacia el muchacho, quien estaba inclinado sobre su motor revisándolo con expresión de concentración.

—¿Debería preocuparme?—preguntó, fingiendo inocencia.

—No creo—respondió sin verla—Sólo ocupa más aceite en el volante. Pero no hay señal de que tenga fuga. No debería volver a fallarle.

—Gracias.

Con actitud despreocupada se llevó un mechón de cabello atrás de la oreja, y agregó:

—¿Cómo te llamas, por cierto?

—¿Q-qué? Y… ¿yo?

—Si, tú.

Él frunció los labios, viéndola a los ojos.

—Hiccup—respondió con desgana.

—¿Hiccup?

Repitió el nombre. Bueno, había escuchado peores.

—Lo sé, no es muy halagador—dijo con un suspiro.

—Está bien, no suena mal. Hiccup.—repitió para enfatizarlo—Mucho gusto. Yo me llamo Astrid Hofferson.

Le tendió la mano. Hiccup miró la delgada y blanca manita de Astrid, luego a la suyas llenas de grasa, rápido se las limpió torpemente con el trapo y apretó las puntas de sus dedos, para no ensuciarla tanto.

—A-Astrid. Lindo nombre. Un gusto.

Hofferson. El nombre se le hizo familiar, pero ya lo buscaría después.

—Gracias por reparar mi auto, dos veces. Y regresarme mi celular cuando se me perdió.

—Mm, está bien, supongo. Es mi trabajo.

—Ha sido espléndido—le dedicó una amplia sonrisa—Me preguntaba si…

—¿Sí?

—Si podrías hacerme un favor.

Hum. Rodó los ojos ¿sería posible que supiera quien era él? ¿por qué todos siempre querían favores?

—Depende el favor—Astrid notó el cambio en su voz, pero lo ignoró y siguió hablando.

—Es un asunto muy personal—dijo—Quizá podríamos hablarlo en privado ¿podrías?

Señaló hacia la salita de espera, que estaba vacía. Hiccup miró a la oficina de Gobber, el hombre dormitaba y no había más trabajo. Asintió, pues se sentía curioso de qué podría querer. Le abrió la puerta para que pasara, lo cual le agradó mucho a Astrid, y una vez adentro caminó hacia la cafetera, necesitaba algo en qué ocupar sus manos.

—Dime—le dijo, mientras colocaba el papel filtro.

De repente Astrid no se sintió tan valiente, pero había llegado muy lejos, lo único que podía hacer ahora era continuar.

—Mi familia es un poco adinerada, como bien dijiste antes—empezó—Y llevan ya algunas semanas insistiendo en que salga con un muchacho que ellos aprueban.

Hiccup colocó el café molido y el agua, encendiendo la cafetera.

—Eres una persona agradable, yo me preguntaba si podrías… si serías tan amable de… salir conmigo.

La miró con los ojos abiertos, llenos de impresión.

—¿Cómo?

—Sí, eso—Astrid se mordió el labio inferior—Verás, la única manera en que me dejen en paz es si les digo que estoy saliendo con otra persona. No te preocupes, no te estoy pidiendo que te enamores de mí ni nada al respecto. Sólo podríamos comer en algún restaurante e ir por helado un par de veces, y eso es todo. No estaría mintiéndoles técnicamente.

Se escuchó el sonido del agua hirviendo que llenaba la tetera. Hiccup se cruzó de brazos, viéndola fijamente.

—¿Y por qué yo?

—Eres el único chico agradable que he conocido últimamente—le explicó.

—¿Y qué ganaría yo con todo esto?

Suspiró, haciendo una mueca.

—Bien ¿qué es lo que quieres? Puedo hacer una donación generosa o…

—Dinero no.

Wow. Eso le sorprendió, y le gustó.

—Entonces dime.

—Dices que voy a pretender ser tu pareja ¿verdad?

—Bueno, no tanto así. Sólo un chico con el que salgo.

—Esa es una pareja, aunque no sea muy formal—le debatió—Y supongo que les dirás que es un simple mecánico que conociste cuando cambiaba el aceite de tu auto.

La verdad, sí lo había pensado.

—Enojarás a tus padres—continuó hablando—Está bien, es problema tuyo. Lo que pido es que, así como le dirás a ellos que soy una especie de pareja tuya, yo podré presentarte a mis amigos como mi pareja… y a mis padres.

Oh, eso no se lo esperaba.

—¿Cómo? ¿Enserio?

¡Iba a usar su plan contra ella! De repente no le pareció tan amigable.

El café estaba listo. Hiccup sirvió en dos vasitos de cartón, le tendió uno a ella y le acercó la crema y el azúcar. Astrid los rechazó, soplando sobre el café negro y dándole un sorbo. No estaba tan amargo como esperaba.

—Tú tienes la última palabra—Hiccup echó una medida de crema y dos sobres de azúcar, antes de beber—Yo no tengo nada que perder.

Oh, dioses…

Se mordió los labios. Nadie la había empujado a esa situación.

—Nada de motes cariñosos—le dijo—Y la única muestra de afecto que te toleraré será que me sujetes la mano.

—¿Ni un beso?

—¡No!

—Eso sería extraño.

Suspiró con frustración.

—Sólo en la mejilla.

—De acuerdo.

Hiccup dejó el vaso de café en la mesita y le tendió la mano.

—¿Trato, novia?

Ella la estrechó con fuerza.

—Trato, novio.

Ninguno de los dos se dio cuenta que Gobber los espiaba desde su oficina con una sonrisa de satisfacción.


Y eso fue todo... para la parte 1, desde luego. Traeré la parte 2 a más tardar el lunes, espero que les haya gustado c:

¡Un saludo y un fuerte abrazo!