Un romance Harry/Draco puesto en solfa.
La historia comienza…
La escena se desarrolla en la mansión Malfoy durante los ociosos días del verano anterior a cuarto año. Encontramos a nuestro antihéroe, Draco Malfoy, durante una noche normal de agosto… Que empiece la aventura.
Las muy inmerecidas tribulaciones de Draco Malfoy
Capítulo 1 - ¡¿Que hice qué?!
Me desperté y me di cuenta de que tenía hambre. Sentí que mi estómago se tensaba un poco y oí un gorgorito de queja. ¡Mecachis! Murmuré en la oscuridad. Últimamente tenía más hambre que lo habitual. Se suponía que era algo normal en un adolescente en pleno crecimiento… aunque yo me había medido religiosamente todos los días desde el comienzo de las vacaciones y no había aumentado ni un centímetro de estatura. Era algo bastante frustrante, porque seguramente Pot… eh… quiero decir los otros alumnos debían de estar creciendo como yuyos.
Me senté en el borde de la cama y tanteé con los pies la mullida alfombra hasta ubicar las pantuflas. Me pregunté si no sería quizá conveniente adoptar un nuevo estilo de peinado… quizá con un pequeño copete, podría aparentar unos centímetros más… Pero no, decidí pensándolo mejor, iba terminar como los magos que usan encantamientos para disimular la calvicie, ¡siempre se les nota!
Caminé hasta la puerta, mi piyama de seda crujía suavemente a cada paso. El corredor estaba en penumbras y en silencio. Para mis adentros deseaba que Padre queridísimo todavía no hubiese regresado… era posible que estuviera chupándole las medias a Ya Sabés Quien o quizá se le había ocurrido viajar a Paris para comprarse una nueva cinta brillante para el pelo… con él nunca se sabía.
Di unos cuantos pasos arrastrando los pies… no, me corrijo… yo, Draco Malfoy nunca arrastro los pies. Avancé con andar decidido hasta la escalera, mi desplazamientos siempre denotan la nobleza que me caracteriza, no como Pot… eh… otros plebeyos.
Llegaron a mis oídos algunos ruidos desde abajo. Me apoyé en el pasamanos y atisbé con prudencia.
—¡Genial! —musité con sarcasmo— ¡Lo que me faltaba!
Padre estaba en casa, con esa estúpida máscara blanca y embozado con la capucha de la capa negra. ¡Cómo si nadie fuera a reconocerlo con ese disfraz de mal gusto! Los cabellos platinados asomaban y otra cosa más podía adivinarse bajo el borde de la capucha, cierto reflejo rosado… ¡así que sí se había comprado un nuevo accesorio para el pelo! ¡El muy pajero! Mi padre es probablemente la principal razón por la que yo uso el cabello tan corto y me peino de manera tan masculina.
Comencé a descender con sigilo manteniendo el cuerpo en un ángulo bajo para no ser notado, es una actividad en la tengo muchos años de práctica y en la que he adquirido mucha pericia. Cuando llegué al pie de la escalera me mantuve oculto detrás del gran pilar del que nace el pasamanos. Observé con atención el inmenso vestíbulo, que estaba más iluminado de lo que me hubiese gustado, entraba luz desde el hall. Cuando estaba considerando un plan de avance hasta la cocina sin ser visto, me di cuenta de que Padre no estaba solo.
Estoy seguro de que se me desorbitaron los ojos y de que mis labios se redondearon en una "O", porque nunca habría podido anticipar algo así. ¡Harry Potter estaba en mi casa! ¡Sí, el mismo! ¡Harry insufrible Potter! ¿Qué había venido a hacer? ¿Habría venido a disculparse ante Padre por todos los problemas que me había causado durante tres años? Bueno, si ésa era la razón lo haría echar con malos modos… o considerándolo mejor… quizá podría exigirle que se transformara en mi esclavo durante un tiempo como una forma de compensación por todos los inconvenientes que me había ocasionado. Mis labios se curvaron dibujando una sonrisa maliciosa.
¡Un momento! Potter no se veía nada bien, sin embargo. De hecho se veía mal… y cuando digo mal, quiero decir muy mal… incluso para Potter… que siempre va tan desaliñado. En las oportunidades en que no usa el uniforme, viste ropas harapientas e inmensas, de casi dos veces su tamaño.
