¿DÓNDE ESTÁS?
Calificada por violencia y contenido poco agradable. No apto para menores.
Capítulo 1.
Al llegar a lo alto de la colina, la figura de un caminante se delineó frente al atardecer. Tras una dura jornada un trago de agua era casi un manjar para sus labios cuarteados y la garganta seca, aunque la dosificaba con cuidado, sabiendo que las fuentes de agua potable eran contadas en la zona. Se secó la frente con la manga del jersey, se sujetó el pelo en una coleta y, ajustando las cinchas de la mochila, siguió andando.
Sorteó varios árboles y arbustos, observando con atención el suelo. Las últimas huellas distinguibles las había dejado atrás hacía varias horas, justo las que llevaba recorriendo aquel páramo rocoso. Se había dejado llevar al azar. Estaba claro que el objeto de su interés estaba acostumbrado a que lo acecharan y procuraba elegir bien los terrenos para despistar a sus perseguidores. Sin embargo, su apuesta había salido bien. La hondonada en la que se encontraba, además de árboles, guardaba algunos vestigios de humedad, producto de las últimas lluvias y justo delante tenía el rastro que andaba buscando. Se quitó la mochila, sacando una cinta métrica y tomó algunas medidas de la misma. Hizo algunos esquemas a lápiz con rapidez y recogió algunos pelos que se habían quedado enganchados en las ramas de alrededor. Lo más probable es que fueran de alguna presa, pero es posible que alguno fuera de su objetivo. Vista la huella, cabía suponer que finalmente había dado alcance al macho que traía de cabeza a la dirección del parque. Seguramente le llevaría unos minutos de ventaja, una media hora a lo sumo, sobre todo teniendo en cuenta que debía llevar la panza llena, si aquel ciervo que había encontrado hacía un par de horas era indicativo.
"¿Central? Aquí operativo 14-1. He encontrado lo que buscábamos. Os mando las coordenadas¿vale?" Tras una larga retahila de números, oyó las exclamaciones de la central de operaciones. En pocos minutos tendrían al equipo listo para reponer el transmisor del que aquel macho ladino se había desprendido.
"Aquí Base Lao-Hu. Un vehículo sale para allá con todo preparado. Si quieres te pueden recoger allí."
"No, gracias, ya sabes que me gusta quedarme por aquí de acampada…"
"Sí, aunque francamente, no lo entiendo. ¡Con el frío que hace! Cualquier día me temo que nos encontraremos a nuestro mejor efectivo hecha un cubito de hielo. En fin, buen trabajo, Akane. Nos vemos en la Base el fin de semana¿de acuerdo?"
"De acuerdo. Cambio y corto."
Guardó el transmisor en la riñonera y se permitió una breve sonrisa antes de seguir su camino, ahora en busca de un lugar para montar la tienda de campaña. Siguiendo la vaguada en dirección descendente llegó a una explanada poblada de hierba. Buscó un rincón seco y libre de piedras y sacó los bártulos. En unos minutos, fruto de una larga experiencia, tenía el campamento montado, a falta de un poco de leña para hacer fuego y poder calentar algo de comida.
Con las manos en torno a una taza de té bien caliente, se dio cuenta de lo poco que le quedaba por hacer hasta el amanecer y se lamentó por enésima vez de su elección. Debería haber aceptado la oferta de la base y volver a la civilización, si es que unos barracones reciclados del ejército podían considerarse como tales. Estar en el monte, de acampada, le traía tantos recuerdos… tantas otras veces saliendo de acampada, en viajes de entrenamiento, preparando algún desafío… y siempre con una figura prominente en todos ellos.
Ranma.
Aparentemente, la herida aún no estaba curada. No importaba que hubieran pasado cinco años, once meses y trece días desde su desaparición.
Después de aquel primer viaje a China lleno de incidentes de toda índole… bueno, la cosa había cambiado considerablemente. Tanto Ranma como ella se habían llevado un susto de aúpa con aquel lío de Saffron y… había dado sus frutos, entre tartamudeos, sonrojos y largo silencios, a un poco de sinceridad por ambas partes y un acuerdo implícito de tomarse en serio el compromiso, no porque lo hubieran decidido sus padres en alguna borrachera épica tan propia de ellos, sino porque sus hijos se lo habían ganado a pulso. Un acuerdo que los había llevado a compartir algún que otro beso a escondidas, miradas que decían más que las palabras pueden expresar, sueños… todo, para acabar bruscamente con la desaparición de Ranma, apenas unos días después de la graduación del Instituto.
