CAPÍTULO UNO. Parte de mi historia
Cuando era pequeño, creía que la forma de vivir era fácil, sin preocupaciones ni dificultades simplemente pensé que el tiempo transcurría muy lento aun cuando pasaran muchos años… y que cada uno de ellos se disfrutaba tanto como subirte a un pasamanos cuando eras niño pero…¡ja!. Son los pensamientos ingenuos de un niño, es natural que no me haya imaginado que el significado de la felicidad va más allá de tener en mi niñez un montón de juguetes y dulces por siempre esa felicidad que al menos aparentaba tener mi familia, hasta que se abrió el telón y vi realmente lo que había.
Todos los que componíamos el círculo familiar presumíamos de poseer una alegría inimaginable. Regalábamos sonrisas por doquier a conocidos y desconocidos, siempre mis padres estaban de buen humor así que éramos la familia modelo de la ciudad donde vivíamos al menos esa buena reputación fue la que nos ganamos, y la gente por lo mismo nos apreciaba, todos querían ser nuestros amigos.
Naturalmente para mí la niñez y con ella los juegos y la inocencia no son eternos.
Mientras que para mi padre lo realmente valioso se centraba en su familia, para mi cada uno de esos accesorios que vendían en las tiendas era un tesoro. Así que si…desde niño fui muy superficial, si ellos no me daban lo que quería yo no les daba a los adultos mi cariño.
Había momentos en que yo sonreía a la gente para poder obtener alguna recompensa. La egoísta lección me la dio mi padre, él dijo que si has de querer conseguir algo que no puedes obtener por si solo , entonces primero tienes que ganarte a las personas para que ellos consigan por ti lo que tú quieres. Así que en muchas ocasiones tuve que ganarme la simpatía de mi propia familia para que me dieran obsequios, actuaba como el mejor mentiroso para poder manejar a los demás a mi antojo, en ese entonces me consideraba incluso ya el mejor actor de escena cuando todavía ni siquiera se me terminaban de caer los dientes de leche.
¿Quién pensaría que precisamente el autor de ese consejo, o sea mi progenitor, terminaría utilizando eso contra mí? la misma estrategia de manipulación que yo usaba él la usó en mí.
Nadie sospechó que desde la infancia, poco a poco estaba forjándose un ser frío y calculador que controlaría a los demás por los hilos como marionetas.
A través del transcurso del tiempo deje de ser un ciego y vi el verdadero rostro de mis parientes.
Cuando llegue a la pubertad me di cuenta de que aquel hombre sangre de mi sangre, humilde y sencillo, tan respetado por su ética intachable y su espléndido nivel de educación era en realidad un hombre perverso, pero no era el único que adoptaba una personalidad falsa, mi madre ante los demás era recatada, amorosa y sabia, pero detrás de esa cortina se hallaba la mujer más ambiciosa y vengativa que he conocido hasta ahora. No solo era eso; su mente retorcida era el causante de sus frecuentes arranques de ira, felicidad y tristeza, para frenar esas peligrosas reacciones mi padre tenía que mandar a sedarla constantemente para que no afectara su comportamiento su envidiable vida publica ya que tenían socios y negocios de su misma índole, enriqueciéndolo.
Gracias a sus decisiones los lujos siempre fueron el pan de cada día, jamás me quede con las ganas de tener nada. Si de excentricidades hablo tendré que mencionar entonces a los reyes de la suntuosidad, mis dos hermanos conocidos por ser unos ególatras que creen que no hay nadie sobre su cabeza ni nadie más valioso en el mundo que ellos mismos. Aunque no lo crean para comprobar esa descabellada teoría adoptaron un pasatiempo bastante peculiar, para explicarlo tendría que situarme en la oscuridad de la mansión de mis perversos padres.