Pero este Potter lucía incluso peor que lo habitual. Tenía unos mazacotes de mugre pegados en la cara y la toga estaba literalmente en jirones. ¡Puaj!, murmuré para mis adentros. Poco le quedaba de una de las mangas y pude notar su brazo musculoso también cubierto por costras negrorrojizas. De hecho la roña de la cara también tenía cierta tonalidad roja. ¿Qué era lo que había estado haciendo para quedar de esa forma? Y ahora estaba girando la cabeza hacia un lado y hacia el otro como si estuviera buscando una manera de escapar para esconderse… no era de extrañar, con un aspecto así yo también habría ido a esconderme sin perder un segundo. Uno de los cristales de los anteojos estaba estrellado, debo reconocer que me causó gracia.
¡Maldición! Potter había cambiado repentinamente de dirección y ahora venía reculando acercándose a mi lugar de escondite. ¡Podía llegar a verme! Pero aparentemente no me vio, porque en ese momento dejó oír una especie de sonido ronco disonante y se puso en puntas de pie. ¿Pero qué era eso? ¿Acaso ahora se dedicaba al ballet? Debo reconocer que se balanceaba con bastante gracia, contando con tan mínimo apoyo. Si hasta parecía que las puntas de los pies no tocaban el suelo. ¡Otro perfecto logro del perfecto imbécil! Y entonces dos hilos rojos empezaron a brotarle de la nariz. Puaj, otra vez. Semejante espectáculo durante un recital seguro que espantaría a la audiencia.
Oí un ruido. Algo se había caído y venía rodando y repiqueteando por el suelo hasta que se detuvo justo delante de mí. ¡Mi escoba! Mi carísima y preciosa escoba que yo había dejado apoyada contra una pared después de haber estado practicando durante toda la tarde. Mis ojos derivaron desde Potter, que ahora parecía estar sacudiéndose, hasta la escoba que ya yacía tan abandonada ahí en el suelo. ¡Un momento! ¿Acaso todo esto no era sino una artera treta de Potter para robarme la escoba? No me extrañaría, los Gryffindor son capaces de todo. Fingen ser tan nobles, pero la realidad es muy otra son traidores y despreciables.
Algo se interpuso de pronto en mi campo visual. ¡Una especie de sombra que se desplazaba! Era una figura encorvada, que tenía algo de irreal… como si no estuviera del todo allí. Por alguna razón sufrí un estremecimiento y una de mis manos se aferró por reflejo al último de los barrotes del pasamanos. Mis instintos se quejaban repugnados por esa vil figura que flotaba delante de Potter. ¿De qué o de quién se trataba?
La figura se movió otro poco y se oyó un ¡crack! estruendoso. ¡Mi escoba se había partido en dos!
Me tomó varios segundos procesar lo ocurrido, ¡la negra silueta embozada había destruido mi preciada escoba! Que por más que semejara un fantasma flotante… ¡tenía el peso suficiente para destrozar mi invaluable pertenencia con sus horribles pies huesudos! Y siguió moviéndose como si nada… después de destruir un objeto que representaba para mí tantos sueños y esperanzas, que se habían de golpe hecho trizas… siguió moviéndose, acercándose a Potter. ¡Qué descaro! ¡No podía permitírselo! Indignado me puse de pie.
Potter y su estúpido y giboso amigo envuelto en el capote negro estaban hablando ahora. Ignorándome por completo. ¡Los muy imbéciles! ¡A ninguno de los dos parecía importarle un rábano mi maravillosa escoba maltrecha! De pronto me di cuenta de que me había adelantado un paso y de que sostenía en mi mano el sólido mango de madera de la que había sido mi escoba. Parecía deforme en la penumbrosa iluminación.
¿¡Y ahora cómo iba a hacer para vencer a Potter en quidditch!? ¡Ya no podría regodearme en mi triunfo, ya no podría refregárselo en la cara!
