La brisa, esa hechizadora brisa, se lleva el cálido aroma consigo además de aquellas florecillas que estaban en ese prado, en ese día, en ese momento.
El aroma de esa persona en particular, que consiguió por fin su libertad, a través de la muerte.
El, hubiera querido que fuera diferente. Su mente, o quizás… su corazón no quiere olvidarla, y parece a propósito que en esa fecha, todo a su alrededor le recuerde lo incapaz que fue de salvarla.
¿Qué podría hacer Sesshomaru? Nada…. Han pasado ya cuatro años desde aquello. Hoy, se ha decidido en visitar a Rin en vez de quedarse pensando en ella todo el día sentado bajo un árbol con el aire revoloteando en su entorno.
Llego a la aldea en donde ella vive, parece ser que hay un disturbio dentro de ella. Camino un poco preocupado de que Rin no le hubiera pasado nada.
Ahome e Inuyasha se encontraban en la otra época, comprando algunos víveres, y visitando a la familia Higurashi. Por lo tanto, algunos trabajos, eran ocupados por la pequeña humana. Quien de casualidad, estaba llevando algunas hierbas medicinales hacia la casa de Kaede en la entrada a la aldea.
Vio al Inugami acercarse en el horizonte, y se emocionó tanto que casi se le cae todo lo que llevaba en las manos. Luego de acomodarse se fue al encuentro con el amo Sesshomaru.
-¡señor Sesshomaru! ¡Qué gusto verlo! –grita acercándose Rin.
Sesshomaru no emitió ni una palabra, pero si media sonrisa para la pequeña.
-¿Qué está sucediendo, Rin? –pregunto el por el barullo en la aldea.
-oh… eso, parece que un príncipe anda buscando a una persona aldea por aldea. No he tenido tiempo en ir a ver, porque la Señorita Ahome fue a su época, estoy muy atareada. –dialoga mientras empiezan a caminar hacia la aldea.
Ambos entraron a la aldea, algunos se asustaron por la presencia de Sesshomaru, y salieron corriendo. Eso no sorprendió a la niña, y solo se apresuró para entrar a la cabaña de Kaede para dejar las medicinas.
El inugami espero a la niña afuera, pero algo, algo que sus oídos escucharon lo dejo paralizado. Puso más atención a ver si los escuchaba de nuevo. Podía haberse vuelto loco, estaba escuchando a alguien nombrar a Kagura
-¿Alguien ha visto, o conoce a esta mujer? ¡Se llama Kagura! –decían las voces masculinas a lo lejos.
Eran un grupo de personas. Un joven, tres adultos y un viejo, a si lo dedujo el olfato de Sesshomaru. ¿Qué querrán de ella? ¿Se trataba de la misma Kagura?
Por nada en el mundo se iba a quedar con la intriga.
Camino tranquilamente hacia esa dirección. Esas personas se estaban acercando también.
Los guardianes del parecer joven se alarmaron por la apariencia del inugami. Los aldeanos miraban críticamente la rara situación. Hasta que Kaede salió de la cabaña junto a Rin.
Ahome e Inuyasha se encontraban en la época actual ya estaban listos para regresar con algunas sopas instantáneas, papitas y dulces. Esperaban a que Sota volviera de la escuela para saludarlo, y así poder irse tranquilos. Ya que no regresarían por mucho tiempo por una misión importante en el territorio sur, en un largo viaje junto a Miroku.
Estaban el abuelo, Buyo, y la señora Higurashi, reunidos tomando el té junto a la pareja, esperando la hora de la llegada del joven.
Este llego, pero sin saber la visita de su hermana y cuñado. Llego, acompañado por alguien, inesperado por ellos.
-¡ya llegue!-grito desde la puerta. -¡y traje a Kuraidesu y a Hitomi conmigo! –alerto el joven.
Oh no, dieron escalofríos a la pareja, no esperaban para nada la compañía, y no tenían a mano la gorra para ocultar las orejas de Inuyasha, así que Ahome lo hecho rápidamente a la cocina.
Entro sota a la sala, acompañado por otras dos jóvenes. Se alegró mucho por volver a ver a su hermana luego de largos meses.
-¡hermana! –corrió a abrazarla.
Ahome inmediatamente correspondió al abrazo, mientras echaba un vistazo hacia las acompañantes. Vio a Hitomi, que alta y bonita se había puesto… y luego miro a "Kuraidesu"….
-¡! –la miro sorprendida Ahome.
Inuyasha desde la cocina, maldecía, otra vez exiliado de la gente de esta época, como detestaba esas situaciones, algo lo alejo de su pensamientos, y fue un aroma que lo hiso.
Ahome fue suavemente alejándose de su hermano, sin poder disimular su asombro.
-…. ¿Kagura? –dijo la sacerdotisa en un casi susurro.