En el lugar más recóndito de mi hogar se halla un largo pasadizo, sus paredes son de piedra de un color esmeralda y sus escalones son de granito, es el único camino ancho y ciertamente oscuro que puede conducirte hasta el tenebroso sótano el cual es el sitio preferido de mi hermano mayor y mi hermana menor. Allí se ocultan siempre las evidencias de sus crímenes sádicos. Ahí se sumergen cuando aparecen sus fieles servidores, todos ellos conforman casi una secta debido a que van todos a reunirse varias veces por mes, bueno, al menos cada que que la pareja de mis inútiles hermanos hacen junta para delinquir, y eso sucede cuando mis hermanos ordenan a nuestros empleados raptar personas inocentes para obligarlos a caminar descalzos entre las paredes heladas y silenciosas de la mansión hacía un destino desconocido. Mis fuentes fidedignas dicen cuando llegan los desgraciados hasta el fondo del sótano son sometidos a vejaciones inhumanas por ese par de egocéntricos hermanos con ayuda de sus cómplices. Mis hermanos son los verdugos resentidos que se encargan de amarrar, torturar y matar a inocentes para conseguir el placer de sentirse superiores como si fueran dioses ya que en sus manos estaba la decisión de si dejarlos vivir o morir, pero vaya, lo único interesante es que hay que ser muy cínico para cometer crímenes en tu propio hogar y seguir impune.
Mi padre está bastante preocupado por ese hobby de parte de mis hermanos quienes viven todavía como parásitos bajo su casa disfrutando de la gran riqueza.
Mi progenitor dijo una vez que la felicidad estaba centrada en su familia…pero no precisamente porque nosotros seamos en si los integrantes de su familia; sino porque dentro de nosotros se encontraban las personalidades adecuadas que a él le servirían para hacer crecer su descomunal fortuna.
Imagínate que tienes un poderoso negocio, lógicamente una familia con ética y valores no es la adecuada para seguir en ese mundo siniestro, no sobrevivirían ni ellos ni tú en ese lago habitado por pirañas y tiburones con traje y corbata bastante hambrientos de morder un trozo de tu carne, en cambio tendrías éxito en ese ambiente fúnebre si posees una esposa ambiciosa, dos hijos retorcidos que imponen miedo a todos los hombres y mujeres y un hijo rebelde, resentido y controlador capaz de hacer ejecutar órdenes precisas sin titubear,. ese último soy yo.
Si, si formábamos entre nosotros cinco una familia peligrosa y letal, que generaba violencia y a la vez éramos intocables.
Cuando convivíamos en público, nuestra familia se ocultaba detrás de una capa ligera de maquillaje, con ella nos trasformábamos en la familia modelo, amable, gentil y alegre, pero sin la pintura nos volvíamos en lagartos caníbales en busca de nueva carne fresca que comer que sirviera para alimentar nuestro poderío y de paso hasta a nuestro ego. Debido a nuestros crímenes y delitos, la patética policía estaba detrás de nuestros pasos por eso para no levantar sospechas, ante la sociedad teníamos que escondernos debajo de aquella capa de suave maquillaje mientras que muy discretamente el jefe de la gran familia hacia transacciones de dinero ilícito a sus cuentas bancarias alrededor del mundo.
Esa mala pero astuta conducta de mi padre yo la imité cuando mi vida de fantasía se derrumbó como castillo viejo no quedando nada de lo que alguna vez fue una construcción… una construcción de hermosos recuerdos.
Suspiré, después de un largo letargo mire con mis ojos color miel hacia el abanico de techo y pensé en mi inocente infancia, y luego en mi desastrosa pubertad, ¡ah que hermosa etapa! aun con mis 34 años encima no termino de descansar de toda la adrenalina que existió en ella.
Cuando llegue a la pubertad enseñé el colmillo a mis familiares, eso es una forma sutil de decir que me convertí en una escoria y no me dio miedo demostrarlo, ni siquiera mi padre fue capaz de controlar toda la ira que por años mantuve oculta a expensas de él, me volví un joven que siempre estaba de mal humor, que se encerraba en su cuarto por horas atrapado en su mundo trazando planes mefistofélicos de como matar a mis padres lo más lento que se pudiera para que sufrieran más de lo que yo sufría. Yo odiaba a todo el mundo pero en ese momento no sabía porque si todo lo que quería me lo daban en la mano, a lo mejor fue el mero resentimiento que tenía porque mis padres me mantuvieron por años encerrado en una burbuja estéril para que nadie pudiera dañarme haciéndome creer que todos éramos perfectos y felices cuando en realidad todos ellos incluyéndome a mi éramos seres despreciables.