La figura oscura me estaba dando la espalda. Potter dejó escapar otro discordante sonido extraño, como estrangulado… pero que en mis oídos resonó como una risa burlona. Sin detenerme a pensarlo un segundo, agarré el mango con ambas manos, lo alcé en el aire y le descargué un violentísimo garrotazo en la cabeza a la figura encapotada. ¡Cualquiera que me rompe la escoba y que me ignora olímpicamente sin siquiera intentar una disculpa merece ser castigado! El ruido del porrazo reverberó en el recinto durante un par de segundos. Vagamente mis oídos registraron además algunos gritos y exclamaciones contenidas a cierta distancia.
—¡Bien merecido te lo tenés por haberme roto la escoba! —declaré con voz firme e imperativa, al tiempo que blandía en alto el agresivo mango. La figura oscura tambaleó un instante y finalmente se desplomó al suelo. Potter cayó de rodillas, jadeante. Una imagen muy poco digna la que ofrecía… abría desmesuradamente la boca de encarnados labios suculentos tratando de absorber la mayor cantidad de aire posible en la menor cantidad de tiempo.
¿Puse labios suculentos? Bueno no, en realidad no fue lo que quise decir… labios burdamente gruesos… ¡es que estaba tan alterado por mi escoba destruida que las palabras se me mezclaban en la cabeza!
Potter pareció componerse de repente, sus rasgos adquirieron un expresión de evidente determinación, se puso de pie, sacó la varita y empezó a proferir gritos con una voz ronca y de timbre muy desagradable. A mis oídos sonaron como balbuceos poco coherentes, parecidos a los que le he escuchado en clase cuando le hacen una pregunta cuya respuesta desconoce. Sinceramente, como alumno deja mucho que desear.
La figura negra en el suelo se sacudió un poco y entonces se produjo un largo sonido muy poco digno, como el de un globo que se desinfla. ¡Pero que falta de delicadeza! ¿Acaso no podía contenerse? Dejar escapar flatulencias de esa forma… ¡y en mi presencia!
Con una mueca de asco, bajé la vista para observarla. Una mano escuálida y semejante a una garra asomaba por debajo del capote. Y la figura había perdido volumen. Como si realmente se hubiese desinflado. Una sustancia espesa y de aspecto pegajoso comenzaba a formar un charco que se expandía alrededor de ella. Retrocedí un paso preventivamente, no fuera que esa cochambre infecta llegara a ensuciarme las pantuflas. No es fácil hoy en día conseguir calzado cómodo y de calidad para andar de entrecasa.
Se oyeron más gritos y la expresión de Potter volvió a cambiar, recuperó la respiración jadeante de escualo varado en la playa de instantes antes. Hice un mueca de disgusto, ¡qué comportamiento más zafio!
Los gritos se multiplicaron y habían aumentado de volumen. Una rápida mirada me permitió comprobar que había otros miembros de la maligna facción súper secreta de mi padre.
¡Detesto cuando invita a los mortífagos! Tienen la mala costumbre de pellizcarme las mejillas.
Pero a diferencia de otras veces no estaban toqueteando las posesiones familiares, ni merodeando furtivos por los rincones oscuros. Yacían en el suelo, algo apilados unos sobre otros. Y había aurores de pie junto a los cuerpos. ¡Bien hecho! Cualquiera que acostumbre a deambular con esos espantosos disfraces no merece pertenecer al mundo mágico. Con cierta sorpresa comprobé que entre los aurores había también varios profesores de Hogwarts. Incluyendo al profesor Snape. Muy digno en sus elegantes vestiduras negras.
Mas gritos y había algunos que se desplazaban corriendo de un lado al otro. Había humo y polvo en el ambiente, lo cual dificultaba la visión, pero así y todo no pude dejar de notar que había un inmensa brecha en la pared este de la gran sala de recibo. ¡¿Pero qué había pasado?! ¿Y cómo se me había pasado por alto algo así hasta ese momento?
—Malf… Draco, vos…
El susurro había sonado en mi oreja izquierda. Giré la cabeza instantáneamente y quedé enfrentado con la cara de Potter apenas a centímetros de la mía.
—¡Ay! —chillé sobresaltado.
Bueno no… no diría que había sido un chillido, más bien una grave y masculina exclamación de advertencia para Potter… no me había asustado. Estudié el rostro de mi némesis. Las costras rojizas eran muy desagradables y le seguía saliendo sangre por la nariz. Le habría ofrecido un pañuelo, pero no llevaba uno encima.
