Este es un fic donde se relata mi punto de vista sobre la vida de Camus de Acuario, desde su nacimiento hasta que muere en el muro de los lamentos junto a los demás. Quiero decir con antelación que el fic contiene Yaoi, la pareja será Milo x Camus, pero meteré algunas hetero como Aioria x Marin.

Algunas escenas que saldrán en mi fic estarán más basadas en el manga que en el anime, por lo que aviso que el maestro Cristal no aparecerá.

Advertencias: Contiene Yaoi

Disclaimer: Saint seiya no me pertenece


Sentado en el trono del patriarca, Shion se encontraba metido en sus pensamientos. Era algo habitual desde hacía unos años, pues las estrellas estaban más activas que de costumbre y le eran revelados los lugares donde los futuros santos de la diosa Athena se encontraban. Shion debía estar muy atento y sabía que no podía equivocarse ni un poco al predecir lo que el cielo y las estrellas le mostraban en Star Hill. Ya tenía en el santuario a muchos de los que estaban destinados a ser los nuevos santos dorados de esta época, pero aun habían algunos que no sabía nada de ellos.

Sonrió pensando que esos chiquillos se parecían mucho a sus compañeros en la antigua guerra santa, y pensó que de nuevo los estaba viendo, aunque fuese en otra vida. Se preguntaba si de grandes tendrían el mismo carácter o si serían diferentes, si se parecerían mucho o si tendrían las mismas costumbres que ellos. Ciertamente, tendría que esperar para saberlo.

Esa misma noche, la constelación de Acuario brillaba más intensamente de lo normal y un par de estrellas se movían rebeldes alrededor de esta, indicándole el lugar donde se encontraba el niño destinado a ser poseedor de la armadura dorada de dicho signo. Sabía que era en algún lugar de Francia, pero tenía que averiguar en que ciudad concretamente, si no, sería difícil mandar al que sería maestro del niño a buscarlo.

Suspiró, sería algo difícil a pesar de estar acostumbrado ya a tener que interpretar lo que las estrellas le querían comunicar. Se levantó del trono y decidió volver a Star Hill para meditar y ver si podía concretar el lugar exacto. Pensaba que quizás se estaba haciendo viejo ya y que era hora de buscar un sucesor para el puesto de patriarca, pero para eso habría que esperar, todos los posibles candidatos eran críos aun.

En Star Hill se sentó y miró el cielo quitándose la máscara que llevaba como patriarca. Las estrellas seguían moviéndose y la constelación de Acuario brillaba aun más. Observó el cielo por horas hasta que se dio con el lugar. ¿Sería una casualidad que el chiquillo se encontraba en la misma ciudad de nacimiento que su predecesor?

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Un niño de tan solo cinco años de edad se encontraba temblando en un rincón de la habitación que compartía junto a otros muchos niños en ese orfanato. No era de frío, a pesar de estar en pleno invierno, si no de miedo. Hacía poco los niños del orfanato la tomaron con él y empezaron a insultarle, a veces los niños podían ser más crueles que los adultos, o eso era lo que decían; sinceramente, no comprendía el porque con él, pero tampoco quería saberlo. Pero el miedo que sentía no era por eso, era porque al cabrearse, todo alrededor de él se congeló y la temperatura descendió varios grados.

¿Acaso sería alguna especie de brujo que después quemarían en la hoguera como en los relatos de miedo que aveces contaban los niños más grandes que él? Esperaba que no fuese así, no quería morir calcinado. Los profesores intentaron hablar con él pero sin embargo corrió y se encerró, no quería hablar de eso, quizás no había sido él y es que de verdad bajo la temperatura de golpe de forma natural y no provocada. Igualmente, lo que si sabía era que ahora los demás niños lo tratarían de diferente y que no le hablarían, y eso sería muy malo porque no tendría amigos.

Odiaba el momento en que sus padres le trajeron aquí porque eran demasiado pobres para mantener a un crío y decidieron abandonarlo, si no fuese por eso seguramente el no estaría pasando por eso ahora mismo.

Tenía miedo, no quería ser diferente a los demás, solo ser como ellos y tener muchos amigos, ser un chico popular y tener una vida donde seguramente jamás abandonaría a nadie como sus padres lo habían echo con él.

-Camus, sal de ahí. - Dijo una profesora – No vamos a hacerte nada, no has sido tú. Piensa que quizás no ha sido como todos creen, venga sal.

-No... No quiero. - Dijo mientras sollozaba -Soy diferente, no me queréis seguro.

-No es así, Camus. - La chica abrió la puerta lentamente y posó sus azules ojos en el chico que seguía en la misma posición -Todos aquí te queremos por como eres, ya puedes salir.

