Matantai loki no me pertenece ni sus personajes. A todos los que entren y lean les dire que gracias. :D

Bye gente bonita.


El cielo se encontraba nublado y caía la lluvia suavemente sobre las cabezas de la gente caminando en la ciudad. Entre ellos estaba una pequeña familia, un joven chico de unos cuatro años que caminaba junto a su hermana menor mientras, mantenían ellos dos una sombrilla sobre sus cabezas a fin de que la lluvia no les empapara. Detrás de ellos estaba su abuelo que a pesar de tener 62 años, se notaba mucho mayor.

Hacia bastante frio, pero eso no intimido al hermano mayor llamado Narfi y eso era porque su hermana pequeña Vali estaba con él y debía protegerla, ya que su mama no podía estar más con ellos. Su progenitora era una hermosa mujer gentil y amble que Dios se llevó de las mismas maneras en que se llevó a su abuela.

Durante su camino, Narfi al ver que su hermana comenzaba temblar un poco. Paso su brazo libre por la espalda ella para abrazarla y darle calor "No te preocupes Val todo saldrá bien"

La pequeña de ojos rojos redirigió su mirada desde sus pies hacía su hermano para luego decir con confusión y dolor "Hermanito ¿Por qué mami no nos visita? ¿No era ella un angelito que nos cuidaba? "

Narfi no sabía que decir, pero le dijo lo que le llegaba a la mente a él "No sé, pero no creo que nuestro abuelo haya mentido. Así que hay que tener fe"

La niña al oírlo desvió la mirada, a la vez que se acurruco en su hermano, buscando calor "Ok"

El hombre detrás de ellos había escuchado todo lo que dijeron, pero no se atrevió a acercarse por temor a romperse frente a unos niños que no sabían del mundo. El nombre de este señor era Misao Daidoji, un hombre que había vivido 65 años, pero parecía de 70 luego de la muerte de su hija. Su amada bebe le fue arrebatada de sus manos de la misma forma que su mujer.

Todavía recordaba el calor de su pequeño cuerpo cuando nació, el día que su esposa dijo que estaba embarazo de una niña a él ya sabía que nombre ponerle a su pequeña… como su abuela, Mayura. El sacerdote sacudió su cabeza para borrar los pensamientos esparcidos en su mente, luego, observo de reojo a sus nietos, los cual debido a su herencia eran realmente hermosos con los ojos rojo rubí de su madre y la buena apariencia de su padre, el cual era desconocido para él. Solo sabía por su hija, que sus hijos se parecen al que al dio la otra mitad de los genes.


Era de noche y no se podían ver las estrellas. Solo en el cielo estaba la luna, que iluminaba con su luz, la cual pasaba por una ventana de una habitación. En esta se podía distinguir algunas cosas, entre ellos, estaba el hombre que se encontraba sentado en una cama de una sola persona. La habitación era un lugar bastante sencillo y silencioso. El hombre era como una estatua, ya que no se movió de la cama hasta que de repente abrieron la puerta de una manera muy brusca.

El hombre en la cama sonrió, al ver a su carcelero entrar. Era un prisionero de la persona que tenía adelante, pero no por eso le temía, ya que él nunca moriría dándole la satisfacción a su carcelero para que lo vea en desesperación. "Ha pasado un tiempo sin verte"

El carcelero se acercó más al hombre y mientras, lo hacía poco a poco se pudo distinguir sus características debido a la luz de la luna. Era una apariencia bastante común, pero no por eso era feo.

Después de un rato en que se miraron mutuamente, el carcelero correspondió la sonrisa del otro hombre, sonriendo y diciendo en un tono prepotente "Me alegra que me des la bienvenida Baldur."