Potter me estaba mirando de manera muy rara, con esos ojos verdes abiertos al máximo. ¿Le pasaba algo? De pronto enderezó la postura y comprobé con gran sorpresa que efectivamente había crecido mucho durante esas semanas del verano. ¡Oh, por todos los infiernos! Mis ojos ahora quedaban a la misma altura de sus labios. ¿Cuántos centímetros de altura me llevaría? Me habría convenido hacer algo con el pelo para parecer más alto, como lo había considerado antes… pero ¿cómo habría podido prever que íbamos a tener visitas tan tarde a la noche?
Y de repente, sin que mediara advertencia alguna, Potter me rodeó con los brazos y me estrechó apretadamente contra sí. Mi cara quedó prácticamente aplastada contra un hombro desnudo ensangrentado. Debo admitir que me quedé paralizado. El hecho de que Potter estuviera tan desequilibrado mentalmente al punto de asaltarme de esa forma no se me había ocurrido. ¿Violencia física sin advertencia y sin que mediara provocación? ¡Inconcebible! ¡Qué falta de educación! Su cuerpo era un poco más grande que el mío y ahora que lo tenía tan cerca podía comprobar lo musculoso que era. El pecho y los brazos sólidos contra mi cuerpo, pero no excesivamente robusto, más bien delgado y fibroso, duro… y cálido.
Podía sentir esa calidez también en sus manos que se movían apenas en mi espalda, ciñéndome contra él. ¿Qué clase de ataque físico era éste? ¿Acaso quería matarme lentamente, apretando, sofocándome?
—Draco, gracias…
Su voz había vuelto a sonar como un susurro en mi oreja… Me estremecí sobresaltado y forcejeé hasta que pude liberarme. Él se quedó mirándome de esa forma tan extraña, admirada y reverente. Bueno… aunque pensándolo mejor, en mi caso no debería haberme resultado tan extraño. Soy consciente de que poseo un imagen de atractivo celestial y porte elegante y majestuoso. Una personalidad arrolladora potente, inteligente y astuta. A mis acerados ojos grises no se les pierde detalle alguno, cuando con talante seguro contemplo el mundo a mi alrededor, con natural y sexy desenfado.
Mis reflexiones sobre mi perceptiva respecto a mis cualidades seductoras y de alerta, se vieron interrumpidas por los deplorables amigos de Potter que se le echaron encima, ¿de dónde habían salido tan intempestivamente?
¡Y con qué traza! Tan sucios como Potter. Reí para mis adentros. La sangresucia se le había prendido del brazo y daba grititos de "¡Oh, Harry, oh, Harry!" y el Weasel lo abrazaba a medias palmeándole la espalda, tenía una expresión muy extraña en la cara. ¿Acaso Ronnikins estaba a punto de llorar? Miré a los tres con manifiesto disgusto. Tan emocionales, tan sensibleros, tan faltos de control.
Y por cierto, ¿por qué estaban también esos dos en mi casa? ¡Intrusos descarados! Pero ahora que los tenía encima, Potter quizá dejara de mirarme de esa forma, atónito y boquiabierto… por alguna razón ya empezaba a incomodarme.
Convenía que me acomodara un poco el piyama que debía de haberse arrugado, pero cuando llevé una mano a pechera de la casaca… la sentí húmeda y pegajosa. Baje la vista y comprobé con desmayo que mi exquisito piyama de carísima seda verde agua, con delicados y exquisitos dragones bordados, había sido emporcado por el pringue repugnante que cubría a Potter. ¡Así que ése había sido el plan desde el principio! ¡Qué bajeza! Había querido reducirme a su mismo nivel de mugre. Probablemente para Potter era algo natural, no me extrañaría que acostumbrara a revolcarse en el barro o a retozar en la tierra, como una forma retorcida de sentirse muy masculino. Pero, yo, Draco Malfoy, no tengo que sacrificar mi pulcritud para probar mi natural y contundente hombría.