Otra vez el paso de los años y las experiencias me ayudaron a moldear mejor mi personalidad.
A los 17 años me volví un joven demasiado liberal, desatrampado, un delincuente en potencia que sin embargo aún no había llegado a privar de la vida de alguien a diferencia de mis hermanos y mis padres. Era un simple pandillero, apostador, adicto a los juegos de azar, a las carreras de motos, líder de un enorme ejército de jóvenes rebeldes muy respetados entre las calles de la ciudad, juntos fuimos conocidos en la fauna marginal y delincuencial como "las calaveras negras de Osaka"; que bellos momentos, pero…
Fui el dolor de cabeza de mi papá, no me tomaba en serio sus negocios sucios y lo hacía perder jugosos contratos y dinero ilimitado, mi vida de motociclista callejero y apostador me convirtió en un desquiciado, aún hoy en día quedan rastros de esa perjudicial personalidad, desgraciadamente como en ese entonces dependía de mi padre él se creía con el derecho de imponerme todo así que al intentar frenar mi despilfarro de dinero hubo enfrentamientos entre nosotros, yo no aceptaba seguir sus órdenes ni quería ceder a su deseo de disciplinarme por eso me escapé de la escuela militar en la que me obligó a estar a base de engaños ya que una noche saliendo de un club nocturno en estado de embriaguez un auto negro se detuvo frente a mí y de él bajaron rápidamente tres hombres que me obligaron a subirme, prácticamente fue un secuestro porque de ahí me llevaron directamente a la escuela donde estuve internado por 4 meses, claro que debido a que no era sano volver a su lado porque me encerraría de nuevo yo me marche cuando me escapé.
Viví en las furibundas calles como vagabundo durmiendo hasta en las bancas por medio año hasta que funde mi propia banda criminal, una verdadera conformada ya no por jovencitos rebeldes, sino por un grupo de drogadictos, ladrones, extorsionadores, secuestradores y asesinos. Una banda peligrosa integrada por la peor porquería del mundo.
Todo eso nos mantiene a mi padre y yo como enemigos acérrimos. Soy su principal competencia en el mundo de los negocios chuecos.
Hoy él se mantiene desde lo lejos vigilándome cautelosamente, está bajo la amenaza mía de morir si intercede en mis negocios; el resentimiento que le tengo por haberme manejado a su antojo hasta la juventud es enorme. Intentó seguir manejándome como marioneta pero yo me escape de la red como un pez antes de que la jalara a su barco donde no habría escapatoria.
Sabe que conmigo no juega por eso me ve desde una gran distancia, siempre he admirado la esencia imponente que tiene, su inteligencia brillante y astucia innegable la cual no le permite dejarse dominar por sus instintos paternos aunque su sangre clame por mejorar nuestras relaciones, él sabe que su desconfianza en mí lo salvara de la muerte cuantas veces sea necesario, lástima para mí que sea una tarea difícil deshacerme de él porque tiene a una persona digna de su confianza desde hace años que lo protege de atentados y trampas, es su mano derecha, es su guardaespaldas y defensor más leal, sanguinario y orgulloso en esta época moderna, su nombre es Eichi y es una ficha de ajedrez muy astuta y difícil de quitar del maldito tablero, mientras él siga ahí yo no podré moverme con tanta libertad en el terreno.
Rooom – el ruido de los potentes motores resuenan por todas las calles oscurecidas de Osaka, el ruido atraviesa la ventanilla de la oficina donde se hallaba el pensativo hombre. Una motocicleta arranca velozmente a un rumbo desconocido como si fuera un vehículo fantasma.
A unos metros de ahí, dentro de un gigantesco hotel de paso, en el interior de una lujosa habitación con paredes color vino tal cual fuera sangre se llevaba a cabo una reunión de negocios muy informal. Un hombre joven de 1:70 metros, demasiado delgado con cabello teñido de rojo y de largo hasta debajo del hombro ponía en orden aquel lugar muy a su estilo.
— ¡Perfecto! — alzó la voz con tranquilidad dándoles un vistazo a los otros tres hombres que lo acompañaba, se levantó del suelo y en el instante en que se puso de pie el cuello de su camisa naranja medio desabrochada se agitó por el rápido movimiento.
