Disclaimer. Los personajes y el universo de Harry Potter © JK Rowling y Warner Bross.

Cualquier situación narrada que no concuerde con los hechos del libro o personaje que no tenga presencia es cosa mía.


La muerte en vida.

Capítulo 1:

Donde todo acabó

"Las lágrimas más amargas derramadas sobre nuestras tumbas son por las palabras nunca dichas y las obras inacabadas."

Harriet Beecher Stowe

Sangre sucia. Dos simples palabras que denotan una degradación a la inferioridad de dos seres humanos mágicos que pueden terminar con una relación de amistad. Con la única vía de escape que Severus Snape tenía de su cruel mundo. Nacido de una relación provocada por un filtro del amor ilegal, de una relación turbulenta, violenta y sin sentido entre una bruja Prince y un muggle llamado Snape. La única vía de escape de aquel muchacho pálido y cabello grasiento era aquella muchacha pelirroja llamada Lily Evans. Y aquellas dos palabras habían hecho lo que Lily le dijo después: "cada uno hemos elegido nuestro camino". La amistad que tenía con aquella chica de padres muggles, aquella muchacha de corazón noble y que lo había aceptado con sus pros y sus contras.

Su carácter Slytherin fue lo que determinó que no luchara por aquella chica Gryffindor que tanto lo había ayudado. Su única pasión en las Artes Oscuras, la noble preparación de las pócimas más horribles, y sobretodo, su creencia de la supremacía mágica sobre la no mágica, hicieron que Severus Snape no tuviera nadie quien le impidiese formar parte de las filas del Señor Tenebroso.

Acordándose siempre de aquella muchacha de ojos esmeralda y de su sonrisa, cálida, enviaba sus rayos verdes de varita para borrar aquel recuerdo puro de su alma. Lo había dañado tanto yéndose con aquel James Potter… Y sin embargo, no podía olvidar sus gestos, su gracia, su amistad… El patronus se lo recordaba bien cuando tomaba su forma de cierva.

Decirle a su amo las palabras de aquella bruja loca a la que entrevistaba Albus Dumbledore fue lo que volvió a darle un giro radical a su vida. Acostumbrado a ser solitario como un murciélago, tuvo que arrastrarse a los pies del Señor Tenebroso pidiéndole clemencia y a pesar de todo, no pudo volver a escuchar otra vez la voz de aquella chica nacida de muggles ni volverle a pedir perdón… Muerta, como su estúpido esposo, muerta, como los sentimientos que ella sentía por él. Las lágrimas, el arrepentimiento, todo… Hizo que poco después estuviera al lado de aquel hombre que temía a lord Voldemort. Su única misión era proteger al chico Potter que le había arrebatado los ojos a la bella Lily y aunque le parecía que tenía el mismo carácter de su pedante padre, lo hizo. Notaba el espíritu de la muchacha rodeando a Harry, cálido, con luz… Ojalá no le hubiera llamado sangre sucia.

Y sin embargo, para proteger a aquel muchacho que tenía una enorme carga, tuvo que mancillar más a su alma, su corazón, volviendo a conjurar aquel maleficio mortal para acabar con la vida del hombre que le perdonó. El único hombre que supo encontrar su verdadero yo dentro del escudo construido durante sus cuarenta años. Lily… Lo siento.

Nagini, su mordedura, la varita de Saúco… Parecía una muerte demasiado cargada y sucia para todo lo que había hecho. Sucia, igual que su vida. Igual de violenta. Mordisco tras mordisco y contemplado por Potter y sus dos amigos.

Solo quería ver otra vez los ojos de Lily…

La muerte no era blanca, era esmeralda. Aquel esmeralda tan puro… Ojalá me perdone en el Más Allá.

— El profesor Snape se quedará aquí hasta su completa recuperación — decía una voz completamente conocida para él. No entendía porque después de la muerte la cándida y severa voz de Minerva McGonagall sonaba por sus tímpanos…

— De acuerdo, aunque no creo que tuviera especial ilusión en verme… Solo quería saber como está — dijo la voz de Harry Potter. ¿Qué hacía ese mocoso ahí? ¿Acaso no entendió las memorias en que Dumbledore decía que debía morir?

