Los padres que le desean a sus niños "Que duermas con los angelitos", se escandalizarían si supieran lo literal que cierto Winchester se toma esas palabras, aparentemente inocentes.

Porque cuando Sam las escucha, una sonrisa que no delata nada bueno se hace camino en su atractivo rostro, haciendo que sus ojos brillen al recordar la clase de sueños que tiene sobre un Ángel del Señor en particular.

Sueños que estaban lejos de ser pesadillas, incluso cuando estos hacían que se despertara sudado, con el corazón latiéndose frenéticamente y jadeando. Era momentos después, cuando aquella sonrisa se deslizaba por sus labios, recordando exactamente porque era que se encontraba en tal estado. Entonces se deleitaba con cada gota de sudor que hacía que su remera se le pegase a la espalda, la taquicardia y aquel delicioso calor que todavía bullía en la parte baja de su abdomen, creando nudos que se retorcían de placer.

Y es que los sueños que Sam tenía con Castiel eran excitantes, en el sentido más sucio de la palabra. Y créanme cuando les digo que no tenían nada de santos como capaz algunos ingenuos pensarían teniendo en cuenta que involucraban a un Ángel. A menos, claro, que éstos incluyeran dentro de esa categoría aquel en el que se escabullían en el confesionario de una iglesia, donde expresaron sus más profundos secretos usando sus bocas pero no exactamente las palabras.


No me termina de convencer, pero aun así, espero que les haya gustado

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