Durante días, creyó que se le rompería el corazón, ora de rabia, pensando que le había tomado el pelo, ora de pena, con plena certeza que su desaparición no había sido voluntaria. Todas sus cosas, incluso sus tesoros más secretos, seguían en casa, en la habitación de invitados…
Todos, Ukyo, Konatsu, Ryoga, los Kuno, Shampoo, Mousse… se habían implicado en su búsqueda, por diversos motivos, aunque sin duda el mayor énfasis había recaído en sus espaldas y en Ukyo. Gracias a ello había nacido una gran camaradería entre ellas, producto de una aflicción común. Pero nada de lo que habían intentado había funcionado. Ni siquera los contactos de Nabiki habían sido capaces de proporcionar alguna pista ni Genma, bajo coacción, había podido producir datos que pudieran dar una pista de la situación de Ranma. ¡A saber cuántas veces lo había vendido o comprometido con alguna otra chica¿Cuántas docenas de enemigos quedaban por descubrir? Tras medio año de búsqueda infrutuosa, se habían visto obligadas a aceptar la derrota. Los miembros de la tribu amazona lo habían hecho mucho antes, dejando incluso Japón para volver a su tierra. Los Kuno… ambos habían encontrado nuevos objetos en los que obsesionarse. Cada día que había pasado se sentía morir un poco más, aunque con seguridad su dolor no llegaba apenas a la centésima parte de lo que sentía Nodoka. Reencontrarse con su hijo tras casi once años de ausencia para perderlo tan pronto y sin motivo alguno… la pobre mujer había caído en cama, delirando y llamando a Ranma. Incluso… incluso aunque no fuera parte interesada, sólo de ver a la señora Saotome en ese estado era suficiente para impulsarla a continuar la búsqueda. Podría ser la mujer de un samurai, pero ante todo, era madre y su dolor se le clavaba como una puñalada.
Y sin embargo, no habían podido dar con él. Todos los intentos de búsqueda habían sido en vano. Tras los primeros seis meses y viendo que podía acabar igual que Nodoka, con una crisis nerviosa, Nabiki poco menos que la arrastró a la Universidad, convenciéndola de que hiciera las pruebas de acceso y estudiara algo, cualquier cosa, con tal de tener la cabeza ocupada.
Se lanzó a ello con todo su ímpetu, nacido de la desesperación, aunque no había fin de semana que no dedicara a buscar noticias de desaparecidos, rastreara trenes, gimnasios, campamentos… todo en busca de alguna pista. Pero todo fue inútil. Hasta que al final… perdió la esperanza.
Sus artes marciales habían sido lo primero que se había resentido. Entre los estudios y la búsqueda, al principio, apenas si tenía tiempo para practicar. Pero cuando lo tenía, algunos fines de semana que volvía al Dojo… no podía. Entrar en el gimnasio… le traía demasiados recuerdos. Así que lo dejó, por completo. Ranma no se lo perdonaría, se decía, cada vez que iba a casa, pero… simplemente, no podía. No era lo mismo. En la Universidad tenía que dedicar cuatro horas al día al deporte, la llave que le había permitido el acceso. Se mantenía en forma y tenía buenos resultados en atletismo. Ahí quedaba todo. Su buena forma física también le había venido bien a la hora de conseguir este trabajo, se recordó a sí misma.
En los años de universidad había salido con un chico. Lo había intentado al menos. Estaba condenado al fracaso desde el primer momento, comparándolo con Ranma a cada mínimo detalle. ¿Qué podía hacer, si echaba de menos hasta sus defectos?
La vida seguía, a un ritmo insoportablemente lento. Se alegró de terminar la carrera y poder tener la oportunidad de mancharse las manos de tierra. En cuanto oyó hablar del proyecto Tigre, se había lanzado de cabeza. El trabajo de laboratorio no era para ella. Colaborar con el WWF estaba bien. No es que pagaran muy bien, pero el hecho de estar al aire libre, siguiendo a los esquivos felinos y estudiando sus hábitos tenía su gracia. También tenía el lado agridulce de recordarle el Neko-ken, pero incluso eso tenía su parte positiva: tenía experiencia de primera mano en el manejo de 'grandes felinos'. Así que aquí estaba, en Jiangsu, a un paso del centro de China y del Himalaya, perdida en medio del bosque, a la caza del tigre.
Terminó de cenar, acercando las manos a la hoguera para calentarlas. La temperatura bajaba mucho durante la noche, posiblemente hasta -10º. Debía meterse pronto en la tienda e irse a dormir. Ciertamente, estaba cansada. Miró unos segundos al cielo. Durante aquel último año, muchas veces se habían visto en el tejado de casa, sentados, mirando las estrellas, a veces charlando, a veces… haciendo otras cosas.
'Dónde estás, Ranma?' se preguntó, un rastro de humedad en los ojos. 'Yo… te echo de menos'.
Se levantó, cogiendo la taza y la tetera y las vació sobre el fuego, asegurándose que se quedaran bien apagados y entró en la tienda. Mañana sería un nuevo día.
NOTAS.
Lao-Hu : tigre
Ganar a pulso: ganar algo con esfuerzo
no sé si en las Universidades japonesas dan becas para deportistas; consideradlo una licencia poética.
