A/N Disc: personajes de twilight y cualquier otra referencia a los mismos que se mencionen en este o posteriores capítulos pertenecen a la fabulosa Stephenie Meyer y sus obras. Las referencias a lugares, personas, nombres y demás son ficticios o usados en dicho contexto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Gracias por leer.

Dulces dieciséis, me dije a mi misma mientras soplaba las velas de un pequeño pastel de chocolate que ni siquiera parecía del todo un pastel de cumpleaños. Louis Fontaine, el chef, esperaba ansioso mi veredicto desde la puerta doble de paneles que daba acceso al enorme comedor en cuya esquina ahora me encontraba. Se limpiaba las manos frenéticamente con una toalla mientras me miraba, una sonrisa tensa pintada en su rostro, casi rodé los ojos ante tal actitud. Cinco criadas estaban a mi alrededor, una de ellas con una cámara digital, capturando cada instante para luego enviarlo todo al email de Adrianne, mi hermana mayor. Aun esperaba su llamada, esperaba que no lo olvidara, no lo había hecho durante mis tres últimos cumpleaños.

Antes de soplar, Agnes, el ama de llaves, me recordó que debía pedir un deseo, con ese acento suyo tan peculiar. Todos en esta casa tienen acentos peculiares, mi hermana favorece el trabajo de inmigrantes ya que los considera mejores trabajadores y merecedores de una oportunidad para surgir en este país. Mire a mi alrededor preguntándome qué podría pedir, después de todo, no era como si un deseo de cumpleaños pudiese revivir muertos; ya lo había intentado por cuatro años seguidos, tal vez cinco. Mire a mis acompañantes y suspiré. Una Markins no necesita de un deseo de cumpleaños. Soplé las velas y como coordinado, mi teléfono móvil comenzó a sonar. Era ella.

Adrianne Markins es una de las mujeres más ocupadas del mundo, por lo que la llamada fue breve. Lamentaba no poder estar aquí, su viaje de negocios se había extendido por dos semanas más, ya llevaba un mes fuera de casa. Me preguntó distraídamente por el pastel y mi mañana, en general mentí mucho, en especial cuando me pregunto si planeaba hacer algo con mis amigas en la tarde. Use la excusa de siempre, que estaban en alguna parte del caribe, en un crucero con sus padres, o es sus casa de verano, no seria agradable explicarle que carecía de amigos en el Eileen Collins Institute. Después de la llamada, comí pastel en silencio mientras las criadas y Agnes regresaban a su oficio.

AM Corp. es la petrolera fundada por mi bisabuelo, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando el carbón se cambió por la fiebre por el oro líquido negro en los Estados Unidos. Jonah A. Markins encontró un pequeño yacimiento justo debajo de su enorme rancho en el norte, cerca de la frontera con Canadá. En lugar de vender el terreno como era siempre recomendado, mi bisabuelo dejó su vida de contador en Seattle y se dedicó al negocio del crudo. Era un gran negociante, una veta familiar o al menos eso dicen, con lo que consiguió expandir al comprar diversos yacimientos, su hijo aportó al capital, haciéndose con pozos en el Medio Oriente, Europa del Este y Canadá, muchos lugares en donde hombres comunes como mi bisabuelo habían encontrado crudo y no tenían el capital para explotarlo, o donde el país deseaba contratar alguien que lo hiciera por ellos. Las inversiones se vieron recompensadas y pronto AM Corp. estuvo entre las acciones más cotizadas de la bolsa. Pensar que todo había comenzado con mi bisabuelo buscando construir una de las primeras piscinas térmicas para que sus hijos nadaran durante el verano, ya que en la casa de campo ni en verano había calor suficiente para nadar, hacía de la historia algo mucho mas surrealista.

Adrianne había heredado, como era costumbre, la silla de CEO y única propietaria a los veinte años de edad, cuando nuestros padres murieron en el atentado del 9/11. No recordaba bien como había sido, después de todo tenía cuatro años, ambos habían estado en las torres ese día, un business meeting fatal. En casa no hablábamos de ello, Adri aún apretaba con fuerza los dientes y cerraba los ojos al escuchar el tema. Tras ser nombrada CEO, Adri había evitado el Medio Oriente durante dos años, hasta que decidió que sacaría cada gota de petróleo de esos desiertos solo para dedicarlo a la memoria de papá y mamá. Aún no lo consigue, pero sigue empeñada en ello.

Y eso era lo que me traía hasta aquí, sentada sola ante una porción del pastel de cumpleaños. Esperaba que Louis y los demás trabajadores lo comieran, no quería que el resto se echara a perder. Después de terminar, me puse de pie y escapé a mi habitación.

Estaba hecha un desorden, como siempre lo estaba cada vez que mi hermana salía de viaje, casi siempre durante el verano. Al principio, como hasta que cumplí doce años, Adri me enviaba de campamento, los primeros de aventura, deportes y recreación y los siguientes un poco mas extremos. El verano que cumplí trece por fin conseguí pasar un cumpleaños en casa, pero después de la experiencia de tener que tenerme en casa todo el día durante casi tres meses, mi hermana mayor coordinó sus viajes de negocios con el final del verano y parte de sus vacaciones con el principio del mismo. Cuando empecé clases en el Eileen Collins Institute jamás volví de campamento, después de todo odiaba a mis compañeros lo suficiente como para rogar y así no tener que verles 24/7 durante todo el verano.

Recogí mis calcetines de encima del Macbook que reposaba en mi escritorio y los arrojé luego en una de las cestas del baño dispuestas para la ropa usada. Tenía una semana más antes de la inminente llegada de Adri y, por supuesto, el inicio de clases. Me recosté contra la pared mientras miraba el desorden y planeaba lo que haría esa tarde y lo que haría lo que quedaba de la semana. Suspiré por milésima vez ese día. Un feliz cumpleaños, sin duda.