Disclaimer: Soul Eater y sus personajes no me pertenecen, son de Atsushi Okubo.
NA: El original fue publicado el 16/Febrero/2010 y fue re-subido el 22/Diciembre/2013 con algunas correcciones. Me costó un poco escribirlo ya que no estoy muy acostumbrada a usar el tiempo presente, pero quería probar qué tal. ¡Espero que les guste!
Pétalos de cerezo
Estábamos en medio de una pelea contra un kishin.
Hacía ya tiempo que Maka me había convertido en una Death Scythe, siendo el fruto de nuestro constante esfuerzo y de nuestras batallas contra más de un centenar de almas corrompidas. Pensé que luego de lograr ser un arma poderosa, las peleas contra los kishins serían mucho más fáciles de ganar. ¿Acaso no esperábamos eso? Habíamos luchado contra brujas, demonios y un sinfín de terribles criaturas que ni siquiera creímos que algún día nos encontraríamos frente a frente a su existencia. Supuse que, viendo todo el tiempo que había compartido junto a mi técnica, ya nos complementábamos de tal forma que no habría ningún obstáculo que fuéramos incapaces de traspasar…
Pero estaba equivocado.
No sé si este kishin es más poderoso o qué, ya que tenemos enormes problemas en vencerlo. Parece furioso, y aquella furia acumulada en su interior lo hace verse imponente, aterrador… Su nivel de fuerza supera en demasía a la de nosotros. Noto como mi compañera lo observa tensa, probablemente intentando idear algún plan para poder vencerlo. Siento como me sujeta con fuerza y me traspasa su creciente preocupación: ella con suerte puede esquivar sus golpes, y cuando lo ataca ni siquiera logra hacerle un rasguño.
Ella vuelve a correr hacia él empuñándome en lo alto, decidida a propinarle un golpe certero. Yo la apoyaba, creyendo que en cualquier momento la cosa se pondría a nuestro favor si manteníamos la esperanza de ganar. No obstante, aquel sucio demonio esquiva sin esfuerzo nuestro ataque y golpea violentamente a Maka en su delicada espalda, mandándola lejos, como si sólo se tratara de una vieja muñeca. Además, la potencia que aquella criatura aplicó en su embiste, provocó que la muchacha me soltara. Mi cuerpo, aún convertido en guadaña, cayó a unos cuantos metros lejos de ella.
—¡Maka! —grito preocupado al ver el cuerpo herido de mi técnica sobre el suelo, inmóvil. Enseguida, me transformo lo más veloz que puedo en mi forma humana y corro hacia ella, anhelando encontrarla sana y salva; o, por lo menos, oír su tenue respiración en mi oído.
No obstante, veo como el monstruo también se acerca rápidamente hacia mi compañera, con la maldad reflejándose en sus oscuras concavidades oculares. Asustado de lo que puede hacerle viéndola a su merced, aumento la velocidad de mi corrida y me atravieso sin dudar en su camino, con el único fin de proteger a mi técnica, a mi compañera, a mi amiga… a la que quería como mi mujer. Sin embargo, mi acto de salvataje parece no importarle, ya que, en vez de detenerse ante mi presencia, me golpea con toda su fuerzas, mandándome lejos de la muchacha una vez más.
Caigo con enorme ímpetu sobre el frío asfalto, lo que me impide volverme a levantar por los agudos dolores que el golpe me provocó. Siento como un líquido tibio comienza a recorrer la parte derecha de mi frente, y escucho su gorgoteo incesante que mancha el pavimento de escarlata justo bajo mi mirada. Lentamente levanto la cabeza, y descubro que es sangre… mi sangre. No obstante, le hago caso omiso a aquella herida y veo con pánico como el kishin levanta fácilmente a Maka del cuello y luego de sostenerla unos breves instantes, sin dejarla respirar y burlándose de sus inútiles intentos de escapar, atraviesa su pecho con una de sus garras, para luego dejarla caer sobre un enorme charco de sangre. De su sangre.
