Aquí traigo otro fic, esta vez de Hetalia. Está ambientado en el gakuen ^^ Primero debo advertir que hay dos maneras de leer esta historia! Se puede seguir el orden de los capítulos o seguir el número que hay al final de cada capítulo. Yo recomiendo primero leerlo todo y luego ir siguiendo los números ;)
Espero que os guste y no olvideís dejar algún review! Siempre alegran el día! ^^
Capítulo I. Seychelles
Era tarde y ese montón de papeles no parecía terminarse nunca ¿Desde cuándo los miembros del consejo tenían tanta faena? A sí, ya recordaba, desde que ella entró. Por alguna razón, llamémosle X, con la entrada de Leila al consejo estudiantil del instituto, la faena se triplicó. En realidad fue un conjunto de circunstancias que terminaron resumidas en más faena para todos.
Arthur Kirkland, el presidente del consejo, era quien más faena tenia. Su escritorio estaba siempre inundado por montañas de papeles inacabables. Ella y Francis trataban de rebajarle la faena, pero de poco servía.
Buscó su taza de café debajo la marea de papeles. Vacía. Suspiró con resignación y se acercó a la máquina que tenían. Tanta faena se vio recompensada con una máquina de café. Una maldita máquina de café. A Leila le dieron ganas de estampar la taza contra la pared. No estaba en el consejo por decisión propia y aún así tenía que pencar como la que más. Presionó el botón y esperó a que la taza se llenara nuevamente por el líquido negro que, más que café, parecía agua.
Tock.
Leila examinó la sala. Solo estaban ella y Arthur y no parecía como si alguien hubiese llamado a la puerta. Se encogió de hombros y dio un sorbo al café. Asqueroso.
Tock.
Volvió a mirar la sala. No estaba alucinando, de eso estaba segura ¿sería alguna de esas hadas de las que Arthur hablaba? No, no, eso no podía ser ¡¿Cómo iba a ser eso?! Dejó la taza al lado de la maquina y se acercó a la ventana. Casi pega un grito al ver a Gilbert al otro lado del cristal ¡¿En que estaba pensando ese idiota?! ¡El consejo estaba en una segunda planta!
Leila abrió la ventana. Trató de contenerse pero la sorpresa y la confusión fueron demasiado fuertes. –Gilbert ¡¿Qué cojones…?!
Leila no tuvo tiempo a terminar la frase que Gilbert la apartó y entró en la habitación. Por si fuera poco, él no fue el único que entró. Tras él llegaron Francis y Antonio.
-Estás pasando demasiado tiempo con Arthur-observó Francis. Su tono de voz era algo extraño- Empiezas a hablar como él.
Leila desvió la mirada, notablemente molesta por esa observación. –Como si estuviese aquí por voluntad propia.
-Se puede saber ¡¿Qué hacéis vosotros tres aquí?!-gritó Arthur-.
Era la primera vez que Leila veía que se levantaba de su sitio desde que ella llegó, y eso fue hacía las 3 de la tarde y ahora, si no andaba mal, sería hacía las 9 de la tarde.
-Tenemos una explicación, Arthur-trató de excusarse Antonio-.
-¡No me lo creo!
Francis puso un brazo tras el cuello de Arthur y se recostó en él como si fuese su amigo. Bueno, si Leila lo pensaba detenidamente, aquellos dos era amigos pero MUY a su modo.
-¡Apártate de mí, Frog!-Arthur sonaba como si estuviese al borde del ataque de nervios-.
Bueno, tal vez no eran amigos. Leila ladeó la cabeza y miró a Gilbert. Sus ojos rojos la asustaban, no por el hecho de que fuesen rojos, sino por la intensidad con la que miraban las cosas.
-¿Por qué habéis entrado por la ventana? Hay una puerta-interrumpió Leila. La pelea de Francis y Arthur paró de repente y toda la sala quedó en absoluto silencio hasta que Gilbert empezó a hablar.
-Ese es el problema, hay una puerta.
-¡¿Acaso habéis entrado por la ventana porque sí?!
-No es eso-siguió Antonio, encogiéndose ligeramente de hombros- Digamos que hemos tenido un pequeño problema y solo podíamos venir a este lugar.
-¿Y por la puerta no?
-Leila, algún día aprenderás que, en ocasiones, las puertas no son seguras.-dramatizó Francis, con una ligera mueca en su rostro-.
-Tengo miedo a que llegue ese día-murmuró la chica-.
-¡Haces bien!
Francis se despegó de Arthur, algo que el inglés agradeció profundamente, y ando hasta la puerta, recostándose en ella.
-Está bien-aceptó Arthur- Haced lo que queráis. Mientras no nos distraigáis.
¿Tan fácil? Leila parpadeó varias veces. Cierto que la personalidad tsundere de Inglaterra era increíble, pero, en una situación normal, hubiese estado gritando por un tiempo más. Puede que al final estuviese cansado de tanta faena.
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