Señoras, señores y alienígenos de Júpiter, ¡He vuelto!... Y con la segunda parte de "Mi Hermana".
Este cap será narrado por Tai Lung, pero el lo que sigue del fic será desde el punto de vista de Tigresa... Bueno, antes de comenzar quisiera agradecerles a todos los que leyeron "Mi Hermana", pero sobre todo a geraldCullenBlack, que sin ella este prologo no hubiera sido y yo seguiría en blanco.
Gracias amiga, por tus locuras y ¡Si! Concuerdo con tus teorías xD...
En fin, los dejo leer.
Kung fu panda no me pertenece... P.D. No creo que Dreamworks se moleste si no pongo el resto xD (Pero no le digan, es nuestro secreto)
Prologo
No veo nada. Parpadeo, los ojos me pesan, pero el lugar es demasiado oscuro y aún así no veo nada. Un sabor amargo inunda mi boca, junto al familiar sabor metálico de la sangre. No recuerdo nada. No puedo moverme. Siento el cuerpo agarrotado, adolorido, y apenas puedo mover la cabeza. Estoy de rodillas, con los brazos extendidos a ambos lados y algo pesado sobre mi espalda me mantiene en mi lugar.
¿Dónde estoy?
Bajo mis rodillas, el suelo es de piedra. Frío y húmedo. Intento pararme, pero aquello pesado hace que vuelva a caer de rodillas.
¡¿Dónde estoy?!
Esto no me gusta. Si es una pesadilla, quiero que me despierten aunque sea con un puñetazo… Casi por instinto, gruño. A lo lejos oigo voces, roncas y graves. Otra vez, intento ponerme de pie, con el mismo resultado.
¡¿Qué demonios tengo en la espalda?!
Esta vez, rujo, furioso. Me apoyo en una rodilla, flexiono la otra pierna e intento reincorporarme, mientras jalo de las cadenas que suspenden mis brazos... Pero a pesar de todas mis fuerzas, no logro liberarme. Las esposas de metal en muñecas me lastiman, y el peso de lo que tengo en la espalda hace que vuelva a caer de rodillas.
Quedo quieto en el lugar, jadeando, y lo único que evita que caiga al suelo son las cadenas que sostienen mis brazos. Parezco un muñeco de trapo, sin fuerzas para moverme a voluntad... Entonces, lo recuerdos llegan a mi. El pergamino del dragón, el Valle de la Paz ardiendo en llamas, los cadáveres de los ciudadanos. Todo. Pero por una extraña razón, no siento ningún remordimiento.
Hasta que unos ojos carmín aparecen en mis recuerdos, preocupadas, asustados. Recuerdo aquel último beso, en mi cuarto, lleno de sentimientos... Oigo pasos, ligeros y casi imperceptibles. Levanto la mirada, en un inútil intento de ver algo entre las oscuridad, y busco el origen de ese sonido. Por un momento, el único ruido es el de gotas al caer en algún charco de agua.
Los pasos se acercan, están corriendo, saltan de algún lugar y los oigo caer a unos metros de distancio... Entrecierro los ojos, pero es inútil, la oscuridad es tal que no podría ver ni mi propia mano frente a mí. De repente, algo esta junto a mí y me rodean por el cuello. Me muevo, o al menos lo intento, para apartar aquello de mí, pero unas manos en mis mejillas me obligan a detenerme y mirar a los rubíes que tengo en frente.
—Sshh... Soy yo. Tranquilo— Susurra.
Me digo que no es posible, que de seguro ya estoy delirando. Pero la caricia en mi mejilla se siente calida, tierna, y demasiado real... No la veo, pero distingo en brillo de sus ojos y eso me basta para saber que es ella.
—Tigresa—.
No puedo decir nada más que su nombre. Sus ojos brillan, aún más, y sé que está sonriendo... Sus brazos vuelven a rodear mi cuello, de manera casi asfixiante, pero no puedo quejarme. Su abrazo me tranquiliza, apacigua mi ira, y me siento seguro de saber que puedo esconder mi rostro en el hueco entre su cuello y el hombro.
—Eres un hijo de puta— Murmura, sin soltarme —Maldito, desgraciado, bastardo mal nacido, mal agradecido de mierda... ¡¿Por qué lo hiciste, idiota?!—.
Llora amargamente, angustiada, me insulta. Por alguna razón, no me sorprende que conozca tantas malas palabras. No replico, la dejo desahogarse, hasta que luego de un par de minutos se aparta... Me mira, con ojos envueltos en lágrimas, sus manos a cada lado de mi rostro me obligan a levantar la mirada y no apartarla de la suya. Aquellos ojos me duelen mucho más que cualquier condena, los entrecierra y se vuelven a llenar de lágrimas. Nunca la vi llorar, no tanto, y es un sentimiento amargo.