Le dio la espalda a sus acompañantes en cuanto sacó un cigarrillo de la bolsa de su pantalón negro, aquel objeto lo prendió y enseguida lo inhalo, disfrutó unos segundos el sabor del humo como si fuera el fruto más exquisito y continuó hablando — Hasta mañana tienen para desocupar la plaza de Fujikaro — volteó a ver hacia atrás, regresó avanzando unos cuantos pasos hasta llegar a su rehén, un hombre de por lo menos 40 años, calvo y tatuado por todos lados que estaba amarrado.
El joven se inclinó hacia adelante, retiro su cigarrillo de su boca y sin pensarlo lo hundió al ojo de su secuestrado hasta que la colilla ardiente de ese cigarro se apagó. Naturalmente la víctima en turno gritó espantosamente de dolor por un corto periodo de tiempo pero sus sollozos continuaron; para evitar que llamara la atención el ruido generado en el interior de la habitación uno de los que vigilaba la reunión lo calló al instante introduciendo salvajemente una gasa rellena de alcohol etílico en la boca — necesitamos encontrar a Miyawaki — murmuró preocupado a sus acompañantes el cabecilla de ese grupo de secuestradores.
— Te he ahorrado la molestia de buscarme — se escuchó una voz gutural al fondo de la habitación, muy cerca de la puerta de entrada — ya llegue Mamoru y veo que hiciste lo que te dije — le sonrió percatándose de la presencia del rehén sonriendo satisfecho. Ese mismo sujeto calvo con varios pendientes, con barba de candado teñida de verde se acercó burlón a la víctima amagado por detrás en una silla de madera.
Lo analizó un par de segundos para después darle una certera patada en la nariz que lo lanzó hacia atrás, unos cuantos dientes se quedaron regados por el piso café junto a la gasa de alcohol que había tenido en la boca. El autor del golpe muy serio vio al agredido ahogándose debido a la hemorragia nasal y bucal.
Si nadie hacia nada por ayudarlo moriría ahogado en su propia sangre, pero a ellos que les iba a importar la vida del chalan de un enemigo. Jamás le prestarían su ayuda a un integrante de una banda contraria a la suya. Para ellos fue alegría pura verlo sufrir, escuchar cómo se fracturaba el hueso vómer de su nariz, como se desunían los huesos que componían su muñeca al momento de caer la silla y el peso de él mismo sobre ella.
— Gracias por reconocer mi espíritu de compromiso — le dijo al sujeto de chaqueta negra con barba de candado — pero la verdad tengo que ser honesto, ni yo ni mis tres hombres utilizamos la fuerza bruta para traértelo, fue una desgracia puesto que disfruto mucho cazar a los bichos pero la realidad es que lo hayamos espiando el edificio, venía siguiéndonos Miyawaki — recalcó molesto el de cabello rojo.
— Así que la fichita estaba investigándonos — se colocó de cuclillas para solo escupirle en la cara al malherido — odio a los entrometidos, aunque fue valiente de tu parte atreverte a venir tu solo por estos rumbos. Sabes que este territorio es de la familia Yamaguchi-gumi y aquí el enemigo que entra no sale vivo, sino en una caja de madera y un epitafio, ¿estás consciente de eso? — Preguntó con desdén esperando con cierta burla la respuesta del sujeto — oh no me acordaba que no podías abrir esa boca — se rio y en seguida se puso de pie, le dio un poco de asco ver su pantalón blanco manchado de sangre pero que podía hacer, esas gajes del oficio — bueno si no puedes usarla entonces no me servirás de nada, iba a hacer una excepción contigo; pensaba enviarte mal herido con tu jefe para que le dieras un mensaje — ¡Así que chicos! — aplaudiendo llamó a todos los hombres presentes — compren una bolsa negra o vacíen la basura de una bolsa de los contenedores y arrojen a este pobre hombre ahí…ya saben que hacer…
— Espera Miyawaki — consternado detuvo al hombre que ya iba a abrir la puerta de la habitación para irse — ¿Qué le diremos al jefe?