Apenas observé aquella horrible escena, mi respiración se detuvo instantáneamente y mi mandíbula por poco se desencaja. Mis ojos, abiertos en su límite, reflejaban el pánico que sentía en aquel momento: aquello… aquello no podía ser cierto.
—¡Maka! —grito con todas mis fuerzas, preso del terror. No obstante, a causa de las dolencias que estaba aguantando y mi interminable pérdida de sangre, mi vista comenzó a nublarse cada vez más potentemente. Intenté levantarme y dirigirme hacia mi técnica, para poder ver que todo había sido producto del golpe y de mi imaginación corrompida por la batalla fallida. Mas, lo único que podía percibir era una horrible oscuridad que comenzaba a envolverme, haciéndome perder el sentido. Mi respiración comenzó a volverse cada vez más tenue a pesar de mis esfuerzos de mantenerme consciente. Sin embargo, antes de sucumbir completamente a las penumbras que me aprisionaban como cadenas, logro ver como alguien logra matar a aquel sádico demonio y como otra persona corre hacía mí, mientras grita mi nombre con un tono de voz que se va perdiendo a lo lejos…
Abro los ojos de golpe y comienzo a pestañear varias veces, esperando poder enfocar correctamente la imagen que se me presentaba, sorprendiéndome al ser incapaz de reconocer el lugar en donde me encontraba. Cuando mi vista deja de ser nublosa, miro lentamente a mí alrededor, reconociendo el lugar. Casi enseguida supe que me encontraba en la enfermería del Shibusen.
¿En qué momento había vuelto a la Academia?
—Qué extraño —murmuro aún confundido—. ¿Qué hago aquí?
Intento incorporarme para obtener un mejor ángulo de visión, pero agudos dolores en mi costado y en mi frente provocan que no logre mi cometido. Me llevo una de mis manos hacia mi sien, descubriendo aquella zona se encuentra vendada. Enseguida, vuelvo a apoyar mi cabeza contra la suave almohada blanquecina de mi camilla, intentando recordar lo que había sucedido. Mis recuerdos son borrosos… Por más que lo intentaba, no lograba recordar nada, nada.
De pronto se abre la puerta lentamente, haciendo que sus bisagras rechinen con suavidad. Volteo la cabeza hacia el umbral y observo el momento en que la profesora Marie y el profesor Stein ingresan a la habitación, seguidos por mis amigos. Todos tenían una expresión de profunda tristeza en sus rostros, haciendo que me contrariara al no saber su significado.
—Soul, ¿estás… bien? —preguntaba la profesora Marie, sin disimular la melancolía que cargaba en su voz.
—Sí… —respondí casi automáticamente. Aún no entendía lo que había sucedido, ni el porqué de aquellos semblantes que me observaban con desconsuelo.
Volví a posar mi mirada en mis amigos, descubriendo que algo no andaba bien: estaban todos, o, a decir verdad, casi todos. Faltaba la presencia de mi compañera, a la que yo amaba con todo mí ser. Sentí el vacío que me provocaba no ver su cálida sonrisa que me manifestaba que todo andaba bien.
Iba a preguntar por ella, cuando, de pronto, unos vagos recuerdos atraviesan mi mente. Son unos horribles recuerdos, en donde veo terror, sangre, muerte… En mi mente me asalta la imagen del momento en que Maka es asesinada por el kishin con el que estábamos luchando anteriormente, haciendo que el pánico me embargara una vez más.
En ese momento la realidad me golpea, haciéndome concebir todo lo que había sucedido: mi despertar en una enfermería, los rostros acongojados de mis amigos, la ausencia de la única persona que era importante para mí…
No. Maka no puede estar…
—¡Maka! —grito incorporándome de golpe, haciéndole caso omiso a los malestares que no tardaron en aparecer—. ¿Dónde está Maka? Está bien, ¿cierto?