Se arrodilla frente a mí, quedando a mi altura. Besa mi frente, mis mejillas, mi nariz. Cubre mi rostro de besos, de tiernas caricias, hasta que sus labios se posan en los míos... Las veces que la he besado, las veces que me ha sabido a poco, siempre con ternura y delicadeza. Ahora es ella quien me abruma con su urgencia, con un beso furioso y apasionado.
—¿Que... Que... haces... aquí?— Logro preguntar, entre besos.
Ella es quien se aparta, jadeante, y apoya su frente en la mía.
—Vine a verte— Murmura —¿Por que lo hiciste, Tai?... No... ¡¿Tienes idea de lo que...?!
—No grites— Le interrumpo —Si gritas, vendrán a ver que sucede y te meterás en problemas... Escúchame, Tigresa, nunca te he ocultado nada y siempre te he dicho todo de frente. Te he dicho que iba a conseguir ese rollo, cueste lo que e cueste, y eso hice. Eso haré. Me pertenece—.
Silencio. Sus ojos penetran los míos, buscando algo, pero parece no encontrarlo. Finalmente aparta su mirada, junto a un largo y cansado suspiro, suelta mi rostro y se aparta... Tan solo miro sus ojos, que son la única señal de que sigue aquí. Se han vuelto inexpresivos, fríos, y sé que se esta por ir.
—Esta vez, fuiste demasiado lejos— Dice, dolida pero sin titubear —Así no son las cosas. Ese rollo no te pertenecía—.
Gruño hacia ella, aunque no parece importarle.
—Tú no sabes nada. A ti tampoco te lo dieron, supongo que me entiendes—.
—Si, entiendo tu resentimiento. Yo también estoy decepcionada— Admite. Parece avergonzada —Pero las cosas pasan por algo, si no fue así era porque no tenía que ser así. No te justifico. Has perdido todo, por nada. Tenías familia, un futuro, ¡Una vida!... Supongo que unos años aquí te harán pensar—.
La oigo y no parece ella. Es demasiado fría, demasiado cortante, y no puedo evitar reírme.
—No voy a quedarme aquí, Tigresa. Saldré, algún dia me iré—.
—Estas encadenado. El caparazón de tortuga de restricción tiene agujas de acupuntura que te mantienen en tu lugar—.
—No dije que seria fácil—.
Me duele su mirada, pero se la sostengo y trato de parecer indiferente. Aunque no sé para qué, si ella igualmente se dará cuenta… Luego de unos minutos en silencio, ella se vuelve a acercar. Se inclina y me besa, pero es un beso tierno y corto.
—Preferiste el poder a todo lo que tenías— Murmura, con sus labios aun sobre los míos —Ahora lo has perdido todo, y por nada—.
—Te tengo a ti. Eres todo lo que necesito—.
Se aparta para mirarme a los ojos, casi inexpresiva, pero veo dolor en estos.
—Adiós, Tai Lung—.
—Prometiste…
—Se lo que prometí— Su voz es severa, cortante —Y aún lo sostengo. Pero tú… Lo siento, Tai Lung, pero tú decidiste esto—.
Retrocede unos pasos y me mira, no parece dolida, ni siquiera hay rastros de lágrimas, pero tampoco hay alguna emoción, Entonces, gira sobre sus talones y se aleja, a paso lento… Si se va, no volverá. En cuanto logre salir de aquí, me habré quedado solo.
—Tigresa— La llamo. Se detiene, pero no voltea —Yo si te amo, recuérdalo, te di mi corazón y tú lo conservaras… Algún día saldré de aquí, y cuando lo haga, será a ti a quien busque primero—.
Los días pasan, al igual que las semanas y los meses. Ella no ha vuelto y sé que no lo hará. Pero me llegan noticias. Los guardias, rinocerontes de poca inteligencia, disfrutan de hablar de más y restregarme en la cara lo que sucede afuera. A menudo vienen hasta aquí abajo, con carteles o simplemente a "charlar", parecen viejas chismosas… Los años pasan, sé que estoy solo. Pero ya no me importa. No tengo ningún cargo de conciencia, mi corazón no esta conmigo, así que no me siento dolido. Cada sentimiento que podría tener, amor, arrepentimiento, tristeza, todos se fueron con ella y mientras ella no vuelva, los sentimientos tampoco.