— Lo mismo que le decimos siempre — mencionó despreocupado limpiándose las manos salpicadas de sangre con ayuda de un pañuelo amarillo — que acabamos de exterminar a un estorbo.
— Pero sabes que él no tenía idea de que estaban persiguiéndonos. Se molestara si no le decimos que están vigilándonos muy de cerca nuestros enemigos.
— Más se molestara si lo jodes por cosas tan triviales como esta — le dijo seriamente colocando una mano firmemente sobre su hombro — ya te dije que debes de cuidar muy bien tu lenguaje cada vez que te diriges al jefe porque apenas eres un novato y eres mi pupilo…no quiero ver rodar tu cabeza tan rápido ¿entiendes?
El otro tipo entendió el consejo y asintió inconforme y temeroso. Mientras que su "maestro" como él le llamaba se marchaba con la seguridad de que de ahora en adelante acataría sus órdenes al pie de la letra, sabía lo que al chico le convenía. Si no seguía sus consejos más pronto de lo que cree acabarían con él.
(…)
Esa misma noche afuera en un callejón iluminado débilmente por la luz blanca de las lámparas públicas, dos hombres discutían.
— ¿Qué tal la concentración del cigarro? — le pregunta un chico de unos 23 años a otro igual de joven que traía un sweater blanco.
El chico recargado en la motocicleta, terminando de darle la primer inhalada al cigarro contestó ciertamente molesto.
— Es precaria…— observó con detenimiento el cigarro frunciendo el ceño.
— Entonces eso quiere decir…— se asombró pensando en lo peor.
— Que está adulterada…
(…)
Riiing — sonó el teléfono del escritorio metálico y quien contestó fue una mujer de cabello azul, bastante atractiva la mujer que usaba anteojos.
— ¡Hai! — saludó con singular alegría la asistente personal de uno de los jefes de la banda. Traía su blusa blanca de manga larga y una falda color crema, sus tacones la hacían ver medianamente alta porque en realidad la chica sin ellos era bajita. Ella estaba sola en ese pequeño salón.
— Narisa, soy Kobashi — se identificó un hombre desde la calle en donde estaba hablando apresurado por celular — necesito que me digas con urgencia si ya le compraron los paquetes a Tsukamoto
— No aun no, pero están por darle el dinero — se adelantó unos cuantos pasos asomándose por la puerta que la separaba del resto de hombres quienes estaban haciendo negocios en otra sala.
— Diles ahora mismo que detengan a Tsukamoto; descubrimos que la mercancía es falsa.
(...)
Del otro lado de la puerta el grupo de hombres que hacían negocios hablaban con cordialidad, nunca antes habían tenido problemas, conocían al vendedor de droga desde hace tiempo.
— Yo tenía pensado mejor enviárselas como advertencia de que si se acercan a nuestras zonas de control les pasará lo mismo — añadió tranquilo el pelinegro de cabello peinado perfectamente hacia atrás — nadie más puede vender estupefacientes y marihuana en nuestro territorio — metió ambas manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero color negra, observando atento al vendedor que estaba sentado sobre una silla alrededor de una mesa redonda de madera.
— Yo le aseguro que con esta nueva droga le ganara a la competencia al clan de Hampa y a los Sumiyoshi-kai, le he añadido un poco más de "sabor" para que se vuelva más adictiva. Ya verá que muy pronto tendrá más clientes que ellos y sus bandas de mafiosos — aseguró orgulloso Tsukamoto desde su asiento. Los demás hombres de traje elegante estaban de pie observándolo atentos.
— Señor — habló nerviosa la secretaria metiéndose en medio de una conversación de puros hombres, sabía que estaba prohibido hacer eso pero tenía un mensaje muy importante que dar a su atractivo jefe.
— ¿Qué pasa Narisa? — Se dirigió incómodo a su asistente — sabes que debes de estar encerrada en el salón cuando tengo junta.
— Lo se señor pero…
— Pero nada — la interrumpió con desdén sin dignarse a verla, le daba como un patán la espalda — regresa a donde estabas, antes de que saque un arma.
Pero la mujer se armó de valor y le dijo a su jefe lo que se guardaba desde hace minutos en la cabeza. Lo amaba tanto en silencio por ser tan guapo y varonil que no permitiría que le vieran la cara de tonto.
