La primera de muchas
A Sirius no le habría importado que el tiempo se parase y que aquel momento se hiciese eterno, pues no había un mejor lugar que ese: debajo de las sábanas de la cama de Remus, con el chico dormido a su lado y enlazados en un fuerte abrazo.
No es que nunca hubiesen dormido de aquella manera, para nada, pero sí que era la primera vez lo hacían después de comerse a besos y de que los roces contra sus cuerpos acabasen por hacerlos explotar, aún tenía los calzoncillos mojados, pero, a pesar de que comenzaba a ser incómodo, jamás se movería de allí voluntariamente.
¿Qué era lo que los había llevado a esa situación? La verdad es que no lo tenía muy claro. Estaba hablando con Lupin, bueno, para ser sinceros, le estaba intentando hacer de rabiar. Pero el chico no solo no se estaba molestando, sino que lo ignoraba, y no había nada que exasperase más a Sirius que ser ignorado. Así que cambió de táctica y se acercó a su amigo de manera sinuosa y sugerente.
No tenía ni idea de porque había hecho aquello, pero la mirada de advertencia de Remus le animó a continuar, era un adicto al peligro, mucho más si este provenía de un hombre lobo.
Lo siguiente que recuerda es como aquel enclenque cuerpo le tiraba a la cama con una fuerza desconocida en él.
—¿Lupin? —preguntó desconcertado.
—Calla, Sirius. Calla —le ordenó su amigo mordiéndole los labios.
De haber querido habría podido contrarrestar el ataque, o quizá intentarlo, pero no quiso hacerlo. Se dejó llevar, le dio las riendas y le retó con la mirada a continuar.
Y así fue como acabaron en aquella situación. Pero Sirius no podía arrepentirse menos de lo que había sucedido.
Cerró los ojos, respiró el aroma de Remus y lo estrechó un poco más contra su pecho. El chico se removió a su lado sin llegar a abrir los ojos y murmuró unas palabras inteligibles, pero que a Sirius le parecieron que era su nombre.
Las voces de James y Peter subiendo por las escaleras le hicieron ponerse en alerta. Durante unos segundos pensó en levantarse de allí, pero la calma y tranquilidad de la cara de Remus le hicieron cambiar de idea.
«¡Bah!, qué más dará.» pensó.
Cuando sus amigos entraron, Peter no les dedicó más que una corta mirada, era habitual en Sirius allanar las camas ajenas. Pero James se quedó quieto en mitad de la habitación y lo miró con fijeza durante unos segundos.
Sirius no tenía ni idea de qué era lo que su amigo estaba viendo, pero su mirada le dijo que sabía lo que había pasado.
—No la cagues —fueron sus únicas palabras antes de tomar a Peter del brazo y hacerlo salir del cuarto.
Cuando la puerta se cerró tras ellos Sirius se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Lo que el mundo pensara sobre él era algo que le importaba bien poco, pero James era su hermano, y su aceptación fue una liberación que no sabía que necesitaba.
Sonrió con felicidad y miró de nuevo hacia abajo, Remus seguía durmiendo. Su calmada respiración se le colaba por la abertura de su camisa hasta llegar a su pecho y eso le producía un agradable cosquilleo que le habría gustado llevar a más. Sin embargo, su cara se veía tan tranquila, tan en paz, que no pudo despertarle.
Cerró los ojos y se quedó dormido casi al instante.
No tenía que aprovechar cualquier momento para meterse dentro de sus pantalones, pues estaba seguro que aquella no sería la única ocasión que tendría.