—¡Potter! ¡Mirá cómo me dejaste! ¡Esto es imperdonable! ¡Más te vale que pueda limpiarse! —le espeté con una mirada amenazadora y muy intimidante. Es una mirada que suelo practicar largamente frente al espejo. No pareció asustarse, de hecho me siguió mirando con esa expresión embobada de antes. Los otros dos perdedores seguían maullando a su alrededor. ¡Imbéciles!
—¡Mierda! —mascullé por lo bajo, los aparté a un lado y me fui abriendo paso hasta la cocina. Fui fijándome muy bien dónde apoyaba el pie, no quería que nada de las inmundicias que abundaban en el piso me ensuciara mis bienamadas pantuflas. Necesitaba mi varita para limpiarme. De noche la guardo siempre en el cajón de los cubiertos. Muchos magos prefieren dormir con la varita bajo la almohada… y terminan autolanzándose algún hechizo accidentalmente. A mí nunca me va a ocurrir algo así, porque como buen Malfoy que soy, siempre actúo sensatamente.
Cuando entraba a la cocina alcancé a oír la voz nasal de Dumbledore que me llegó desde atrás. No llegué a entender lo que decía. ¿¡Pero qué era todo eso?! ¿Todos se habían dado cita en mi casa sin que mediara invitación alguna? Ya podían esperar sentados porque yo no pensaba ofrecerles nada para comer o beber… ¡caterva de aprovechadores!
Por suerte, un par de encantamientos de limpieza dieron buen resultado. Bajando la vista, comprobé con satisfacción que mi atuendo había recuperado todo su prístino esplendor, destacando las formas de mi magnífica y esbelta silueta. ¡Qué desperdicio que tanto atractivo sólo pudiera ser contemplado por la infausta e innoble manada que había invadido la casa! Fue entonces que reparé que Potter estaba de pie en la puerta, mirándome arrobado. Dumbledore estaba detrás de él con un expresión muy seria en los ojos, tenía una mano apoyada sobre uno de los hombros de Potter.
—Señor Malfoy, me doy cuenta de que todavía estamos todos muy sacudidos por lo que acaba de pasar, pero su presencia y la de Harry es requerida por las autoridades ministeriales. —dijo el viejo decrépito con un tono de voz más herrumbrado que el habitual— Y además están los periodistas… que de alguna forma se enteraron… —agregó. De repente sus ojos se encendieron con ese titilar tan característico. Tuve que esforzarme para contener un estremecimiento.
Me condujeron junto con Potter de regreso al vestíbulo. Inmediatamente fuimos rodeados por una multitud de funcionarios ministeriales. Nos ametrallaron con preguntas. Yo no les prestaba ninguna atención, les estaba gritando a un grupo de desconocidos que estaban subiendo las escaleras, quienes muy impresionados por mis invectivas consideraron prudente volver a bajar. Si es de no creer la desvergüenza de algunos, seguro que querían aprovecharse de la confusión para hurtar valiosos objetos del primer piso. ¡Inaudito! Se presentan todos sin invitación, pero en lugar de entrar por la puerta hacen un descomunal agujero en la pared y encima traen a esa especie de espectro oscuro que no sólo me rompió la escoba sino que además me ensució todo el piso con su porquería viscosa. ¡Y seguro que toda la culpa es de Potter! Volví la cabeza hacia él, que durante todo ese tiempo había estado contestándoles a los aurores y justo en ese preciso instante lo oí pronunciar mi nombre.
—Yo no había visto a Draco que estaba detrás de Voldemort… yo estaba seguro de que estaba a punto de morir. Ya habíamos destruido todos los medios de resucitación que se había fabricado. Pero igual, lo tenía delante de mí y sabía que me mataría…
La voz de Potter vaciló durante unos segundos… luego continuó. —Pero Draco… debe de haber estado planeando todo desde que nos arrastraron hasta acá hace una hora. Todavía no logro superar mi asombro y admiración. Lo desmayó de un garrotazo en el momento justo. Y eso me permitió pronunciar la maldición para matarlo definitivamente. Todavía me cuesta creer que… —dijo Potter y su voz pareció apagarse y el rostro se le encendió de rubor. Solté un bufido, siempre recurría al mismo acto… eso de "Soy muy tímido para hablar en público". Recién entonces alcancé a captar el significado de lo que acababa de declarar. ¿El espectro era Ya Sabés Quién? ¡¿Y yo había ayudado a Potter?! ¡¿Pero cómo era posible que hubiese hecho algo así?!