Observo a cada uno de los presentes con ojos esperanzados, intentado hallar la respuesta positiva que tanto anhelaba en aquel instante. No obstante, los rostros de los que estaban en la habitación se volvieron más desconsolados de lo que ya estaban. Esa tristeza de sus expresiones me destrozaba por dentro, como cuchillos, agujas, qué se yo. Sabía que no significaban nada bueno, pero no quería pensar lo peor…
No aún.
La profesora mantuvo su mirada dorada en mí. Me toma de la mano y suspira, respondiéndome con un tono de voz cargadísimo de dolor:
—Soul… —titubea, pero enseguida toma un poco de aire para continuar—: Lo siento mucho. Maka… Maka falleció. No pudimos salvarla…
Al oír aquellas palabras, siento como mi interior se destruye. No pude creerle, o no quiero creerle. Arrebato mi mano de la suya, mientras la miraba con rabia.
—¡No! —vocifero—. ¡Maka no puede estar muerta! ¡Mientes!
Las lágrimas querían salir de mis ojos, pero las reprimía. Maka no pudo haber perecido, no pudo haberme abandonado… no la persona que más amaba en este mundo.
—Murió al traerla aquí, Soul —continua el profesor Stein con una calma que sólo aumentaba mi enojo—. Las heridas eran muy graves.
Callo de súbito, debido a que la noticia me había impactado. Me encontraba en una especie de shock, debido a que no podía pensar en nada… sólo repetía en mi mente una y otra vez que aquello no podía ser cierto. Volteo mi rostro hacia el lado contrario de donde se encontraban mis amigos, para que ellos no pudieran ver mi sufrimiento ni yo el suyo.
No quería saber nada más.
—Soul… —murmura Tsubaki, intentando utilizar un tono de consuelo que no consigue.
—Será mejor dejarle un tiempo a solas, chicos —dice la profesora—. Soul… podrás volver a casa esta misma noche.
—Adiós, Soul… —se despidieron mis compañeros mientras salían de la enfermería. Yo sólo les respondí con un leve asentimiento de mi cabeza, esperando que cerraran una vez más la puerta.
Ahora que estaba completamente solo, dejo que unas pocas lágrimas se escapen de mis ojos. No las podía retener por mucho tiempo más, tampoco. Oculto mi rostro entre mis manos, aunque sabía que nadie podía verme llorar.
—¿Por qué, Maka? ¿Por qué?
No hubo ninguna respuesta.
Maka —mi técnico, mi compañera, mi amiga, la mujer de mi vida— estaba muerta por culpa de esa estúpida criatura y yo no pude hacer nada, solamente desmayarme. Siento una rabia que crece en mi interior: rabia contra el kishin por haberla matado, rabia contra los demás por no haber llegado a tiempo, rabia… pero sobre todo rabia contra mí, por haber sido incapaz de protegerla cuando lo requería. ¡Si tan sólo le hubiese dicho que lo mejor era marcharse! ¡Si tan sólo hubiese corrido más rápido! ¡Si tan sólo hubiera logrado detener a la criatura en vez de dejarme golpear! Y ahora debía asumir que mi compañera había fallecido, aunque me doliese.
Sin embargo, no podía.
Me levanto lentamente de la cama, ignorando el agudo dolor proveniente de mi costado y de mi sien. Enseguida, agarro mi chaqueta que se encontraba en un colgador de la pared y me la coloco pesadamente, para luego marcharme de aquel lugar.
Salgo del Shibusen y me encamino al departamento, el que compartíamos Maka y yo. Ya no lloraba, pero sentía como mi mirada expresaba el vacío que había en mi interior.