Solo siento ira.
"Prodigiosa hija del Maestro Shifu"… Los rinocerontes hablan de Tigresa, al parecer ganó el primer puesto en el torneo de maestros de kung fu. Sin que nadie me vea, sonrío. Tigresa ya ha de tener unos veinte años, de seguro ha crecido. Me la imagino, sonriente, con aquel brillo entusiasta en su mirada. Me imagino la pelea, de seguro aquel que haya sido su oponente no habría ni tenido oportunidad.
"Los nuevos Cinco Furiosos"… Mono, Mantis, Grulla, Víbora y Tigresa. La mas fuerte de los cinco, según he escuchado, líder no oficial.
"El Guerrero Dragón es elegido por el Maestro Oogway"… No puedo evitar poner especial atención, pero esta vez, los guardias no presumen ante mí. Sin embargo, la ira vuelve a despertar y corre como hierro fundido en mis venas. Ese rollo era mío, es mío. Aquel sujeto es un usurpador, un acomodado.
"El Guerrero Dragón vence a Lord Shen"… Intento ignorarlo. No voy a darles el placer de ver que me afecta lo que ellos me digan. De seguro no es cierto, solo es una mierda inventada por esos idiotas.
Decido ignorar las noticias, los chismes. No me interesan. Prefiero pensar en otra cosa… ¿Cómo estará Tigresa? Ya ha de tener unos veinticinco años, si es que no cuento mal. Ya es adulta. Puedo imaginármela, con su chaleco rojo y esos pantalones, que le disimulan demasiado bien aquellas curvas sutiles pero llamativas. De seguro sigue siendo igual de orgullosa, terca y mal humorada, como siempre fue. Con aquella mirada de rubí que parece lanzarte mil cuchillas cada vez que se enfurece o con aquel sarcasmo y aquella voz de "Vete al demonio". Si, esa era la Tigresa que conocía y esa es la Tigresa que ahora me imagino, haciendo su vida lejos de aquí, enterrándome en lo profundo de sus recuerdos.
El pensamiento duele. Por primera vez en años, me duele pensar que tal vez ya no soy nada para ella. Pero me digo que cuando salga iré por ella, la recuperaré, la tendré a mi lado... Y eso es suficiente apara apartar aquellos pensamientos de mi mente.
"La Maestra Tigresa comprometida con el Guerrero Dragón"… Y un día, esa noticia está en boca de cada uno de los guardias de esta prisión. No se están burlando, ni siquiera me lo dicen a mi, solo están corriendo la voz. Celebran la gran noticia.
¡¿Que?! ¡No!... Tigresa, mi Tigresa. La misma que prometió amarme siempre, la misma que en una noche de tormenta se entregó a mí ¿Comprometida? No, tenía que ser un mal entendido, una maldita equivocación. Sin embargo, unos meses después sé que es cierto.
Ella se ha casado, es una señora... Y por primera vez en los diecisiete años que llevo encerrado, siento mis ojos picar y una lágrima silenciosa deja un rastro húmedo en mi mejilla. Mi Tigresa ya no es mía, la he perdido del todo y cualquier esperanza de recuperarla cuando me libere muere junto a la imagen de ella vestida con un kimono blanco y caminando por un pasillo hacia quien quiera que fuera el idiota desgraciado que se ha encargado de tomar todo lo que me importaba.
Ya no puedo contenerme. La ira quema en mis venas. Flexiono una pierna, apoyándome en mi pie, y me impulso hacia delante en un intento de pararme. Un rugido de mi parte alerta a todos, que inmediatamente se amontonan a los alrededores, con ballestas listas a ser disparadas... Pero es demasiado, no puedo moverme y termino por caer rendido de nuevo.
Sin embargo, aún no me he rendido... Saldré de aquí. Recuperaré lo que me pertenece. Entonces, cuando creo que ya nada puede afectarme, es aquella noticia la que me da fuerzas para mantener la ira y el resentimiento fluyendo en mi sangre.
"Ha nacido la primogénita del Guerrero Dragón y la Maestra Tigresa"
Continuara...
Y colorin colorado, este cuento... ¡Ha empezado!... Y con un lindo gatito encabronado xD... Celos, drama, acción, vomito de bebes, pañales, la cabeza de Mantis y un poquitito de humor xD
Bien, espero que les haya gustado... Mientras ustedes me dejan un Review (Vamos, no sean tacaños, no les cuesta mas que un click y cinco segundos) yo me iré a buscar chocolates a Narnia…
P.D. La entrada esta en mi armario… No le digan a nadie, es un secreto Sshh