— La droga está adulterada…— titubeo.
— ¡Qué! — exclamó enloquecido esta vez mirando endemoniado a la joven mujer.
— Kobashi me acaba de decir que probo la droga que el señor Tsukamoto le vendió — miró repulsiva al viejo hombre de unos 48 años que estaba sentado y recientemente muy nervioso por lo dicho por parte de la entrometida secretaria.
— ¡Eso es falso! ¡La mujer está loca no debería de meterse en asuntos de negocios! — reprendió histérico a la chica para defenderse el acusado.
Cerca de ahí recargado sobre la pared uno de los ayudantes del enfurecido mafioso, quien observaba en silencio todo intervino.
— Señor. En la caja donde venían los paquetes quedó suelto un poco de polvo, puede probarlo si quiere — extendió su mano ofreciéndole la caja de cartón al hombre donde había estado guardada la mercancía.
Y eso mismo hizo, Nirasawa acumuló en su mano una porción de ese polvo y comió un poco. Rápido se percató de que tenía una consistencia y un sabor diferente, no le causo además ningún efecto relajante así que no era marihuana pura.
— Me vendiste esta vez droga falsa — sus ojos enrojecidos se posaron en el comerciante – siempre me habías dado productos de calidad, ¿Qué paso ahora? – colocó sus manos en los descansaderos de la silla del comerciante inclinándose calmadamente en el asiento del viejo sujeto, sus ojos y los de él estaban a centímetros de tocarse.
— Fue Fujita…— sudó nervioso tartamudeando el hombre, buscando con la mirada por donde escapar pero sabía que era en vano, estaba rodeado de puros matones.
— Estás relacionado con su clan…— intuyó enojado encajando su mirada filosa en la de Tsukamoto — pensé que estabas de lado de nosotros — sus brillantes cabellos negros no se movieron de sitio ante la ráfaga de aire que entro por la ventanilla del techo, solo una ligera gota salada de su sudor resbaló. Estaba conteniendo su rabia.
— Él dijo…— siguió tartamudeando el vendedor quien sintiendo su muerte muy cerca comenzó a narrar. Necesitaba urgentemente hacerse pasar por una víctima para salvar su pellejo, esperaba que se compadeciera de él el tesorero y administrador del clan — que tú le debías noventa y cinco millones de Yenes…y si yo te hacía perder dinero vendiéndote droga falsa quedaría liquidada tu deuda con él, a cambio a mí me daría una recompensa por engañarte. Necesitaba que me ayudara a que mi hija ingresara a una de las mejores escuelas de Japón, ya que él es intimido amigo del secretario de gobierno tuve que ceder, no me quedó de otra ¡era por el futuro de mi hija! — habló arrepentido, sumamente avergonzado. Por años había sido el exclusivo vendedor de la banda y ahora los había traicionado.
— Sabes lo que le pasa a los traidores como tú — murmuró indignado separándose de él. Partió hacia un mueble buscando con la mirada entre los cajones algún objeto en particular. Halló unos guantes negros de cuero y se los colocó… para comenzar el espectáculo.
(…)
Instantes después en una oficina lujosa se escuchó el timbre de un teléfono. El hombre presente sentado en su silla detrás de la mesa contestó la llamada pero no fue él quien empezó la conversación. Se supone que ser jefe le daba ciertos beneficios, entre ellos tener mucho tiempo libre y estar donde quisiera preferentemente en su oficina sentado esperando que sus trabajadores le informaran sobre sus negocios.
— ¡Kabu san! — le arrebató desesperado el teléfono celular a su compañero Nirasawa quién había enlazado la llamada para hablar él, pero su compañero se le adelantó a la intención pues quería también hablar con otro de sus máximos jefes — ¡El hombre que fue contratado para robarnos dinero no es de aquellos que abren la boca fácilmente, incluso si le cortamos la oreja no va a hablar, no sabemos por eso nada de los planes de la organización del sucio de Fujita, pero supongo que como otros Fujita busca robar nuestra ruta de comercio de drogas y de negocios ilícitos pero no sabemos que más harán, al final de cuentas lo único que tendremos después de perder nuestra plaza será un idiota mutilado, ¡Ese no nos sirve! — gritó hastiado.