Camino con pasos lentos y pausados, sin detenerme en ningún lugar. Tras haber llegado al que era nuestro hogar, saco las llaves que aún se encontraban en el bolsillo de mi chaqueta y abro la puerta. Adentro estaba completamente oscuro y solitario, con un silencio asfixiante. Prendo el interruptor de la luz y observo que todo se encontraba tal como lo habíamos dejado antes de marcharnos aquella mañana: la vajilla sucia, los platos con restos de nuestro desayuno, el jugo a medio tomar de Maka…
Dejo el vaso en el lavaplatos casi por inercia, y enseguida comienzo a caminar hacia la puerta que daba la habitación de mi compañera. Entro a su cuarto e inspecciono cada rincón con mi mirada carente de sentimientos: dolía ver que ahora ella no entraría aquí nunca más, ni que nunca más observaría su sonrisa infantil, sus muecas de enojo cuando algo le molestaba, su cara de concentración al estudiar… Sentía como se me oprimía el pecho al recordar todos nuestros momentos, y al encontrarme en su cuarto aquel maldito sentimiento empeoraba aún más.
Sin poder contenerme más, abandono la habitación y me dirijo a sentarme al sillón del living. Me dejo caer en él con fuerza, abrumado. De pronto, un terrible cansancio causado por la pena me inunda. Siento como mis párpados comienzan a cerrarse contra mi voluntad, a pesar de mis esfuerzos para mantenerme despierto. Al final, termino cediendo ante el desaliento y, sin darme cuenta, me sumo en un profundo sueño.
Despierto en un lugar bastante oscuro, y descubro que me encontraba flotando en aquella inmensa penumbra. Por más que intentaba enfocar mi vista hacia algún lugar, no lograba ver absolutamente nada. Era como si aquello fuera un lóbrego manto que me envolvía completamente, como un abrazo vacío y doloroso.
—¿Qué clase de lugar es éste? —murmuro—. ¿Estaré soñando?
De pronto, a lejos, logro ver una pequeña luz. Es una pequeña fuente lumínica, algo así como un sol en miniatura. Siento como aquel albor me atrae súbitamente, y una extraña sensación absorbe mi cuerpo.
—Vaya, esto me parece muy conocido…
Me acerco lentamente a esa pequeña luminiscencia que sobresalía de la potente oscuridad. Mientras más acortaba nuestra distancia, más me daba cuenta que esa luz no era lo que yo creía: era una luz poco común, ya que su albor era puro, atrayente, hermoso…
Una vez a su lado pude darme cuenta de que era un alma: un alma con unas hermosas y pequeñas alas de ángel a sus costados. Por alguna razón, aquel brillante espíritu se me hizo extremadamente conocido, por lo que acerco mi rostro para poder observarlo más de cerca y descubrir alguna pista que me recuerde en dónde la había visto con anterioridad.
De la nada, un ligero murmullo me despierta de mis pensamientos:
—Soul…—una voz femenina comienza a nombrarme, por lo que volteo en todas direcciones en busca su dueña. Mas, no logro ver nada… o nadie. No obstante, era una voz que se me hacía muy conocida, pero no lograba recordar de quién era—. Soul…
Aquella voz… ¿dónde había oído aquella voz? Era aguda, pero tenía un tono tan cálido que me despojaba de todas mis preocupaciones y me embargaba de una increíble sensación de tranquilidad. ¿Quién tenía una voz que me provocaba esos mismos sentimientos? ¿Quién era la que me apaciguaba con sólo oír que todo estaba bien? ¿Quién…?
Abro los ojos de golpe. Había recordado quién era su dueña: sin duda alguna, era la voz de Maka.
—¿Maka? —pregunto inseguro. Todo parecía tan extraño…
—Soul… —reitera la voz. Advierto como su tono se va impacientando—: ¡Soul!
—¿Maka? —repito. Tenía la certeza de que era ella quien me hablaba desde la penumbra—. ¿Dónde estás?
—¡Soul!
Miro hacía todas direcciones, pero solo veo más y más oscuridad. No había ningún rastro de la presencia de mi compañera, pero no quería pensar que todo era imaginación mía. Sabía que ella se encontraba cerca, sentía la proximidad de sus murmullos, pero… ¿dónde? ¿Dónde estaba? No podía distinguir nada. Lo único que podía apreciar con total claridad era la hermosa alma que descansaba a mi lado…
Y ahí fue cuando caí en cuenta, notando mi estupidez.
