Prologo:

Nota del Autor:La historia está basada en la canción "Hijo de la Luna" representada por Cirque Du Soleil, y como soy tan poco original le puse el mismo nombre. No sé a dónde me va a llevar esto así que perdón desde ya si lo abandono.Irene-thewriter

Prólogo

Era medianoche en una noche de verano, y la luna llena brillaba clara en el cielo. Una alegría serena se extendía por su rostro. Las estrellas resplandecían como pequeños y lejanos diamantes. En la tierra, en el campo a esas horas desierto, se presentó una mujer. Vestía sus mejores galas, tobilleras de oro en sus pies y suntuosos brazaletes que tintineaban en sus extremidades. Su piel estaba de un color terroso, por la plateada luz. Densas lágrimas caían por sus mejillas sin descanso. Era una figura del dolor.

-¡Ay, quisiera ser luna! La Luna no ama hombres, ella no tiene quién la rechace, ¿por qué tenía que pasarme a mí? –se lamentaba- Hermosa Luna, mi querido consuelo, ¿cómo podrías ayudarme? ¿Acaso tienes el don de hacer cambiar de opinión a los hombres, como en las leyendas? Si algo pudiera darte, lo suficientemente grande para alguien de tu talla… ¿Podrías obsequiarme mi hombre?

Así habló la mujer desconsolada, entre las lágrimas implacables que sacudían su cuerpo una y otra vez.

-Luna que escuchas mis súplicas, si es verdad lo que cuentan las leyendas, ¿podrías hacerme ese favor?

Las historias eran ciertas, y la Luna dudaba. La mujer insistía y la Luna aflojaba poco a poco. Las horas fueron pasando y la doncella comenzó a calmarse, pensando que era ignorada.

Un diminuto rayo dorado se filtró en el cielo, y la Luna decidió hablar al fin:

-Tendrás a tu hombre, piel morena. –la mujer, aunque sorprendida al verse así interpelada, sonrió. Antes de que pudiera expresar mejor su gozo, la Luna se apresuró a añadir: -Pero a cambio quiero al hijo primero que le engendres a él.

La dama dudó, pero no rehusó.

-Querida Luna, cualquier cosa, cualquiera, daría por ser desposada por quien amo. –Solemnemente se inclinó besando el suelo. Al incorporarse extendió sus brazos y con las palmas abiertas cerró el pacto -Tendrás el primer niño, si así lo deseas.

Y la Luna ya no pudo permanecer en ese cielo.

La boda se celebró poco después de este hecho, y por un tiempo la humana lo olvidó, sumida en su felicidad.

Pero la maldición se hizo presente al enterarse del suceso inevitable. Poco pasado un año nació un niño, que nada que ver tenía con sus padres. Sus progenitores eran morenos, pero el recién nacido tenía la piel blanca como el mármol. Los ojos de su padre eran verdes y los de su madre marrones, pero los suyos eran grises como la plata que rara vez se veía en esa tierra. El padre, al verlo, se llenó de ira. Con el niño en brazos, y un cuchillo fue a donde se encontraba su mujer.

-¿De quién es el niño? ¡¿Me has engañado, mujer?! –tronó. Alzó su arma sin esperar respuesta, pero la madre pidió piedad. Pidió darle una explicación. La esposa vio el fuego en los ojos de su marido, lejos de ellos cualquier rastro de clemencia.

A último momento pidió por el niño.

Manchado y con su hijo en brazos, el humano lo llevó a través de un bosque hasta unos montes y bajo el fulgor de una Luna nueva, lo abandonó.

Hacía tiempo que el astro esperaba este momento. Le entregó a su hijo la plata de su luz, para que jugara con ella, y su risa la grabó en la memoria. Así, cuidando de él desde el cielo, crió a un joven pálido, de ojos grises y porte elegante, tranquilo en sus modales y luminoso como su madre.