Pero el chico se negaba a salir, no iba a darles el gusto de salir allí y ver las miradas de sorpresa, temor y desconfianza que lanzarían los demás niños y las sonrisas de burlas ya preparadas de los más mayores. Era mejor estar ahí, así no les soportaría.

-Dejarme, no quiero salir. - Y giró la cara infantilmente para que no le viesen más, la chica solo pudo suspirar ante la derrota y cerró la puerta, pensando en intentarlo mas tarde.

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Shion, ya sentado otra vez en el trono del patriarca, miraba la puerta esperando que aquel a quien mandó llamar llegase pronto. Con los años se había echo bastante estricto con las horas. De pronto, las puertas se abrieron y rebelaron a Francis, un caballero de plata. Este hizo una reverencia y espero a que el patriarca le contase el motivo por el cual le llamaba.

-Francis, te llamo porque ya es hora de que tomes un aprendiz – El joven le miró sorprendido y un poco asustado, no se sentía bien con eso de tener un aprendiz, era demasiada responsabilidad. -Espero que estés de acuerdo.

-Sí, su santidad.

-Entonces, las estrellas me han revelado que el joven destinado a ser el caballero dorado de Acuario está en Francia, concretamente en París. - Shion suspiró un momento – Quiero que vayas allí y mires en todos los orfanatos de la ciudad y que lo encuentres. Sabrás que es él porque ya ha despertado el cosmos, y si estás cerca de el podrás sentirlo.

-Su santidad, ¿Está diciendo que yo, un santo de plata, entrene a un caballero dorado cuando hace unos meses que me hice caballero?

-Así es, conoces lo esencial y me has demostrado en estos meses que eres un caballero ejemplar. - Shion le sonrió – Yo se que tú podrás.

-Gracias, su santidad. - Francis se levantó e hizo una pequeña reverencia – Me retiro a mi misión.

Shion observó irse al caballero de plata y sonrió. Había notado la inseguridad de aquel chico y le había echo gracia. Suponía que era normal, cuando tienes a tu primer aprendiz no sabes si de verdad eres lo suficiente maduro como para tenerlo y temes que todo salga mal, es una gran responsabilidad.

Mientras, Francis bajaba por las vacías doce casas del zodiaco, que pronto se empezarían a llenar con esos muchachos destinados a ellas. Los caballeros dorados eran muy importantes, porque cuando el primero nacía, significaba que la diosa Athena vendría pronto a la tierra y volvería a reencarnar para luchar en una nueva guerra santa contra el dios Hades; Además, eran los más fuertes entre los ochenta y ocho caballeros que ella disponía, realmente eran muy importantes.

El caballero de plata se fue a su cabaña para preparar lo que se llevaría y cuando terminó se fue del santuario dirección a Francia para completar la misión de encontrar a su aprendiz en algún orfanato de París. Él solo esperaba que no fuese tan difícil, porque la ciudad a donde se dirigía era enorme.

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Después de unos cuantos intentos más, la profesora no había conseguido absolutamente nada, Camus seguía sin querer salir. Le habían traído la comida allí e incluso mandó a los niños con quien discutió para que se disculpasen, pero no consiguió que el chico saliese. Ya era de noche y era la hora de dormir, Camus se fue a su cama y los otros a las suyas sin decir nada, no querían molestarlo porque temían que los congelase como hizo con las mesas y sillas de la sala.

A Camus le hacía bien, porque así estaba solo y podía pensar en si de verdad era una especie de brujo, mago o un chico normal. Sus compañeros susurraban a sus espaldas y pudo escuchar cosas desde '' que guay, tenemos un mago y nos tenemos que hacer amigos de él '' hasta '' que chico tan odioso, se cree que mucho y es un monstruo ''. Camus decidió ignorarlos, como su papa decía, no valía la pena.

Al día siguiente, Camus si que se dignó a salir y fue a la sala donde hacían clase como si nada hubiese pasado. Notaba las miradas de sus compañeros, pero prefería no hacer caso de ellas. Los profesores le trataban como siempre, y realmente apreciaba eso, ahora no tendría porque tener miedo de que hasta los profesores le temiese, vamos, era ya lo que le faltaba.

El día pasó normal si no fuese por los comentarios que se extendieron por todo el orfanato, sobretodo entre los chicos de doce a trece años de edad que eran los más chismosos y crueles. Los chicos que eran normalmente el centro de las burlas de todos se acercaron a él para interrogarle sobre como lo había echo, que les enseñase y que si podían ser amigos. Camus se alegró de que al menos se dignasen a hablarle, les dijo que no tenía ni idea pero que ya sabría como y echos le sonrieron y se pusieron a jugar. Esa misma tarde, un misterioso hombre llegó.