El resto de lo que pasó esa noche lo recuerdo de manera no muy precisa, como en una nebulosa. Potter siguió contestando preguntas durante un largo rato. Y después tuve que soportar la indignidad de posar para que nos fotografiaran. Por supuesto que teníamos que estar juntos, los periodistas no aceptaron peros. Yo puse la peor y más amenazadora de las caras y traté de adoptar un postura lo más erguida posible, así y todo Potter a mi lado seguía siendo más alto. De reojo pude observar que él sonreía beatífico y bobalicón junto a mí y se sonrojaba cada vez que relampagueaba el flash de una cámara. ¡El muy pajero!
Cuando las primeras luces del alba empezaron a colarse a través del gran agujero de la pared de la sala favorita de mi madre, se decidió que la mansión ya no era un lugar apropiado para que la habitara un menor. El menor de marras era yo, naturalmente.
Aparentemente ahora estoy solo en el mundo. A mi queridísimo padre se lo llevaron junto con toda su banda de secuaces enmascarados (no creo que vaya a extrañarlo). Mi madre suspiró resignada, me dijo como tantas otras veces: "Draco querido, esta vida es tan estresante… creo que partiré de inmediato a algún lugar en el que pueda recuperarme" y desapareció por la chimenea. Para peor, durante la inspección de la mansión que llevaron a cabo, el padre del Weasel descubrió la habitación secreta donde mi padre oculta todos los artefactos oscuros y toda la pornografía muggle. Pornografía que resultó ser principalmente de enanos afectos de macrosomía genital que retozaban muy desinhibidos en relaciones homosexuales. ¡Un bochorno indescriptible!
A mí me mandaron a "El caldero que pierde" y allí me alojaron. Prácticamente no me dejaron salir nunca durante esos días hasta el comienzo de las clases, según adujeron para que no fuera importunado por los periodistas y otros curiosos.
No quisiera que me malinterpretaran, me gusta que la gente muestre interés en mi persona. Indudablemente yo soy un ser excepcional y es bueno que haya quienes empiecen a darse cuenta de eso. Pero esa fama recientemente adquirida, eso de que se arremolinaran a mi alrededor para hacerme preguntas o para felicitarme cada vez que ponía un pie en la calle, tenía que ver conmigo pero también con Potter, ¡como si fuéramos un equipo! Algunos periodistas llegaron incluso a insinuar que Potter y yo estábamos confabulados desde primer año, urdiendo planes para provocar la destrucción de Ya sabés Quien desde el principio. ¡Como si yo fuera a trabajar con alguien que usa ropas astrosas y que nunca se peina! Además él rechazó en primer año la oferta que le hice de que fuera mi amigo. Y un Malfoy, al igual que los elefantes, nunca olvida. Y para peor, Potter no paraba de elogiarme cada vez que se le acercaba un periodista, es decir todos los días y varias veces al día, pero lo hacía con su torpeza característica. Estuve tentado a enviarle una nota al respecto. Potter, si sos incapaz de exaltar mis cualidades y virtudes de manera más elocuente, lo mejor sería que ni te molestaras. Cariños, tu Némesis, Draco. Pero eso habría sido una forma de comunicarme con él y yo no pensaba rebajarme a su nivel.
Estoy convencido de que todo el asunto de "la muerte que liberó al mundo" y de nuestra participación conjunta en tal proeza, es algo que Potter había planeado de antemano. Aunque por más que lo pienso no logro explicarme cómo se las arregló para conseguirlo. Sin embargo, estoy determinado a averiguarlo. No sólo el modo, sino también las razones por las cuales lo hizo. Y no me cabe duda de que lograré esclarecer el confuso episodio, puesto que yo soy Draco Malfoy y siempre obtengo lo que me propongo.
Otro de mis propósitos, uno que vengo acariciando y planeando desde hace mucho tiempo, es tener a Potter de rodillas ante mí suplicando. Quizá me lleve algún tiempo, pero esa meta también la voy a alcanzar.
oOo
