Hola gente. Lo primero: Disclaimer, esta historia está basada en los personajes que Rowling creó.
Lo demás, al final del segundo capítulo.
-Mientras vivas en esta casa- gritaba el hombre, agitando la lata de cerveza que tenía cogida- harás lo que yo diga.
El adolescente miraba a su padre, tragándose la respuesta que quería darle. Al menos, en esa ocasión se había metido con él, y había dejado tranquila a la pobre mujer que veía la escena, atemorizada, desde la puerta que daba a la cocina. Si aguantaba los gritos y no contestaba, pasaría pronto. Tras tantos años observando su comportamiento, sabía que después de la cena era el mejor momento para soportar los ataques de ira de su padre, porque éste se sentaría a ver algún programa de televisión con un par de cervezas y le gustaba que le dejasen tranquilo.
Aun así, el chico tenía agarrada con fuerza la varita y también notaba cómo las uñas se le clavaban en la palma de la mano. El padre dirigió la mirada hacia la mano del muchacho, soltando una leve carcajada.
-¿Crees que ese palito puede salvarte, estúpido?- el hombre dio un sorbo a la cerveza- Una pena que no puedas hacer tus "abra kadabra" fuera de ese colegio para monstruos- el hombre se rió con ganas. Se sentó en el sofá, dando otro sorbo a la lata, y se puso a mirar la televisión- Podrías usarlo para cambiar el canal, en vez de tener que levantarme para ello. Seguro que es para lo único que vale esa rama que sujetas.
El chico salió del salón, haciendo gala de todo el autocontrol que tenía.
-¡No te he dicho que te vayas!- gritó el hombre, para que él lo escuchara. Se quedó quieto en el recibidor, dudando por un momento si volver o seguir su trayecto.
-Déjale que salga, Tobías- cuando oyó la voz de su madre, el chico tragó saliva. ¿Por qué tenía que meterse?- Ha aprobado todos los exámenes con las mejores calificaciones. Que disfrute de las vacaciones.
-¿Vacaciones? ¿Vacaciones de qué? Para tener vacaciones hay que hacer algo el resto del año- el adolescente se imaginó cómo salían escupitajos de cerveza mientras su padre decía esas palabras- Vete a la cocina a fregar los platos, mujer. Dejadme en paz un rato los dos.
El chico salió de la casa, dando un fuerte portazo.
Anochecía, pero aún hacía calor. Podía notar el calor del asfalto al contacto con sus zapatillas de deporte. Puso rumbo calle arriba. Al parque de columpios. Uno de los pocos sitios de esa maldita vecindad de los que tenía buenos recuerdos. Pasaba al lado de las otras casas, de apariencia idéntica a donde él vivía, aunque dentro de ellas había ambientes muy diferentes.
No llegó al parque. Se quedó a una manzana de distancia. Se sentó en el borde de la acera. Su parte racional le susurraba que no estropease los buenos recuerdos del parque con su mal humor.
No duró mucho su soledad. Cuatro figuras se aparecieron a su lado con chasquidos.