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Llegó a París alrededor de la madrugada e inmediatamente se puso a buscar al chiquillo. Pidió a los ciudadanos con un perfecto francés que le dijesen los orfanatos más cercanos. Francis se apuntó las direcciones y se dispuso a buscar primero un lugar donde poder comer algo, había estado toda la noche viajando y encima anoche no cenó. Buscó hasta que encontró una panadería y compró unas pastas que se fue comiendo por el camino.

Francia era un hermoso país, había estado en misiones anteriores ahí pero no en París concretamente. La ciudad le parecía hermosa y muy viva, llena de colores y de alegría. Habían algunos vagabundos durmiendo en las calles, mostrando la otra cara de una gran y hermosa ciudad. Se acercó a un niño que estaba en condiciones miserables al lado de su madre y les dio la pasta que le quedaba. La madre le sonrió dándole las gracias y la partió por la mitad, una para ella y otra para su hijo.

Sobre las diez de la mañana se puso a buscar en el primer orfanato. Entró y fue mirando a cada uno de los niños, todos parecían normales. En el segundo orfanato había pasado igual. Las profesoras le miraban atentamente, a todas les decía que buscaba a un chico que era hijo de su hermano para que no pensasen que era un raro. El tercer orfanato lo dejó para la una del medio día donde tuvo la misma suerte que con los anteriores.

Habían más orfanatos, pero estos estaban en la otra punta de la ciudad. Se dispuso a ir caminando a su ritmo, parando alguna vez para comer en un restaurante o para comprar alguna cosa para darle al niño. Ya caída las siete, entró en el último que le quedaba y efectivamente sintió algo extraño, era un cosmos muy pequeño. Miró a todos atentamente y encontró un niño de cabellos azules por los hombros y unos ojos como el mar. Era él, era su aprendiz.

El niño miró extrañado a aquel hombre acercarse a él. Un hombre alto, rubio con el pelo sujeto en una coleta y un flequillo que tapaba un ojo, unos ojos verdes y una mirada cálida. Algo en el interior de Camus le decía que ese hombre era de confiar, igualmente, no salió de detrás de las piernas de su maestra, donde se había escondido cuando le vio.

-Hola señor, en que puedo ayudarle -Pregunto la maestra al verle entrar.

-Buenas, deseo adoptar a un chiquillo de estos.

-Claro, elige cual quiere adoptar y firme unos papeles -La chica salió en busca de los papeles, mientras, Francis se acercaba a Camus.

-¿Quieres venir conmigo? Sé que eres especial, donde iremos encontrarás más como tú. - Le tendió la mano amablemente, Camus no dudo en cogerla y sonreír -¿Quieres ser alguien muy importante?

-¡Sí!

-Entonces decidido. - La profesora salió con los papeles y vio a Francis con Camus, ella sonrió pensando en la suerte que tendría el chico ahora que estaría fuera del orfanato y con un hombre tan amable como aquel.

-Aquí están los papeles señor -Francis firmó todo lo que tenía que firmar y rellenó los papeles, después de una charla sobre los cuidados del niño, lo cogió en brazos y se despidió de ellos.

Camus miraba el orfanato, aquel lugar donde le dejaron sus padres hacía unos años por la pobreza y donde jamás volvería a estar. Echaría de menos a los niños, y ya no podría explicarles como había congelado el lugar cuando lo averiguase. Era una pena pensaba, porque hubiese sido bastante divertido congelar todo el orfanato.

Francis se dio cuenta de hacia donde miraba Camus y le acarició la cabeza, después le ofreció algo de comer, cosa que aceptó rápidamente. Le parecía bastante tierno y en cierta forma le daba pena el destino de aquel muchacho, pues tenía claro el destino de todos los santos de Acuario: Todos debían tener un corazón de hielo.

-Señor ¿Qué es eso que haremos tan especial? -Preguntó Camus con cierta curiosidad -¿En verdad hay alguien más que es tan extraño como yo?

-Sí Camus, se llama santuario y ahí entrenan chicos y chicas para proteger a la diosa griega Athena -Le explicó -Todos somos niños como tu, sin padres o madres, y damos nuestra vida por nuestra diosa; nuestra vida entera es por y para ella.

-¿Quien es Athena?

-Es la diosa griega de la sabiduría, es a quien deberás proteger y el motivo por el cual tienes esos poderes.

-Vaya, parece interesante señor.

-Lo es, y llámame Francis, o señor Francis. -Le dijo sonriendo, a Camus se le iluminaron los ojos al saber el nombre de aquel hombre con quien estaría a partir de ahora.

Camus se abrazó a Francis, quien lo cargaba camino a Grecia. Se preguntaba si sería bueno para cuidar al niño, quien sería caballero de oro, y si se llevaría bien con los demás aprendices del santuario. Esperaba que si, porque quizás necesitaría mucho apoyo de los amigos, a pesar de que su vida girase en torno solo para la diosa.


Espero que os haya gustado el capítulo, en poco actualizaré el segundo.

Acepto cualquier crítica.