—¿Eres tú, Maka?
No obstante, esta vez, no escucho ninguna respuesta.
El alma brillaba con un fulgor hermoso, por lo que no pude evitar observarla con detención. Ahí fue cuando recordé en dónde la había visto con anterioridad: aquella alma era la de mi compañera. Sin perder más tiempo, sonrío y la tomo entre mis temblorosas manos en un acto inconsciente, en un deseo de sentir otra vez su calor.
Mis palmas rozan la superficie de aquella amada esencia, y de pronto ésta comienza a brillar con una mayor intensidad. La luz que genera es tan potente, que mis ojos se cierran en un acto reflejo y tuve que ocultar mi rostro bajo uno de mis brazos para poder protegerme de aquel poderoso destello.
Cuando el brillo cesa, lo que observo me deja, simplemente, sin habla.
Donde antes se encontraba flotando el alma alada, ahora se encontraba, en su lugar, mi amada Maka. Su piel emitía un leve resplandor dorado y llevaba un delicado vestido blanco. Al verme, sonríe ampliamente y sus ojos me observaban con una ternura embriagadora.
—Soul… —me llama. Yo sólo la observo petrificado en mi lugar, sin poder aún entender lo que estaba sucediendo. La muchacha, al ver mi estado de confusión, suelta una breve risita y continúa—: ¿Qué sucede, Soul? Pareces sorprendido.
—Maka… ¿Eres… eres tú? —le pregunto confundido, pero a la vez enormemente feliz. A pesar de todo el desconcierto que esta situación me generaba, no podía negar que mi compañera se veía preciosa y estaba allí, a mi lado.
—Sí, Soul, soy yo. ¿No me reconoces? —responde ladeando la cabeza, para luego volver a reír con su carcajada cristalina.
—Claro que sí. Pero… —callo. No quería continuar, pero sabía que debía hacerlo. Por ende, mi tono de voz se entristece a medida que prosigo—: Tú deberías estar…
Decido no continuar al ver que la hermosa sonrisa de Maka se transforma en una expresión de tristeza. Bajo la mirada, dolido al oírla proseguir:
—¿Muerta?
Asiento, sin agregar nada más. Sabía que no debía hacerlo.
—Bueno, estoy muerta —confiesa con naturalidad, cosa que me deja sorprendido. Vuelvo a levantar la mirada, y me encuentro una vez más con su sonrisa dibujada en sus delgados labios—. Pero tenía un… asunto pendiente que arreglar.
—¿Asunto pendiente?
Asiente levemente y suspira.
—Debo decirte algo, Soul… —exclama, mientras sus mejillas adquirían un sutil tono rosa que termina cautivándome.
La observo expectante, pero ella parece indecisa. Abre la boca para decir algo, pero la cierra enseguida. Luego, frunce sus labios y toma aire. Me mira directamente a los ojos y se acerca lentamente, ante mi mirada atónita y mi rostro sonrojado.
Cuando nuestros rostros están ya muy cerca, percibo como ella me susurra dulcemente en el oído:
—Te amo.
Quedo boquiabierto ante su confesión. Siento como me embarga una enorme alegría al saber que mi amor era correspondido. Sin embargo, antes de que pudiera proferir una respuesta o algo, los verdes ojos de Maka vuelven a posarse sobre los míos. Ella se inclina, cierra los ojos y junta nuestros labios.
Al principio me sorprendí al sentir aquel contacto tan real, tan embriagador. Pero, como no era idiota, yo también termino cerrando los ojos, profundizando aún más el beso. Aquel momento que tanto había deseado cuando ella se encontraba a mi lado, por fin se estaba cumpliendo.