Severus abrió los ojos y notó como una luz casi cegadora, blanca, casi acababa con sus pobres retinas. Soltó un gemido lastimero y apretó sus puños. Notaba una pesadez en su cuerpo, el cuello caliente y el abrasador veneno de la serpiente Nagini. ¿No había muerto él tampoco?

Al parecer, ninguno de los dos que debían de haber muerto, lo habían hecho. Severus parpadeó adaptándose a la luz de aquella habitación del hospital San Mungo y se incorporó como pudo.

— ¡Severus, aun no puede hacer muchos esfuerzos! — exclamó Minerva McGonagall.

La última vez que la vio fue en un duelo donde tuvo que huir si no quería matarla ni que ella le matase. Estaba realmente enfadada como lo estuvo en todo el curso reprochándole sus acciones recientes. Había roto su amistad, su confianza… La confianza de todos. ¿Y ahora estaba ahí tan alegremente diciéndole que no podía hacer verdaderos esfuerzos? ¿Y Potter? ¿Qué hacía ahí Potter?

Las cosas eran confusas. ¿Acaso la reflexión acerca su vida no era señal de que iba a lanzarse a los brazos de la muerte? ¿Qué iría a abandonar aquel mundo? Iría a los brazos de Lily. Del esmeralda. De sus palabras. Oh, ¿por qué ella murió y él que lo merecía más se salvó de una muerte asegurada?

— ¿Qué… Hago aquí? — su voz no era aquella voz fría y distante que solía utilizar en las clases de pociones ni contra Harry Potter. Era confusa, seca y mostraba el atormento de su mente y su confusión.

— Hice que Kreacher le trasportara al castillo cuando me dio las memorias — dijo Harry Potter —. No podía dejarle moribundo.

Ah, olvidaba la faceta de Potter de ser un héroe. Lo llevaba en la sangre Gryffindor de sus padres y no sabía que prefería ya la muerte a tener que cargar con las secuelas de la guerra.

Sabía que Lily hubiera hecho lo mismo a pesar del odio que retomó en él al pronunciar aquellas dos feas palabras en su quinto curso de Hogwarts, pero seguía sin soportar que aquel muchacho tuviera la misma voz e imagen que James Potter.

Miró a Harry para que siguiera hablando. Era una mirada dura, como las que le solía dirigir. Él en cambio no le contestó con la misma mirada como solía hacer en las clases de Pociones o cuando discutía con él fuera de ellas en los pasillos del castillo buscando alguna excusa para poder castigarle, o en cualquier otra situación.

Sin duda, Potter sabía su secreto. Su amor. Lo que había dentro de aquel escudo construido con tanto esmero que creyó que nadie podría ver — a excepción de Albus Dumbledore — lo que aguardaba en él.

— Kreacher recibió estrictas órdenes de mantenerle con vida — continuó Harry —. No sé como se las apañó pero Kreacher logró hacerlo hasta que pude contarle al mundo que no era ningún traidor.

— ¿Cómo lograste vencer al Señor Tenebroso? – preguntó Severus intentando en no pensar en nada ni tampoco contestar mal a Potter por haber hecho eso —. Dumbledore me dijo sobre su plan como habrás visto en mis memorias.

— Gracias a la Piedra de la Resurrección y a que en realidad no quise morir sino solo sacrificarme como lo hizo…

— Como hizo Lily, sí — terminó con una punzada de dolor al recordarla —. Muy astuto. El poder que te dejó Lily era enorme — añadió.

— Usted… Usted hizo demasiadas cosas por mí.

— Por Lily, no te equivoques, Potter — gruñó —. Me sigues recordando a tu padre a pesar de todo.

Se sumieron en silencio. Severus se dio cuenta que Minerva decidió salir de la habitación del hospital para dejarles a solas. Se olía una atmosfera tensa entre ambos como siempre había habido en sus encuentros.

— Espero que no haya dado muchos detalles acerca de mi inocencia — le espetó.

