Apoyando su cuerpo sobre sus dedos de los pies caminaba una jóven de larga melena rubia. Su rostro era impecable, se trataba de una niña con dieciocho años recién cumplidos. El atuendo que llevaba, oscuro como el azabache, contrastaba tanto con sus labios gruesos y rosados como con sus ojos verdosos.
Sin embargo, lo que mas destacaba de ella no era lo físico, era lo que cargaba entre sus delgados y blanquecinos brazos; un bebé.
Aquella criatura que dormía entre una manta roja apenas tenía cuatro años de vida.
La muchacha se detuvo frente un marco de madera donde rezaba, o al menos a ojos de ella; "Delphi Strawberry Service". Supo que ese era el lugar que les había indicado las tres ancianas tejedoras que se encontró el día que dio a luz.
Aquellas tres mujeres le anunciaron que la hija que esperaba sería una gran amenaza y que no podría yacer bajo el mismo techo que ella por lo que le dieron una dirección. Las Moiras le comunicaron a su vez que aunque la madre no supiera quién era el padre ellas si tenían constancia de quién se trataba.
"—El retoño que esperas viene de un hombre con múltiples nombres para los mortales —dijo una—. Para unos se trata de la muda, para otros la segadora, pero es por todos conocidos como la muerte.
—Sin embargo, estos apelativos no son más que el prestigio que se ha ganado el viaje de los mortales tras la muerte, su nombre real no es este ni mucho menos. El padre de tu fruto es una persona, pero simultáneamente, es un lugar."
Estas palabras de las Parcas no paraban de aparecer por la cabeza de la muchacha llamada Rose junto a la dirección.
Una vez llegado al lugar supo que no pudo cruzar tras ese arco así que era hora de despedirse. Acurrucó en el suelo a la niña entre hojas secas y, tras los movimientos, la pequeña se despertó dejando ver sus grandes ojos negros que brillaban tanto como el alquitrán congelado.
—Chloé —susurró Rose el nombre de la pequeña, lo único que había sido capaz de darle—, lo siento mucho pero nunca habría sido una buena madre.
Dicho esto se fue y los lloros de la pequeña al ver como el primer amor de su vida, su madre, se alejaba a paso rápido pues las ninfas y dríadas se comenzaron a acercar a ver qué sucedía.
Una ninfa de piel blanca verdosa y cabello rojizo fue la primera que sostuvo entre sus brazos a la infante para cesar su llanto.