Tras separarnos, ella baja la mirada, apenada. Sabía que le había dado vergüenza ser ella quién había dado el primer paso. Sonrío ante su dulce inocencia y la tomo de la barbilla, con el fin de lograr que nuestras miradas volvieran a cruzarse. Aprovechando este momento, el cual sé que no se va a volver a repetir, decido manifestar de una vez lo había acallado durante todo este tiempo:
—También estoy enamorado de ti, ¿sabes?
Ella me observa asombrada, con un brillo de emoción en su mirada. Luego me sonríe, pero advierto que unas lágrimas comienzan a caer por sus mejillas. Aquello me deja en blanco: Maka está llorando. Abro la boca desesperado para preguntarle qué sucede, pero me interrumpe negando con su cabeza. Una de sus manos toma la mía, mientras que la otra la apoya sobre mi pómulo derecho. Yo sólo le observo con tristeza, mientras sus lágrimas continúan fluyendo libres bajos sus ojos vidriosos.
—Soul, puede que esta sea la última vez que nos veamos en persona —susurra, intentando mantener la calma. Aquello me rompe el corazón—. Pero, aun así, quiero que sepas que siempre estaré contigo…
Sin saber qué decir, simplemente asiento con una sonrisa melancólica, para luego morderme el labio inferior intentando controlar mi impulso de echarme a llorar como un crío. Mi compañera me acaricia, y enseguida mi rostro se contrae en una expresión de angustia: apenas termina de pronunciar aquellas palabras, su delgado cuerpo comienza a desaparecer lentamente, convirtiéndose en un centenar de pétalos de cerezo que se perdían en la penumbra.
—¡Maka! —grito su nombre aferrando el agarre de nuestras manos, como si eso pudiese retenerla—. ¡Por favor, no te vayas!
Mi amada me sonríe con ternura.
—Te amo, Soul —exclama, para luego cerrar los ojos. Y, ante mi mirada adolorida, desaparece completamente, dejando una ola de pétalos de cerezo revoloteando a mi alrededor, la cual comienza a desvanecerse.
—Maka… —musito con la voz apagada, viendo que otra vez estaba sumergido en esta profunda oscuridad.
Cierro los ojos, soltando un largo suspiro que comenzó entrecortado por la pena que estaba sintiendo. Me siento tan vacío en este instante… pensar que no volveré a tenerla a mi lado, no volveré a escuchar su risa cantarina, no volveré a besar sus suaves labios… Mi interior estaba tan oscuro como la penumbra que me envolvía. No obstante, al abrir una vez más mis pesados párpados, noto como algo se ondula lentamente frente a mi mirada: era un pequeño pétalo que aún volaba en torno a mí.
Sin quitarle la vista de encima, alargo inconscientemente mis brazos, lo tomo con delicadeza entre mis manos y…
Despierto.
Me encuentro otra vez sentado en el sillón del living, hundido entre los cojines mullidos. Me incorporo con rapidez, alterado al verme tan repentinamente en mi hogar. Cuando mi respiración se tranquiliza un poco, volteo hacia todas las direcciones, con la esperanza de volver a encontrarme con Maka. Mas, ya no estaba.
Me vuelvo a apoyar en el respaldo, dejándome caer hacia atrás, soltando un largo suspiro.
—Creo que sólo fue un sueño… —farfullo con melancolía.
Sin embargo, al llevarme las manos a la cara con la intención de revolverme el cabello, me percato que una de mis manos —la derecha, para ser exacto— se encuentra fuertemente cerrada en un puño. Al abrirla, noto con sorpresa que en el centro de mi palma descansa un pequeño pétalo de cerezo… el mismo que tomé antes de despertar.
Enseguida, vuelvo a juntar mis dedos alrededor del pétalo, formando una vez más el puño, y dejo caer la mano hacia un costado.
«Soul, puede que esta sea la última vez que nos veamos en persona. Pero, aun así, quiero que sepas que siempre estaré contigo…». «Te amo, Soul…».
Curvo las comisuras de mis labios ligeramente hacia arriba, sonriéndome.
—También te amo, Maka.