Harry lo miró sorprendido aunque ya vio ese tipo de comportamiento cuando le hizo jurar a Albus Dumbledore que nunca rebelaría a nadie que su paso a la luz era por su amor a Lily Potter. Que la valentía que había demostrado desde la muerte de ella era sin duda, su mejor cualidad, su mejor disculpa a la pelirroja, a aquella muchacha que fue tan amable en vida con él hasta aquel suceso…

— Vencí a lord Voldemort y todo ha acabado. La profesora McGonagall es nueva directora en Hogwarts y volverá a aceptarle sin ninguna objeción.

Severus miró irritado a Harry. Lo que menos deseaba era volver a aquel castillo y hacer como si nada hubiera ocurrido. Como si no hubiera matado a Albus Dumbledore, si no hubiera hecho de aquel castillo un lugar de Artes Oscuras, como si olvidara las palabras y miradas de odio que les dirigían personas como Minerva McGonagall, Fillius Flitwick o Pormona Sprout. Incluso el viejo Slughorn no parecía estar muy de acuerdo con su régimen de nueva educación en Hogwarts. No toleraban la presencia de Amycus y Alecto Carrow ni de sus nuevas enseñanzas y siempre hacían lo posible para culpabilizarle.

¿Cómo volver a contarles a unos niños de once años sobre los efectos de las pociones cuando sabía que en sus mentes pasaban los relatos de los mayores acerca la muerte de Albus Dumbledore?

Era un tema que con Potter no debía de hablar sino con Minerva, así que se limitó a asentir y mirar si aquel muchacho tuviera algo más que decirle.

Harry se quedó mirándole y al ver que su antiguo profesor de Pociones no le decía nada más salió de la habitación y dejó que Minerva McGonagall volviera a entrar.

— Creo que Potter le contó acerca que puedo volver a admitirle — dijo Minerva con voz que sonaba incluso maternal.

— Así es — gruñó Severus y miró por la ventana —. Y no pensará que soy tan estúpido para volver a encerrarme en ese castillo después de los improperios que me han dirigido. Después de matar a Albus Dumbledore…

— ¡Dumbledore le pidió que lo hiciera, Severus! — exclamó Minerva algo alterada — ¡Dumbledore confiaba en usted! ¿Qué diría si ahora se encierra de esta…forma? Si ahora huye del castillo, del único lugar en que se le ha aceptado.

— Se me aceptó hasta el año pasado — le recordó.

— ¡El año pasado no sabíamos nada porque Dumbledore no se dignó en confiarle en nadie sobre su lealtad! — se quejó Minerva —. Severus… - murmuró calmada y se aclaró la voz —. Me gustaría pedirle que volviera a su antiguo puesto como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras o como profesor de Pociones. Usted elige.

Severus la analizó aunque no trató de entrar en su mente y suspiró. ¿A dónde iría si se iba de Hogwarts? ¿Dónde paliaría su dolor de haber sobrevivido a pesar de dejarse morder por la serpiente Nagini? ¿Dónde se redimiría de todo lo que le hizo a Lily? ¿De lo que le hizo a Albus?

— Prefiero enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras, eso ya lo sabía, Minerva — dijo —. Sin embargo, como profesor de Pociones me encuentro más a gusto.

— Decide lo que crea más conveniente, Severus.

— Ese puesto estuvo maldito por el Señor Tenebroso durante años y ahora la gente no quiere — comentó refiriéndose a la primera asignatura —. Le será más fácil encontrar a una persona que enseñe Pociones.

— De acuerdo, aunque no lo haga por mi comodidad sino por la suya, Severus.

— ¿Dónde encontró Dumbledore a un profesor de Defensa decente durante estos últimos años? Quirrell era un inepto, Lockhart un farsante, el verdadero Moody murió, Umbridge era una profesora de tortura…

Las miradas de ambos se cruzaron sabiendo que Severus tenía razón.

— De acuerdo, buscaré a alguien que enseñe Pociones ya que Slughorn quiere jubilarse — dijo Minerva —. Espero que no me defraude intentando escapar del castillo.

Severus bufó y con una señal con el brazo le hizo entender a Minerva que la conversación había terminado. Se echó en la cama y prefirió mirar por la ventana como la ciudad de Londres era escondida por las nubes de polución.

No tenía realmente ganas de volver a Hogwarts. Ni a la vida. Ojalá hubiera muerto por aquella mordedura… Lily.