— Cambiemos entonces de táctica — se escuchó eso ya en alta voz para que ambos escucharan — aplíquenle disciplina.
El mismo Nirasawa comprendió la orden al solo escuchar esas dos palabras, su mirada helada dominada por el maldito sentimiento del odio se intensificó y sin decir nada más ingresó de nuevo con rapidez al bunker donde hacían negocios, esquivó a los guardianes del lugar y llegó con la vieja víctima que odiaba por haber intentado estafarlo - ¡háganse a un lado! – les exigió y estos se apartaron de inmediato.
Observó con desprecio al hombre con el ojo hinchado que estaba tirado boca abajo en el suelo, aprovechó la posición del cuerpo del hombre y sacó su navaja a relucir de un bolsillo oculto en el interior su chaqueta, se agachó y con el filo de esa arma desgarro la parte trasera del pantalón del hombre, justo donde se posaba su trasero, tomo su otra arma, una de fuego modelo intraTec 22 de su chaqueta y con lujo de violencia la introdujo al fondo del ano hasta el recto, un quejido de dolor atravesó los timpanos de Nirasawa — esto te pasa por idiota, ¿¡que se siente Tsukamoto!? ¿¡Te gusta sentirte como marica!? —saco la mitad de la punta del arma del ano quedando un rastro de sangre a su paso señal de que le había desgarrado el interior, esto no le importa a su verdugo que se posa detrás de él con cinismo y le pregunta tomándole suavemente de los hombros con una sonrisa maliciosa en los labios, muy cerca de su oreja — ¿no vas a decirme nada?
Tsukamoto aprieta los dientes, sudoroso y lastimado pero no cede a su petición, dejando en claro que prefería morir o sufrir antes que decir algo. Todo su sufrimiento serviría para beneficiar a su única hija, le brindaría la mejor educación aún a costa de su dignidad. Fue esa voluntad de hierro que Nirasawa retrocedió y se puso a dudar seriamente.
— ¡Responde Tsukamoto! — le patea la espalda desesperado, nadie se burlaba de él, cualquiera en el lugar de Tsukamoto hubiera preferido salvarse primero antes que nadie. Frustrado enciende un cigarro y se lo lleva la boca, tratando de calmar su ansiedad — Hubieras sido feliz si el que te hubiera violado fuera tu nuevo jefe – mencionó dándose así por vencido.
Transcurrido aquel desagradable momento, Nirasawa se marchó del lugar ordenando que se llevaran a Tsukamoto a un escondite para evitar que sus nuevos aliados lo hallaran, temiendo haber dejado pistas ya que los aliados esperarían el regreso de Tsukamoto a sus bases para que les confirmara que ya había vendido una droga falsa, y así llevarles el dinero estafado.
(…)
— Esta noche tenemos reunión con su padre Kabu san — le informó uno de su sirvientes entrando a una enorme sala mientras el nombrado de pie frente a un espejo se colocaba la chaqueta gris que combinaba con el pantalón del mismo color.
— No tengo interés en ir — frunció el ceño ajustándose la corbata amarillo mostaza con líneas cafés.
— Pero es una reunión para formalizar una alianza — continuó tratando de convencerlo el individuo calvo de mediana edad y de pequeña estatura
— La única alianza que tengo es la de mi arma y yo, fuera de ahí los demás son una falsedad — comentó despectivo sujetando su reloj de oro en la muñeca para posteriormente abrocharlo.
— Pero necesita estar usted ahí para terminar de una vez con la rivalidad que tienen nuestros bandos. Usted quedó en aceptar con sus socios esa alianza temporal para que juntos podamos destruir al clan de Sumiyoshi-kai, es su deber como uno de los líderes del grupo delincuencial más importantes de Japón, el Yamaguchi-gumi.
— Dile entonces a mi padre – enfatizó la última palabra – que no iré solo. Llevaré a los pistoleros más importantes de mi equipo. Y ya no me llames Kabuto; estamos hablando en privado.
— Aunque a su padre no le gustará esa amenaza, haré lo que usted ordene — sonriendo perversamente hizo una reverencia — Sesshomaru-San
