How did we ever get this far?

It shouldn't have to be this hard

Now for the first time in my life

I'm crying

Can we escape this cruel world?

And find a place where we're unheard.

Is it enough to keep inside

My sarrow

Lluvia, gotas que caían interminablemente bajo un cielo gris. El día iba acorde con su humor. Sus ojos claros se habían oscurecido, cargados de malos presagios. Pero no lloraba. Por el momento, no tenía motivos para ello. A pesar de su corta edad, rara vez lo hacía.

Una sombra cruzó su campo de visión. Las luces de la habitación se encendieron, revelando la figura de una mujer adulta que se retorcía nerviosamente las manos. Si la sorprendía ver a su hija despierta a una hora tan temprana, no lo demostró. Tampoco hizo preguntas. Se limitó a ordenarle que se levantara y se preparara para salir. No dio explicaciones. Sólo se quedó allí unos instantes, retorciéndose las manos y lanzándole a la pequeña miradas cargadas de una emoción que ella no pudo identificar.

Finalmente, empezó a caminar hacia la puerta, pero se detuvo antes de llegar y volvió la cabeza. Sus labios se despegaron brevemente, sin embargo, de su boca no salió ningún sonido. Antes de que saliera de la habitación, la niña creyó haber visto lágrimas en sus ojos, pero lo atribuyó a su excesiva imaginación.

No desayunó. Cuando entró en la cocina, la temperatura estaba bajo cero. Los dos adultos la esperaban allí sentados, como si fuera un día normal. Pero el dramático silencio q se cernía sobre el ambiente lo negaba. Eso y el anormal frío q se respiraba allí. Algo pesado, irrespirable, q no se percibía por medio de los sentidos normales. Algo q era mejor no nombrar.

Sin decir palabra, la condujeron hasta el coche. Ella tampoco dijo nada. Una fuerte opresión en el pecho le impedía respirar y pensar con claridad. Mientras atravesaba el arco de la puerta, su visión se volvió borrosa. El viento golpeó con crueldad la piel expuesta, obligándola a arrebujarse en su pequeña chaqueta. Cerró con fuerza sus puñitos, al notar cómo las gotas de lluvia se mezclaban con sus lágrimas en una danza de agonía. Continuó su camino en silencio hasta el asiento trasero del coche.

Su mirada traspasó el cristal de la ventana, q ya comenzaba a empañarse, dándole al exterior un aspecto irreal. Su casa parecía flotar en la niebla. Los árboles, verdes y fuertes a pesar de las gélidas temperaturas, se inclinaban ante el viento implacable, produciendo la ilusión de manos agitándose en despedida.

Su garganta se cerró en un nudo, mientras las lágrimas volvían a correr por sus mejillas. Alzó sus pequeñas manitas, cubriéndose el rostro con ellas. No quería que los extraños que se hacían llamar sus padres la vieran sufrir. Tenía la vaga pero acertada idea de que eso era lo que esperaban (de ella). Por tanto, ahogó sus sollozos durante el viaje interminable, subiendo y bajando cuestas bajo el cielo gris.

Al aminorar la marcha, no pudo evitar que un ruidito escapara de su garganta. Se esforzó por mantener la compostura, por no romperse. Pero todas sus esperanzas se hicieron mil pedazos cuando ellos le abrieron la puerta, mirándola con impaciencia para que se bajara, para borrar de una vez ese capítulo de sus vidas.

Sus ojos se abrieron de incredulidad, observando conmocionados cómo sus peores temores se confirmaban. Cómo sus pesadillas se tornaban realidad.

Temblando, muriéndose por dentro, bajó. Cerró despacio la puerta. Sentía su mundo desmoronarse mientras ella desesperadamente intentaba mantenerse de pie. El coche se alejaba, sus ocupantes, antes dueños de su vida, no miraron atrás. Para ellos ya no existía. Estaba muerta.

Cayó de rodillas, un grito pugnando por escapar de su garganta. El agua corría libremente por su cara, su cuello su pelo… pero no importaba, ya nada importaba. Estaba sola. Completamente sola.